En el carro de los abuelos de Emily, iba mi abuela y mi hermanita, ellos salieron antes que nosotros. Nos fuimos en taxi, para poder besarnos si lo deseábamos, íbamos camino a Río Negro, donde queda el aeropuerto. No ha dicho nada, después de todo, no había nada por decir, solo sentir esa molestia en la garganta de querer decir lo que no se va a cumplir. La tenía abrazada y no me cansaré de darle besos en su cabello, siempre le olía muy bien. Mientras el auto subía montañas, pasé una a una las fotos que teníamos de los dos juntos. Me las pidió, y no se las he dado. Por eso en la última semana también sacó fotografías de ambos. La carpeta, con su apodo «Pelirosada», la tenía guardada en mi portátil. —¿Crees que nos volvamos a ver en algún momento? —Te mentiría si te dijera que no lo estoy anhelando. Y si llega a pasar, tenemos un preacuerdo. Nada más espero no recibir golpes. —Se echó a reír, se aferró más a mí. —Gracias por ayudarme a asimilar la muerte de mi madre. —Emy… —Tr
Habíamos llegado a Bogotá. Esperábamos en la sala de espera a que saliera el avión con destino a España y de ahí hacíamos otro trasbordo para llegar a Turquía. No he dejado de mirar las fotos que tengo con ella, la que más me gustan son cuando he captado su vulnerabilidad, cuando capturé su nostalgia. Una en la piedra de El Peñol y varias cuando veía llover en la finca de sus abuelos. —Todo estará bien hijo.—Lo sé abuela.—Son muy jóvenes. Y recuerda que en la vida nada es casualidad. Todo tiene un propósito, bueno, malo, reflexivo. Sin embargo, cada ser humano se cruza con quienes debían cruzarse.—¿Crees que nos volvamos a ver de nuevo?—Posibilidades las hay. Los abuelos de los dos viven en la misma ciudad y son muy amigos. Además, sin que se conocieran, coincidieron de maneras tan atípicas… No pierdas la esperanza y puede que la vida te sorprenda. —Iskander, tengo hambre.La abuela y yo nos reímos. No hace mucho habíamos almorzado en el aeropuerto El Dorado. Los nervios siemp
Las vacaciones de verano habían llegado a su fin. Mañana regresábamos a Atlanta. En unos días retomaba clases. Fácil… No, para nada. La ausencia de Iskander me dejó de frente con el vacío de mi madre. Sin embargo, lo vivido con él. Me había dado una nueva visión ante lo pasajero que podía ser algunas personas y lo importante que llegaban a ser para tu vida. Cuando volvimos el fin de semana pasado de la finca con mis hermanos y mi padre a quien veía desde lejos observar el horizonte y llorar. Aun así, no había dejado de estar para nosotros. Nos dijo del cambio de casa, de vida y sus nuevos proyectos. Nos tomó a todos de sorpresa, sin embargo, era su deseo. Nosotros debíamos adaptarnos de nuevo a una nueva escuela en los Ángeles. Yo debía devolver el afecto apoyándolo. Mi madre lo hubiera deseado. Desde la partida de ese enigmático caballero de armadura resistente a mis golpes, me la pasaba mirando el celular para ver si al menos había algún mensaje que diga: «Hola, Pelirosada». Pero n
Enero del 2020No era fácil enfrentar a los fantasmas del pasado. Hace cuatro años habíamos partido de esta ciudad luego de la muerte de mi hermana… —No pienses en eso—. Navidad la pasamos en la nueva casa, el Año Nuevo igual. Mi madre volvió a ser la misma de hace muchos años y eso nos hizo muy feliz. Eren Aslan, mi abogado y quien fue el hombre de confianza del abuelo, se mantuvo alejado en secreto para que papá no le hiciera nada. Había sido de gran ayuda, el abuelo le dejó órdenes estipuladas estrictas para nuestro bienestar y el de sus nietos.Gracias a su ayuda nos hemos podido liberar de tantas ataduras de ese señor, Serkan continuó con sus negocios, lo documentábamos. Pero no era tiempo para enfrentarlo. Lo importante era mantener una paz mental lejos de él. Mi madre se veía sonriente y poco a poco volvió a ganar confianza de sí misma. Dejó el cigarrillo una vez más, volvió a ganar peso y ahora tenía sesiones con una psicóloga dos veces a la semana.Mis abuelos regresaron a
