Leonardo detectó de inmediato la tensión en los hombros de Elliot Le Roux cuando su esposa envió sus mejores armas, imponiéndose a los hombres y a sus directrices. Claramente, Alessa tenía intenciones muy específicas cuando entró a esta sala lista para enfrentarse a Le Roux. No se esperó que ella trajera el contrato... Eso significaba que... Alessa había hablado con Sophia, sin lugar a dudas. Las dos mujeres se pusieron de acuerdo mientras él estaba aquí lidiando con las quejas de Le Roux. Pero no le gustaba nada la alta disposición que Alessa le estaba mostrando a Elliot, como si quisiera apaciguarlo o endulzarlo. Leonardo tenía que morder su lengua y sus celos irracionales. —¿De verdad estás diciendo lo que creo que estás diciendo, Alessa? —Le Roux miró a cada uno de los miembros de la Junta antes de fijar su atención en la pelirroja—. Jamás te comprometerías a una buena conducta. Ese no es tu estilo. —Solía ser mi estilo. En eso estamos de acuerdo, en el pasado. Te doy ese créd
—¡Agh! Esto es molesto. Es frustrante. Es agotador...—No me lo imagino en lo absoluto, querida —la mujer tarareó sin apartar la vista de su celular, tecleando en la pantalla táctil a la velocidad de la luz. Su rostro de negocios estaba activo aunque su voz no, era completamente casual.—Tal vez necesito un besito para revivir-Un gruñido molesto la interrumpió de inmediato, haciéndola contener una sonrisa maliciosa.—Cállate.Tarareó.—¿Demasiado pronto para bromear sobre eso?—Nunca vamos a bromear sobre eso. Tenlo muy claro.—Una broma a la semana.—Ninguna, te dije.—Al mes.—Dije que te calles.—Qué aburrida eres, Soph.—La puerta está justo allí.—Tengo flojera.Se formó un largo silencio. No era incómodo. Solo fue una pausa donde las palabras no eran necesarias.—¿De veras vas a estar bien, Alessa?La pelirroja asintió, alzando el brazo para mostrar su actitud positiva con un pulgar arriba, porque la situación pudo resultar mucho peor. En el peor de los casos, Le Roux le habría
Alessa esperó hasta sentirse un poco mejor del malestar que sofocaba sus sentidos. No sabía muy bien de qué se trataba, pero definitivamente no se trataba de un embarazo. El implante anticonceptivo todavía estaba en su brazo. Leonardo era una bestia generosa en la cama, en la oficina, en cualquier rincón donde pudiera derramar sus pasiones indomables, pero tampoco podía vencer esos métodos clínicos con su gran virilidad, ¿cierto?Mientras bebía aquella cosa verde del vaso con pajita, se quedó sumamente calladita, observando cómo Sophia y Reybolds discutían sobre los recientes movimientos de Elliot y las últimas conexiones que había establecido su corporación en el extranjero, alegando que el magnate francés no perdió el tiempo cuando la señora Humble comenzó a meterlo en aprietos con sus contactos en el país, lo que significa que Le Roux podía estar operando bajo la mesa, aliándose con personas de dudosa reputación en territorio alemán. Evidentemente, Sophia y Reynolds compartieron su
La nueva vida de Alessa Gold no resultó tan fácil como los medios de comunicación se lo pintaron a la sociedad: lujos, tonterías e irresponsabilidades. Porque ella era menor que Leo y era muy probable que ella fuese solo una chica mimada y caprichosa como esposa. Según, esos eran los estándares que tenían de ella y de muchas mujeres jóvenes que contrajeron nupcias con una pareja bastante o un poco mayor en comparación.«Son unos completos y tremendos idiotas»Alessa ni siquiera iba a discutir con esos ilusos pues no valía la pena, ni ahora ni nunca. Podía mandarlos al carajo a todos ellos a la vez, decirles con mucho ímpetu que estaban sumamente equivocados respecto a ella y a sus intenciones con Leonardo.Una prueba de esto, fue el constante pensamiento acerca de los hijos, que la persiguió hasta en la sopa. La idea de ser madre. La idea de hacer padre a Leonardo. La idea de unir sus vidas para crear una nueva vida, que les perteneciera a los dos. Eso fue algo de otro mundo.Técnicam
