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Capítulo 2 - Primer encuentro

Desde las diez llegué a la peluquería, eran las dos de la tarde y nada que me atendían. Sin embargo, no me iré hasta no efectuar mi cambio de look, si llego igual mi madre se arrepentirá y papá la apoyará, una vez pintada no podrán hacer nada.

—Linda perdóname. Después de esta clienta vienes tú y el almuerzo corre por mi cuenta. ¡Feliz cumpleaños!

—¡Gracias!

Dos horas después tenía mi look deseado, y ya era tarde para ir a comprar la ropa que sugirió mamá. La cual no había dejado de mandarme mensajes para saber dónde me encontraba. Sus dolores de cabeza son frecuentes y eso no me gustaba.

—El rosado te queda hermoso.

—¿Cierto que sí, Ray? Por lo bella que me veo te perdono el que olvidaras mi cita y me tocara esperarte.

Mantuvo el largo, las ondas de diva se veían preciosas, me lucía el tono rosado pálido.

—¿Acaso no te gustó el almuerzo?

—Deliciosos. Nos vemos. Gracias por todo.

Llegué al centro comercial donde debía comprar el vestido de esta noche, no eran muchos los que irían, pero algunos vecinos, amigos de las empresas de mis padres no faltarían. Y como ya era tarde… Además, la presión de mi madre. Compraré lo primero que vea y me guste.

En este frío de invierno no era bueno usarlos, no obstante, la cantaleta de la señora de la casa no se la iba a escuchar y menos en mi cumpleaños. Al estar en el área de las boutiques vi la cantidad de almacenes. ¡No saldré de aquí a tiempo! Seré práctica. El primer almacén se llamaba Margarita Alarcón. No caminaré más de la cuenta, en ese lugar encontraré mi vestido.

……**……

Haber pasado todo el día con ese señor, fue lo más desquiciante, detestaba a ese señor, por lo hipócrita, me paseó por la empresa principal cuál trofeo. Y todos alabando la célebre frase de tal palo, tal la astilla.  Escuchar «Qué buen padre es usted».

Si supieran. Sus mentiras me enfermaban, su evidente coqueteo con las secretarias. Ver su descaro con su secretaria en mi presencia no lo soporté. Salí de su despacho, de lo contrario terminaré discutiendo con él.

—Debemos irnos. Mamá, ha organizado una reunión para hoy, quedamos en pasar por ella.

—Llegaré más tarde. Tengo ciertos negocios que hacer, ¿Cuál es el motivo de la reunión?

Eso fue lo que derramó mi paciencia. Ni siquiera lo recordaba. Lo de la reunión de hoy era solo un requisito porque así lo estipuló el testamento de los abuelos. Ni disculpas pidió por el golpe que me dio.  

—¿Sabes las razones por las que hoy debía estar aquí?  

—No me interesan.

—Tampoco me interesa que te presentes a la reunión. Pero mañana, cuando salga la ausencia del gran empresario Serkan Demir no ofendas a mi madre. Culpa a la secretaria con la que te acuestas y parece estar muy requerida de tus… atenciones.  

—Cuidado como me hablas.   

—En cuatro días es el cumpleaños de Azra. Puedes olvidar el mío, pero el de mi hermana no te lo permitiré. —En ese momento alzó la mirada—. Buena tarde «padre».

Le di varias patadas a la llanta del auto que me regaló mi madre hoy a nombre de los dos, por lo visto fue regalo solo de mi madre. Como quisiera irme un tiempo a Medellín a pasar los días en compañía de mis abuelos maternos.

Respiré, le marqué a mamá para pasar por ella a la boutique, no estaba lejos y había llovido, luego cayó nieve, no era nada agradable, cumplir años en enero en la ciudad de Nueva York, ya deseaba regresar a Atlanta.

—Hola, mamá. Recibí tu mensaje.

—Si hijo, mi carro se averió, ¿puedes pasar por mí, luego de terminar tu compromiso en la oficina de tu padre?

—En unos veinte minutos llego.  

……**……

Menos mal la chaqueta cubría el hermoso vestido, pero no quería dañar las ondas de mi cabello rosado, por eso no me puse el gorro y estaba titiritando de frío. La vanidad, ante todo. Llegué al andén de la carretera donde debía tomar el taxi, al plantarme en la orilla.

Por el torrente aguacero de la tarde, las calles se encontraban con muchos residuos de agua estancada. Le puse la mano varios taxis y no se detuvieron. Volvió a sonar mi celular. Mamá me va a volver loca con tantos mensajes. Al sacar el celular por el grosor de los guantes se me cayó.

Ver tu bien más preciado, nuevo y regalado, caer al precipicio y por más que intenté tomarlo en el aire fue en vano. Perdí mi obsequio de cumpleaños. El artículo impactó contra el piso. Al agacharme un insolente auto a velocidad levantó una ola de agua sucia enlodada y mi hermoso cabello sufrió las consecuencias.