Cumplir años sin tu madre no era algo agradable, sin embargo, por esos hombres que ahora corrían para poner unos globos, la torta no muy bien hecha y tratar de hacer lo que mamá solía hacer me hizo tragarme las ganas de llorar. No podía pagarles con indiferencia. Además, mi mente estaba en Estambul, él también estaba de cumpleaños… Sí, el chico que te hacía suspirar también celebra hoy su nacimiento. Era una sensación extraña. Por el dolor en nuestros corazones se sentía en el ambiente. Aun así, lo celebramos, no como otros años, pero si con lo esencial. Ya habíamos sobrevivido a la primera Navidad y Año Nuevo sin ella. Luego de cantarme, comer el pastel… que no le quedó tan rico a Emiliano, pero importa la intención. Papá nos llevó a un cine, luego a una repostería para comer una porción de la torta decente. Nos forzándonos a sonreír para no hacer enojar el recuerdo de la mujer que nos llenaba de alegrías la existencia. Recibí muchas llamadas, abrazos de compañeros y familia. Mis a
Junio del 2020Era una locura el tema de la pandemia mundial y estar encerrados por el temor infundado fue peor. En Turquía desde marzo las escuelas y las universidades fueron cerradas, desde entonces, solo he visto los rostros de los empleados que se quedaron en casa porque no podían ir a sus pueblos los fines de semana, los de mi familia y Eren.A los abuelos en Colombia los veíamos a diario por internet. La pareja de mi madre, mi abogado ha sido de gran ayuda. Desde hace un par de meses oficializaron con mudanza su relación. Aunque sabía que la premura fue más por joder a mi padre. No obstante, a mamá la veíamos feliz, por primera vez siendo amada.Él no se mete en nada, al contrario, parece sonreí mucho por nuestra vida cotidiana. Adora a Enza y con eso ya nos ganó a mamá y a mí. Mi madre se volvió una obsesionada con el tema, y desinfectaba la casa todos los días, cada quince días hacía las compras, se tomaba le trabajo de lavar cada fruta, legumbre y todo lo comprado.No les de
Odio el mes de junio. Hace un año mi madre nos dejó y ahora lo hacía el abuelo, y lo más triste era que no podíamos viajar para sepultarlo y acompañar a la abuela. Los vuelos internacionales estaban cerrados, tanto en Colombia como en Estados Unidos. La abuela se encontraba sola soportando el dolor. —Me aferré al cojín de la sala. Papá sin dejar de llorar consolaba a los mellizos, quienes habían tenido una crisis incontrolable. —¡Acaso tenemos una maldición! —gritó Emiliano. Quien se levantó. —¡Emily! Me llamó papá. Debía ser fuerte. Ellos se veían peor que yo. Corrí para abrazarlo y detener su impulso. Papá seguía conteniendo el ataque de ira de Emilio. Abracé a mi hermano. —Estoy contigo. —La gente que amamos se nos muere Emy. Se muere. Mis padres, el año pasado, la tía Dakota y ahora el abuelo. —Estamos juntos. —seguía aferrada a él—. No iremos a ninguna parte. De un momento a otro cayó arrodillado para llorar como si fuera un niño de cinco. Me senté en el piso, él se acurruc
Enero del 2021 En dos días cumpliré mis dieciocho años, mi corazón deseaba que llegara ese día para ver si Iskander se acordaba de mí de nuevo. Desde la muerte del abuelo no volví a saber de él. La escuela pasó a ser virtual, no he visto a mis compañeros. Mis hermanos han tenido psicólogo virtual, ellos son muy inquietos y el encierro les afectó más que a cualquiera, a papá le tocó ingeniársela para mantenerlos en competencia constante. Los juegos de mesa, competencias de natación en la piscina de la casa. Construcción de muebles y ese fue la mejor terapia para ellos, los entretuvo mucho, ahora tenemos mecedoras en la casa, mesas, muebles. Y yo he sido la encargada de darle algo de vida. Su trabajo, aunque no era profesional parecía que sí, era hermoso. Mi tarea fue tener a la abuela ocupada, para hacerlo me tocó sacrificarme un poco y pasar horas tejiendo, realizando tejidos macrame, hasta una máquina de coser me compró mi padre para que la abuela desde Medellín me diera clases de