El primer instinto de Mónica fue Correr y ocultarse de él en algún lugar, esa era la mejor idea que pasó por su mente, pero su cuerpo decidió no obedecerle justo en ese momento. Parecían como si sus pies estaban plantados en el suelo y tampoco podía quitarle la vista de encima.
Aún mantenía una pequeña esperanza de que estuviera equivocada y que solo fuera su mente jugándole una mala broma.
Muchas veces se había preguntado si algún día lo volvería a ver. Se había respondido a sí misma que: «Eso era imposible». Ahora existía la posibilidad de que esa persona estuviera justo frente a ella.
Se recordó que debía respirar e hizo un esfuerzo por mantenerse imperturbable. Esperaba que pudiera lograrlo.
El hombre al que no creyó volver a ver posó su mirada en ella. Solo lo había visto una vez, sin embargo, eso había sido suficiente para no olvidarlo, en especial por lo que ocurrió entre ellos. En cuanto sus miradas se encontraron sus dudas se esfumaron, era él. Aún después de dos años, podía recordar su rostro, sus ojos y en especial su mirada cautivadora.
¿Qué posibilidades había de que él también se acordara de ella? Con suerte a él ni siquiera le parezca familiar y tampoco se acuerde de ese día. Creyó que las posibilidades eran grandes porque en su rostro no había ningún indicio de reconocerla porque él desvió su mirada y se dirigió hacia una de las mesas desocupadas. Eso debía de ser un alivio para ella. No se sentía lista para enfrentar a un hombre al que había utilizado para librarse de un problema.
Ella esperó unos segundos, quizás tendría suerte y alguna de sus compañeras decidía atenderlo en su lugar. No quería huir de su responsabilidad, pero simplemente se había quedado paralizada. Y no quería arriesgarse a que él la reconociera, aunque no parecía ser ese el caso. Ese pensamiento la había hecho sentirse decepcionada. Era ilógico cuando lo único que quería era evitarlo, ¿verdad?
Su jefa apareció en ese momento y salió a recibirlo. Él se colocó de pie para saludarla. Intercambiaron algunas palabras con mucha familiaridad, como si se conocieran, y era muy probable que sí.
—Goodwin —Su jefa la llamó por su apellido y eso hizo que se espabilara. Por supuesto entendió el mensaje; debía atender al cliente.
No había escapatoria.
Asintió a su superior antes de comenzar a caminar hacia él para atenderlo. Por mucho que quisiera darse la vuelta y no obedecer, no podía hacerlo. Habían pasado solo tres meses desde que empezó a trabajar en aquel restaurante, y no iba a permitir que la despidieran tan pronto. Después de haberse ido de la casa de sus padres cuando cumplió la mayoría de edad para intentar ser completamente independiente, no planeaba volver sin haber alcanzado sus objetivos. Quería ganar tanto dinero como fuera posible, pagarse sus estudios y en un futuro poder brindarles a sus padres la estabilidad y comodidades que ellos se merecen.
Bueno, esa había sido su principal motivación, pero poco tiempo después de marcharse se había olvidado de ese sueño y había perdido el rumbo. Se había sentido tan libre, como si pudiera conquistar el mundo. No puso límites a su curiosidad por experimentar cosas nuevas. Iba de fiesta en fiesta con su novio y amigas sin preocuparse por nada más que no fuera disfrutar. Y aunque sabía que el no poner límites no la llevaría a ningún lado, no se había detenido, hasta que sus decisiones la llevaron a un callejón sin salida, entonces se dio cuenta que de esa manera no podría conquistar ni la cuarta parte de sus sueños.
—Buenas tardes, señor —Saludó sin mirarlo a los ojos. Él se limitó a hacer un movimiento con la cabeza. Y ella Colocó el menú frente a él— ¿Desea algo para tomar? —Esta vez, mientras esperaba por su respuesta no pudo evitar mirarlo a los ojos, eran como dos imanes que la atraían y que no podía evitar.
