William dio algunas vueltas más por las calles de Wellington antes de llevar a Mónica a su casa. Quería pasar más tiempo con ella, además ella parecía disfrutar del viaje en motocicleta.
Cuando por fin la dejó en la puerta de su departamento besó su mejilla y le deseó buenas noches. Mónica se apoyó en la puerta luego de cerrarla. Cerró sus ojos y le ordenó a su corazón bajar el ritmo. Aquel no era el momento de sentir lo que estaba sintiendo. A penas y lo conocía. Le asusta la forma en como su corazón latía y lo bien que se sentía con él. No era buena idea dejarse llevar, ya había vivido las consecuencias antes y, se prometió no volver hacerlo.
Cuando apenas tenía diecisiete años se había entregado a su primer novio sin pensarlo demasiado. Luego le había tocado vivir un infierno con él. Cua
Mónica observó el lugar, parecía una zona exclusiva y muy segura. Él la invitó a entrar en cuando abrió la puerta. Ella dudó si hacerlo, aún no sabía el motivo por el cual estaba ahí. Y no era que desconfiaba de William, sin embargo, no creía que fuera una buena idea entrar en su casa.—Debes cambiarte de ropa o podrías enfermar —Dijo él como si leyera sus pensamientos— Mi casa estaba más cerca que la tuya. —explicó.—¿Y vives solo? —preguntó.—Por supuesto. Sé que es muy grande para una sola persona, pero me siento más cómodo aquí que en un lugar reducido. Además, está lejos del ruido de la ciudad.—Entiendo.—Ven te mostraré donde puedes cambiarte. Te prestaré algo de ropa mientras pongo a secar la tuya.William la
Mónica despertó, pero no sabía con exactitud qué hora era. La habitación estaba a oscuras, aun así, sabía que ya había amanecido. Un débil rayo de sol se colaba a través de la ventada evadiendo las cortinas y permitiéndole ver a William a su lado.No pudo evitar sonreír al recordar el extraordinario día y noche que él le había regalado.Intentó recordar cual había sido la última vez en la que se había sentido así, o al menos cerca. Pero era imposible recordar un solo momento. Porque nunca nadie la había tratado con tanta devoción, ni se habían esmerado en complacerla a cada instante. Incluso en algún momento se sintió como si él la amara, pero Mónica estaba consciente de que eso estaba lejos de suceder. Solo eran dos personas que se habían rendido a sus deseos.Se levan
Mónica no obtuvo una pronta respuesta. Él solo la observaba desde el marco de la puerta. Su paciencia estaba llegando a su límite cuando al fin él habló.—¿Puedo pasar?«¡Oh no eso no sucederá!», Se dijo a sí misma. No es que temiera a que su determinación flaquera, pero prefería mantener las distancias.—Solo quiero hacer una pregunta. —dijo él cuando la vio con la intención de negarse.—¿Qué parte de lo que hablamos hoy no entendiste? —Quizás debió hablar con él en persona y no por medio de una llamada, pero no estaba segura de poder enfrentarlo con la misma tranquilidad que lo hizo a través de una línea. De seguro habría terminado diciéndole el verdadero motivo del porque estaba terminando lo que sea que tenían.—Entendí todo perfectamente. Créeme.—¿Entonces...William le mostró la pantalla de su celular.—Esta mañana leíste este mensaje ¿cierto?Mónica no pudo evitar sentirse avergonzada y él pudo notarlo. William aprovechó que ella bajó la guardia, terminó por entrar al departam
Antes de conducir al aeropuerto llamó a Mónica. La noche anterior poco antes de ir a dormir había decidido que la llevaría a una cita hoy por la noche. Aún tenía que hacer un par de llamadas más, pero antes debía asegurarse de que ella aceptara. —Pasaré por ti a las siete —dijo luego de darle los buenos días. —¿Tendremos nuestra primera cita? ¿No deberías preguntar primero si tengo tiempo? —Cuestionó ella. —¿Por qué? ¿Estarás ocupada? —No. —¿Entonces…? Ah entendí. ¿Quieres cenar conmigo esta noche? —Eso está mejor —Musitó ella— Claro que quiero. —Bien, entonces nos vemos esta noche. —De acuerdo. —Le deseó un lindo día y se despidieron. Después de colgar llamó para hacer una reserva en uno de sus restaurantes favoritos, incluso ordenó lo que iban a comer. Llegó al aeropuerto con algunos minutos de retraso. Su primo lo vio con mala cara. Pero él ni se inmutó. Su primo bien podría haber pedido un taxi si no quería esperar. —Es extraño verte fuera de las cuatro paredes de eso q
