Desde las diez llegué a la peluquería, eran las dos de la tarde y nada que me atendían. Sin embargo, no me iré hasta no efectuar mi cambio de look, si llego igual mi madre se arrepentirá y papá la apoyará, una vez pintada no podrán hacer nada.
—Linda perdóname. Después de esta clienta vienes tú y el almuerzo corre por mi cuenta. ¡Feliz cumpleaños!
—¡Gracias!
Dos horas después tenía mi look deseado, y ya era tarde para ir a comprar la ropa que sugirió mamá. La cual no había dejado de mandarme mensajes para saber dónde me encontraba. Sus dolores de cabeza son frecuentes y eso no me gustaba.
—El rosado te queda hermoso.
—¿Cierto que sí, Ray? Por lo bella que me veo te perdono el que olvidaras mi cita y me tocara esperarte.
Mantuvo el largo, las ondas de diva se veían preciosas, me lucía el tono rosado pálido.
—¿Acaso no te gustó el almuerzo?
—Deliciosos. Nos vemos. Gracias por todo.
Llegué al centro comercial donde debía comprar el vestido de esta noche, no eran muchos los que irían, pero algunos vecinos, amigos de las empresas de mis padres no faltarían. Y como ya era tarde… Además, la presión de mi madre. Compraré lo primero que vea y me guste.
En este frío de invierno no era bueno usarlos, no obstante, la cantaleta de la señora de la casa no se la iba a escuchar y menos en mi cumpleaños. Al estar en el área de las boutiques vi la cantidad de almacenes. ¡No saldré de aquí a tiempo! Seré práctica. El primer almacén se llamaba Margarita Alarcón. No caminaré más de la cuenta, en ese lugar encontraré mi vestido.
……**……
Haber pasado todo el día con ese señor, fue lo más desquiciante, detestaba a ese señor, por lo hipócrita, me paseó por la empresa principal cuál trofeo. Y todos alabando la célebre frase de tal palo, tal la astilla. Escuchar «Qué buen padre es usted».
Si supieran. Sus mentiras me enfermaban, su evidente coqueteo con las secretarias. Ver su descaro con su secretaria en mi presencia no lo soporté. Salí de su despacho, de lo contrario terminaré discutiendo con él.
—Debemos irnos. Mamá, ha organizado una reunión para hoy, quedamos en pasar por ella.
—Llegaré más tarde. Tengo ciertos negocios que hacer, ¿Cuál es el motivo de la reunión?
Eso fue lo que derramó mi paciencia. Ni siquiera lo recordaba. Lo de la reunión de hoy era solo un requisito porque así lo estipuló el testamento de los abuelos. Ni disculpas pidió por el golpe que me dio.
—¿Sabes las razones por las que hoy debía estar aquí?
—No me interesan.
—Tampoco me interesa que te presentes a la reunión. Pero mañana, cuando salga la ausencia del gran empresario Serkan Demir no ofendas a mi madre. Culpa a la secretaria con la que te acuestas y parece estar muy requerida de tus… atenciones.
—Cuidado como me hablas.
—En cuatro días es el cumpleaños de Azra. Puedes olvidar el mío, pero el de mi hermana no te lo permitiré. —En ese momento alzó la mirada—. Buena tarde «padre».
Le di varias patadas a la llanta del auto que me regaló mi madre hoy a nombre de los dos, por lo visto fue regalo solo de mi madre. Como quisiera irme un tiempo a Medellín a pasar los días en compañía de mis abuelos maternos.
Respiré, le marqué a mamá para pasar por ella a la boutique, no estaba lejos y había llovido, luego cayó nieve, no era nada agradable, cumplir años en enero en la ciudad de Nueva York, ya deseaba regresar a Atlanta.
—Hola, mamá. Recibí tu mensaje.
—Si hijo, mi carro se averió, ¿puedes pasar por mí, luego de terminar tu compromiso en la oficina de tu padre?
—En unos veinte minutos llego.
……**……
Menos mal la chaqueta cubría el hermoso vestido, pero no quería dañar las ondas de mi cabello rosado, por eso no me puse el gorro y estaba titiritando de frío. La vanidad, ante todo. Llegué al andén de la carretera donde debía tomar el taxi, al plantarme en la orilla.
Por el torrente aguacero de la tarde, las calles se encontraban con muchos residuos de agua estancada. Le puse la mano varios taxis y no se detuvieron. Volvió a sonar mi celular. Mamá me va a volver loca con tantos mensajes. Al sacar el celular por el grosor de los guantes se me cayó.
