Me abro paso entre la multitud de fotógrafos que acampan en la entrada del hospital. Nunca seré capaz de entender la morbosidad de las personas.
—Buenos días, doctor. —Me saluda Louis al pasar por su lado.
—¿Qué tal la familia? —pregunto mientras reviso los ingresos de la noche anterior.
—Causando alegrías y problemas, como todos…
—Cierto.
Antes de llegar a mi despacho y comenzar las rondas, visito a Natacha. Pero al ingresar a su habitación, me encuentro que está acompañada. Esta vez, además de Marc y Jasper, que ya me tienen acostumbrados, hay alguien más.
—Doctor Smith, buen día. Deje que le presente a Nate Anderson. —Me indica Marc, señalando a un joven a su lado. Alto, atlético, con los mismos ojos azules intensos de su hermana, pero el cabello claro, aunque algunas facciones de su rostro también guardan semejanzas.
—Es un placer, Nate. Me alegra que hayas podido venir. —Saludo al tiempo que le doy la mano. Él la toma, seguro.
—Igualmente, doctor Smith. Solo estaré un día, debo volver a la universidad.
—Por supuesto. Cuando puedas, te espero en mi despacho, no te quitaré mucho tiempo.
—De acuerdo —confirma y me retiro.
La mañana pasa rápido. Luego de las rondas, comienzo mi sesión con algunos pacientes, y tras el breve almuerzo, me encuentro con Nate en mi despacho.
—Toma asiento, por favor. ¿Café?
—No, gracias —responde mientras se sienta, se lo ve incómodo, su lenguaje corporal lo delata.
—¿Cómo te va en la universidad? —pregunto para tratar que se relaje.
—Muy bien, el semestre pasado fue excelente, espero que este siga igual.
—MIT, eh. Muy impresionante. ¿Qué estudias?
—Ingeniería electrónica.
—Vaya, eso es genial.
—Siempre me gustó saber cómo funcionan las cosas.
—Una buena cualidad, sin duda.
—¿Qué pasa con Nina, Dr.? —Al grano, bien. Me gusta.
—Tuvo un colapso nervioso ¿sabes lo que significa?
—No mucho. —Tampoco tiene miedo de no saberlo todo, parece un buen chico, astuto y alerta.
—Está catatónica. Es un síndrome neuropsiquiátrico. Para hacerlo simple, su cuerpo funciona bien, pero no responde a estímulos. Es como estar en coma, pero de forma consciente. Sabemos que el cerebro funciona a la perfección, pero es como si ella no estuviera ahí.
—Pero ¿se va a recuperar?
—Tengo fe en que lo logre. Solo necesita tiempo, cuando esté lista, lo hará. Y entonces podremos tratarla.
—Entiendo. Es una pena lo que sucede, Jasper dice que ella misma se lo hizo ¿es cierto?
—Eso creemos, sí. Los paramédicos la encontraron encerrada en el baño, se ocasionó cortes muy profundos y tomó medicamentos en exceso.
—¿Quiso suicidarse? Eso intenta decir ¿verdad?
—Quizás… o tal vez solo intentaba pedir ayuda, pero no sabía cómo.
—Fácil, lo dices.
—Para todos no funciona igual, Nate. Algunas personas no pueden lidiar con los problemas como otros. Y muchos de ellos se sienten avergonzados por su situación, entonces pedir ayuda se vuelve imposible. Al menos, de la forma que lo haría la mayoría.
—Ella me había comentado que estaba en tratamiento por la depresión.
—Eso tenemos entendido, la doctora que la atendía me facilitó alguna información. También Marc y Jasper.
—Y ¿por qué quiere hablar conmigo? Yo apenas conozco a Nina.
—Marc dijo que se reencontraron hace poco, quisiera saber qué pasó entre ustedes, si te sientes cómodo hablando conmigo. Quizás ayudaría a entender lo que está pasando por la mente de Natacha.
—La verdad es que yo no la recordaba, no mucho. Hay muchas cosas que no recuerdo de cuando era niño. La mayoría de mis recuerdos comienzan con mis padres.
—¿Qué edad tenías cuando te adoptaron?
—Casi seis años. Mi madre era enfermera en el hospital donde yo estaba internado, dice que se encariñó conmigo y, bueno, yo con ella. Como no podían tener hijos propios, me adoptaron.
—¿Y no viste más a tu hermana?
