El señor Hazlett se colocó de pie. William y Mónica no se movieron de sus lugares.
—Oh, cariño —dijo Lukas.
—Buenos días, papá —Ella lo abrazó y le dio un beso en la mejilla.
—No esperaba verte tan temprano. —Lukas habría preferido que su hija continuara en su habitación. Aunque, quizás era mejor que ella enfrentara la realidad de una vez.
—Tenemos visita —musitó posando su mirada en William y luego en Mónica.
A ella no le pasó desapercibido su análisis mientras la recorría con la mirada. ¿Y si la reconocía del restaurante? Por supuesto que ya tenían una excusa por si eso sucedía, pero prefería no tener que recurrir a eso. Ya estaba fingiendo ser la novia de William y esperaba que esa mentira no llevara a otras.
—Sí, le debía una reunión al señor Green y decidí invitarlo a desayunar.
—Señorita Hazlett —Dijo William, esta vez se colocó de pie y Mónica nuevamente lo imitó, en especial porque aún él la sostenía de su mano.
Livvie observó sus manos unidas y su ceño se frunció.
—Entonces es verdad. Debo reconocer que dudé de tu palabra. —dijo Livvie sin parecer nada avergonzada.
—Cariño, te presento a la señorita Goodwin. —Intervino su padre.
—Mucho gusto —dijo Mónica extendiendo su mano— Mi nombre es Mónica y soy la novia de William— Decirlo en voz alta no se sintió tan extraño como creyó.
—Livvie —dijo tomándola luego de pensarlo algunos segundos. No podía esconder el hecho de que lo hizo solo por cortesía. Al menos parecía sincera en cuanto a sus sentimientos.
—Bueno —dijo Lukas llamando la atención de todos— será mejor terminar con nuestro desayuno.
Los cuatro tomaron asiento e hicieron lo que Lukas dijo. Mónica podía sentir la mirada de Livvie sobre ella. No se lo tomó personal y hasta quizás podría entender su curiosidad.
—Entonces, señor Green. —Habló Lukas— hábleme de Darcy —Darcy era el caballo pura sangre—, aunque leí su ficha, me gustaría saber más.
—Por supuesto. Y para que pueda apreciarlo personalmente no tendrá que ir a ningun lugar después. Mi personal lo traerá a su casa en… —miró su reloj— una media hora.
—Oh, eso es estupendo. Mandaré que los dejen entrar y los guíen hasta las caballerizas.
Los dos hombres se enfrascaron en una conversación sobre el espécimen. Hasta podría asegurar que hablaban en otro idioma. Usaban términos que ella nunca había escuchado. Quizás debió investigar unas cuantas cosas al respecto.
—¿Hace cuánto conoces a William? —La pregunta surgió de pronto, pero eso sirvió para que saliera de sus divagaciones.
Dejó el cubierto con el trozo de fruta sobre su plato, tomó la servilleta y limpió las comisuras de sus labios. Cualquiera diría que estaba acostumbrada a todo aquello.
—Desde hace dos años —respondió— Nos conocimos en Christchurch —Ambos habían optado por decir parte de la verdad en caso de que preguntas como esa surgieran.
—Eso es mucho tiempo. Pero nunca había escuchado hablar de ti. —Dijo con clara intención de provocarla.
—Bueno, supongo que es porque no había nada que decir. No nos veíamos con mucha frecuencia. —Dijo Mónica. Sus palabras no eran del todo ciertas, pero ella no tenía por qué saberlo.
—Hasta que la invité a salir y desde entonces no puedo dejar de verla. —Dijo William. Su comentario le produjeron palpitaciones rápidas. Se recordó que todo era parte de una farsa y se limitó a sonreír.
—¿Hace cuanto salen juntos?
—Algunas semanas —respondieron al mismo tiempo.
—Cariño, no incomodes a nuestros invitados con…
—Tengo la sensación de que te he visto antes —dijo Livvie ignorando a su padre. Se llevó una mano a su barbilla, estaba haciendo un esfuerzo por recordar. Sacudió la cabeza—, pero no puedo recordar de dónde.
—Es posible —dijo Mónica—, a mí me sucede lo mismo. —otra mentira, era mejor que se quedara callada.
—¿Qué les parece si les muestro el lugar? —Ofreció el señor Hazlett.
William miró a Mónica, ella era su novia, al menos por un día y haría lo que ella quisiera.
—Eso me encantaría. —Respondió ella. Esperaba esa respuesta, había visto como a ella le había encantado aquel lugar.
—Entonces vamos. —William volvió a tomar su mano mientras seguían a Lukas y a su hija quienes lideraban el camino.
