Paul

Es un día particularmente tranquilo esta tarde en el hospital, lento y aburrido. Como me sobra el tiempo, sigo con mi investigación sobre Natacha Sloan, necesito saber de ella, quién es, qué le pasó, qué oculta…

Llamo a un contacto en la policía de Nueva York. Luego de las preguntas típicas de etiqueta, le pido cualquier cosa que pueda conseguirme sobre ella. Me promete que lo va a intentar y que, en cuanto tenga algo, me lo alcanza.

—Disculpe, doctor, lo buscan. —Me advierte mi secretaria.

—¿Quién, Rosalie?

—Dijo llamarse Marc Preston, y dice que le urge hablar con usted, es sobre la paciente Sloan.

—Hágalo pasar. —Pido, me pongo de pie, no tengo idea de quién es este hombre… y la intriga puede más.

—Doctor Smith, es un placer. —El hombre que tengo frente a mí está alrededor de los cincuenta años, viste muy elegante, de traje oscuro muy caro. Un rostro solemne y un porte importante.

—Igualmente, señor Preston. Tome asiento, por favor.

—Gracias.

—¿Qué puedo hacer por usted?

—Verá, no me permiten ver a Nina, ni a Jasper ni a mí.

—Lo cierto es que solo su familia directa puede verla en este momento, lo siento.

—Usted no lo entiende, nosotros somos su única familia. No hay nadie más.

—¿Quién es usted?

—Soy su representante, y algo así como su guardián.

—¿Guardián? No legalmente, intuyo, ya que Natacha es mayor de edad.

—Cierto, aunque lo fui. Cuando conocí a Nina, ella aún era menor de edad, tenía catorce años.

—¿Y sus padres?

—Fallecieron en un accidente doméstico. La casa donde Vivían se incendió y ella y su hermano pequeño pudieron escapar, pero los bomberos no pudieron hacer nada por sus padres.

—No lo sabía, lo siento.

—Está bien, casi nadie lo sabe, como los niños eran muy pequeños, la gente lo olvidó.

—¿Qué hay de su hermano? ¿dónde está? Me gustaría hablar con él, pero la única persona de contacto de emergencia es Jasper Craw.

—Lógico, Jasper es quien siempre viaja con Nina, son inseparables. Nate y Nina fueron separados mientras estaban en un hogar transitorio. A Nate lo adoptó una pareja y, como era menor, no pudimos dar con él hasta hace un tiempo, que cumplió la mayoría de edad.

—¿Entonces no tienen relación?

—No mucha, acaban de reencontrarse y, a decir verdad, Nina se puso mucho peor después de eso.

—¿Mucho peor? ¿A qué se refiere?

—Verá, doctor, Nina es muy especial. Se guarda todo, no habla mucho, sobre todo de su pasado. Hay muchas cosas que no recuerda.

—Es muy común en alguien que haya sufrido un trauma de pequeño. Es un mecanismo de defensa, señor Preston; haber perdido a sus padres tan joven y en circunstancias tan duras…

—Por favor, llámeme Marc. Estoy seguro que tiene razón. Por lo poco que sé, luego del accidente, fueron a un hogar transitorio en Jersey. Pero no estuvieron mucho tiempo allí. Nate enfermó y fue cuando los separaron. Él fue adoptado por una enfermera del hospital donde estuvo internado por una fuerte neumonía. Nina pasó algún tiempo más allí, pero cuando la mujer encargada de cuidarlos sufrió un accidente que la dejó parapléjica, ella fue cambiada de casa, y pasó de un hogar a otro, hasta que, en una de sus últimas huidas, la encontré yo.

—A los catorce años, ¿verdad?