—¿A Nina? No. Al poco tiempo nos mudamos, mi padre es militar, nos mudamos mucho por mucho tiempo.
—¿No recuerdas nada de esa época?
—Tengo recuerdos borrosos, confusos. Algunas imágenes de nosotros jugando, un patio grande y un árbol gigante donde teníamos una casita, casi siempre jugábamos allí. Es casi todo lo que recuerdo.
—¿Y qué me dices del hogar de tránsito?
—Casi nada… recuerdo a la señora Robinson, una mujer horrible y malvada, que siempre gritaba y nos pegaba con el bastón. No mucho más.
—Y si no te importa que pregunte, ¿cómo fue reencontrarse con tu hermana?
—Raro. Como dije, yo apenas la recordaba. Ella apareció un día en mi universidad, todo el mundo estaba emocionado porque una modelo nos visitaba, al principio no tenía idea que éramos hermanos de sangre, y fue entonces cuando me lo contó.
—Entiendo, debe haber sido toda una experiencia.
—Supongo. No quiero sonar como una mala persona, pero la verdad es que no la conozco. Nos vimos unas cuatro veces. Hablamos, le conté de mi vida, ella de la suya. Tratamos de conocernos, pero no se pueden forzar los vínculos. Yo tengo una excelente relación con mis hermanas adoptivas, pero viví toda mi vida con ellas. No es lo mismo.
—Por supuesto, crear lazos lleva años. Y no está mal que te sientas así. No te culpes por eso. Eras muy pequeño, tu personalidad se estaba construyendo y tus recuerdos se perdieron.
—Ojalá Nina lo entendiera, sé que le duele nuestra situación. Pero ella era más grande en ese momento, lo vivió de otra manera. El día que nos conocimos, llevó un conejo de peluche que le faltaba una oreja, dijo que yo siempre lo tenía conmigo y que ella lo guardó todos estos años mientras me buscaba.
—¿Por qué crees que ella no lo entiende?
—Porque lo veo en sus ojos, puedo ver que le duele cuando hablo de mi familia, o cuando le dije que no recordaba nada de nosotros.
—Debe haber sido muy duro para ella perderte, Nate.
—Estoy seguro. Si a mí me pasará lo mismo, no sé qué hubiera hecho en su lugar.
—¿Te dijo algo más?
—No, no mucho. No tuvimos mucho tiempo.
—Claro. Gracias por contármelo, Nate. Todo ayuda.
—Siento no ser de más ayuda.
—Que estés aquí, ayuda. Estoy seguro que, si despierta y te ve, se alegrará mucho.
—Llámeme por cualquier cosa ¿de acuerdo?
—Por supuesto. Que tengas buen viaje.
—Adiós.
Sin dudas, lo que tengo claro es que Natacha ha tenido una vida muy difícil, eso explica mucho de su comportamiento autodestructivo. Pero la pregunta que sigue atormentando mi mente es ¿por qué? ¿cuál es el detonante para que intentara quitarse la vida? Pienso que la clave está en Nate, pero dudo que sea solo eso…
Por la tarde, llamo a Jasper a mi despacho, quiero volver a hablar sobre la última discusión que tuvieron, y él ya está mucho mejor como para abordar el tema.
—¿Cómo te encuentras, Jasper?
—Agotado, preocupado ¿por qué aún no despierta, Doc.?
—Porque no está lista. Sé que suena trillado, pero es la verdad. Su cerebro y su cuerpo necesitan un descanso, y su mente se lo proporciona. Se llama auto preservación. Lo que indica que ella realmente no quiere morir.
—Nina no es del tipo de persona que se suicidaría. Créame, ha tenido muchas oportunidades de hacerlo, y razones no le faltan en su vida. No entiendo por qué ahora.
—Lo mismo me pregunto yo. Hablemos de la última discusión. ¿Qué la ocasionó?
—No lo sé. Llegué a casa antes del trabajo. Todo parecía normal, pero entonces vi a Nina cargando una maleta enorme. Recuerdo que le pregunté si saldría de viaje. Marc siempre me envía su itinerario y yo arreglo mis horarios para poder acompañarla siempre que puedo. Y estaba seguro que tenía unos días libres. Así que me dijo que se iba. Estaba confundido y le pregunté dónde. Fue entonces cuando me avisó que me dejaba, que necesitaba irse. Comenzamos a discutir por eso.
