Decir que no estaba sorprendida por lo que acaba de escuchar, era una mentira. Ahora podía entender lo sorprendido que debió de estar él cuando ella lo abordó de la nada y le pidió que fingiera ser su novio.
Un pensamiento se le vino a la mente.
—Está jugando conmigo ¿Cierto?
—Nunca me atrevería. —Ella entrecerró sus ojos. Aún no creía que estuviera hablando en serio.
—¿Entonces, porque me pide algo como eso, sin siquiera conocerme?
—¿Por qué? ¿Qué tiene de malo? —Preguntó con inocencia— Tú lo hiciste —Era un hecho que él estaba tratando de molestarla.
—Mi situación era distinta y usted lo sabe.
—¿Y quién dijo que la mía no lo es?
—Disculpe, pero no entiendo.
—Tomemos algo mientras te cuento de que va. —Ella lo pensó unos segundos. Bien podría rechazar su oferta, darse la vuelta e irse. Pero, aunque quisiera negarlo, le debía un favor. Escucharía lo que tenía que decir y decidiría después que hacer— ¿Vamos? —Cuestionó él luego de que ella no respondió.
—Está bien.
Caminaron por la acera por algunos minutos hasta que encontraron una cafetería abierta.
—Creí que eras de Christchurch —dijo él después de que les llevaran su café.
—Yo también pensé lo mismo de usted. —era por eso que no había imaginado encontrárselo.
—Puedes tutearme, estoy seguro de que no te llevo tantos años.
—¿No? —dijo como si lo estuviera dudando.
Él sonrió.
—Tengo veintisiete ¿Y tú?
—Veintitrés.
—Oh, creí que eras aún más joven.
—¿Entonces estás decepcionado?
—Para nada, eres perfecta. Y si tu edad fuera de treinta y cinco años, también. «me habrías gustado» —Eso último no lo dijo en voz alta.
—¿Estás coqueteando conmigo? —cuestionó ella. intentó mantenerse calmada, pero por dentro estaba nerviosa por lo que sea que él iba decirle.
William no respondió, en su lugar sonrió y se llevó el vaso a la boca y tomó de su americano frío.
—¿Me dirás que es lo que pretendes? —preguntó impaciente.
Él se inclinó hacia adelante apoyando sus brazos sobre la mesa. Y respondió:
—Necesito que finjas ser mi novia por un día. —Ella abrió su boca para decir algo, negarse, seguramente. William alzó una mano para detenerla, entonces continuó hablando— Ayer en el restaurante, esperaba reunirme con otra persona, pero en su lugar llegó la chica con la que terminé cenando —William le contó sobre Livvie y su constante persecución. Por respeto a su privacidad se guardó algunos detalles, pero le dejó claro que su plan era que la chica se diera por vencida con él.
Mónica lo escuchó con atención. En otras instancias lo habría mandado a la m*da a él y a su descabellado plan, y luego se habría marchado de ahí. Pero no podía olvidar que ella lo había utilizado también de la misma manera para deshacerse de su ex novio. Tenía que reconocer que estaba en deuda con William, aunque había pensado que jamás tendría que pagarle.
—Piensa que con esto estaremos a mano. ¿Entonces, que dices? —preguntó él luego de darle un tiempo para que lo pensara.
—¿Y no has pensado que sería más fácil darle una oportunidad? —Se atrevió a preguntar. La sola idea le provocó amargura en el estómago, sin embargó ignoró esa sensación y continuó— Podrías salir con ella y quien sabe, tal vez…
—Esa no era la respuesta que quería escuchar. —La interrumpió. Ella se encogió de hombros restándole importancia.
—Solo estaba recordándote que tienes opciones. Como sea, no puedo responderte ahora. Necesito pensarlo. —algo le decía que esto no podría terminar bien.
—De acuerdo —aceptó demasiado fácil— Vamos, te llevaré a tu casa —dijo colocándose de pie.
—No te moleste, puedo tomar un autobús.
—Es muy tarde para que andes en…
—Ya estoy acostumbrada, además no queda tan lejos. —Se negaba a subirse a su auto, eso significaba que estaría con él en un lugar más reducido.
—Por favor, acepta. No es ninguna molestia. —Ella lo pensó un momento mientras lo miraba a los ojos.
—Está bien.
Caminaron en silencio hasta que llegaron al lugar en donde había dejado su auto.
—Ayer al principio fingiste no reconocerme. —dijo ella mientras se colocaba el cinturón de seguridad. No quería que el ambiente fuera tenso, así qué decidió iniciar una conversación.
—Solo quería comprobar que tú me recordabas. Pero tú también fingiste no saber de lo que hablaba cuando te dije que eras mi novia.
—Es porque no lo soy.
—Y yo que esperé mucho por volver a verte —Se aseguró de sonar decepcionado. Ella quería preguntar si lo que dijo era verdad o solo se trataba de una broma, pero guardó silencio.
—¿Dirección? —Ella le dio la dirección de su casa. Y William programó el waze en su celular.
—¿No conoces la ciudad? —preguntó ella con curiosidad.
