—¿Mónica? —Su compañera tocó su hombro al no recibir una respuesta de su parte cuando la había llamado la primera vez.
—¿Sí? —dijo sobresaltándose por lo inesperado que había sido eso. Se había quedado absorta en sus pensamientos desde hace varios minutos. La noche anterior apenas había podido dormir pensando en todo lo que le había ocurrido en los últimos dos días.
William había llegado a poner su mundo de cabeza y ni siquiera se había involucrado con él de manera sentimental.
—Creo que la mesa ya está más que limpia. —Dijo la chica con una sonrisa divertida en su rostro.
Ella observó la mesa.
—Tienes razón.
—¿Sucede algo? —preguntó Alina. Aún mantenía la sonrisa en su rostro, pero su tono fue un poco más serio.
—¿Qué? no, todo está bien —Su compañera no insistió. No eran tan cercanas como para compartir con ella lo que realmente pasaba por su mente.
—Si quieres ve por tus cosas. Yo terminaré de cerrar.
—De acuerdo, gracias.
Entró a la habitación que tenían disponible para ellas y se cambió su uniforme por su ropa casual. Estaba por salir cuando se dio una mirada en el espejo y no le gustó lo que vio. Se soltó el cabello, y lo peinó. También se colocó un poco de labial.
—¿Qué estoy haciendo? —musitó frente a su reflejo. Sonrió y negó con la cabeza. Ya era tarde y no había tenido noticias de William, no sabía si realmente él la buscaría esa noche como le había dicho. Se colocó el bolso en su hombro antes de salir.
Algunas gotas de lluvia golpearon su rostro cuando estaba fuera del restaurante a punto de cruzar la calle.
—¡Genial! —musitó observando hacía el cielo. Ahora tendría que correr hasta la parada del autobús o tomar un taxi sino quería mojarse.
Aún no había tomado una decisión cuando la lluvia comenzó a caer con más ímpetu. Se preparó para correr, pero justo antes de que lo hiciera un paraguas de color negro se abrió sobre su cabeza y un brazo envolvió su cintura. A penas logró contener un jadeo mientras giraba su cuello e inclinaba su cabeza hacia atrás para encontrarse con el rostro de William.
El vestía todo de negro. Su cabello estaba un poco desordenado, aun así, se miraba muy atractivo, demasiado diría ella. Y lo que es peor su fragancia nublaba sus sentidos.
—Ven conmigo —Dijo él girándolos hacía su derecha. Había tenido que estacionar a una cuadra de ahí porque no había espacio.
Ella no opuso ninguna resistencia y se dejó llevar. William siguió resguardándola de la lluvia hasta que entró al auto, luego se subió él detrás del volante.
—Pensaste que no vendría —afirmó él con una sonrisa mientras la miraba desde su lugar.
Mónica no lo negó.
—Supongo que no tengo tanta suerte.
—¡Auch! Eso dolió —dijo llevándose una mano al pecho. Parecía ofendido, pero al final una sonrisa en sus labios le dijo que se estaba divirtiendo.
—Si vamos a hacer esto… —Comenzó a decir ella. No tenía caso postergar la conversación. Ya tenía una decisión, lo supo desde el primer momento, pero solo quería algo de tiempo para asimilar la situación en la que estaba a punto de meterse.
—Espera —dijo él interrumpiéndola— ¿Ya cenaste?
—¿Eh? —Lo miró confundida.
—Yo aún no. Y tengo mucha hambre.
—¿Estás hablando en serio? mira la hora que es. —dijo algo molesta.
—Lo sé. Tenía trabajo que hacer. Y si quería venir a verte debía terminarlo antes.
—¿Estás diciendo que es mi culpa que te saltaras la cena?
—No, yo no dije eso. —Ella lo miró como si quisiera fulminarlo con la mirada— Está bien, no tienes por qué molestarte. Te llevaré a tu casa. —dijo él mientras arrancaba su auto.
¿Quién iba a decir que con ese dulce rostro podría ser tan gruñona?, pensó. Pero eso estaba lejos de molestarle, en su lugar le gustaba. Y no podría explicarlo.
Mónica cerró sus ojos unos segundos y soltó un suspiro antes de volver abrirlo. Se giró para verlo.
—De acuerdo —dijo en tono de aceptación— A unas cuadras de mi casa hay una pizzería. Aún debe de estar abierta —De todas formas, ella a penas y probó bocado a eso de las seis, ya habían pasado algunas horas de eso.
William continuó conduciendo con su mirada puesta en la pista y no respondió nada.
—Oye —dijo ella— ¿William?
