Jasmine se levantó muy temprano en la mañana. Ese día tenía un par de reuniones. Y su padre le había avisado que llegaría a buscarla a su oficina para ir a almorzar juntos. Pese a su frialdad desde que murió su madre, él, a veces hacía estas cosas. No hablaban mucho, pero cuando él tenía algo que decir, lo decía sin tantos rodeos. Quizás en eso se parecía mucho a él. Recién se había bañado cuando su celular le notificó que tenía una llamada. Al ver el identificador, se sintió tentada a ignorar esa llamada. Era Livvie Hazlett, la chica no le desagradaba. Pero no eran amigas y quizás nunca lo serían después de su último encuentro. La última vez que la vio fue en Wellington en un restaurante, antes de que se mudara a Tauranga. Jasmine pasaba por su mesa cuando la escuchó mencionar el nombre de Mónica. —Esa tal Mónica Goodwin no está mal, pero es una simple mesera —Había dicho Livvie. —No puedo creer que William Green tenga esa clase de gustos —dijo la persona que la acompañaba. Jasmi
—¿Hasta cuándo tendré que quedarme en esta habitación? —preguntó Mónica a la doctora luego de examinarla. Le había dicho que todo estaba bien con ella y el bebé. El señor William había usado su influencia para que dejaran a Mónica bajo revisión. Aunque ella ya podía dejar el hospital, no tenía ni que intentar decirle que la llevaría a casa para saber que ella no se iría de ahí. —Aunque no hay ninguna razón para preocuparnos —respondió la doctora— Recomiendo que te quedes esta noche aquí. Regresaré mañana temprano para darte el alta. —Está bien —dijo. No es como si tuviera otra opción. La doctora se despidió de ella y de su madre. Catherine fue la única que se había quedado. Cuando la doctora llegó los había sacado a todos y solo le permitió a su madre quedarse con ella. Jasmine y Ariadna ingresaron en cuanto la doctora se fue. —Ya que están aquí, aprovecharé para ir por una taza de café —anunció su madre. —Por supuesto —Dijo Jasmine. —Voy con usted —Se ofreció Ariadna, pero en
Algunas semanas después. Mónica acarició con las yemas sus dedos la cicatriz de bala en el abdomen de William. Él aun dormía en la que ahora era su cama, en la habitación que había sido de sus padres. Ellos insistieron en que la joven pareja se quedara ahí. Y sus padres se habían mudado a una pequeña cabaña a un costado de la casa que usualmente usaban las visitas. Inclinó su cabeza y depositó besos en su pecho. Arrastró sus labios hasta su barbilla y no pudo evitar darle un leve mordisco. —¿Estás queriendo desayunarme? —Cuestionó él sin abrir sus ojos. —No es mala idea. Feliz cumpleaños amor —Dijo antes de besarlo en los labios. —¿Eso es todo? —preguntó cuando ella se separó. —De hecho, tengo algo para ti —dijo ella de manera coqueta mientras hacia un recorrido por su abdomen con sus dedos— Me preguntaba si estarías dispuesto a aceptar mi obsequio. —No existe la posibilidad de rechazarte —dijo él teniendo sus propias expectativas. En especial porque no habían tenido intimidad
—No lo harás con esa ropa, primo. —Se vio su cuerpo. Aun llevaba puesto la ropa de baño y se había colocado una camiseta luego de salir de la piscina. —Voy a casarme —musitó como si aún necesitara creerlo. Sus amigos se rieron de él, seguramente tenía una cara de bobo. Por un momento pensó que se trataba de una broma, pero lo descartó. Su Mónica, no se apuntaría a una cosa así y, tampoco su padre, aunque no podía decir lo mismo del par de amigos que tenía, pero esta vez parecían estar hablando en serio. Como sea, William seguiría las palabras de Mónica hasta el final. Daniel le tendió una mano, William la tomó y su primo le ayudo a levantarse. Su padre colocó una mano en su hombro. —Ve a tu habitación hijo, toma un baño. Yo buscaré tu traje —William asentía a lo que su padre decía como si tratara de memorizar cada detalle. Como si fuera una misión importante la que su padre le estaba encomendando. —Iré por nuestros trajes —Anunció Noah y salió de la casa. Fue a su auto y sacó un