Él también la miró a los ojos un instante. Luego deslizó su mirada por su cuerpo. Mónica se tensó y apretó las manos sobre su libreta. No estaba segura de lo que había sentido con su mirada puesta ella, pero se sentía tan nerviosa que rogó por que la tierra se la tragara. Lo extraño es que, ella no era así. Era más bien atrevida y no se dejaba intimidar por nadie.
—Agua —respondió él cuando terminó de analizarla.
—Por supuesto. —musitó haciendo un esfuerzo por no tartamudear. Era difícil no estar nerviosa frente a alguien como él.
Se dio media vuelta y caminó a paso apresurado, necesitaba poner distancia para recuperarse de ese primer encuentro en el que era obvio que la afectada había sido solo ella. En su interior sus emociones iban a mil y su corazón latía sin control al mismo tiempo que sus pensamientos eran un completo desorden.
—¿Qué rayos fue eso? —Se preguntó.
Hizo su mayor esfuerzo por controlar sus hormonas y se obligó a preparase mejor para el segundo raund, no podía comportarse como si aún fuera una adolescente.
Mónica colocó el vaso con agua frente a él. Estaba a punto de preguntar si ya había decidido cuál sería su orden cuando una mujer interrumpió lo que iba a decir.
—William —lo llamó ella.
«Así que, ese es su nombre», pensó Mónica. No le pasó desapercebido la reacción de sorpresa en el rostro de William al ver a la mujer. Como si no la estuviese esperando o, más bien como si la persona a quien esperaba no era ella.
Él se colocó de pie.
—Hola —dijo y sin previo aviso se acercó a él y besó su mejilla.
—Señorita Hazlett, yo no…
—Lamento llegar tarde a nuestra cita, espero no hayas esperado mucho.
«¿Cita? ¿Él tenía una cita con ella?», se preguntaba Mónica en tanto observaba la interacción. Se recordó que no era su asunto. Ella estaba ahí para atender a los clientes.
William entendió en ese momento que Lukas Hazlett no sería quien llegaría a reunirse con él esa noche. En su lugar, Lukas había enviado a su hija. Bien le habría venido un aviso. Livvie era una de esas chicas consentidas que creían que podían tenerlo todo en la vida sin importar el costo. Y para su mala suerte ella estaba interesada en él. Tenía que reconocer que era muy insistente, porque otra persona habría dado un paso atrás al recibir sus constantes evasivas. Era una mujer sexi, pero él prefería no involucrarse con sus clientes.
—No te preocupes, acabo de llegar. —musitó él aceptando la situación.
—¿Ya ordenaste? —preguntó ella mientras ambos tomaban asiento.
—Aún no.
—¿Entonces que te parece si ordenamos?
—Será lo mejor —musitó y tomó la carta. Levantó su mirada y la posó en Mónica. Ella desvió la suya tan pronto como sus ojos se encontraron con los de él.
Mónica tomó nota de la orden de William y luego de asegurarse de que sería todo lo que la chica rubia ordenaría, se dio media vuelta para marcharse. Antes de eso no le pasó desapercibido la mirada que la chica le daba a William.
No tardó en regresar con las bebidas y luego con la orden de comida. Sin poder evitarlo escuchó algo de la conversación, en realidad era ella quien hablaba, y él solo asentía o daba escuetas respuestas.
Era una suerte que el restaurante estuviera lleno esa noche. Se mantuvo ocupada todo el tiempo que casi se había olvidado de él, casi. Hasta que pasó por su costado y él le pidió la cuenta. Su acompañante se levantó y le anunció a él que iría al tocador.
—Gracias —musitó él luego de que Mónica le devolviera su tarjeta con la cual había pagado la cuenta.
—De nada señor, fue un… —Sus palabras se atoraron en su garganta cuando él la tomó de la mano.
—¿Cómo has estado? —preguntó él y sonrió de lado.
Mónica observó sus ojos, el brillo de reconociendo en su mirada no dejaba dudas de que él la recordaba.
«Maldito, si la había reconocido», pero él no había dado ninguna señal de eso.
—Al fin nos volvemos a encontrar. —Dijo mientras sonreía por primera vez en la noche.
Mónica intentó liberarse de su agarre con sutileza para no llamar la atención de las personas que estaban cerca, pero él no la dejó ir.
