—No sé de lo que habla señor. —Susurró lo más bajo que pudo, pero se aseguró de que él la escuchara. Él aún sostenía su mano, y trató de ignorar todas las sensaciones que corrían por su cuerpo con solo su tacto— Ahora si me disculpa, debo seguir con mi trabajo —Mónica tiró de su mano y se dio la vuelta tan pronto se liberó de él.
—Está todo bien? —preguntó Jacob, uno de sus compañeros. Él siempre había sido muy amable con ella.
—¿Ah? —Él la miraba con curiosidad. Le tomó unos segundos procesar su pregunta, sus pensamientos al parecer iban lentos— Oh, si —respondió y continuó su camino.
Le informó a Alina, otra de sus compañeras, que se tomaría unos minutos para ir al baño. Necesitaba recuperar su firmeza, no entendía porque se había puesto así. No debió fingir que no sabía de qué hablaba, solo tenía que disculparse una vez más. Se miró al espejo, se mojó las manos y luego se las pasó por su cuello. Acomodó su uniforme y su cabello. Después de tomar una respiración profunda, decidió salir.
Se sintió aliviada al darse cuenta de que él ya no estaba en el restaurante. Jacob se había encargado de limpiar la mesa. Se acercó a él para agradecerle.
William no tuvo más opción que llevar a Livvie a su casa. Ella había llegado en taxi y aunque se sintió tentado a dejarla que volviera a casa por su cuenta, no se sintió bien siendo tan descortés con una mujer.
Durante el viaje se limitó a escucharla o al menos lo estaba intentando. Sus pensamientos habían quedado en aquel restaurante, con esa chica a la cual no había podido olvidar en dos años, aunque no podía negar que lo había intentado.
Estacionó el auto frente a la residencia de la familia Hazlett y esperó a que ella bajara, pero Livvie se quedó en el mismo lugar observándolo con una sonrisa. Entonces, decidió salir del auto para abrirle la puerta. Ella estiró su mano, él la tomó y le ayudó a bajar.
—Me agradó cenar contigo —dijo ella.
—No estuvo mal —dijo—, pero esperaba reunirme con el señor Hazlett.
—Ya lo sé. Yo le pedí a mi padre que me dejara ir en su lugar, prometo que lo convenceré de firmar los documentos para…
—No es necesario. Puedo arreglármelas por mi cuenta.
—¡Oh! eres muy confiado de ti mismo, me gustas —William abrió la boca con la intención de despedirse, pero ella habló primero— Podemos salir nuevamente un día de estos…
—Me temo que no será posible —respondió demasiado rápido.
—¿Porque no? —Cuestionó la chica extrañada, esa no era la respuesta que ella esperaba de su parte.
William no tenía idea de que excusa darle.
—Nos llevamos bien y creo que hacemos una linda pareja —Eso mismo había escuchado del padre de Livvie, al parecer a él no le desagradaba la idea de que saliera con su hija.
Si tan solo él tuviera una…
La voz en su cabeza se detuvo cuando una idea muy tentadora comenzó a formarse en su mente, sus pensamientos iban a una velocidad impresionante. No sabía cómo resultarían las cosas, pero ya tenía casi todo muy bien calculado y sonrió para sus adentros.
—Ya estoy saliendo con alguien. —Respondió sin darle más vueltas al asunto.
—¿Qué?
—Tengo novia, señorita Hazlett. Y no quisiera que hubieran malentendidos entre nosotros. —William mantuvo su expresión serena, a diferencia de ella quien estaba muy sorprendida por sus palabras. Aunque él también lo estaba, pero ella no tenía por qué saberlo.
—¿Hablas en serio? —preguntó aún sin creérselo. Lo conocía desde hace algunos meses y siempre lo había visto solo, bueno, a veces iba acompañado con esa engreída... Se puso en alerta en cuanto pensó en la posibilidad— Espera. ¿Estás saliendo con Susan Anderson? —preguntó— dime que no, por favor.
William, sonrió. No le sorprendía que pensara en ella, pero además de ser solo amigos, también tenía negocios con los Anderson.
—No.
—Entonces ¿Quién la mujer con la que sales? —siguió cuestionando.