Ver tu bien más preciado, nuevo y regalado, caer al precipicio y por más que intenté tomarlo en el aire fue en vano. Perdí mi obsequio de cumpleaños. El artículo impactó contra el piso. Al agacharme un insolente auto a velocidad levantó una ola de agua sucia enlodada y mi hermoso cabello sufrió las consecuencias.
Abrí mi boca para gritar o llorar, ¡no sé qué hacer primero! —El auto se detuvo y vi unos zapatos muy bien lustrados plantarse frente a mí. La poca paciencia que me caracteriza se mostró en toda su plenitud.
—Lo siento, señorita…
Con el celular en la mano y la pantalla rota se lo impacté al joven muy bien vestido. Atinando en la puntería. Le di directo en la cara. Gritó.
» ¡Vieja loca! ¿Qué le pasa?
—Loca tu abuela. ¡Mira cómo me dejaste!
—¡Estabas agachada! ¿Acaso tengo ojos en las llantas? —Le había sacado sangre en el pómulo.
—¡Idiota!
—¡Loca!
Me di la vuelta y salieron mis lágrimas. Al caminar rápido me tropecé con la linda señora que me había atendido y ayudó a escoger mi vestido. Pero no le contesté el saludo. Llegaré a la reunión familiar como un pato mojado.
……**……
Sentía el palpitar del pómulo izquierdo. Nunca había salido golpeado cuando me daba puños con idiotas. Salvo con mi padre. Y resulta que una loca atina con puntería a partirme el pómulo. Miré el celular en el piso. Lo recogí, al ver a mi madre lo guardé en el bolsillo.
—¡Hijo! ¿Qué te pasó?
—Una loca me tiró su celular. —Su mirada era de incredulidad—. ¡No le hice nada!
—Te golpeó duro. Yo conduzco, vamos a una farmacia para que miren esa cortada.
Me cercioré de tener el celular en el bolsillo. Le entregué las llaves a mi madre. Definitivamente, el día de hoy no fue lo esperado. Primer cumpleaños en Nueva York y no me llevaré buenos recuerdos.
» Al menos la organizadora me envió las fotos de la recepción de tus cumpleaños.
—Madre, solo son mis diecisiete años. En Atlanta la hubiera pasado con mis amigos y en calor. Este frío es desesperante.
—Lo sé. Perdóname hijo. Pero sabes que tengo tiendas que atender. ¿Cómo te fue con tu padre? —Me pasó un pañuelo.
—Ni siquiera se acordó que hoy era mi cumpleaños, pero si en cuatro días no le da un buen regalo a Azra…
—Es tu padre. Lamento que a tu edad tengas que vivir tantos problemas.
—Que se solucionan si te divorcias.
—No es tan fácil, lo sabes.
—¡Lo es!, pero tú le temes. El día que te ponga una mano, olvidaré que es mi padre. —llegamos a una farmacia, aparcó.
—Hijo, quiero que sea un feliz cumpleaños para ti. ¿Qué quieres y te lo cumplo?
—Cancela esa reunión y vamos a un cine a comer hasta que nos dé dolor de barriga con Azra. Nada más los tres. —Se le humedecieron los ojos.
—¿Cancelar?
—Sí. —Se quedó pensando—. La abuela Rosario me dijo que antes de casarte eras una verdadera santandereana.
—¿Eso que traduce para ti?
—No lo sé, dímelo tú. Ella parece referirse a que eras una mujer pujante y fuerte. Sin miedo a nada.
Se le salieron las lágrimas, me dio un beso en la frente. Tomó el celular y la escuché.
—Antonella cancelo la celebración… No me interesa para eso, te pago, llama y cancela… Vuelvo a repetirte, no hay celebración. —Le sonreí. Volvió a realizar una llamada—. Princesa, arréglate con jean, pasaremos por ti… es una sorpresa.
—Gracias, mamá.
—A ti hijo, gracias por recordarme de dónde vengo, cuáles son mis raíces y quien soy. Tú no tienes por qué tomar la responsabilidad que no te corresponde. Solo disfruta de tus diecisiete años.
……**……
Llegué a mi casa y ya todos estaban reunidos, mi familia, vecinos y amigos... Había venido Jhon. En el taxi lloré de rabia. Ese muchacho hasta razón tenía. Agachada no me alcanzó a ver. Pero si fui de malas.
—Emily, nos tenías preocupada, mi amor. —Me abrazaron.
—Es que no me ven.
—Estás viva. —Me dieron besos.
—Ahora sí, ¿qué te pasó en el cabello?
—Se me cayó el celular nuevo, al recogerlo un carro me echó agua sucia, le lancé el celular al en la cara a un desconocido.
