Tenía la lengua afuera, se supone que cuento con resistencia en las piernas, pero lo tenía para un terreno lineal, nunca he sido buena con los escalones. Miré a Iskander y se veía relajado, un poco agitado, nada más.—Falta poco, floja. Apenas llevamos diez minutos.—¡No soy floja! Es que no soy amante a las escaleras. En los últimos doscientos escalones ya no me quedaba aire. Extendió su mano y otra vez me guiñó el ojo. Entrelazamos nuestras manos, él era quien hacía una fuerza de jalado. Marcó el ritmo y con tal de que no me soltara mantuve un poco la renuencia. No sé lo que sucede entre los dos, pero algo sucedía. Mi abuela anoche habló conmigo sobre las salidas con el nieto de sus amigos. Sus palabras volvieron.—¿No crees que sea malo?Acarició mi cabello. En el cine la había pasado mal y bien. Lo malo era el miedo de quedarme sola y por eso, me tocó pedir compañía, hablar con ella, menguó el susto. Pero lo que pasaba con él me tenía aún más asustado. —No hija. De hecho, lo v
No sé si hice bien traerla, espero que sí. Para mí, ella había sido ese oasis ante mis problemas familiares. Y ahora con lo de irnos del país… No sé por qué había pensado en tener algo con ella. Sin embargo, mis problemas son delicados, más no irreversibles. Solo habían pasado unas tres semanas más o menos de la muerte de su madre. Eso ya era otro nivel. Me limité a abrazarla. Estábamos en el mirador, la brisa jugaba con su cabello rosado. No me soltó, y tampoco quería hacerlo. Los minutos pasaron, no dije nada hasta que ella habló. —Gracias, Iskander. —Sin dejar de abrazarme, se apoyó en mi pecho para volver a mirar la linda vista—. Es hermoso, a mamá le gustaban estos lugares. —Lo siento. —No, era lo que necesitaba. —levantó la mirada, esos lindos ojos azul claro desbordaban lágrimas, quise limpiárselas, sin embargo, me contuve—. Tenía rabia con el de arriba, sigo estando enojada, aunque al llegar aquí se sintió bonito. Gracias. Ella me gustaba, no podía negarlo, nuestros acerca
Mi corazón latía a millón. Una centena de hormigas comenzaron a revolotear mi estómago y creo que dejé de respirar.—Emily, debes abrir la boca y sigue mis movimientos.Lo hice más por la vergüenza que acababa de pasar. Fue evidente que le di a entender; eres el primero en besarme. ¡Tierra trágame! Sin embargo, sus suaves labios me fueron guiando, la sensación fue tomando auge. Nos separamos por falta de aire, acarició mi nariz con la suya.Reanudamos el beso, poco a poco tomaba confianza ante el intercambio de fluidos, mordiscos y sutiles gemidos.» Son muy suaves tus labios pelirosada.Mi rostro lo sentí arder, y él no ayudó con su risita burlona. No le pude sostener la mirada. No debería sentir tales sensaciones de alegría. Mi mamá murió hace muy poco. —Se nos enfría el chocolate.No pude mirarlo, comimos en silencio. Tenía razón, la arepa era deliciosa. Terminé chupándome los dedos.—Te dije que era la mejor.—Tenías razón.Una empleada pasó a recoger los platos y volvimos a se
Mi corazón latía cada vez que Iskander me besaba. La cena estuvo deliciosa, en un restaurante fino en la ciudad. Erika había escrito; hoy era la fiesta de una amiga de ella y me invitó. Pero decliné dicha reunión. Por nada del mundo me perdería el quedarme con «Mi, no es nada».Actuábamos como novios, sin embargo, tenía claro que no lo éramos. De serlo solo duraría cuatro semanas más. Sin embargo, su manera de mirarme era cautivante, misteriosa y cautivadora. Nos habíamos quedado un buen rato en el parqueadero del restaurante dentro de auto. Hablando o compartiendo silencios, otras tantas besándonos hasta quedar sin aliento.—Me gusta mucho tu cabello rosado. ¿Piensas mantenerlo?—Por ahora sí. Luché mucho para obtener el permiso de mi madre, no quería dejarme cambiar de color. Además, no es un rosado escandaloso, es un rosado lindo.—Muy lindo. ¿Qué tal es Guarne?—Un pueblo frío. El año pasado, cuando le entregaron la finca en las tardes, usábamos ruanas. Se siente más fuerte en el