—¿Tenían problemas?
—Desde el día que nos conocimos, Doc. Yo tenía que hacerle una sesión de fotos para “Vogue”. Y cuando Nina llegó, mi mundo se tambaleó. Ya la había visto en otras revistas, sabía que era hermosa, pero al verla, al estar cerca de ella… me convertí en un completo idiota. Me deslumbró. Tiene la sonrisa más hermosa del mundo, una que enamora, y esos ojos…
—Te enamoraste.
—Como un niño. La cortejé, la invité a salir, hasta que finalmente accedió. Y al ir conociéndola, solo pude amarla más. Nina es una persona encantadora y sufrió mucho. Le cuesta mucho comunicarse y confiar en los demás. Pero de a poco la relación fue creciendo. Y empezamos a pasar mucho tiempo juntos, para cuando nos dimos cuenta, compartíamos la misma cama todos los días y decidimos mudarnos juntos. Ahí fue cuando las cosas se complicaron más.
—¿A qué te refieres?
—Bueno, como le dije, Nina es especial. Es muy tranquila, siempre está como… ¿ausente?
—Entiendo. ¿Incluso contigo?
—Sí, incluso conmigo. Siempre parece perderse en sí misma. Y muchas veces la he encontrado hablando sola. Otras veces tiene comportamientos extraños que no puedo explicar, ni ella tampoco.
—¿Cómo cuáles?
—Tiende a tener muchos accidentes, ella dice que es torpe, pero… no lo sé.
—¿Crees que se lastime a sí misma?
—No, no lo creo. Pero tampoco lo entiendo.
—¿Hablaste con ella de esto?
—Sí, muchas veces. Pero siempre es igual, se pone muy nerviosa cuando lo hacemos y comienza a trabarse al hablar. Y lo dejamos ahí.
—Y ¿entre ustedes? A nivel relación, las cosas estaban bien.
—Yo amo a Nina, y sé que ella me ama a mí. A veces es difícil, pero… en las buenas y en las malas ¿no?
—Cierto. —Asiento con una sonrisa.
—Pero ella siempre dice que no me merece, que no tiene nada que ofrecerme, que no tenemos futuro juntos… ya no sé cómo hacer para que entienda cuánto la quiero y lo importante que es para mí. —Ahí estaba, la baja autoestima otra vez. Ya lo había notado al hablar con Marc y Nate. Su depresión era evidente, pero había mucho más. De eso estaba absolutamente seguro.
—¿Y su trabajo?
—Nina es muy responsable con su trabajo, se sobrecarga de cosas, la mayor parte de las veces, y el stress se acumula, pero está decidida a convertirse en la mejor, por Marc. Es su manera de agradecerle, como ella dice, por haber salvado su vida, por darle una oportunidad.
—¿Tiene buena relación con sus compañeras?
—No tiene relación con nadie, ella va, hace su trabajo y vuelve a casa. Nina no tiene amigos. Solo nos tiene a Marc y a mí, nadie más. Y luego pasó lo de Nate, eso le rompió el corazón.
—¿Lo de Nate?
—Él no la recuerda. Nina no pasó un solo momento de su vida en el que no estuviera pensando en Nate, buscándolo, esperándolo. Y de repente, se dio cuenta que, para él, ella era una desconocida. Eso le dolió.
—Por supuesto, es lógico. ¿Ahí volvió a sus viejos hábitos?
—Sí, todo volvió a empezar. La anorexia, los excesos… y esos medicamentos para la depresión lo empeoraban todo. Así que los dejó.
—Dijiste que cuando estaban discutiendo ella actuó de forma extraña ¿a qué te refieres?
—Le dije que tiende a tener accidentes. Bueno, mientras discutíamos, se tropezó varias veces, pero de forma extraña, más bien como si alguien la empujara. Y cuando cayó al suelo, pensé que se había golpeado la cabeza porque no reaccionaba, pero cuando abrió los ojos, era como si fuera una persona completamente diferente. Era Nina, está claro, pero su mirada era distinta, y el tono de su voz también. Sonaba a ella, pero… no lo sé, como mucho más ácida que la Nina que yo conozco.
—¿Ácida?