Todos se echaron a reír. La casa estaba adornada y ya qué. Quería verme linda, pero mira cómo me presenté. Espero nunca más tener que ver a ese joven.
—Hija, la comida que hizo tu madre huele deliciosa. Por cierto. Ese rosado te queda precioso.
—Gracias, papá. Lamento lo del celular.
—Eso es material. —Me dio un beso en la frente.
Al mirarme al espejo ya me encontraba de nuevo bañada, vestida y me eché a reír. —Me cubrí el rostro con las manos—. Espero nunca más volverlo a ver.
Julio de 2019Una vez más mis padres discutían. Llegamos de Nueva York hace cuatro meses, porque las infidelidades del señor Demir ya eran demasiado descaradas. Lo hacía para humillar a mi madre, quien ya no deseaba compartir la cama.Cuando él llegaba a la casa, mi progenitora se iba a dormir a la habitación de mi hermanita. Por eso estos dos meses se convirtieron en un infierno, no existía la convivencia en casa. Por eso no la paso aquí, prefiero estar con mis amigos, faltando a clases.Desde mi cumpleaños aumentó su riña. Mi intención en aquel entonces era que el señor Serkan quedara en ridículo por la cancelación, pero no fue posible, por el contrario, no se vio mal dado que los medios de comunicación; sus más fieles aliados notificaron que tuve un pequeño accidente y aquel incidente con el celular recibido por esa loca desconocida de cabello rosado le sirvió de evidencia.Regresaba cada tarde a la casa porque Azra me llama llorando… Mis amigos no dejan de hablar de lo feliz que f
Llegamos a la clínica, papá corrió con mi madre en brazos y pedía ayuda, los mellos corrieron detrás de él y yo fui a aparcar el auto. Llegué a recepción, pregunté por la señora Dakota de Zuluaga, me dieron el piso a donde ir y salí corriendo. El ascensor estaba lleno, pregunté por las escaleras y estaban en la otra sala.Sin importar el que me viera como una loca corrí desesperada por los pasillos y de la nada apareció un hombre, choqué de manera fuerte con él. Fue tal el impacto que el joven no pudo equilibrarse por tener las manos ocupadas con una bandeja de comida.Ambos caímos en efecto rebote. El joven cayó de espalda y se golpeó con el borde de la pared. —Se escuchó el impacto duro y el golpe seco—. Por mi parte caí de frente y mis rodillas se vieron afectadas.—¡Fíjate por donde caminas!Era un chico vestido de negro, la bebida achocolatada se había derramado por el lugar, se tocó la cabeza y su mano se llenó de sangre.» ¡Lo que faltaba!—Lo siento.Me levanté con un fuerte d
No dejaba de llegar la gente a darnos el pésame. Y deseaba, ¡qué se largarán de aquí!, pero ni eso hago… Si hablo voy a llorar. Mis abuelos llegaron anoche para darle apoyo a mi padre, quien se mantenía firme, pero anoche lo escuché llorar en su habitación.En la mañana se llevó a cabo el sepelio y si me preguntan cómo fue… No lo sé, no tengo idea, fui arrastrada de un lado al otro por la mano de mis abuelos paternos. Los mellizos me abrazaban cada vez que podían. Ellos, más que nadie, sabían por lo que mi corazón pasaba. Aunque los dos perdieron a sus padres el mismo día. A mí por lo menos me quedaba papá.—¿Sigue sin hablar? —El abuelo dejó chocolate con pan en la mesa de noche.—Y sin comer. —Le respondió la abuela.Tenían cuarenta y cinco años de matrimonio, mamá deseaba llegar a esa edad matrimonial con papá. —No llores, no llores—. Tuvieron dos hijos. Papá y el tío Danilo, quien murió en un aparatoso accidente con su esposa. Ahora les queda papá y tres nietos. Recuerdos de mi ma
Se me caía la cara de la vergüenza. Esto era imposible, ni que fuera una novela. Era demasiada coincidencia.—Emy, ¿te encuentras bien?—Abuela, ya me da pena con ese joven. La primera vez acepto que fue una pataleta.—¿Qué le hiciste? Se veía muy enojado.—Le lancé mi celular en la cara, lo herí en el rostro hasta el punto de sacarle sangre. Pero en mi defensa su carro arruinó el peinado el día de mi cumpleaños. La segunda vez fue cuando murió mamá; me lo llevé por delante y con el filo de la esquina de la pared se reventó la cabeza. Recuerdo la sangre en su mano, en su enojo mostró la herida, aunque estaba cubierta, ¡y ahora lo quemé abuela! Salí del baño, venía jugando con el bolso; realizando giros. No lo vi y le eché el café encima.—Se le puso la piel muy roja. —llegamos a la sala de espera—. ¿El día de tu cumpleaños vivían en Nueva York? —afirmé.—Exacto, es mucha casualidad encontrarme al mismo joven, en escenarios distintos siempre lo agredo y ni sé cómo se llama.—Ten presen