Llegamos a Guarne. La finca de los Zuluaga quedaba a veinte minutos del pueblo. Todo era montañas; como todo en Antioquia. Era una finca típica de esta región. Con una arquitectura conocida como fincas cafeteras. Se veía muy hogareña con los colores vivos, con helechos en los balcones, ventanas de madera y barrotes.Ella se bajó del auto de sus abuelos, parecía estar hablando por celular. Mi abuela y hermanita también se bajaron, les ayudé con las maletas. No logro comprender cómo la abuela traía una maleta gigante para pasar máximo tres semanas. Con razón el abuelo la regañaba.La situación con mi padre seguía igual de tirante, se había calmado porque mi madre aceptó el posponer mi mandato en las empresas hasta ser un profesional, la entrega de la herencia y las compañías seguirían por unos siete años más bajo su cuidado.A pesar de lo ocurrido notaba a mamá preocupada, se veía demacrada. En un mes nos volveremos a ver, sin embargo, me preocupaba. Ahora estaba con el abuelo arregland
No lo decíamos, pero lo sentíamos, fuimos claros, sin embargo, lo vivido había sido intenso y nuestros candentes momentos se quedarían en eso… Momentos. Seguía siendo virgen, no obstante, varios momentos fueron muy calientes. —Te debo algunas citas más, por los recientes golpes. —Cierto, Pelirosada. No sé cómo sobreviví en estas vacaciones de veranos. No alcanzarán los días que faltan para hacer cruce de cuentas. —No me has dicho cuál es la última cita. Dijiste que sería especial.—No lo he pensado. Algo se me ocurrirá. Pero cobraré ese dolor del trasero, me dejaste caminando lento por dos días —sonreí. Acuné su rostro entre mis manos.—Gracias, Iskander. Por recibir tantos golpes de mi parte.—Ha sido una proeza no morir por permanecer a tu lado. —iba a decirlo, pero él me calló—. No lo digas, es más fácil continuar si no lo dices. —Entonces, ingresa a mi habitación esta noche. —alzó su ceja.—¿Segura?—Solo ingresa, veremos que pasa después.Volvimos a besarnos y en esta oc
En el carro de los abuelos de Emily, iba mi abuela y mi hermanita, ellos salieron antes que nosotros. Nos fuimos en taxi, para poder besarnos si lo deseábamos, íbamos camino a Río Negro, donde queda el aeropuerto. No ha dicho nada, después de todo, no había nada por decir, solo sentir esa molestia en la garganta de querer decir lo que no se va a cumplir. La tenía abrazada y no me cansaré de darle besos en su cabello, siempre le olía muy bien. Mientras el auto subía montañas, pasé una a una las fotos que teníamos de los dos juntos. Me las pidió, y no se las he dado. Por eso en la última semana también sacó fotografías de ambos. La carpeta, con su apodo «Pelirosada», la tenía guardada en mi portátil. —¿Crees que nos volvamos a ver en algún momento? —Te mentiría si te dijera que no lo estoy anhelando. Y si llega a pasar, tenemos un preacuerdo. Nada más espero no recibir golpes. —Se echó a reír, se aferró más a mí. —Gracias por ayudarme a asimilar la muerte de mi madre. —Emy… —Tr
Habíamos llegado a Bogotá. Esperábamos en la sala de espera a que saliera el avión con destino a España y de ahí hacíamos otro trasbordo para llegar a Turquía. No he dejado de mirar las fotos que tengo con ella, la que más me gustan son cuando he captado su vulnerabilidad, cuando capturé su nostalgia. Una en la piedra de El Peñol y varias cuando veía llover en la finca de sus abuelos. —Todo estará bien hijo.—Lo sé abuela.—Son muy jóvenes. Y recuerda que en la vida nada es casualidad. Todo tiene un propósito, bueno, malo, reflexivo. Sin embargo, cada ser humano se cruza con quienes debían cruzarse.—¿Crees que nos volvamos a ver de nuevo?—Posibilidades las hay. Los abuelos de los dos viven en la misma ciudad y son muy amigos. Además, sin que se conocieran, coincidieron de maneras tan atípicas… No pierdas la esperanza y puede que la vida te sorprenda. —Iskander, tengo hambre.La abuela y yo nos reímos. No hace mucho habíamos almorzado en el aeropuerto El Dorado. Los nervios siemp