—Así es. Ella vivía en la calle, dormía en el callejón que está detrás de mi agencia, tengo una agencia de modelos en Manhattan. Siempre que pasaba a buscar mi carro, veía una pequeña sombra escondida en la oscuridad, hasta que un día, esa sombra decidió atacarme. Se acercó a mí mientras abría mi auto, y con una navaja improvisada en su mano, quiso asaltarme. Ella era diminuta, y estaba muy delgada. No me costó nada detener el ataque, le quité el arma y le dije que la llevaría con la policía. Me rogó que no lo hiciera, que no pensaba volver allí. Así que hicimos un trato, le ofrecí techo y comida a cambio de trabajo. La llevé a mi casa, no lo pude evitar, sus ojos… sus ojos siempre son mi perdición. Son iguales a los de mi pequeña hijita.

—¿Y su familia lo aceptó?

—Perdí a mi familia hace trece años en un accidente automovilístico, mi pequeña Sara tenía apenas doce años. Ella y mi esposa murieron. Yo estaba de viaje. Así que, fui egoísta, no se trataba de ayudarla a ella, sino también, de brindarme algún tipo de consuelo.

—Lo entiendo, no se preocupe.

—Al principio, estaba muy desconfiada, supongo que, con razón, la vida de Nina no fue fácil. Lo ha tenido muy difícil, doctor, pero de a poco me gané su confianza. Me sentía muy solo, y la casa era muy grande para mí y mis perros. Le compré ropa nueva, la alimenté y le di un hogar seguro. Le pedí que ayudara a Rosa, mi ama de llaves, en lo que ella le pidiera, pero sus tareas principales eran atender a los perros.

>No tardé mucho en encariñarme con ella, es una niña muy dulce, ya lo verá, muy tranquila y demasiado inteligente. Contraté maestros para que la ayudaran a ponerse al día en lo escolar, y pronto comenzó a ir al colegio. Me convertí en su tutor legal y nos convertimos en familia. Solo ella y yo.

—¿No la adoptó?

—No, Nina no quiso. Dijo que no quería volver a tener un padre. Que yo sería algo más. Un amigo, un guardián. Y lo acepté. Cuando creció, quiso trabajar en la agencia, siempre fue muy hermosa, así que pronto se convirtió en la favorita de las grandes marcas, y su carrera se volvió meteórica. En pocos meses, ya estaba viajando por el mundo, recorriendo las mejores pasarelas de la moda, y trabajando con los diseñadores más importantes. Pero, como entenderá, Nina no es mi única cliente, sí, ella es familia, pero tengo muchas otras chicas de las que ocuparme, así que no podía acompañarla siempre. Puse a una de mis personas de confianza a su disposición, y ahí fue cuando todo empezó. Sabe, doctor, cuando una joven y hermosa mujer te pide algo, no es posible negarse para la mayoría de los hombres. Y Nina no fue la excepción. Este ambiente está lleno de excesos.

—No solo el ambiente de la moda, Marc. Lamentablemente, sucede en todas partes.

—Sí, tiene razón. Pero aquí es particularmente más fácil hacer que una modelo haga su trabajo y no sea un dolor de cabeza, siempre y cuando esté bastante dopada. Así fue como comenzó a probar drogas, alcohol, y se perdió bastante. La ingresé a distintas clínicas, pero ninguna ayudó a largo plazo, siempre volvía a caer. Hasta que conoció a Jasper. Él fue un salvavidas, Jasper lleva años trabajando como fotógrafo, y Nina no es la primera modelo que conoce, así que con él no fue tan fácil conseguir lo que quería. Jasper la ama, la cuida y hace todo lo que puede, igual que yo. Pero Nina… Nina es difícil, no es fácil comunicarse con ella, como le dije, se lo guarda todo.

—Es posible que tenga muchos problemas para confiar en los demás y no sepa cómo manejarlo —explico. Trato de dejarlo hablar, está claro que él necesita explicármelo. Y está echando luz sobre mi misteriosa paciente.