—¿Qué sucede? ¿Mónica dónde estás? ¡Mónica! —Gritó William o al menos eso intentaba, pero ni él podía escuchar su propia voz. Todo estaba oscuro y tropezaba al caminar— Debo encontrarte, Necesito verte otra vez. —Aunque sus recuerdos eran confusos y no tenía idea de lo que hacía ahí. Sentía la imperiosa necesidad de ver a Mónica. Su corazón le dolía al verse tan impotente. William fue despertando de su sueño poco a poco, no estaba seguro de que era real y que no. La habitación en donde se encontraba ahora tenía un color claro y una persona estaba a su lado, pero no podía ver su rostro con claridad. —¿Mónica? —Susurró. La enfermera se giró al escuchar su voz. Pronto su doctor estuvo con él. Lo examinó mientras le hablaba y le hacía preguntas para asegurarse de su estado. —Le avisaré a sus padres que ha despertado. —Dijo el doctor. —Quiero ver a mi novia, Mónica. Ella está bien ¿Verdad? Mónica no esperó ni un segundo para salir casi corriendo a ver a William, cuando escuchó que él
De pie desde la puerta, Mónica y William observaron el interior de la suite. —Le dije a Jasmine que esto no era necesario. —La luz era tenue. Desde la puerta hasta la cama se extendía una alfombra roja con pétalos de rosas a los costados y algunas velas. sobre la cama había también pétalos de rosas que formaban un corazón. Y globos rojos en forma de corazón también. —¿Porqué? A mí me gusta. —Musitó William. —Lo sé, se ve hermoso. Pero estas velas pueden provocar un incendio —William recordó algunas de sus noches de las últimas semanas. Mónica se había despertado llorando al tener pesadillas. No necesitaba más respuestas para darse cuenta a que era a lo que ella más temía. Su esposa aún no había superado lo del incendio. Lo menos que quería era que esos miedos le afectaran, impidiéndole ser completamente feliz. Dejó la maleta a un lado y se giró hacia ella para tomar su rostro. En ese momento se prometió que borraría cualquier rastro de lágrimas. —Mírame —dijo él— No tienes que tem
William tomó la mano de su esposa mientras iban de regreso al aeropuerto para regresar a casa. Mónica levantó su cabeza para verlo y le sonrió o, al menos lo intentó. Venían de asistir al funeral de la hija de su amiga Ross, en Wellington. La pequeña había fallecido después de algunos días de nacida. La noticia la había puesto muy triste. William sabía que su esposa era muy sensible cuando se trataba de los niños, pero Mónica había estado con Ross en ese oscuro momento de su vida, al igual que Jasmine. Al llegar a casa en Pyes Pa, fueron directo a la habitación de su hija. A esa hora, la niña ya dormía en su cuna, y estaba muy segura. —Recién se durmió. —Les anunció la niñera antes de dejarlos a solas con su bebé. Habían pasado tres años desde su nacimiento. Diana, así la habían llamado. Su hija era una mezcla de ambos, pero el color de sus ojos eran color verde miel, algo curioso, porque en sus familias no había nadie con los ojos verdes. Quizás provenía de algún antepasado. Móni
El primer instinto de Mónica fue Correr y ocultarse de él en algún lugar, esa era la mejor idea que pasó por su mente, pero su cuerpo decidió no obedecerle justo en ese momento. Parecían como si sus pies estaban plantados en el suelo y tampoco podía quitarle la vista de encima.Aún mantenía una pequeña esperanza de que estuviera equivocada y que solo fuera su mente jugándole una mala broma.Muchas veces se había preguntado si algún día lo volvería a ver. Se había respondido a sí misma que: «Eso era imposible». Ahora existía la posibilidad de que esa persona estuviera justo frente a ella.Se recordó que debía respirar e hizo un esfuerzo por mantenerse imperturbable. Esperaba que pudiera lograrlo.El hombre al que no creyó volver a ver posó su mirada en ella. Solo lo había visto una vez, sin embargo, eso había sido suficiente para no olvidarlo, en especial por lo que ocurrió entre ellos. En cuanto sus miradas se encontraron sus dudas se esfumaron, era él. Aún después de dos años, podía