18: Tortura

El jefe Reynolds le abrió la puerta cuando llegaron a la mansión y la miró de cerca. Por primera vez, Alessa pensó que el olor de su colonia era delicioso.

—¿Pasa algo, Reynolds?

—No mencione a Elliot Le Roux delante del señor Gold.

—Je, ni me acordaba del tipo ese. —Era verdad, ya se le había medio olvidado la existencia de ese hombre—. Pero, ¿por qué? Ay, Reynoldsito, siento miedo.

Él tuvo un tic en su ojo, como si quisiera rodar los ojos.

—Es una advertencia, señorita Sinclair. Vaya con el jefe antes de que sea tarde.

Alessa le restó importancia a todo el alboroto y entró a la rimbombante mansión.

—Bienvenida, señorita Sinclair, siempre bienvenida —la saludó la voz robótica del mayordomo virtual.

—Qué onda, Dany —respondió gustosa.

Para ser un tipo que ni siquiera existe, Dan era demasiado fácil de agradar. Era muy raro que los magnates actuales no tuvieran tecnología avanzada, pero Leonardo Gold había superado sus expectativas. ¿Por qué un mayordomo virtual? ¿Tan desconfiado era
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