—¿No dirás nada? —cuestionó cuando no recibió ninguna respuesta.
—Señor, debería de soltar mi mano. Estoy segura que a su novia no le gustara nada…
—Ella no es mi novia. —Hizo una pausa—. Pero tú sí.
—No sé de lo que habla señor. —Susurró lo más bajo que pudo, pero se aseguró de que él la escuchara. Él aún sostenía su mano, y trató de ignorar todas las sensaciones que corrían por su cuerpo con solo su tacto— Ahora si me disculpa, debo seguir con mi trabajo —Mónica tiró de su mano y se dio la vuelta tan pronto se liberó de él.—Está todo bien? —preguntó Jacob, uno de sus compañeros. Él siempre había sido muy amable con ella.—¿Ah? —Él la miraba con curiosidad. Le tomó unos segundos procesar su pregunta, sus pensamientos al parecer iban lentos— Oh, si —respondió y continuó su camino.Le informó a Alina, otra de sus compañeras, que se tomaría unos minutos para ir al baño. Necesitaba recuperar su firmeza, no entendía porque se había puesto así. No debió fingir que no sabía de qué hablaba, solo tenía que disculparse una vez más. Se miró al espejo, se mojó las manos y luego se las pasó por su cuello. Acomodó su uniforme y su cabello. Después de tomar una respiración profunda, decidió sa
Decir que no estaba sorprendida por lo que acaba de escuchar, era una mentira. Ahora podía entender lo sorprendido que debió de estar él cuando ella lo abordó de la nada y le pidió que fingiera ser su novio.Un pensamiento se le vino a la mente.—Está jugando conmigo ¿Cierto?—Nunca me atrevería. —Ella entrecerró sus ojos. Aún no creía que estuviera hablando en serio.—¿Entonces, porque me pide algo como eso, sin siquiera conocerme?—¿Por qué? ¿Qué tiene de malo? —Preguntó con inocencia— Tú lo hiciste —Era un hecho que él estaba tratando de molestarla.—Mi situación era distinta y usted lo sabe.—¿Y quién dijo que la mía no lo es?—Disculpe, pero no entiendo.—Tomemos algo mientras te cuento de que va. —Ella lo pensó unos segundos. Bien podría rechazar su oferta, darse la vuelta e irse. Pero, aunque quisiera negarlo, le debía un favor. Escucharía lo que tenía que decir y decidiría después que hacer— ¿Vamos? —Cuestionó él luego de que ella no respondió.—Está bien.Caminaron por la ace
—¿Mónica? —Su compañera tocó su hombro al no recibir una respuesta de su parte cuando la había llamado la primera vez.—¿Sí? —dijo sobresaltándose por lo inesperado que había sido eso. Se había quedado absorta en sus pensamientos desde hace varios minutos. La noche anterior apenas había podido dormir pensando en todo lo que le había ocurrido en los últimos dos días.William había llegado a poner su mundo de cabeza y ni siquiera se había involucrado con él de manera sentimental.—Creo que la mesa ya está más que limpia. —Dijo la chica con una sonrisa divertida en su rostro.Ella observó la mesa.—Tienes razón.—¿Sucede algo? —preguntó Alina. Aún mantenía la sonrisa en su rostro, pero su tono fue un poco más serio.—¿Qué? no, todo está bien —Su compañera no insistió. No eran tan cercanas como para compartir con ella lo que realmente pasaba por su mente.—Si quieres ve por tus cosas. Yo terminaré de cerrar.—De acuerdo, gracias.Entró a la habitación que tenían disponible para ellas y se
Mónica se observó en el espejó, por tercera ocasión o, quizás cuarta. No estaba segura del atuendo que había elegido ponerse para ese día, pese a que William le había dicho que podía ir de manera casual. Aunque era una reunión de negocios, estarían en una casa de campo.Se había puesto unos pantalones largos, una blusa blanca un poco holgada que dejaba al descubierto uno de sus hombros y unas botas cortas de color marrón. Se estaba debatiendo en si usar una blusa de otro color o no cuando su teléfono le notificó que tenía una llamada.Miró la pantalla y se sorprendió al ver que el identificador mostraba la palabra «cariño», por supuesto que no recordaba haber tenido un contacto con ese apelativo. Solo pudo haber sido…—William —musitó antes de contestar.—Estoy abajo —dijo él.Tenía tantas ganas de dejarlo esperando y esconderse en su departamento por el resto del fin de semana, en lugar de hacer lo que estaba pensando, dijo:—Voy en un minuto.Sin más tiempo para decidirse por otra p