—¿Sí? —respondió.
—Escuchaste lo que dije ¿no?
—Sí.
—¿Entonces? ¿O qué? ¿Comer un trozo de pizza podría estropear tu estricta dieta y dañar tu perfecto cuerpo? —preguntó en tono de burla.
Él la miró un segundo y sonrió.
—Es bueno saber qué piensas que soy perfecto. —La miró y le dio un guiño.
Bueno, no era ninguna ciega como para no darse cuenta de que estaba en muy buena forma, pero jamás se lo diría en voz alta, eso solo alimentaria su ego.
«Idiota», solo lo pensó. Pero trató de decírselo con su mirada. William sonrió como si hubiera sabido lo que pasaba por su mente.
—Me estaba burlando ¿Acaso no te diste cuenta?
—Sí, sí. Como digas.
Mónica se cruzó de brazos, tenía tantas ganas de decir algo más, pero decidió girar su cabeza y mirar a través de la venta del auto mientras este estaba en movimiento. Era la tercera noche consecutiva que miraba a William y la segunda en la que él la llevaba en su auto.
Después de aquel incómodo encuentro en el restaurante, habría preferido que cada quien siguiera con su vida como lo hicieron luego de la primera vez que se cruzaron hace dos años.
Nunca había creído en el destino y era mejor no empezar ahora. Quizás después de que él obtenga su objetivo dejará de aparecer en su vida y todo será como antes, cada quien en su mundo. Porque no necesitaba ser un genio para darse cuenta de que él no era una persona ordinaria.
—¿Es aquí? —Su pregunta la sacó de sus divagaciones. Lo miró y le costó unos segundos darse cuenta a que se refería. Estaban frente a la pizzería de la que ella le había hablado, pero no recordaba haberle dicho la dirección exacta ¿Cómo es que había dado con el lugar? — Vi el rótulo anoche luego de que te dejé en tu departamento —Explicó él. Debió haber leído la pregunta en su rostro.
Ella se bajó y él de inmediato la siguió. Estuvo a su lado casi en un parpadeo. Entraron juntos al pequeño local y se sentaron en una de las mesas desocupadas.
William la vio levantar la mano y saludar a alguien. Él se giró para ver de quien se trataba. Era un hombre como de unos treinta años o más.
—¿Quién es? —preguntó.
—Es el dueño del lugar —respondió ella.
—Y supongo que lo conoces —dijo en tono aburrido.
—Así es —fue todo lo que ella respondió. Conocía a Federico no hace más de un año. Había sido gracias a él que obtuvo su actual trabajo en el restaurante.
—Mónica, es un placer verte por aquí —el hombre lo miró a él— Buenas noches —saludó. William respondió con un asentimiento. Habría sido más educado responder de la misma manera, pero no le dio la gana.
—Fed, Él es William. —Lo presentó.
—Me llamo Federico —él le extendió la mano— Es un gusto tenerlo por aquí, supongo que es su primera vez, sea Bienvenido —William tomó su mano.
—Bonito lugar —comentó.
Mónica lo vio extrañada. Para ser alguien que siempre tiene más que un comentario que decir, estaba muy callado. No le dio tantas vueltas al asunto y se concentró en el menú mientras Federico les decía también algunas opciones.
—Me gustaría pedir esta —Lo miró a él— ¿Qué dices?
—Por mí está bien lo que tu pidas —respondió.
Federico se retiró luego de anotar el pedido.
—¿No crees que fuiste muy descortés? —preguntó ella.
—¿Yo? —William se aseguró de sonar inocente, pero no la engañó— ¿Son muy cercanos? —soltó.
—Somos amigos desde hace un tiempo. Pero casi no nos vemos desde que trabajo en el restaurante. —William asintió.
—¿Y tú?
—¿Yo qué?
—¿No tienes amigos, amigas? Pudiste pedirle a alguien de confianza que fingiera ser tu novia. —William pensó en las posibilidades que tenía y, quizás si había un par de amigas, pero no pensó en ninguna cuando sus pensamientos estaban puestos en ella.
—Confío en ti. —dijo y le dio una sonrisa.
—¿Y a que te dedicas? —preguntó cambiando de tema, si iba a fingir estar con él, debía hacerlo bien. Si no sabía nada de William probablemente cometería un error.
En ese momento un joven se acercó y colocó su pedido en medio de la mesa. Les deseó buen provecho y luego se alejó. Él la instó a tomar un trozo de la pizza mientras él tomaba de su refresco.
—Soy veterinario y me dedico a la crianza de pura sangre. —respondió él— a veces también hago que mis caballos compitan en algunos torneos. Aunque no es tan común que lo haga.