Después de algunos minutos caminando llegaron a donde estaba un pequeño rebaño de ovejas. De donde Mónica provenía había muchos rebaños de ovejas y vacas por lo que no se sorprendió, estaba acostumbrada a verla por todas partes.
Miró a William sacar su teléfono.
—El remolque en el que transportan a Darcy ha llegado —anunció mientras volvía a guardar su móvil.
—Perfecto, entonces vamos, por aquí —señaló Hazlett.
Cuando llegaron a las caballerizas el caballo pura sangre del que tanto había escuchado hablar salía de su remolque. Era de un color marrón bastante oscuro y de un pelaje muy brillante. En una de las patas delanteras y en una trasera tenía una mancha blanca. Era perfecto.
—Guao —dijo Livvie al verlo. Ella era una jinete profesional de carreras de caballos y participaba en los torneos más importantes. Por supuesto que había ganado algunos de ellos. Y su nombre estaba entre los mejores jinetes al igual que lo estuvo su abuelo en su tiempo.
—Magnífico —Dijo Hazlett.
—Es hermoso —Susurró Mónica.
—¿Te gusta? —Preguntó William.
—¿Y a quién no? Es perfecto. —William sonrió.
—Lo sé. Es alto, fuerte y lo más importante; es muy veloz.
—¿Estás seguro de querer deshacerte de él? —Ella susurró la pregunta. Solo era curiosidad, no es como si fuera de su incumbencia.
—Bueno, esto es lo que hago. Además, tengo otros ejemplares igual de espectaculares. —Esto último lo dijo en voz baja para que solo ella lo escuchara.
Los Hazlett salieron de su embelesamiento y se giraron para verlos. Lukas tomó su porte de hombre de negocios, mientras que su hija se mantuvo serena. Ambos hicieron algunas preguntas mientras revisaban los documentos que William le entregó a Lukas y que su abogado se había encargado de preparar. William contestó a todas sus preguntas y, aun así, no parecían convencidos.
Mónica se preguntó qué era lo que realmente querían ¿Quizás que William bajara su precio? Estaba segura de que eso no iba a suceder. Se acercó a Darcy para acariciarlo. Se sorprendió al ver que parecía dócil, pero no se dejó engañar, sin embargó no se echó para atrás.
A pesar de que William parecía concentrado en su conversación con los Hazlett no dejó de prestarle atención a Mónica. Estaba a punto de tomarla del brazo y atraerla hacia él, pero al ver que Darcy la aceptó, dejó que ella lo acariciara.
—Cariño —Dijo ella de pronto. William se giró para verla algo confundido.
—¿Sí? —dijo tratando de seguirle la corriente.
—Podría quedarme con él. Estoy segura de que a mi sobrina le encantará. —No tenía idea de donde había salido esa idea, porque ni siquiera tenía dinero para comprarse un pequeño cachorro, mucho menos un animal tan costoso como aquel.
—¿Tú crees? —Ella asintió con una sonrisa, como si él hubiera aceptado. William se le quedó observando como un bobo, perdido en esa sonrisa que hacía que su corazón se acelerara.
—No creo que una niña pueda manejarlo —dijo Livvie. Estaba claro que Darcy había sido creado y entrenado para correr y ser un campeón, no para jugar con niños.
—Que no te escuche llamarla niña. —Dijo Mónica sin perder su sonrisa— Ya es una adolescente y por supuesto que puede y no dudo de que será una campeona.
—Papá quiero tener a Darcy —dijo la rubia como una niña decidida a obtener el juguete que desea.
—En ese caso… —Dijo Lukas y miró a William— ¿Señor Green puede mi hija dar un paseo antes? —William miró a Mónica y ella le dio un guiño, entonces entendió lo que ella había estado haciendo.
—Por supuesto —Respondió William. Rodeó la cintura de Mónica y se inclinó para susurrarle al oído—: Tendré que agradecerte por esto más tarde.
«¿Agradecerme?», se preguntó. No esperaba nada de él, se supone que solo está devolviéndole un favor. Además, mientras más rápido llegan a un acuerdo, más pronto podía salir de aquel lío.
Se sentaron alrededor de una mesa mientras observaban a Livvie varios metros más allá sobre el césped mientras montaba al caballo.
—Buenas tardes —interrumpió un hombre vestido con traje— Señor Hazlett ¿Cómo está? Lamento llegar tarde —Se disculpó y extendió su mano para saludar.
—Isaac —dijo Lukas respondiendo a su saludo. Lo invitó a sentarse luego de haberlos presentado con el recién llegado. Isaac era el abogado de los Hazlett. Lukas le pidió que revisara los documentos para la adquisición de Darcy.
—Estos documentos están en orden —dijo su abogado algunos minutos después. Lukas asintió.