—Sí, sarcástica, irónica, incluso burlona. Cuando la quise ayudar a levantarse, me empujó muy fuerte y comenzó a gritar que no la tocara, que ya nadie podía tocarla, que me mataría si lo intentaba. Entonces se paró y salió corriendo a la cocina, tomó un cuchillo del gabinete y comenzó a cortarse los brazos y decía, “¡Es lo que mereces! Debes desaparecer, te dije que te arrepentirías”, y cosas así. Sin sentido.
—¿Y no eran a ti?
—A mí ni siquiera me miraba, solo intentaba lastimarse. La tomé de los hombros y le pedí que se detuviera. Pero forcejeó conmigo, me insultó, repetía una y otra vez a gritos. “¡Debe morir, debe morir!” y entonces me clavó el cuchillo en el abdomen y salió corriendo al baño. Llamé al 911 y fui tras ella. Intenté que abriera, pero solo escuchaba una risa frenética y los gritos de “Ya es tarde, está hecho”. Ya conoce el resto.
—Sí, lo conozco. Gracias, Jasper. Ya no te quito más tiempo.
—En lo que pueda ayudar, Doc. Ya lo sabe.
Antes de marcharme a mi casa, visito a Natacha una vez más. Por supuesto, está justo como la he dejado. Me acerco a su lado, tomo su rostro para que esté frente a mí, reviso sus ojos y no me miran. Pero sé que me escucha.
—Hay muchas cosas de ti que antes no sabía. Dime algo, Natacha, o quizás prefieres que te llame Nina… ¿Quién está allí contigo?
Espero un buen rato, pero nada pasa. Cada vez estoy más seguro de que ella tiene un grave problema. Aún no sé exactamente de qué se trata, pero estoy cerca, puedo sentirlo.
—Bien, no hay apuro. —Sentencio y me marcho.
Aún no puedo parar de temblar, solo me abrazo las rodillas y me acuno a mí misma de un lado al otro, encuentro cierta satisfacción al hacerlo, como si de alguna manera estuviera acompañada.—Estoy aquí, por si no recuerdas —dice Ella, metiéndose en mi cabeza, como de costumbre. Esa es la peor parte, Ella siempre sabe lo que pienso, no puedo ocultarle nada.—Deja de meterte en mi cabeza —murmuro, aunque estoy segura que, aunque estemos tan separadas como podemos, Ella me escucha.—Te contaré una historia. Había una vez, una niña hermosa, era tan hermosa, que sus padres estaban encantados con ella, incluso podríamos decir que su papito la amaba más que a nada en el mundo. Tanto, que era su pequeña princesita, su niña especial. Y tenían un secreto, jugaban un juego los tres, un juego secreto que nadie podí
El ruido incesante del teléfono me despierta sobresaltado. A ciegas, busco la mesa de luz y atiendo.—¿Diga? —saludo adormilado.—Doctor Smith, soy Louis, Natacha Sloan reaccionó.—¿Cuándo? ¿cómo?—Hace unos minutos, despertó gritando, está muy asustada y alterada. El doctor Brand le suministró un calmante, en este momento, duerme.—No le den nada más. Voy para allá.—Muy bien, doctor. Adiós.Salto de la cama sin mucho cuidado, con lo que despierto a Kate, que se gira y me busca a su lado.—¿Qué haces? ¿qué hora es? —pregunta refregando su rostro aún dormido.—Tarde, sigue durmiendo, debo ir al hospital.—De acuerdo, te amo.—Yo más.Me doy una rápida ducha, me visto con lo primero que encuen
Me recuesto en la cama dura del hospital y trato de calmar mi mente, aún tengo fragmentos de recuerdos. Nada es claro, todo se ve como a través de una niebla espesa que no consigo disipar. Pero, muy dentro mío, sé que lo que Ella me mostró es real, pasó, incluso cuando yo no lo recuerdo. ¿Cómo es posible vivir una vida a medias? O, mejor dicho, vivir dos vidas en una…Hablar con el doctor Smith me tranquiliza un poco, me brinda cierta paz, parece creerme, no piensa que estoy loca, quizás él pueda ayudarme. Sí, lo mejor será quedarme aquí, aunque eso implique no poder trabajar por un tiempo.—Después de todo, nadie te extrañará. —Escucho muy cerca de mí. Temo abrir los ojos y verla allí, pero lo hago de todos modos.Rebusco en la habitación, pero no encuentro a nadie, ni siquiera una sombra fuera de lugar