El señor Hazlett se colocó de pie. William y Mónica no se movieron de sus lugares.—Oh, cariño —dijo Lukas.—Buenos días, papá —Ella lo abrazó y le dio un beso en la mejilla.—No esperaba verte tan temprano. —Lukas habría preferido que su hija continuara en su habitación. Aunque, quizás era mejor que ella enfrentara la realidad de una vez.—Tenemos visita —musitó posando su mirada en William y luego en Mónica.A ella no le pasó desapercibido su análisis mientras la recorría con la mirada. ¿Y si la reconocía del restaurante? Por supuesto que ya tenían una excusa por si eso sucedía, pero prefería no tener que recurrir a eso. Ya estaba fingiendo ser la novia de William y esperaba que esa mentira no llevara a otras.—Sí, le debía una reunión al señor Green y decidí invitarlo a desayunar.—Señorita Hazlett —Dijo William, esta vez se colocó de pie y Mónica nuevamente lo imitó, en especial porque aún él la sostenía de su mano.Livvie observó sus manos unidas y su ceño se frunció.—Entonces e
William estacionó su auto cerca del restaurante. Ese día Mónica debía trabajar a partir de la una de la tarde. Él la había llevado a almorzar luego de que ambos salieran de casa de los Hazlett. Desde entonces ella había estado un poco extraña. Intentó mantener conversaciones casuales con ella, pero lo único que recibió fueron escuetas respuesta y una que otra media sonrisa. Necesitaba saber que había ocurrido para que su brillo se apagara de un momento a otro. Quería arreglar cualquier cosa que la estuviera molestando. William salió del auto y abrió la puerta para ella. —Gracias por traerme —dijo ella luego de haber salido del auto y se giró para alejarse. —Mónica —dijo él y ella se detuvo, pensó en preguntarle que había cambiado. Pero no la miraba a ella compartiéndole el motivo de su cambio de humor— Gracias por tu ayuda —dijo en lugar de preguntar lo que quería saber. Ella asintió y siguió su camino. William no la perdió de vista hasta que ella entró al restaurante por una de
William dio algunas vueltas más por las calles de Wellington antes de llevar a Mónica a su casa. Quería pasar más tiempo con ella, además ella parecía disfrutar del viaje en motocicleta.Cuando por fin la dejó en la puerta de su departamento besó su mejilla y le deseó buenas noches. Mónica se apoyó en la puerta luego de cerrarla. Cerró sus ojos y le ordenó a su corazón bajar el ritmo. Aquel no era el momento de sentir lo que estaba sintiendo. A penas y lo conocía. Le asusta la forma en como su corazón latía y lo bien que se sentía con él. No era buena idea dejarse llevar, ya había vivido las consecuencias antes y, se prometió no volver hacerlo.Cuando apenas tenía diecisiete años se había entregado a su primer novio sin pensarlo demasiado. Luego le había tocado vivir un infierno con él. Cua
Mónica observó el lugar, parecía una zona exclusiva y muy segura. Él la invitó a entrar en cuando abrió la puerta. Ella dudó si hacerlo, aún no sabía el motivo por el cual estaba ahí. Y no era que desconfiaba de William, sin embargo, no creía que fuera una buena idea entrar en su casa.—Debes cambiarte de ropa o podrías enfermar —Dijo él como si leyera sus pensamientos— Mi casa estaba más cerca que la tuya. —explicó.—¿Y vives solo? —preguntó.—Por supuesto. Sé que es muy grande para una sola persona, pero me siento más cómodo aquí que en un lugar reducido. Además, está lejos del ruido de la ciudad.—Entiendo.—Ven te mostraré donde puedes cambiarte. Te prestaré algo de ropa mientras pongo a secar la tuya.William la