El viaje duró dos días, en los que permaneció la mayor parte del tiempo recostada en la carreta inmóvil, con la certeza que al llegar la noche, el mercader se acercaría nuevamente a ella a poner sus manos sobre su cuerpo, recorrerla por completo y lamer sus pechos.
Hoy podía comprender porque su madre decía que, en ocasiones, la esclavitud era peor que la muerte ¿Qué podía esperar ahora que ocurriera con su vida?
Tal vez lo mejor sería que llegara a manos de algún lobo suicida que acabara con esa horrible existencia que tendría que vivir en adelante.
Bajo la pesada manta que cubría la carga de la carreta, Namar no podía ver como el mercader entró a un pueblo correspondiente a la manada Luna Cristal y que se dirigía con la firme intención de hablar directamente con el encargado de los esclavos de palacio.Llegó a las puertas de la fastuosa casa de la manada y habló a los guardias.- Necesito hablar con el encargado de los esclavos – dijo el mercader.- ¿Quién eres tú? – le dijo uno de los guardias.- Soy solo un mercader, pero traigo una mercancía valiosa que de seguro apreciará. Créame, si va con el encargado de los esclavos, de seguro será grandemente recompensado.Los guardias se miraron entre ellos.El de más alto rango hizo una seña a su compañero para entrar en palacio.
Esperaron unos minutos, y el guardia llegó junto a un lobo bajo y rechoncho, de ojos rasgados y aspecto delicado; este era el encargado de los esclavos en el palacio.
- ¿A qué me has llamado, mercader? ¿Qué podrías tener tú que fuese de mi interés?El mercader caminó hacia la carreta y el encargado de los esclavos lo siguió.Quitó la manta y dejó al descubierto su preciada carga.
- Una loba de las montañas frías… - dijo el encargado de los esclavos con gran sorpresa.- Es una cortesana virgen, señor… - comentó con gran emoción el mercader.- Eso habrá que descubrirlo – dijo el encargado de los esclavos – abre las piernas, loba.Namar, cansada de ser tratada como un objeto y esperando por fin encontrar su muerte, actuó con rebeldía, en vez de obedecer a las órdenes del encargado, pateó con fuerza, esperando que su golpe alcanzara a alguno de los dos lobos; sin embargo, sus ataduras le impidieron dar en el blanco y ambos lobos se hicieron a un lado.- Vaya… es una loba con carácter... – dijo el encargado – ¡Guardias! – ordenó y estos se acercaron a la carreta y sujetaron las piernas de Namar, con fuerza, para dejar totalmente al descubierto su coño.El encargado de los esclavos se acercó a ella y metió sus dedos en su vagina, para revisar su himen intacto y luego, su estrecha parte trasera.- Mmm… efectivamente, es virgen. ¿Cuánto pides por ella?- Cincuenta piezas de plata – dijo con seguridad dl mercader- ¿Cincuenta piezas de plata? ¿Acaso crees que me has traído a una princesa? Nadie pagaría tanto por una meretriz.- Una cortesana de las montañas frías, virgen y joven. Cualquier Alfa pagaría lo que fuera por tener una loba así en su cama. No hallarás otra y tu Alfa te castigará cuando sepa que la has dejado ir.El encargado de los esclavos apretó los dientes, sabía que aquello era una realidad. Las lobas de las montañas frías habían sido esclavizadas hace ya muchos años y hacerse de una, era algo muy difícil.- Treinta monedas de plata – dijo el encargado- Cuarenta – dijo el mercader con mucha satisfacción.- Está bien… - dijo el encargado a regañadientes. Contó las monedas en su bolsillo y las entregó – ahora vete, mercader usurero… te has llevado la ganancia de un año.- … - contó las monedas – fue un placer.El mercader desamarró las cuerdas de la carreta, para que la joven Namar fuera llevada adentro de palacio.El encargado de los esclavos la envolvió desde la cabeza hasta los pies en una gran manta y uno de los guardias la sostuvo como quien levanta un saco de patatas al hombro y entró con ella.
Nadie logró verla realmente, ni nadie prestó atención a la nueva adquisición del encargado.Namar fue llevada a las habitaciones de los sirvientes, una leve mejoría al cuarto en las mazmorras que tuvo durante toda su vida. Sin embargo, la incertidumbre de no saber qué le deparaba el futuro, no le permitía ni siquiera disfrutar el poder mover su cuerpo, al ya no estar amarrada a la carreta, ni el deshacerse del maldito mercader que había hecho el mejor trato de su vida a costa de su libertad.