—Quizás… en fin. Con Jasper se puso mejor y las cosas se calmaron, entonces apareció Nate. Cuando cumplió la mayoría de edad, su legajo se liberó y el investigador que yo había contratado lo encontró. Su familia se había mudado a San Diego por el trabajo de su padre, pero él estaba en Massachusetts, estudia en el MIT. Nina se comunicó con él y fuimos a visitarlo. Yo la acompañé, pero ellos se reunieron solos. Después de nuestra primera visita, las cosas comenzaron de vuelta y Nina recayó rápidamente. Lo vio algunas veces más, a veces iba con ella, otras era Jasper quien la acompañaba. Pero se puso tan mal, que decidí obligarla a buscar ayuda. Armé una cláusula contractual donde la demandaría si no buscaba ayuda y cumplía con su contrato. Por supuesto que no lo haría, pero el trabajo es importante para Nina y sabía que lo haría. Ahí fue cuando comenzó a tratarla la doctora Monroe. Le daré su número, quizás necesite hablar con ella.

—Ya lo he hecho, la rastreé a través de las prescripciones que le recetó a Natacha.

—Perfecto. Ella la estaba viendo, le había dado medicación, pero Nina decía que odiaba tomarlas.

—Tienen muchos efectos secundarios molestos, es normal que cueste encontrar el medicamento indicado para cada persona —declaro. Sobre todo, cuando no tienes idea de quién es tu paciente, agrego, pero no lo digo.

—En fin, creí que eso ayudaría, pero ya ve lo que pasó.

—Hizo todo lo que pudo, Marc. No se eche la culpa, es imposible ayudar a quién no quiere ser ayudado. Y muchas veces, toma muchos años de tratamiento conseguir una mejoría. Pero yo estoy dispuesto a trabajar con ella.

—Se lo agradezco mucho, doctor.

—No tiene que hacerlo, ya hablé con Jasper varias veces, se la pasa aquí.

—Lo sé, Jasper es así, leal hasta los huesos, no va a dejarla.

—Bien, porque necesitará apoyo cuando salga de esto. En este momento, no responde a ningún tratamiento farmacológico que le hemos dado. Pero estoy seguro de que su estado no es un efecto fisiológico, sino una reacción mental al stress, un colapso. El cuerpo y la mente necesitan recuperarse.

—Pero ¿se pondrá bien?

—No puedo asegurarlo, pero haremos todo en nuestro alcance.

—¿Podré verla?

—Si el señor Craw lo permite, ya que es su contacto de emergencias, sí.

—Gracias, doctor.

—Algo más… ¿Podría darme el número de teléfono de su hermano? Quisiera hablar con él.

—Claro, yo le avisé lo que pasó, así que está al tanto —dice mientras anota los datos en un post it.

—Ha sido de mucha ayuda, Marc. Y tenga plena confianza que todo lo que me dijo no saldrá de esta oficina.

—Lo sé. Estuve investigándolo, doctor, sé que es uno de los mejores psiquiatras del país. Quiero que Nina esté en las mejores manos.

—Gracias por la confianza, espero no defraudarlo.

—Hasta pronto, doctor.

Ahora tengo mucho más con qué trabajar. Saber sobre el pasado y la vida de mi paciente es fundamental para saber cómo ayudarla. Pero la relación con su hermano me intriga, ¿qué es lo que ha pasado entre ellos para que esta niña vuelva a recaer?

Miro su fotografía, que aún está abierta en la pantalla de mi computador. Entiendo completamente la fascinación de la gente con ella, es algo en su mirada, quizás la tristeza, la desesperanza. Algo de todo eso, despierta mis instintos paternos y me pide protegerla, ayudarla. Y estoy dispuesto a hacerlo.

Antes de irme a casa, paso por su habitación. Todo está igual, excepto por las flores que acompañan ambos lados de la cama. Ella está con la mirada perdida en algún lugar fuera.

—Hay muchas personas que se preocupan por ti, Natacha. —digo mientras giro su rostro en busca de su mirada. Pero ahí solo hay vacío—. Sé que lo has tenido difícil, y lamento que no hayas encontrado la ayuda que necesitabas, pero yo no soy como ellos, te prometo que te ayudaré. Solo necesitas volver. —Y entonces, algo sucede, una pequeña lágrima resbala por su mejilla. Ella está ahí, es claro, me escucha. Pero aún no es el momento, lo entiendo.

—Bien, cuando estés lista, no hay apuro.

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