Abrí mi boca para gritar o llorar, ¡no sé qué hacer primero! —El auto se detuvo y vi unos zapatos muy bien lustrados plantarse frente a mí. La poca paciencia que me caracteriza se mostró en toda su plenitud.  

—Lo siento, señorita…

Con el celular en la mano y la pantalla rota se lo impacté al joven muy bien vestido. Atinando en la puntería. Le di directo en la cara. Gritó.

» ¡Vieja loca! ¿Qué le pasa?

—Loca tu abuela. ¡Mira cómo me dejaste!

—¡Estabas agachada! ¿Acaso tengo ojos en las llantas? —Le había sacado sangre en el pómulo.

—¡Idiota!

—¡Loca!

Me di la vuelta y salieron mis lágrimas. Al caminar rápido me tropecé con la linda señora que me había atendido y ayudó a escoger mi vestido. Pero no le contesté el saludo. Llegaré a la reunión familiar como un pato mojado.

……**……

Sentía el palpitar del pómulo izquierdo. Nunca había salido golpeado cuando me daba puños con idiotas. Salvo con mi padre. Y resulta que una loca atina con puntería a partirme el pómulo. Miré el celular en el piso. Lo recogí, al ver a mi madre lo guardé en el bolsillo.

—¡Hijo! ¿Qué te pasó?

—Una loca me tiró su celular. —Su mirada era de incredulidad—. ¡No le hice nada!

—Te golpeó duro. Yo conduzco, vamos a una farmacia para que miren esa cortada.

Me cercioré de tener el celular en el bolsillo. Le entregué las llaves a mi madre. Definitivamente, el día de hoy no fue lo esperado. Primer cumpleaños en Nueva York y no me llevaré buenos recuerdos.

» Al menos la organizadora me envió las fotos de la recepción de tus cumpleaños.

—Madre, solo son mis diecisiete años. En Atlanta la hubiera pasado con mis amigos y en calor. Este frío es desesperante.

—Lo sé. Perdóname hijo. Pero sabes que tengo tiendas que atender. ¿Cómo te fue con tu padre? —Me pasó un pañuelo.

—Ni siquiera se acordó que hoy era mi cumpleaños, pero si en cuatro días no le da un buen regalo a Azra…

—Es tu padre. Lamento que a tu edad tengas que vivir tantos problemas.

—Que se solucionan si te divorcias.

—No es tan fácil, lo sabes.

—¡Lo es!, pero tú le temes. El día que te ponga una mano, olvidaré que es mi padre. —llegamos a una farmacia, aparcó.

—Hijo, quiero que sea un feliz cumpleaños para ti. ¿Qué quieres y te lo cumplo?

—Cancela esa reunión y vamos a un cine a comer hasta que nos dé dolor de barriga con Azra. Nada más los tres. —Se le humedecieron los ojos.

—¿Cancelar?

—Sí. —Se quedó pensando—. La abuela Rosario me dijo que antes de casarte eras una verdadera santandereana.

—¿Eso que traduce para ti?

—No lo sé, dímelo tú. Ella parece referirse a que eras una mujer pujante y fuerte. Sin miedo a nada.

Se le salieron las lágrimas, me dio un beso en la frente. Tomó el celular y la escuché.

—Antonella cancelo la celebración… No me interesa para eso, te pago, llama y cancela… Vuelvo a repetirte, no hay celebración. —Le sonreí. Volvió a realizar una llamada—. Princesa, arréglate con jean, pasaremos por ti… es una sorpresa.

—Gracias, mamá.

—A ti hijo, gracias por recordarme de dónde vengo, cuáles son mis raíces y quien soy. Tú no tienes por qué tomar la responsabilidad que no te corresponde. Solo disfruta de tus diecisiete años.

……**……

Llegué a mi casa y ya todos estaban reunidos, mi familia, vecinos y amigos... Había venido Jhon. En el taxi lloré de rabia. Ese muchacho hasta razón tenía. Agachada no me alcanzó a ver. Pero si fui de malas.

—Emily, nos tenías preocupada, mi amor. —Me abrazaron.

—Es que no me ven.

—Estás viva. —Me dieron besos.

—Ahora sí, ¿qué te pasó en el cabello?

—Se me cayó el celular nuevo, al recogerlo un carro me echó agua sucia, le lancé el celular al en la cara a un desconocido.

Todos se echaron a reír. La casa estaba adornada y ya qué. Quería verme linda, pero mira cómo me presenté. Espero nunca más tener que ver a ese joven.

—Hija, la comida que hizo tu madre huele deliciosa. Por cierto. Ese rosado te queda precioso.

—Gracias, papá. Lamento lo del celular.

—Eso es material. —Me dio un beso en la frente.

Al mirarme al espejo ya me encontraba de nuevo bañada, vestida y me eché a reír. —Me cubrí el rostro con las manos—. Espero nunca más volverlo a ver.

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