- Esta será tu habitación. Puedes descansar y cuando sea el momento, mandaré a buscarte. Ahora eres propiedad de nuestro gran Alfa Caleb, no eres una invitada, ni una celebridad. Tu tarea aquí es, únicamente, servir de entretención a nuestro Alfa, por lo que deberás estar lista para el momento que él lo desee. Hasta entonces, permanecerás encerrada aquí. No hay beneficios para una loba salvaje que intenta atacar a sus superiores. ¿Quedó claro?Namar no abrió la boca y solo se limitó a asentir con la cabeza.- ¿Eres muda? Porque si es así, te devolveré con el mercader…- No lo soy… - dijo, sin mostrar debilidad- Demasiada confianza… espero que nuestro Alfa te de unos buenos azotes y así aprendas algo de humildad – dijo el encargado cerrando la puerta atrás de sí.Llevaba un par de días encerrada en la habitación; realmente las comodidades eran pocas, únicamente una cama, sin más muebles, o un espejo.La luz entraba únicamente por una pequeña ventana con gruesos barrotes, por donde se podía observar lo que ocurría frente a palacio; aquello se convirtió en la única entretención para Namar. Una tarde de aquellos días, que para ella transcurrían de la misma manera, vio como la gente frente a palacio se agolpaba y, a lo lejos, un séquito se acercaba. Al entrar en la ciudad, sonaron trompetas y los lobos recibieron con vítores al grupo de recién llegados. Namar desconocía el motivo de tal agitación, podía escuchar cómo, dentro de palacio, los lobos también corrían, sin embargo, un sentimiento de temor llenó su corazón… Caía ya la noche, cuando el grupo de lobos entró a Palacio y el encargado de los esclavos irrumpió de golpe en la habitación. - Muévete – dijo sin dar más explicaciones. Namar no comprendió la orden y lo observó con rostro de dud
Alfa Caleb se abalanzó sobre Namar y rasgó su vestido, dejándola totalmente desnuda y entró en ella con su pene erecto, con gran fuerza. Namar se aferró a las muñecas del lobo, para contener el dolor que le produjo el rompimiento tan brusco y violento de su himen. Apretó sus ojos para evitar que las lágrimas se agolparan y brotaran libremente, cuando aquel Alfa se movía dentro y fuera de su coño que escocía de dolor. Parecía que jamás se detendría. Levantó las piernas de Namar por sobre sus hombros, para entrar con su enorme polla aún más dentro de ella, en ese momento, la joven loba no resistió más y rogó que se detuviera. - Basta… por favor, Alfa…. Haré lo que me pidas, pero por favor… no más – dijo entre lágrimas. - Comprenderás tu posición, esclava. Jamás volverás a negarte a una orden de tu Alfa – le dijo aun moviéndose dolorosamente dentro de ella.- No lo volveré a hacer… lo siento, Alfa Caleb – dijo.El Alfa se detuvo, sujetó a Namar del cabello y la introdujo en su boca
A la mañana siguiente Namar despertó como de costumbre, tendió su cama y se sentó junto a la pequeña ventana a observar el ir y venir de los lobos en el pueblo, esperando a ver si alguien recordaba que ella se encontraba aun en aquella habitación/celda, y le llevaba algún pedazo de pan para aplacar su hambre. Aun sentía el fuerte agarre de aquel Alfa en sus brazos y muslos, y el dolor entre sus piernas. Jamás imaginó que el sexo sería algo tan terrorífico y desagradable, como ha tenido que experimentarlo ella. Realmente la muerte sería mucho más llevadera que ser la esclava o la concubina de ese sanguinario Alfa. Hasú, el encargado de los esclavos, llegó hasta la habitación de Namar y abrió la puerta, ella se encontraba meditando en sus desventuras y volteó para verlo, al darse cuenta que se trataba de él, su rostro se llenó de temor, pensando en que sería llevada nuevamente con el Alfa. - Que mal aspecto tienes… - dijo el encargado – andando, esclava. Muévete. Namar se quedó in
-Alfa Caleb, cuánto lo siento – dijo Hasú, muy asustado.-Hasú… - Alfa Caleb se levantó y observó seriamente a la joven – puedes continuar con lo que hacías… El Alfa dio media vuelta y caminó por el pacillo, alejándose.-Si mis hermanos murieron… quiero morir yo también, Alfa – dijo Namar. Alfa Caleb se detuvo.-Ese miserable de Alfa Drago, asesinó a mi Luna, y luego te envía a ti… Tu eres una mentirosa, no hay registros de que ese viejo lobo infeliz haya tenido una hija. Tu eres una nueva trampa que ha planeado para destruirme… y, por la diosa, descubriré que es lo que pretende. No mereces la muerte… sería demasiado fácil ¡Llévatela, Hasú!-Sí, mi Alfa – dijo el encargado, agachando su cabeza.-¡No! ¡Alfa! Por piedad… acabe ya con mi vida… - dijo Namar. Alfa Caleb no volteó nuevamente a ver.Namar fue llevada a una pequeña plaza de concreto en el interior del castillo. Allí, en el centro se erguía un alto pilar, del que colgaba una fuerte cuerda. Namar fue sostenida allí,
