Cristian se había alejado después de cortar la llamada con Alexander. Dio dos pasos atrás y observó por la ventana. Era una ventana estrecha y oscura, y se veía muy poco al exterior, pero el tronte se recostó en ella, apoyando la frente en el cristal. Su aliento producía un vapor que empañaba el vidrio, y Paloma se quedó ahí, abrazándose a sí misma.Recibió una taza de aguapanela que le dio Rubí. Aunque quiso negarse, no le pareció correcto, así que bebió del dulce líquido y se sorprendió al saber que estaba más bueno de lo que imaginaba. No sabía que necesitaba azúcar en su cuerpo hasta ese momento.Algo había cambiado en Cristian. Parecía tan pequeño, a pesar de sus casi dos metros y sus evidentes más de 100 kilos. Se veía pequeñito y asustado.Paloma se acercó a él. La ventana era estrecha, así que tuvo que acercarse más para poder observar el exterior. Por la calle transitaban unas cuantas personas, pero, de resto, parecía que aquel lugar era consumido por la soledad.Sus hombros
Apreté el teléfono con tanta fuerza que rompí la pantalla. Cuando lo observé, me devolvió un reflejo en tonos azulados verdosos, y se me hizo imposible marcar el número que tenía en la cabeza.Xavier, al mirarme, me tomó por los hombros para que me calmara, pero yo tenía tanta rabia que incluso tuve ganas de desquitarme con él. Quise golpearlo y empujarlo para que me soltara, y cuando fui consciente de aquello, me sentí tan mal que lo único que pude hacer fue abrazarlo.Me lancé sobre sus brazos como cuando era niño, y él me devolvió el abrazo con fuerza. — Carlota… Todo este tiempo nunca imaginé que podría traicionarme. Pensé que las diferencias que habíamos tenido no eran tan grandes, que podía encontrar la posibilidad de salvarnos a todos… Pero ahora es imposible. — Claro que no es imposible — me dijo, pero sabía que lo hacía solamente para calmarme, para hacerme sentir mejor.Pero no, ahora nada estaría bien. Mi misión principal desde el instante en que acepté convertirme en El
Rubí tenía en su casa ropa. Paloma, sinceramente, se preguntó de dónde habría sacado todo aquello. Le ofreció unas botas de su talla, de cuero, cómodas como para correr, ropa oscura y una malla que le cubría el cabello envuelto en la parte alta de la cabeza. El frío comenzaba a asentarse en el barrio; la niebla baja descendía desde las nubes altas de la ciudad.Cuando cayó la noche, Cristian se preparó de la misma forma, aunque ya tenía su uniforme extraño, militar oscuro. Se quitó esa ropa y se vistió con algo un tanto más modesto, menos llamativo. Necesitaban ser lo más discretos posible. Mientras encontraban la entrada de los túneles, pasaron un largo rato buscando en el mapa el punto exacto que los llevara hacia la mansión de Carlota. — Eso tiene que ser el lugar donde Yeison está — murmuró Cristian.Paloma sintió que las cosas se ponían demasiado tensas cuando Cristian recibió una llamada de su hermano Xavier. Ella permaneció en silencio; no quería meter al Tronte en problemas.