—¿Y? —Cuestionó Lukas al ver llegar a su hija con una sonrisa.
—Es perfecto para mí —respondió Livvie sin ningún atisbo de duda.
—Entonces, no se hablé más. —Los invitó a ir al interior de la casa grande y luego de haber firmado cada uno de los documentos alguien sirvió algunos bocadillos y algo para tomar.
Casi una hora más tarde, cuando ya estaban listo para irse, Mónica se disculpó para ir al baño. Una mujer muy amable le mostró el camino. Lavó sus manos luego de haber utilizado el sanitario. Se miró al espejo y arregló su cabello y ropa antes de salir. No había nadie en el pasillo por donde había llegado, pero sabía cómo regresar con William. De pronto Livvie apareció.
—William me interesa. —Dijo como si nada.
—Lo sé. Él me lo dijo. —Trató de mantener la misma calma que ella.
—Es por eso que estás aquí ¿Temes que se fije en mí? —sonrió.
—Eso no va a pasar. —Respondió con una seguridad que no sentía— Si lo acompañé fue porque él me lo pidió, pero no acostumbro a estar con él mientras trabaja.
—Me agradas —Eso si la sorprendió— Pero no te equivoques, aún estaré aquí para cuando ustedes terminen.
«¿Era en serio?», admiró su determinación, pero también sintió pena. Podría estar perdiendo su tiempo y la oportunidad de conocer a alguien más. Aunque en realidad William era libre, pero no parecía que fuera a cambiar de opinión con respecto a Livvie.
—Al menos no eres la engreída de Susan Anderson. —Con eso último Livvie se dio la vuelta dejándola algo confundida.
¿Quién era Susan?
William estacionó su auto cerca del restaurante. Ese día Mónica debía trabajar a partir de la una de la tarde. Él la había llevado a almorzar luego de que ambos salieran de casa de los Hazlett. Desde entonces ella había estado un poco extraña. Intentó mantener conversaciones casuales con ella, pero lo único que recibió fueron escuetas respuesta y una que otra media sonrisa. Necesitaba saber que había ocurrido para que su brillo se apagara de un momento a otro. Quería arreglar cualquier cosa que la estuviera molestando. William salió del auto y abrió la puerta para ella. —Gracias por traerme —dijo ella luego de haber salido del auto y se giró para alejarse. —Mónica —dijo él y ella se detuvo, pensó en preguntarle que había cambiado. Pero no la miraba a ella compartiéndole el motivo de su cambio de humor— Gracias por tu ayuda —dijo en lugar de preguntar lo que quería saber. Ella asintió y siguió su camino. William no la perdió de vista hasta que ella entró al restaurante por una de
William dio algunas vueltas más por las calles de Wellington antes de llevar a Mónica a su casa. Quería pasar más tiempo con ella, además ella parecía disfrutar del viaje en motocicleta.Cuando por fin la dejó en la puerta de su departamento besó su mejilla y le deseó buenas noches. Mónica se apoyó en la puerta luego de cerrarla. Cerró sus ojos y le ordenó a su corazón bajar el ritmo. Aquel no era el momento de sentir lo que estaba sintiendo. A penas y lo conocía. Le asusta la forma en como su corazón latía y lo bien que se sentía con él. No era buena idea dejarse llevar, ya había vivido las consecuencias antes y, se prometió no volver hacerlo.Cuando apenas tenía diecisiete años se había entregado a su primer novio sin pensarlo demasiado. Luego le había tocado vivir un infierno con él. Cua
Mónica observó el lugar, parecía una zona exclusiva y muy segura. Él la invitó a entrar en cuando abrió la puerta. Ella dudó si hacerlo, aún no sabía el motivo por el cual estaba ahí. Y no era que desconfiaba de William, sin embargo, no creía que fuera una buena idea entrar en su casa.—Debes cambiarte de ropa o podrías enfermar —Dijo él como si leyera sus pensamientos— Mi casa estaba más cerca que la tuya. —explicó.—¿Y vives solo? —preguntó.—Por supuesto. Sé que es muy grande para una sola persona, pero me siento más cómodo aquí que en un lugar reducido. Además, está lejos del ruido de la ciudad.—Entiendo.—Ven te mostraré donde puedes cambiarte. Te prestaré algo de ropa mientras pongo a secar la tuya.William la