Miré el celular, habían pasado once días desde que pelirosada había llegado a la casa de mis abuelos. En aquel momento, antes de retirarse después de la cena, le pedí su número de celular para concretar las citas. Le marqué una vez para confirmar que si era su número verdadero. Algunas chicas suelen ser un tanto quisquillosa y ella parece ser una de esas. —Joven Iskander, ¿otra vez sonriendo solo? —Desde hace días lo hacía, y era cada que pensaba en la pelirosada—. ¿Ya desea desayunar? Le hice arepa asada con mucha mantequilla y huevitos revueltos con tomatito y cebollita como le gustan.Me gustaba mucho el acento de los paisas, hablaban mucho en diminutivo, no he podido imitarlos. Yo tengo marcado las palabras de modo firme como era costumbre en los santandereanos. Y a la rosada peligrosa se le marca mucho el acento costeño.—¡Ea Ave María! Por supuesto, pues.Luz Dary, la señora de confianza desde que mis abuelos se radicaron en Medellín, ya hacía seis años soltó la carcajada ante
No dejé de reírme, mientras él se mantuvo serio. ¿No le dio pena bajarse del carro con ese casco?—Se dice, hola.Continué riéndome. Mis abuelos también lo hicieron, él ingresó y los saludó muy amable.—Hola, Iskander.Le dio la mano al abuelo mirándolo a los ojos. Vestía de jean negro y camiseta gris, el casco era negro. Su hermanita tenía un vestido azul cielo, se veía preciosa.—Lo siento, pero no confió en que no salga herido. Hasta que no me sienta tranquilo protegeré mi cabeza. —Nos explicó a todos.—Adiós, abuelos.Mientras caminaba al auto, su hermanita lo grababa a escondidas. Al mirarme se sonrojó.—No le digas, pero se está comportando extraño.—¿Extraño?—Iskander es muy serio, nunca se ríe. Y mamá no cree que por momentos lo hace solo.Azra se sentó en el puesto de atrás, a mí me dejó de copiloto. En ese momento me percaté del reloj de Batman en su muñeca. Eso me hizo reír aún más, pero no dije las razones del nuevo ataque de risa. No tenía idea de lo que pasaba conmigo,
Llegué al hipódromo antes de la hora de la carrera. No tardé mucho en encontrarla, con ese cabello rosado, uno la identificada a metros. Me senté en las gradas, dejé el casco a un lado, más que para evitar algún golpe, era para sacarle un brillo a esos ojos tristes.Calentaba con un grupo de amigas, sonó el celular. Era mi padre. Lo he estado evadiendo porque Ezra ha pasado a mi lado todo este tiempo y si me enojaba no quería que lo viera. Puse la opción grabar y contesté.—¡Hasta que tomas la llamada!—Estaba ocupado.—¡Dile a tu madre que desista del divorcio!—Son temas de adultos, eso no es lo que sueles decir siempre. Además, si la hubieras tratado con respeto, ella estaría a tu lado.—Iskander, no me retes. Y deja esa altivez, puedo quitártela con un chasquido.—Ahora quieres desistir, porque comprendiste que en seis meses yo tendré el 70% de las acciones de la compañía y tú el treinta. Sobre ese treinta lo debes compartir con mi madre y como mamá siempre fue precavida, cada vez
Él me ponía nerviosa. Mucho en verdad. Hace un momento cuando nos alejamos de Gabriel sentí un extraño cosquilleo en la mano y un calor en el cuello. Desde ayer no he dejado de tenerlo presente, sonrió sola cada vez que lo recuerdo con el casco en su cabeza.Subimos al carro. En una amena charla de gustos deportivos supe que él era jugador de fútbol en su colegio, eso podía explicar lo desarrollado que tenía su cuerpo. Llegamos al centro comercial. Era cerca al barrio de mis abuelos; algo que le agradecí porque así me sentía más tranquila.Me dejó pagar las entradas; escogí una de acción. Espero sea buena. Con respecto a la comida, por nada del mundo permitió pagarla. Había comprado mucha; los combos con palomitas de maíz, vasos extra grandes de gaseosa, perros calientes, nachos, un paquete de papas y para completar pidió una pizza personal para cada uno.—¿Pretendes engordarme en un día?—Acabas de eliminar muchas calorías por tu competición. Debes estar hambrienta.—¿Y tú?—Yo soy t