Capítulo 3

El viaje duró dos días, en los que permaneció la mayor parte del tiempo recostada en la carreta inmóvil, con la certeza que al llegar la noche, el mercader se acercaría nuevamente a ella a poner sus manos sobre su cuerpo, recorrerla por completo y lamer sus pechos.

Hoy podía comprender porque su madre decía que, en ocasiones, la esclavitud era peor que la muerte ¿Qué podía esperar ahora que ocurriera con su vida?

Tal vez lo mejor sería que llegara a manos de algún lobo suicida que acabara con esa horrible existencia que tendría que vivir en adelante.

Bajo la pesada manta que cubría la carga de la carreta, Namar no podía ver como el mercader entró a un pueblo correspondiente a la manada Luna Cristal y que se dirigía con la firme intención de hablar directamente con el encargado de los esclavos de palacio.

Llegó a las puertas de la fastuosa casa de la manada y habló a los guardias.

- Necesito hablar con el encargado de los esclavos – dijo el mercader.

- ¿Quién eres tú? – le dijo uno de los guardias.

- Soy solo un mercader, pero traigo una mercancía valiosa que de seguro apreciará. Créame, si va con el encargado de los esclavos, de seguro será grandemente recompensado.

Los guardias se miraron entre ellos.

El de más alto rango hizo una seña a su compañero para entrar en palacio.

Esperaron unos minutos, y el guardia llegó junto a un lobo bajo y rechoncho, de ojos rasgados y aspecto delicado; este era el encargado de los esclavos en el palacio.

- ¿A qué me has llamado, mercader? ¿Qué podrías tener tú que fuese de mi interés?

El mercader caminó hacia la carreta y el encargado de los esclavos lo siguió.

Quitó la manta y dejó al descubierto su preciada carga.

- Una loba de las montañas frías… - dijo el encargado de los esclavos con gran sorpresa.

- Es una cortesana virgen, señor… - comentó con gran emoción el mercader.

- Eso habrá que descubrirlo – dijo el encargado de los esclavos – abre las piernas, loba.

Namar, cansada de ser tratada como un objeto y esperando por fin encontrar su muerte, actuó con rebeldía, en vez de obedecer a las órdenes del encargado, pateó con fuerza, esperando que su golpe alcanzara a alguno de los dos lobos; sin embargo, sus ataduras le impidieron dar en el blanco y ambos lobos se hicieron a un lado.

- Vaya… es una loba con carácter... – dijo el encargado – ¡Guardias! – ordenó y estos se acercaron a la carreta y sujetaron las piernas de Namar, con fuerza, para dejar totalmente al descubierto su coño.

El encargado de los esclavos se acercó a ella y metió sus dedos en su vagina, para revisar su himen intacto y luego, su estrecha parte trasera.

- Mmm… efectivamente, es virgen. ¿Cuánto pides por ella?

- Cincuenta piezas de plata – dijo con seguridad dl mercader

- ¿Cincuenta piezas de plata? ¿Acaso crees que me has traído a una princesa? Nadie pagaría tanto por una meretriz.

- Una cortesana de las montañas frías, virgen y joven. Cualquier Alfa pagaría lo que fuera por tener una loba así en su cama. No hallarás otra y tu Alfa te castigará cuando sepa que la has dejado ir.

El encargado de los esclavos apretó los dientes, sabía que aquello era una realidad. Las lobas de las montañas frías habían sido esclavizadas hace ya muchos años y hacerse de una, era algo muy difícil.

- Treinta monedas de plata – dijo el encargado

- Cuarenta – dijo el mercader con mucha satisfacción.

- Está bien… - dijo el encargado a regañadientes. Contó las monedas en su bolsillo y las entregó – ahora vete, mercader usurero… te has llevado la ganancia de un año.

- … - contó las monedas – fue un placer.

El mercader desamarró las cuerdas de la carreta, para que la joven Namar fuera llevada adentro de palacio.

El encargado de los esclavos la envolvió desde la cabeza hasta los pies en una gran manta y uno de los guardias la sostuvo como quien levanta un saco de patatas al hombro y entró con ella.

Nadie logró verla realmente, ni nadie prestó atención a la nueva adquisición del encargado.

Namar fue llevada a las habitaciones de los sirvientes, una leve mejoría al cuarto en las mazmorras que tuvo durante toda su vida. Sin embargo, la incertidumbre de no saber qué le deparaba el futuro, no le permitía ni siquiera disfrutar el poder mover su cuerpo, al ya no estar amarrada a la carreta, ni el deshacerse del maldito mercader que había hecho el mejor trato de su vida a costa de su libertad.

- Esta será tu habitación. Puedes descansar y cuando sea el momento, mandaré a buscarte. Ahora eres propiedad de nuestro gran Alfa Caleb, no eres una invitada, ni una celebridad. Tu tarea aquí es, únicamente, servir de entretención a nuestro Alfa, por lo que deberás estar lista para el momento que él lo desee. Hasta entonces, permanecerás encerrada aquí. No hay beneficios para una loba salvaje que intenta atacar a sus superiores. ¿Quedó claro?

Namar no abrió la boca y solo se limitó a asentir con la cabeza.

- ¿Eres muda? Porque si es así, te devolveré con el mercader…

- No lo soy… - dijo, sin mostrar debilidad

- Demasiada confianza… espero que nuestro Alfa te de unos buenos azotes y así aprendas algo de humildad – dijo el encargado cerrando la puerta atrás de sí.

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