William se tensó al darse cuenta de ese detalle, no tenía idea de cual podría ser su nombre. Se mantuvo imperturbable.
—Cuando haya alguna oportunidad estaré encantado de presentarla. —Miró su reloj— Ahora, debo irme, se hace tarde.
Se despidió con la misma amabilidad de siempre y se subió a su auto.
****
Ese había sido, sin duda, el día más agotador que había tenido desde que trabajaba en aquel restaurante. Se dejó caer de espaldas en su cama apenas llegó a su pequeño departamento a eso de las diez y media de la noche.
Le habría gustado llamar a su madre, pero era seguro de qué a esa hora ella y su papá ya debían de estar durmiendo. Procuraría llamar temprano en la mañana.
Tuvo dificultad para conciliar el sueño, pero el cansancio la venció luego de haber estado dando vueltas en su cama por un largo rato.
Al día siguiente tenía libre por la mañana. Su cuerpo estaba al tanto por lo que se quedó en la cama más tiempo de lo que acostumbraba. Hasta que su estómago le reclamo por comida. Se sentó en el borde de la cama y observó a su alrededor. No recuerda porque motivo había dejado que su departamento luciera así de desordenado, siempre había sido muy amiga del orden. Ahora que tenía tiempo se pondría en ello, pero primero debía prestarle atención a su estómago. Se preparó el desayuno. Mientras comía llamó a casa de sus padres para saludar y saber cómo estaban, no había ido a visitarlos desde hace un par de meses, ese había sido el mayor tiempo que tenía de no ver a su familia. Hablaron por algunos minutos. Para cuando terminó la llamada ya estaba de mejor ánimo y no dudó en comenzar a limpiar su departamento y lavar su ropa.
Se sintió satisfecha y orgullosa de su trabajo al ver que su casa lucía mucho mejor que antes. Pero su trabajo no terminaba ahí, debía preparase para ir de compras, su despensa estaba vacía y debía llenarla pronto sino quería morir de hambre.
Cuando regresó del supermercado, se dedicó a descansar las horas que le quedaban antes de ir al trabajo.
Tomó uno de los libros que recién había adquirido y se sentó en el sillón cerca de la ventana. El libro se llamaba “Volver a sentir”. Observó la portada, en ella aparecía el rostro de una mujer muy hermosa.
La tarde en el restaurante no fue diferente del día anterior. Hubo mucho movimiento y eso le ayudó a mantener su mente ocupada y no pensar en la posibilidad de volverse a encontrar con ese hombre.
Estaba terminando de limpiar y acomodar una de las mesas cuando Jacob se le acercó.
—¿Tienes algo de tiempo? —preguntó él esbozando una sonrisa. Ella iba a preguntarle para qué, cuando él soltó otra pregunta— ¿Qué te parece si vamos a tomar algo después del trabajo?
—Ah, yo… ¿Qué tal otro día? —dijo. Moría por llegar a su departamento y dormir. En otro tiempo no le habría importado la hora ni el día, pero ya había madurado y era más responsable.
—Está bien —aceptó él.
Minutos después ella y Alina fueron las últimas en salir. Se separaron en la salida debido a que iban en sentido contrario. Estaba por cruzar la calle cuando lo vio del otro lado. Él estaba apoyado en el que supuso era su auto, tenía las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta.
William sonrió y caminó hacia ella. Consideró ir en sentido contrario a él, pero William pareció leer sus intenciones y se apresuró a llegar hasta ella. Su corazón latió más rápido en cuanto lo tuvo cerca.
—Hola —dijo él y se inclinó para depositar un fugaz beso en sus labios antes de que ella pudiera reaccionar. Sabía que se estaba arriesgando a que ella reaccionara mal y lo abofeteara, pero no pudo evitarlo. Cuando la tuvo cerca y su mirada se centró en sus labios, solo se dejó llevar.
—¿Qué… que hace? ¿Está loco? —preguntó viendo hacia todos lados para asegurarse de que nadie hubiera visto la escena. Era una suerte que a esa hora la mayoría de los negocios estaban cerrados.
—Debí haber pensado lo mismo de ti hace dos años, pero en lugar de eso, hice todo lo que me pediste.