—Ah, ok. Ese día en el Parque Riccarton no estabas ahí solo por diversión —afirmó ella.
William negó con la cabeza antes de responder.
—Fui para concretar una venta.
El día que se conocieron William había ido a Christchurch para negociar con un cliente uno de sus caballos. Se dirigía al punto de encuentro cuando la figura de una mujer llamó su atención. El color de sus cabellos era castaño y le caía como cascada sobre toda su espalda. Ella parecía estar embelesada observando a los niños jugar, podía ver sus ojos brillar con algo parecido a la ilusión. Ella sonreía. Sintió el impulso de acercársele, pero lo pensó mejor y, no era buena idea. Estaba por darse la vuelta cuando vio a un hombre llegar hasta ella. Se habría ido sino hubiera visto la incomodidad y la molestia en el rostro de la chica. Parecían estar discutiendo. Entonces, William no lo pensó demasiado, y decidió acercarse más, solo para asegurarse de que ella estuviera bien. Lo que jamás se imaginó fue que ella pusiera su atención en él y decidiera utilizarlo para deshacerse del tipo, y mucho menos se imaginó que él terminaría besándola como lo hizo.
Al recordar ese momento, él deslizó su mirada hasta sus labios, y deseó repetir aquel beso solo para asegurarse de que sabían igual a como los recordaba. La chica de ojos marrones se sonrojó como si supiera lo que estaba pensando.
Mónica se observó en el espejó, por tercera ocasión o, quizás cuarta. No estaba segura del atuendo que había elegido ponerse para ese día, pese a que William le había dicho que podía ir de manera casual. Aunque era una reunión de negocios, estarían en una casa de campo.Se había puesto unos pantalones largos, una blusa blanca un poco holgada que dejaba al descubierto uno de sus hombros y unas botas cortas de color marrón. Se estaba debatiendo en si usar una blusa de otro color o no cuando su teléfono le notificó que tenía una llamada.Miró la pantalla y se sorprendió al ver que el identificador mostraba la palabra «cariño», por supuesto que no recordaba haber tenido un contacto con ese apelativo. Solo pudo haber sido…—William —musitó antes de contestar.—Estoy abajo —dijo él.Tenía tantas ganas de dejarlo esperando y esconderse en su departamento por el resto del fin de semana, en lugar de hacer lo que estaba pensando, dijo:—Voy en un minuto.Sin más tiempo para decidirse por otra p
El señor Hazlett se colocó de pie. William y Mónica no se movieron de sus lugares.—Oh, cariño —dijo Lukas.—Buenos días, papá —Ella lo abrazó y le dio un beso en la mejilla.—No esperaba verte tan temprano. —Lukas habría preferido que su hija continuara en su habitación. Aunque, quizás era mejor que ella enfrentara la realidad de una vez.—Tenemos visita —musitó posando su mirada en William y luego en Mónica.A ella no le pasó desapercibido su análisis mientras la recorría con la mirada. ¿Y si la reconocía del restaurante? Por supuesto que ya tenían una excusa por si eso sucedía, pero prefería no tener que recurrir a eso. Ya estaba fingiendo ser la novia de William y esperaba que esa mentira no llevara a otras.—Sí, le debía una reunión al señor Green y decidí invitarlo a desayunar.—Señorita Hazlett —Dijo William, esta vez se colocó de pie y Mónica nuevamente lo imitó, en especial porque aún él la sostenía de su mano.Livvie observó sus manos unidas y su ceño se frunció.—Entonces e
William estacionó su auto cerca del restaurante. Ese día Mónica debía trabajar a partir de la una de la tarde. Él la había llevado a almorzar luego de que ambos salieran de casa de los Hazlett. Desde entonces ella había estado un poco extraña. Intentó mantener conversaciones casuales con ella, pero lo único que recibió fueron escuetas respuesta y una que otra media sonrisa. Necesitaba saber que había ocurrido para que su brillo se apagara de un momento a otro. Quería arreglar cualquier cosa que la estuviera molestando. William salió del auto y abrió la puerta para ella. —Gracias por traerme —dijo ella luego de haber salido del auto y se giró para alejarse. —Mónica —dijo él y ella se detuvo, pensó en preguntarle que había cambiado. Pero no la miraba a ella compartiéndole el motivo de su cambio de humor— Gracias por tu ayuda —dijo en lugar de preguntar lo que quería saber. Ella asintió y siguió su camino. William no la perdió de vista hasta que ella entró al restaurante por una de
