Capítulo 2

El encargado se dirigió hasta la celda donde dormía Namar, muy preocupado.

- Namar… - dijo muy serio – ¿Qué has hecho?

- ¿De qué hablas? Yo no he hecho nada – intentó mentir

- Has cometido el peor error de todos… te has dejado ver por el Alfa.

- Debía ver a madre Tabita… ese Alfa es un despiadado animal.

- Ese Alfa es tu padre, Namar… ¿No comprendes aun la gravedad de la situación, verdad? Alfa Drago ha ordenado que preparemos a la nueva esclava para servirlo en sus aposentos… él desea acostarse contigo.

- ¿Qué? Pero Argos, yo no puedo acostarme con él… ¡Él es mi padre!

- Pero eso, nuestro Alfa no lo sabe. Le has dicho que has llegado en el último barco de esclavos… él ni siquiera sospecha que tu sigues con vida, Namar.

- Por la diosa ¿Qué haré?

- Ay, pequeña… mejor hubiese sido tu muerte. Terminar como la concubina de tu propio padre…

- No, Argos… no lo haré.

Namar habló decidida, caminó fuera de las mazmorras, pero los guardias la detuvieron.

- Alfa Drago ha ordenado que vayas a los baños… él te espera.

El miedo se apoderó de ella.

Caminó en silencio junto a los guardias para no levantar sospechas, entró a los baños, allí las esclavas le arrebataron su ropa y la bañaron.

Una de las esclavas la hizo abrir las piernas para revisar exhaustivamente su vagina; la concubina del Alfa debía estar totalmente libre de vello o de infección alguna.

Rasuraron dolorosamente toda su piel e introdujeron hierbas contra el embarazo dentro de su canal vaginal.

En el momento en que terminaron de arreglarla, quedó totalmente sola, desnuda, en los baños.

Buscó minuciosamente una salida, hasta hallar un ducto de ventilación, que conectaba los baños, con el exterior del palacio.

Se transformó, rápidamente, en su loba y se escabulló por el estrecho agujero; por un momento creyó que moriría allí atrapada, sus huesos hacían el esfuerzo por contraerse sin romperse, para lograr huir de su terrible destino.

Luchó con todas sus fuerzas, soportando heridas y magulladuras, hasta lograr salir de aquella trampa mortal, intentando huir del terrible destino que la injusta vida le había marcado en frente.

Su loba, con muchos esfuerzos, se liberó del muro y saltó con todas sus fuerzas para sortear el río que separaba el palacio, del pueblo.

Corrió entre las calles del pueblo, aun en su forma de loba, esperando que nadie la estuviera siguiendo.

Cuando se detuvo a recobrar el aliento, escuchó las voces de los guardias del palacio, que estaban buscándola.

El pánico se apoderó de ella y corrió hacia la carreta de un mercader que caminaba hacia la salida del pueblo.

Se transformó en su forma humana y se escondió bajo la pesada tela que cubrían su carga.

El mercader salió de la ciudad sin sospechar que la pesada carga contenía algo más.

No fue sino al cabo de dos días recorriendo el desierto, que Namar tosió casi al borde de la deshidratación.

En ese momento el mercader se detuvo y revisó su carga.

Allí se encontraba Namar, totalmente desnuda, sus labios secos y agrietados producto del intenso calor y la falta de agua, al borde del desmayo.

- ¿Qué es esto? – dijo el mercader impresionado

- Ayuda… - dijo con dificultad Namar – por favor…

- Eres una cortesana… - dijo observándola detenidamente – ¿Has huido del palacio del Alfa?

Namar asintió sin hablar.

La piel completamente desnuda y libre de vellos, llamó la atención de aquel lobo, ya que era algo que únicamente se podía apreciar en las lobas de baja reputación, la única razón por la que una meretriz huiría de palacio y de acostarse con el Alfa, tenía que ser, por el temor de una loba virgen siendo obligada a entregarse.

El mercader vio en ella una gran oportunidad, sacó agua para darle de beber y permitirle que se repusiera, cuando estuvo más hidratada y tranquila, el lobo ató su cuello para no permitirle transformarse y la sujetó por las manos y pies, fuertemente a la carreta, para no permitirle escapar.

- Eres mi esclava ahora. Contigo sacaré una gran fortuna… eres la cortesana más hermosa que he visto – abrió sus piernas para observar su coño, pulcro e intacto – como lo supuse, eres virgen… – dijo bajándose los pantalones – que gran suerte he tenido, encontrarme esta compañía en mi largo viaje. Podré venderte a un alto precio a cualquier Alfa.

Namar no supo reaccionar ante tal situación, ella misma se había metido en este gran problema y ahora no podía escapar.

Aunque su vida como esclava le había hecho entender que en algún momento sucedería, ya que su cuerpo nunca fue de su propiedad, hasta ahora ningún lobo en palacio había querido probar su cuerpo. 

- Por la diosa… - el lobo sostenía su rostro y se daba placer – no probaré tu coño, porque gracias a él ganaré mucho dinero… pero eso no me roba la oportunidad de usar esos suaves labios para mi placer.

La primera reacción de Namar fue querer morderlo con fuerza, pero comprendía que al hacerlo, nada lograría, sino tal vez que la matara allí.

Estando ella totalmente aprisionada por las cuerdas en su cuello, pies y manos, no tenía ninguna posibilidad de huir;

Por lo que simplemente debió soportar que aquel lobo sostuviera su rostro y que el mercader lanzaba un gemido de satisfacción y soltaba su rostro para luego, simplemente, cubrirla nuevamente con la pesada manta y continuar el viaje.

Namar escupió los restos del asqueroso semen, esperando que con eso, el sabor escapara de su boca.

No podía creer en el terrible infierno en el que se había metido, aunque cualquier cosa era mejor que ser la concubina de su terrible padre, jamás pensó que se convertiría tan rápidamente en una esclava sexual.

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