—Y estoy agradecido por lo que hizo por mí. Pero si cree que no me disculpé lo suficiente, puedo hacerlo una vez más. Por favor…
—No es necesario. —intervino él— Sin embargo, quiero pedirte algo. —Ella lo miró con sospecha ¿Acaso pretendía cobrarle el favor? — Pero antes, me gustaría presentarme. William Green —dijo él extendiendo su mano.
Ella pasó su mirada de él a su mano y nuevamente a él.
—Mónica Goodwin —dijo al fin tomándola.
Ahora al menos ya tenía su nombre.
—Única.
—¿Disculpe?
—Tú nombre, significa única.
—¿Entonces, que es lo que quiere? —Cuestionó ignorando su comentario.
—Quiero que seas mi novia.
Decir que no estaba sorprendida por lo que acaba de escuchar, era una mentira. Ahora podía entender lo sorprendido que debió de estar él cuando ella lo abordó de la nada y le pidió que fingiera ser su novio.Un pensamiento se le vino a la mente.—Está jugando conmigo ¿Cierto?—Nunca me atrevería. —Ella entrecerró sus ojos. Aún no creía que estuviera hablando en serio.—¿Entonces, porque me pide algo como eso, sin siquiera conocerme?—¿Por qué? ¿Qué tiene de malo? —Preguntó con inocencia— Tú lo hiciste —Era un hecho que él estaba tratando de molestarla.—Mi situación era distinta y usted lo sabe.—¿Y quién dijo que la mía no lo es?—Disculpe, pero no entiendo.—Tomemos algo mientras te cuento de que va. —Ella lo pensó unos segundos. Bien podría rechazar su oferta, darse la vuelta e irse. Pero, aunque quisiera negarlo, le debía un favor. Escucharía lo que tenía que decir y decidiría después que hacer— ¿Vamos? —Cuestionó él luego de que ella no respondió.—Está bien.Caminaron por la ace
—¿Mónica? —Su compañera tocó su hombro al no recibir una respuesta de su parte cuando la había llamado la primera vez.—¿Sí? —dijo sobresaltándose por lo inesperado que había sido eso. Se había quedado absorta en sus pensamientos desde hace varios minutos. La noche anterior apenas había podido dormir pensando en todo lo que le había ocurrido en los últimos dos días.William había llegado a poner su mundo de cabeza y ni siquiera se había involucrado con él de manera sentimental.—Creo que la mesa ya está más que limpia. —Dijo la chica con una sonrisa divertida en su rostro.Ella observó la mesa.—Tienes razón.—¿Sucede algo? —preguntó Alina. Aún mantenía la sonrisa en su rostro, pero su tono fue un poco más serio.—¿Qué? no, todo está bien —Su compañera no insistió. No eran tan cercanas como para compartir con ella lo que realmente pasaba por su mente.—Si quieres ve por tus cosas. Yo terminaré de cerrar.—De acuerdo, gracias.Entró a la habitación que tenían disponible para ellas y se
Mónica se observó en el espejó, por tercera ocasión o, quizás cuarta. No estaba segura del atuendo que había elegido ponerse para ese día, pese a que William le había dicho que podía ir de manera casual. Aunque era una reunión de negocios, estarían en una casa de campo.Se había puesto unos pantalones largos, una blusa blanca un poco holgada que dejaba al descubierto uno de sus hombros y unas botas cortas de color marrón. Se estaba debatiendo en si usar una blusa de otro color o no cuando su teléfono le notificó que tenía una llamada.Miró la pantalla y se sorprendió al ver que el identificador mostraba la palabra «cariño», por supuesto que no recordaba haber tenido un contacto con ese apelativo. Solo pudo haber sido…—William —musitó antes de contestar.—Estoy abajo —dijo él.Tenía tantas ganas de dejarlo esperando y esconderse en su departamento por el resto del fin de semana, en lugar de hacer lo que estaba pensando, dijo:—Voy en un minuto.Sin más tiempo para decidirse por otra p