Cuando Mónica regresó a la sala, encontró a William de pie. Se acercó a él y lo abrazó por la espalda. Él la miró sobre su hombro. —Es mi turno de hablar sobre mi familia. —dijo él. —Estaré encantada de escucharte. —Dijo con una sonrisa. La llevó hasta el sofá e hizo que ella se sentara sobre sus regazos. —Pero antes quiero preguntar ¿Por qué te gusta este tipo de lecturas? —dijo levantando el libro que aún sostenía. —¿Te refieres a que es una biografía? —Tiene contenido subido de tono ¿no? —Algunas páginas, sí. Pero ni siquiera es tan explícito ¿Ya lo leíste? —él negó. —¿Entonces, por qué te gusta? —Volvió a preguntar. —Algunos podrían decir que su contenido, otros, la forma en cómo se desarrolla la historia. Pero para mí no se trata solo de eso. Sino de estar viendo a través de esas letras el alma de una persona. Es saber que hay alguien en el mundo que te abre su corazón y te muestra todo lo que hay dentro. Y no tiene por qué, aun así, lo hace. Pero hay algo que me complac
Dos años antes. A Mónica le ilusionaba mucho estar en Christchurch, esa era su primera vez en la ciudad y esperaba pasarla muy bien con sus amigas. Quería creer que había acabado el acoso de su ex novio, porque hace semanas que no sabía nada de él, y esperaba que así continuara. Ella había terminado con Michael hace unos meses luego de enterarse de que él la había traicionado, más de una vez. Lo peor era que su ex no parecía haber entendido el mensaje. Pero ella estaba firme en su decisión, Jamás volvería a ser tan tonta, y caer en su juego, ni en el de ningún otro hombre. —Hemos llegado —anunció Jasmine sacándola de sus pensamientos. Ella era una de sus mejores amigas. Se había conocido en una fiesta en Wellington. Jasmine provenía de una familia rica que tenía varios negocios, entre ellos hoteles y también administraban un hipódromo en Wellington. Y casi a toda su familia les apasionaban las carreras de caballos. Y por eso estaban ahí: En el hipódromo del parque Riccarton. —¿Ami
—No sé cómo le haces para sonreír después de un día tan agotador —Le dijo una de sus compañeras mientras se cambiaban el uniforme por sus ropas casuales. Su turno había terminado.Era consciente de que ese día había sonreído más de lo normal. Se sentía diferente y había disfrutado de cada momento del día, incluso cuando el restaurante estuvo durante más de dos horas. No era ninguna tonta y negar que era por causa de la aparición de William en su vida, no cambiará nada.—Yo tampoco lo sé —respondió ella, aunque si lo sabía.En la salida se despidieron. Mónica se dirigió hacia el estacionamiento en donde sabía que William la esperaba.Jacob corrió para poder alcanzar a Mónica. Ese día él había planeado confesarle que ella le gustaba mucho desde que había comenzado a trabajar en el restaurante. Pero Jacob había decidido esperar para invitarla a salir, no quería apresurar las cosas. Sin embargo, le había enviado señales, pero ella parecía no haberlas entendido o simplemente había decidido
Mónica se sentía como en un sueño del que no quería despertar. Hacía su mejor esfuerzo por dejar atrás el miedo y las inseguridades. Pero a veces era inevitable pensar en las posibilidades de que un día su relación con William llegara a su fin. ¿Qué hará entonces si eso sucede? «Continuar», se había respondido a ella misma. De la misma forma que siempre lo ha hecho. Y mientras este sueño dure, se iba asegurar de poner de su parte para que lo suyo funcionara porque esta vez no era la única esforzándose. —Pasa —dijo él en cuanto abrió la puerta de su casa. Era fin de semana y habían acordado pasarlo en la casa de William. No era su primera vez ahí, sin embargo, aún se sentía cohibida. Y quizás para él eso no era un secreto porque la abrazó antes de besarla. —Siéntete cómoda —le susurró él, entonces se relajó. Se separaron al escuchar un carraspeo. A unos metros de ellos se encontraba de pie una mujer de media edad, tenía una sonrisa amable. —Margaret, te presento a Mónica, mi novi