Paloma se ajustó la malla que le sujetaba el cabello. Desde donde estaba, no podía ver con claridad lo que estaba sucediendo en la mansión de Carlota, pero confiaba en la palabra de Cristian. Si él le había dicho que llevarían un señuelo, entonces era verdad. Cristian se agachó en la entrada y encendió su celular, cuidando que el reflejo de la luz no se viera desde ningún ángulo.Paloma aprovechó para tomar los binoculares del hombre y observar la mansión de Carlota, donde en efecto comprobó que había un joven con la cabeza cubierta que se parecía a Yeison.Probablemente incluso le habían quitado la ropa para ponérsela a él. Lo metieron en el auto con algo de brusquedad, y vio cómo Carlota salió del lugar con su vibrante cabello rojo ondeando al viento. Pero algo había cambiado en ella. Tal vez era por la distancia y la poca luz, pero Paloma vio en sus ojos claros un destello extraño, como si estuviese asustada, confundida... tal vez perdida.Esperó que aquello fuera suficiente, que e
— No hay que subestimar a Carlota — , me dijo Crasher, el pilar de la seguridad. Había reunido a un enorme equipo de trontes para que me acompañaran al encuentro con la mujer. — Lo sé, te dije, sé que no puedo subestimarla, pero ella tampoco debe subestimarme a mí. Me traicionó y se metió directamente con mi familia, y créeme, general, que va a pagar las consecuencias.El hombre me miró, encogiéndose de hombros. Su consejo había sido claro y conciso: erradicar absolutamente y sin determinación la organización de Carlota, sin consideración alguna. Pero yo sabía que aquello podía poner en riesgo la vida de Yeison, y yo primero necesitaba proteger a mi familia.Ya había tomado la decisión: en cuanto terminara todo aquello, los obligaría a todos a marcharse. No me importarían sus súplicas, sus quejas; los empacaría todos en un avión del Círculo Bajo y los llevaría hasta el otro lado del mundo para protegerlos.Solo yo tenía que quedarme al frente de eso. Solo yo debía arriesgar mi vida p
Paloma sabía que estaba haciendo estaba mal. Cristian, se enojaría muchísimo con ella en el momento en el que se diera cuenta de lo que estaba haciendo.Pero tenía que ayudarlo. No sabía de qué forma, pero tenía que conseguirlo. Probablemente no fuese más que un estorbo para él, imaginó que el hombre sería un experto en librarse de aquellas situaciónes, solo que ella no sería más que una pieza de transportar y de proteger. Pero, ¿qué más podía hacer? ¿Y si en realidad estaba en problemas? ¿Si en realidad estaba en serios problemas y ella era la única que podría ayudarlo…?Corrió por la pradera, aprovechándose de la oscuridad que había dejado la mansión cuando las luces se apagaron. No se imaginó que tendrían cámaras de visión nocturna. Esperó que no la vieran.Llegó a la alambrada, y cuando estaba a punto de saltar sobre ella, justo enfrente, como una premonición, había una pequeña ardilla que la trepaba.Paloma pudo notar que aquello no estaba bien, que había algo antinatural en todo
Una enorme rabia llenó mi interior, algo tan fuerte y tan visceral que olvidé por completo pensar, olvidé por completo el plan que me traía entre manos cuando vi el cuerpo de Yeison desplomarse al suelo.Se fue por completo la cordura y la razón. Me había prometido protegerlos, me había prometido protegerlos a todos, y ahora había fallado. Cuando su cuerpo golpeó el suelo, levanté mi arma contra Carlota y disparé. No me importaba ya nada. No importaba perder mi alma asesinándola. Quería hacerlo, quería ver su frio cadáver en el suelo.Y entonces, todo sucedió muy lento: mis manos se elevaban en el aire hacia Carlota. Recordé a Alfredo, a su venganza, a esa rabia que lo había motivado a sobrevivir a tantos disparos en el pecho, a recuperarse lo suficiente para buscar a mi padre y asesinarlo.Ahora lo había entendido, ahora entendía por qué ese deseo de venganza era tan fuerte, porque ahora yo lo estaba sintiendo. Solo un segundo de la muerte de mi hermano, tenía la oportunidad de venga
Paloma sabía que estaba cometiendo un grave error. Después de que el jarrón rodó sobre la encimera y se rompió en el suelo creando un escándalo, se arrepintió de haberlo hecho.Sabía que tenía que darle un poco de tiempo a Cristian para que se liberara. Pero, ¿y si ese tiempo era demasiado y aquel tronte lograba matarla?Estaba completamente segura de que así sería. Podría intentar correr, podría intentar atacarlo, pero era un tronte, un hombre entrenado desde que era bebé para asesinar. Ella no lograría hacer nada contra él.En el momento en que la viera, en el momento en que reconociera que era Paloma Idilio, no dudaría ni un segundo en apresarla. Entonces, así tendrían a dos hermanos del cacique prisioneros. Se había metido en la boca del lobo y ahora lo único que haría sería complicarle más las cosas a su hermano.Así que, en un acto de desesperación, tomó la red que se había puesto en el cabello y la bajó completamente por su cara. Tal vez así, con la piel presionada por la malla