El señor Hazlett se colocó de pie. William y Mónica no se movieron de sus lugares.—Oh, cariño —dijo Lukas.—Buenos días, papá —Ella lo abrazó y le dio un beso en la mejilla.—No esperaba verte tan temprano. —Lukas habría preferido que su hija continuara en su habitación. Aunque, quizás era mejor que ella enfrentara la realidad de una vez.—Tenemos visita —musitó posando su mirada en William y luego en Mónica.A ella no le pasó desapercibido su análisis mientras la recorría con la mirada. ¿Y si la reconocía del restaurante? Por supuesto que ya tenían una excusa por si eso sucedía, pero prefería no tener que recurrir a eso. Ya estaba fingiendo ser la novia de William y esperaba que esa mentira no llevara a otras.—Sí, le debía una reunión al señor Green y decidí invitarlo a desayunar.—Señorita Hazlett —Dijo William, esta vez se colocó de pie y Mónica nuevamente lo imitó, en especial porque aún él la sostenía de su mano.Livvie observó sus manos unidas y su ceño se frunció.—Entonces e
William estacionó su auto cerca del restaurante. Ese día Mónica debía trabajar a partir de la una de la tarde. Él la había llevado a almorzar luego de que ambos salieran de casa de los Hazlett. Desde entonces ella había estado un poco extraña. Intentó mantener conversaciones casuales con ella, pero lo único que recibió fueron escuetas respuesta y una que otra media sonrisa. Necesitaba saber que había ocurrido para que su brillo se apagara de un momento a otro. Quería arreglar cualquier cosa que la estuviera molestando. William salió del auto y abrió la puerta para ella. —Gracias por traerme —dijo ella luego de haber salido del auto y se giró para alejarse. —Mónica —dijo él y ella se detuvo, pensó en preguntarle que había cambiado. Pero no la miraba a ella compartiéndole el motivo de su cambio de humor— Gracias por tu ayuda —dijo en lugar de preguntar lo que quería saber. Ella asintió y siguió su camino. William no la perdió de vista hasta que ella entró al restaurante por una de
William dio algunas vueltas más por las calles de Wellington antes de llevar a Mónica a su casa. Quería pasar más tiempo con ella, además ella parecía disfrutar del viaje en motocicleta.Cuando por fin la dejó en la puerta de su departamento besó su mejilla y le deseó buenas noches. Mónica se apoyó en la puerta luego de cerrarla. Cerró sus ojos y le ordenó a su corazón bajar el ritmo. Aquel no era el momento de sentir lo que estaba sintiendo. A penas y lo conocía. Le asusta la forma en como su corazón latía y lo bien que se sentía con él. No era buena idea dejarse llevar, ya había vivido las consecuencias antes y, se prometió no volver hacerlo.Cuando apenas tenía diecisiete años se había entregado a su primer novio sin pensarlo demasiado. Luego le había tocado vivir un infierno con él. Cua
Mónica observó el lugar, parecía una zona exclusiva y muy segura. Él la invitó a entrar en cuando abrió la puerta. Ella dudó si hacerlo, aún no sabía el motivo por el cual estaba ahí. Y no era que desconfiaba de William, sin embargo, no creía que fuera una buena idea entrar en su casa.—Debes cambiarte de ropa o podrías enfermar —Dijo él como si leyera sus pensamientos— Mi casa estaba más cerca que la tuya. —explicó.—¿Y vives solo? —preguntó.—Por supuesto. Sé que es muy grande para una sola persona, pero me siento más cómodo aquí que en un lugar reducido. Además, está lejos del ruido de la ciudad.—Entiendo.—Ven te mostraré donde puedes cambiarte. Te prestaré algo de ropa mientras pongo a secar la tuya.William la
Mónica despertó, pero no sabía con exactitud qué hora era. La habitación estaba a oscuras, aun así, sabía que ya había amanecido. Un débil rayo de sol se colaba a través de la ventada evadiendo las cortinas y permitiéndole ver a William a su lado.No pudo evitar sonreír al recordar el extraordinario día y noche que él le había regalado.Intentó recordar cual había sido la última vez en la que se había sentido así, o al menos cerca. Pero era imposible recordar un solo momento. Porque nunca nadie la había tratado con tanta devoción, ni se habían esmerado en complacerla a cada instante. Incluso en algún momento se sintió como si él la amara, pero Mónica estaba consciente de que eso estaba lejos de suceder. Solo eran dos personas que se habían rendido a sus deseos.Se levan