William dio algunas vueltas más por las calles de Wellington antes de llevar a Mónica a su casa. Quería pasar más tiempo con ella, además ella parecía disfrutar del viaje en motocicleta.Cuando por fin la dejó en la puerta de su departamento besó su mejilla y le deseó buenas noches. Mónica se apoyó en la puerta luego de cerrarla. Cerró sus ojos y le ordenó a su corazón bajar el ritmo. Aquel no era el momento de sentir lo que estaba sintiendo. A penas y lo conocía. Le asusta la forma en como su corazón latía y lo bien que se sentía con él. No era buena idea dejarse llevar, ya había vivido las consecuencias antes y, se prometió no volver hacerlo.Cuando apenas tenía diecisiete años se había entregado a su primer novio sin pensarlo demasiado. Luego le había tocado vivir un infierno con él. Cua
Mónica observó el lugar, parecía una zona exclusiva y muy segura. Él la invitó a entrar en cuando abrió la puerta. Ella dudó si hacerlo, aún no sabía el motivo por el cual estaba ahí. Y no era que desconfiaba de William, sin embargo, no creía que fuera una buena idea entrar en su casa.—Debes cambiarte de ropa o podrías enfermar —Dijo él como si leyera sus pensamientos— Mi casa estaba más cerca que la tuya. —explicó.—¿Y vives solo? —preguntó.—Por supuesto. Sé que es muy grande para una sola persona, pero me siento más cómodo aquí que en un lugar reducido. Además, está lejos del ruido de la ciudad.—Entiendo.—Ven te mostraré donde puedes cambiarte. Te prestaré algo de ropa mientras pongo a secar la tuya.William la
Mónica despertó, pero no sabía con exactitud qué hora era. La habitación estaba a oscuras, aun así, sabía que ya había amanecido. Un débil rayo de sol se colaba a través de la ventada evadiendo las cortinas y permitiéndole ver a William a su lado.No pudo evitar sonreír al recordar el extraordinario día y noche que él le había regalado.Intentó recordar cual había sido la última vez en la que se había sentido así, o al menos cerca. Pero era imposible recordar un solo momento. Porque nunca nadie la había tratado con tanta devoción, ni se habían esmerado en complacerla a cada instante. Incluso en algún momento se sintió como si él la amara, pero Mónica estaba consciente de que eso estaba lejos de suceder. Solo eran dos personas que se habían rendido a sus deseos.Se levan
Mónica no obtuvo una pronta respuesta. Él solo la observaba desde el marco de la puerta. Su paciencia estaba llegando a su límite cuando al fin él habló.—¿Puedo pasar?«¡Oh no eso no sucederá!», Se dijo a sí misma. No es que temiera a que su determinación flaquera, pero prefería mantener las distancias.—Solo quiero hacer una pregunta. —dijo él cuando la vio con la intención de negarse.—¿Qué parte de lo que hablamos hoy no entendiste? —Quizás debió hablar con él en persona y no por medio de una llamada, pero no estaba segura de poder enfrentarlo con la misma tranquilidad que lo hizo a través de una línea. De seguro habría terminado diciéndole el verdadero motivo del porque estaba terminando lo que sea que tenían.—Entendí todo perfectamente. Créeme.—¿Entonces...William le mostró la pantalla de su celular.—Esta mañana leíste este mensaje ¿cierto?Mónica no pudo evitar sentirse avergonzada y él pudo notarlo. William aprovechó que ella bajó la guardia, terminó por entrar al departam
Antes de conducir al aeropuerto llamó a Mónica. La noche anterior poco antes de ir a dormir había decidido que la llevaría a una cita hoy por la noche. Aún tenía que hacer un par de llamadas más, pero antes debía asegurarse de que ella aceptara. —Pasaré por ti a las siete —dijo luego de darle los buenos días. —¿Tendremos nuestra primera cita? ¿No deberías preguntar primero si tengo tiempo? —Cuestionó ella. —¿Por qué? ¿Estarás ocupada? —No. —¿Entonces…? Ah entendí. ¿Quieres cenar conmigo esta noche? —Eso está mejor —Musitó ella— Claro que quiero. —Bien, entonces nos vemos esta noche. —De acuerdo. —Le deseó un lindo día y se despidieron. Después de colgar llamó para hacer una reserva en uno de sus restaurantes favoritos, incluso ordenó lo que iban a comer. Llegó al aeropuerto con algunos minutos de retraso. Su primo lo vio con mala cara. Pero él ni se inmutó. Su primo bien podría haber pedido un taxi si no quería esperar. —Es extraño verte fuera de las cuatro paredes de eso q