-Soy hija de Alfa Drago… pero él no sabe que existo – respiró un momento para recobrar el aliento – Alfa Drago me maldijo y ordenó mi muerte cuando nací, pero una esclava me escondió y crio como suya – respiró una vez más – Si estoy aquí, es porque escapé de mi manada, ya que mi padre quería volverme una de sus concubinas.Alfa Caleb se frotó la barbilla, analizando las palabras de Namar.-¿Cuál es tu nombre, esclava? -Namar…-No pareces una namarita… - dijo observándola.-La esclava que me crio, me dio ese nombre… ella era namarita. -¿Cómo puedo saber que lo que dices es cierto?-Busque en el registro de concubinas de Alfa Drago el nombre de mi madre. Ella era una loba de las montañas frías, llamada Selene.Alfa Caleb se sentó en su escritorio, frotándose la barbilla.-No es necesario indagar demasiado… todos los lobos de la región conocen quien fue Selene… ella sería la Luna de Alfa Drago. Después de todo su bebé sobrevivió… ese Alfa maldito, no es solo un cretino con
Al día siguiente Namar despertó con una extraña sensación. Aunque no estaba del todo conforme con su situación actual, se sentía extrañamente agradecida de seguir con vida y, sobre todo, de haber podido dormir en esa cama nuevamente, después de haber pasado el calvario en el pilar. Se miró al espejo y sus cicatrices habían desaparecido casi por completo; su condición de loba ayudó mucho a que eso sucediera, sin mencionar las hierbas y ungüentos que la anciana curandera puso en su espalda. Todo indicaba que, en muy poco tiempo, ya no quedarían indicios de los latigazos que rasgaron su piel el día anterior.Hasú, el encargado de los esclavos abrió la puerta y fue a buscarla. Esta vez, Namar obedeció sin reclamos, ni rebeldía. Fue a los baños y se aseó, y luego, a comer. Varinia la observaba con gran recelo; el resto de las concubinas no comprendían la razón del mal humor de Varinia aquella mañana, sin embargo, el hecho de ver a Namar en el salón, comiendo como una más de ellas, provocó
Namar llegó al despacho de Alfa Caleb, inhaló hondo para darse valor y golpeó la puerta. El joven lobo le permitió entrar. Sentado en su escritorio, la observó caminar, hasta estar frente a él; ella se mantuvo de pie inmóvil y seria.-Estás muy seria… parecías muy divertida y vivaz hace un momento – dijo Alfa Caleb, burlándose de ella. Namar no respondió – respóndeme algo – dijo fingiendo una risa - ¿Qué es lo que planeas, esclava?-Una esclava no puede planear nada… - le dijo seriamente.-Entonces dime… hace un día decías que no te convertirías en una ramera para un Alfa, ¿Y ahora das espectáculos en par con Astrid? -Haré todo lo que esté en mi para conseguir mi libertad…-¿Y crees que así la conseguirás? – dijo con tentación de risa – ¿Ahora crees esa mentira? Todas las cortesanas esperan que algo así suceda… Que un Alfa se enamore de alguna, la compre y convierta en su Luna. Pero lo cierto es, que nunca he escuchado que algo así haya pasado alguna vez – Namar permaneció e
Hasú salió rápidamente de la habitación del Alfa y fue hasta el cuarto de Namar; el encargado abrió sin dificultad la puerta, pues poseía las llaves y entró a despertarla. Al acercarse a Namar, Hasú le habló exaltado.-¡Arriba esclava!Namar despertó exaltada, sin reconocer al encargado de los esclavos, sosteniendo con fuerza un cuchillo que guardaba bajo la almohada y amenazó a Hasú, quien dio un gran y agudo grito. Namar al despertar y verle, bajó su mano aliviada.-Hasú eres tu… -¿Hasú eres tu? – dijo el encargado, ofuscado – ¿Es lo único que tienes que decir después de que me apuntas con un cuchillo? -Ya me han agredido dos veces esta semana, Hasú. No me culpes por estar preparada.-Tu de verdad eres una loba muy extraña… - dijo peinando su cabello con las manos – levántate ya.-¿Qué es lo que ocurre?-Nuestro Alfa quiere verte – explicó Hasú. El corazón de Namar se llenó de miedo. Hasú la reprendió, ante su lentitud para acatar su orden – ¿Qué esperas? ¡Vamos! Debo