Cuando el doctor Smith llegó esa mañana a la clínica, supo de inmediato que iba a ser un día complicado, las enfermeras le informaron que hubo un pequeño conflicto que involucraba a Nina y a otras de las pacientes que residían en el lugar.Todo comenzó en el almuerzo del día anterior, cuando Nina se fue a sentar con su bandeja al rincón que había adoptado como propio, un grupo de mujeres jóvenes, que estaban lidiando con problemas de adicción hacía un tiempo, la reconocieron y comenzaron a molestarla. Pero ella no parecía prestarles atención, hasta que, de la nada, tomó la bandeja y vacío el contenido de su comida sobre la cabeza de una de ellas, a lo que las mujeres respondieron a gritos y dando golpetazos. Por suerte, todo terminó rápidamente, cuando el personal de la clínica intercedió.Paul hizo llamar a Nina a su despac
Esa mañana, luego del desayuno, Nina fue a reunirse con el doctor Smith, estaba tan ansiosa como aterrada de lo que fuera a descubrir. Aunque tenía una sospecha de que nada lindo la esperaba tras sus recuerdos. Y eso se lo debía a las visiones que Ella le había regalado de forma tan arbitraria. Pero el doctor tenía un buen punto. Necesitaba deshacerse de Ella, no podía permitir que lastimara a aquellos a quienes amaba. Su mano temblaba cuando golpeó la puerta de su despacho, pero al ver a Paul se tranquilizó un poco, su sonrisa cálida y su suave voz la calmaron. Volvió a acomodarse en el gran sofá, él se sentó frente a ella, llevaba una corbata marrón con rombos, Nina se centró en la forma de los dibujos.—¿Cómo estuvo tu semana, Nina? —Quiso saber Paul de inmediato.—Tranquila, he comenzado a pintar, eso me ayuda, m
Esa mañana, cuando Nina llegó al consultorio de Paul, se veía bastante tranquila, se acomodó en su sitio y, luego de hablar sobre su semana en la clínica y sus avances con sus compañeros, Paul comenzó la terapia.Cuando notó que Nina estaba completamente sumergida en la hipnosis, comenzó a guiarla por sus recuerdos ocultos.—Bien, Nina, quiero que te concentres en una noche en especial, la noche del incendio, cuando tus padres murieron —indicó él.—Se ve muy borroso… casi no puedo verlo… —declaró Nina, su cuerpo comenzó a retorcerse sobre el sofá, como si estuviera luchando contra su propia mente.—Vamos desde el principio. ¿Cómo fue ese día? ¿qué hiciste?—Estoy al pie de las escaleras, escondida detrás de la pared. Puedo escuchar a mis padres hablando. Me
Esa mañana, cuando Nina entró al consultorio del doctor Smith, él no podía creer lo que veía. No era Nina quien cruzaba la puerta, era un fantasma. Los enfermeros de la clínica lo habían alertado acerca del deterioro que ella había sufrido esta última semana. Una de las encargadas del comedor, le informó que Nina no estaba comiendo. Llevaba su bandeja al rincón que había reclamado como propio, pero no tocaba la comida, solo jugaba con ella, paseándola de un lado al otro del plato. No hablaba con nadie y no participaba en ninguna actividad. Simplemente estaba como ida.No dijo nada, se acercó a la ventana, se abrazó a sí misma y perdió su mirada en algún punto del exterior. Paul la contempló en silencio. La ropa, le quedaba claramente grande, había perdido mucho peso y muy rápidamente. Estaba visiblemente en los huesos, su piel gris
Pasaron tres largas semanas desde la última vez que Paul tuvo su sesión personal con Nina. Estaba al tanto de su condición, de lo mal que estaban las cosas, pero no había mucho que pudiera hacer. Era la propia Nina la que necesitaba tomar la iniciativa, Paul confiaba en que tenía la fuerza para hacerlo.Pero ella había cancelado sus sesiones. No asistía a ninguna sesión individual, y en las grupales, no participaba. Tampoco tenía contacto con nadie. Había prohibido las visitas de Jasper y Marc. Y estaba en su derecho. Después de todo, era una mujer adulta.Desesperado, Marc acudió con el doctor Smith. Estaba dispuesto a obligar a Nina a tratarse, sugirió que la declaren incompetente y que él mismo sea el encargado de tomar sus decisiones. Pero Paul no estaba dispuesto a hacerle eso. Él sabía muy bien que era su decisión, y la respetaba. Trató de