El apartamento que solía ser de ella y Carla sigue igual que siempre: incluso estaba esa planta marchita en la ventana donde solía robar WiFi.Con ojos enrojecidos, recogió esa planta e hizo una mueca.—Se nota que un día fui yo quien te cuidó —murmuró dolida.La tira a la basura, porque no sirve de nada guardar algo que ya está marchitó."Mi matrimonio está lejos de estar marchito, solo fue una pelea, nada más."Alessa se pasó toda la noche dando vueltas en la vieja cama donde solía dormir feliz con su soledad. Ella recordó a esa chica solitaria, que nunca pensó en tener una relación amorosa con nadie. A esa chica que no le importaba dormir sola porque estaba acostumbrada a la soledad. Ahora, Alessa fue consciente de la enorme diferencia que había ocurrido en su vida los últimos años.En el pasado, Alessa hubiera sido feliz con una pijama de las chicas superpoderosas, comiendo papitas y enfurruñada en su cama, sin pensar en nadie ni en nada. Las cosas simplemente ya no eran las misma
Habían hablado de la situación, pero al día siguiente, cuando Alessa regresó a la mansión después de trabajar con Sophia las próximas estrategias de contingencia contra Le Roux, Leonardo todavía pareció caminar en una cuerda floja.Leo ya tenía un par de horas esperándola en la mansión, porque Alessa le dijo que estaba bien que él se retirara temprano de la empresa si su labor había concluido. Ella seguía siendo una empleada, así que cumpliría sus tareas al pie de la letra.Cuando ella cruzó el vestíbulo, él se encontraba en el sofá usando ropa cómoda, bebiendo un vaso de whisky.Él sonrió y se puso de pie al ver que su esposa había llegado.—Solo voy a decir que me quedé en la oficina de Sophia nadando en montones de documentos PDF y papales. —La pelirroja dio unos saltitos y se acercó corriendo a él. Leonardo dejó el vaso en una mesita antes de que Alessa se le abalanzara.La atrapó fuertemente de la cintura y se estremeció mientras la besaba, aprovechando para saborear esos labios
Dos días más tarde de la última conversación, la pelirroja despertó abruptamente una noche, sufriendo los efectos secundarios de una pesadilla demasiado vívida y mortificante: Leo ignorándola a lo lejos, Le Roux persiguiéndola con palabras mordaces, tanto Sophia como Reynolds decepcionados de ella por alguna razón, un auto desconocido volando a gran velocidad y entonces la abraza la total e inmisericorde oscuridad. Estaba dormida, pero las sensaciones mortales atravesaron su subconsciente, enviándola poco a poco en un espiral ascendente.Si pudiera sentir miedo, estaría gritando de puro terror.No obstante, Alessa pudo sentir algo que ella supuso que debe ser similar al miedo. No igual. Pero muy parecido.Estaba sudando gotas gruesas, luchando contra el pánico que se arrastró en su interior como enredaderas venenosas, cuando se descubrió completamente sola en la cama king size. Se sentó enseguida y se rascó los ojos.¿Qué había pasado?¿Le dio una patada muy fuerte mientras dormía?—D
—Carlota —Alessa estaba rebosante de genuina alegría mientras abrazaba su mejor amiga, apenas puso un pie en la entrada de su nuevo apartamento en París.Carla chilló y saltó como un conejito emocionado, arrastrándola al interior perfectamente decorado de su lugar.—¡No puedo creerlo!—Estoy de paso, eh, pero...—¡Estás aquí! ¡Estás aquí, roja!—Lo sé. Lo sé.Estaba allí de paso, era cierto. Tenía trabajo pendiente allí, resumen, gracias a los dilemas no resueltos con Le Roux.—Ay, esta es una prueba de que realmente me amas. —Carla se acercó a ella y la envolvió en un fuerte abrazo que, por un instante, pilló a la pelirroja sin aliento. Aún no se acostumbraba a recibir estos gestos enormes de las personas, no a esa magnitud. Una cosa era su relación con Leonardo. Otra muy distinta era ser apretada, besuqueada o manoseada por alguien de quién no estuviera perdidamente enamorada.A pesar de todos esos factores, Alessa colocó las manos en su espalda y apoyó la mejilla en su ho