Capitulo 7

Lucy llego muy temprano en su primer dia de trabajo, el mismo dia que fue a la entrevista de trabajo fue contratada gracias a su aspecto angelical y dulce, de seguro eso llamará mucho la atención de los hombres al momento que les tomara su orden, lo que se traduciria en dinero constante y sonante.

Para eso su nuevo jefe le habia dado el uniforme más corto que habia encontrado en el armario, era como si todo se quisiera salir de su lugar de lo apretado que le quedaba. Aun asi no se quejo de nada, se repetia una y mil veces que todo lo hacia por su hijo, que el dinero que recibiera era para una buena causa; estas palabras se convirtieron en su mantra desde que obtuvo el trabajo.

La noche estaba transcurriendo sin problemas, sus compañeras la aceptaron agradecidas de que tenían nuevas manos que la ayudaran con los clientes, al parecer el bar estaba teniendo más auge en las últimas fechas y no se daban abasto ellas sola. Después de mucho tiempo sintió un poco de paz en su corazón, las personas no la juzgaban por nada de lo que ella era.

Por ser la nueva le asignaban mesas donde estuvieran tanto chicas como chicos para que no se metiera en problemas en su primer día, Lucy les agradecía cada detalle y consejo que estaban teniendo para que desarrollara mejor su trabajo de donde dependían las propinas. Si quería reunir el dinero pronto era mejor que se pusiera las pilas con todo los clientes, así la hicieran dar mil vueltas en lo que pedían ella tenía que estar siempre sonriendo y dispuesta a atenderlos de la mejor manera.

A media jornada sus pies empezaron a resentir su andar, el chico de la barra sintió un pesar tan grande que trato de ayudarla para que descansara por lo menos unos minutos antes de continuar con su jornada. Sin embargo, la mala suerte la seguía a donde quiera que fuera, un grupo de pandilleros que llegaron esa noche a tomar unos tragos la vieron desde el primer piso, la observaron por unos momentos. Estaban decididos a pasar una buena noche y ella se encontraba entre sus planes, algo que Lucy desconocía por completo mientras atendía otras mesas.

Llamaron al encargado del bar para solicitar que ella los atendiera personalmente si quería ganar una buena paga por su disposición, al ver el fajo de billetes que le extendían sobre la mesa no dudo en bajar por ella y dejarla a disposición de estas personas.

—Oye tú, ven conmigo —le grito por sobre todos los que se encontraban a su alrededor.

—Me llamo Lucy señor —menciono tímidamente, estaba rodeada de compañeras que la miraron con lástima porque sabía lo que se le venía.

—No me interesa como te llames, solo sígueme. Debes de atender a unos amigos en el primer piso, será mejor que seas muy complaciente con ellos o te pongo de patitas en la calle hoy mismo, y sin paga.

—Ella es nueva, el jefe nos ha dicho que primero debemos enseñarle atender a los clientes. Yo iré en su lugar señor —intervino una de las chicas con más tiempo en el negocio, conocía el tipo de amigos con los que el gerente se juntaba.

—Le estoy diciendo a ella, tú sigue con lo que te corresponde antes de que me enoje más de lo que ya estoy. Aquí mando yo y todas deben de obedecer mis órdenes, si no quieren irse de patitas a la calle.

La chica que la quiso salvar conocía lo desgraciado que podía ser el encargado de personal cuando se lo proponía, le dijo a Lucy que no se preocupara que ella y las chicas estarían al pendiente por si las necesitaba.

La hicieron subir con varias botellas, vasos para todos los que estaban en la mesa, y todo lo que se les pudiera ocurrir, tan solo para ver como subía su falda por las escaleras. Eso los estaba poniendo a tope, cuando por fin iba a retirarse la encerraron en un círculo tratando de tocarla para quitarle la ropa que llevaba.

—Dejenme yo no les he hecho nada, se estan equivocando de persona, señores.

—Justamente por eso preciosa, nosotros nos encargaremos de hacerte todo lo que se nos antoje. Tu solo ponte flojita y coopera si es que quieres seguir viviendo con esa cara tan linda.

—¡No por favor! No me hagan daño, dejenme ir por favor. Les aseguro que no dire nada a nadie, solo no me hagan daño.

—¡Callate!, ya me cance de que estas gritando como loca, y eso que todavia no te hemos hecho nada. Espero que asi grites cuando estemos dentro de ti hermosa, no sabes como me pondría si lo haces.

Era claro que la guerra la tenia perdida, una chica indefensa en medio de patanes sin sentimientos, que solo deseaban obtener beneficios a su favor. La risa se escuchaba por todas las esquinas, lejos de preocuparse, se ocupaban por destrosar la ropa de la chica. Al mismo tiempo que eso sucedia, un hombre imponente vestido totalmente de negro entro por la puerta derribando a dos de los que intentaron quitarle la ropa. Uno de ellos saco su arma, pero en menos de un segundo lo dejo contra el suelo y desarmado, del resto se hicieron cargo los guardaespaldas con los que andaba.

No era una persona que le gustara salvar damiselas en apuro, sin embargo, cuando pasaba por el lugar escucho una voz conocida y decidio acercarse para ver quien era. Se quedo sorprendido de ver a su esposa siendo atacada por varios hombres que no tenian buena pinta, su cara se transformo en segundos; desde cuando esa mujer trabaja a sus espaldas.

—Vamos, salgamos de este lugar —ordeno inmediatamente, sin dejar que nadie diera opinión alguna sobre el tema.

Lucy bajo la cabeza inmediatamente, de todas las personas con las que tenia que encontrase, a él era el ultimo que desaba ver en ese lugar. Lo siguio en silencio por unas puertas y pasillos hasta que llegaran a un coche, le hizo señas para que subiera y ella obedecio en silencio, no queria dar explicaciones de que hacia trabajando en ese lugar. No ahora que esta muy nerviosa por lo que habia vivido a manos de esas personas sin corazon.

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