115: Amor y confianza

Alessa vio a Leonardo recargado de su Lamborghini rojo, usando gafas oscuras y un abrigo elegante que colgó hasta las rodillas. Allí se encontraba su apuesto esposo esperándola, o más bien esperando que ella abordara su querido Mercedes Benz. Fue directo hacia él y no le sorprendió que, en cuestión de segundos, su boca estuviera robándole por completa la respiración vital. Con un leve gemido de satisfacción, ella lo abrazó del cuello y él la enjauló por la cintura.

—Hola, señor Gold —saludó sin aliento, sonriendo y quitándole los lentes—. Le diría que debo llegar a tiempo con mi jefe, pero resulta que usted es mi jefe.

Leo soltó una rica carcajada áspera.

—Hola, hola, mi niña.

Ella relamió sus labios y se pegó más a su cuerpo.

—Luces jodidamente guapo, como de costumbre.

—Alessa —él medio advirtió medio coqueteó—. Debemos ir a la empresa...

—¿Y? —ella picoteaba sus labios entreabiertos con besos dulces y traviesos.

—Y me estás poniéndolo difícil.

—Querrás decir: poniéndotela
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