Mónica despertó, pero no sabía con exactitud qué hora era. La habitación estaba a oscuras, aun así, sabía que ya había amanecido. Un débil rayo de sol se colaba a través de la ventada evadiendo las cortinas y permitiéndole ver a William a su lado.No pudo evitar sonreír al recordar el extraordinario día y noche que él le había regalado.Intentó recordar cual había sido la última vez en la que se había sentido así, o al menos cerca. Pero era imposible recordar un solo momento. Porque nunca nadie la había tratado con tanta devoción, ni se habían esmerado en complacerla a cada instante. Incluso en algún momento se sintió como si él la amara, pero Mónica estaba consciente de que eso estaba lejos de suceder. Solo eran dos personas que se habían rendido a sus deseos.Se levan
Mónica no obtuvo una pronta respuesta. Él solo la observaba desde el marco de la puerta. Su paciencia estaba llegando a su límite cuando al fin él habló.—¿Puedo pasar?«¡Oh no eso no sucederá!», Se dijo a sí misma. No es que temiera a que su determinación flaquera, pero prefería mantener las distancias.—Solo quiero hacer una pregunta. —dijo él cuando la vio con la intención de negarse.—¿Qué parte de lo que hablamos hoy no entendiste? —Quizás debió hablar con él en persona y no por medio de una llamada, pero no estaba segura de poder enfrentarlo con la misma tranquilidad que lo hizo a través de una línea. De seguro habría terminado diciéndole el verdadero motivo del porque estaba terminando lo que sea que tenían.—Entendí todo perfectamente. Créeme.—¿Entonces...William le mostró la pantalla de su celular.—Esta mañana leíste este mensaje ¿cierto?Mónica no pudo evitar sentirse avergonzada y él pudo notarlo. William aprovechó que ella bajó la guardia, terminó por entrar al departam
Antes de conducir al aeropuerto llamó a Mónica. La noche anterior poco antes de ir a dormir había decidido que la llevaría a una cita hoy por la noche. Aún tenía que hacer un par de llamadas más, pero antes debía asegurarse de que ella aceptara. —Pasaré por ti a las siete —dijo luego de darle los buenos días. —¿Tendremos nuestra primera cita? ¿No deberías preguntar primero si tengo tiempo? —Cuestionó ella. —¿Por qué? ¿Estarás ocupada? —No. —¿Entonces…? Ah entendí. ¿Quieres cenar conmigo esta noche? —Eso está mejor —Musitó ella— Claro que quiero. —Bien, entonces nos vemos esta noche. —De acuerdo. —Le deseó un lindo día y se despidieron. Después de colgar llamó para hacer una reserva en uno de sus restaurantes favoritos, incluso ordenó lo que iban a comer. Llegó al aeropuerto con algunos minutos de retraso. Su primo lo vio con mala cara. Pero él ni se inmutó. Su primo bien podría haber pedido un taxi si no quería esperar. —Es extraño verte fuera de las cuatro paredes de eso q
Cuando Mónica regresó a la sala, encontró a William de pie. Se acercó a él y lo abrazó por la espalda. Él la miró sobre su hombro. —Es mi turno de hablar sobre mi familia. —dijo él. —Estaré encantada de escucharte. —Dijo con una sonrisa. La llevó hasta el sofá e hizo que ella se sentara sobre sus regazos. —Pero antes quiero preguntar ¿Por qué te gusta este tipo de lecturas? —dijo levantando el libro que aún sostenía. —¿Te refieres a que es una biografía? —Tiene contenido subido de tono ¿no? —Algunas páginas, sí. Pero ni siquiera es tan explícito ¿Ya lo leíste? —él negó. —¿Entonces, por qué te gusta? —Volvió a preguntar. —Algunos podrían decir que su contenido, otros, la forma en cómo se desarrolla la historia. Pero para mí no se trata solo de eso. Sino de estar viendo a través de esas letras el alma de una persona. Es saber que hay alguien en el mundo que te abre su corazón y te muestra todo lo que hay dentro. Y no tiene por qué, aun así, lo hace. Pero hay algo que me complac
Dos años antes. A Mónica le ilusionaba mucho estar en Christchurch, esa era su primera vez en la ciudad y esperaba pasarla muy bien con sus amigas. Quería creer que había acabado el acoso de su ex novio, porque hace semanas que no sabía nada de él, y esperaba que así continuara. Ella había terminado con Michael hace unos meses luego de enterarse de que él la había traicionado, más de una vez. Lo peor era que su ex no parecía haber entendido el mensaje. Pero ella estaba firme en su decisión, Jamás volvería a ser tan tonta, y caer en su juego, ni en el de ningún otro hombre. —Hemos llegado —anunció Jasmine sacándola de sus pensamientos. Ella era una de sus mejores amigas. Se había conocido en una fiesta en Wellington. Jasmine provenía de una familia rica que tenía varios negocios, entre ellos hoteles y también administraban un hipódromo en Wellington. Y casi a toda su familia les apasionaban las carreras de caballos. Y por eso estaban ahí: En el hipódromo del parque Riccarton. —¿Ami