—Sinceramente, no mucho. Llevo solo unos meses viviendo aquí.
—Entiendo.
—Pero descuida, prometo que te llevaré sana y salva —Ella sonrió— ¿Eres de Wellington? —preguntó él luego de poner su auto en marcha.
—No, soy de Bay of Plenty.
—¿Bay of Plenty? —preguntó sorprendido, y la vio por un segundo.
—Eso dije ¿Por qué te sorprendes?
—Porque yo también soy de ahí. De Payes Pa, para ser precisos.
—¿Hablas en serio?
—Sí, por supuesto ¿Y tú de dónde eres?
—De Waioeka. Es una comunidad rural.
—Oh, ¿eso es en…
—En el distrito de Opotiki.
—Sí, creo que ya lo ubiqué. Me alegra que tengamos algo en común. Si no te molesta puedo saber: ¿Como es que terminaste aquí? En Bay oh Plenty hay muchas oportunidades de trabajo.
—Lo sé. Pero me encanta esta ciudad. Vivo aquí desde que tenía 18. Una amiga había dado a luz y necesitaba de una niñera.
—Entiendo. Así que eres buena con los niños.
—Eso creo.
El resto del viaje conversaron sobre su experiencia como niñera. Había cuidado a una linda niña por cinco años. Una conversación llevó a otra y de esa manera hablaron como si se conocieran de toda la vida.
—¿Es aquí? —preguntó él al llegar a la dirección que ella le había dado. Era un edificio algo viejo, pero parecía estar bien conservado. La zona no era la más exclusiva de la ciudad, pero al menos parecía segura.
—Sí.
William quitó su cinturón y se bajó antes que ella. Abrió la puerta y le ayudó a bajar. Al volver a cerrar la puerta del auto apoyó sus manos en el dejándola a ella acorralada. Mónica se tensó, pero no mostró su nerviosismo de sentirlo tan cerca. Si él quería que ella aceptara su propuesta, estaba yendo por el camino equivocado.
—Te veré mañana. —dijo.
—¿Mañana? —A ella le pareció demasiado pronto como para verlo otra vez.
—Debo ir a una reunión el sábado y me gustaría que me acompañarás. Y creo que es necesario que ambos nos conozcamos un poco más antes de eso, ya sabes por aquello.
—Suenas muy seguro de que aceptaré ir contigo y que fingiremos estar juntos.
William sonrió con arrogancia.
—Estoy seguro de que no te sentirás bien si no me ayudas, por esta vez.
—Todavía puedo decir que no. —dijo con firmeza.
—Lo sé. Es por eso que te dejaré pensarlo hasta mañana. A menos que no puedas aceptar porque ya estés saliendo con alguien más. —Al terminar de decir esas palabras se dio cuenta de que la idea no le agradó.
Por un segundo pensó en confirmar sus palabras, pero mentirle no era una opción. Además, él podría investigarla y descubrir que le había mentido.
—¿Lo estás? —preguntó él. Su voz era calmada, pero su ceño estaba fruncido.
—No estaría aquí contigo de ser así. —Respondió.
Él sonrió. La instó a caminar hasta la entrada del edificio.
—Dame tú celular —dijo deteniéndose. Él extendió su mano—. Te daré mi número.
—Tú a veces no preguntas ¿cierto? —Aunque parecía una queja, ella de todas formas sacó su celular y se lo entregó.
Ya había cedido a él en más cosas de las que le habría gustado.
—Mi madre diría que lo heredé de padre.
—Debes parecerte mucho a él.
—Supongo que sí.
Luego de guardar en los contactos su número, marcó para que también le quedara grabado el de ella.
—¿El tipo de ese día, no volvió a acosarte? —preguntó de pronto.
—No. No lo he visto desde entonces. —respondió ella.
—¿Era tu novio? —Ella lo miró sin darle una respuesta— Hago muchas preguntas. —Musitó el, adivinando sus pensamientos—. No tienes que responder.
—Sí, lo fue. —respondió, no tenía por qué ocultarlo. Hace mucho que eso dejó de afectarle.
—Yo… debo entrar.
—Sí. Intenta no desaparecer esta vez, por favor. —Ella sonrió.
—Haré mi mejor esfuerzo. —dijo antes de entrar al edificio. Sus palabras le sacaron una sonrisa.
William se subió a su auto. Mientras conducía se sumergió en sus pensamientos.
Esa mañana había recibido una llamada de Lucas Hazlett. Él lo había invitado a reunirse en su casa el sábado para poder realizar la reunión que tenían pendiente. Habría encontrado alguna excusa para no asistir, después de todo era capaz de conseguir otro cliente. Pero huir de Livvie un tiempo no cambiaría nada, ella encontraría otra manera para acercarse a él. La situación ya se estaba volviendo fastidiosa y debía ponerle fin antes de que hiciera algo indebido, no quería ofender a nadie, menos a los Hazlett. William prefería mantenerse alejado de los escándalos.
Esperaba que cuando Livvie lo viera con Mónica decidiera dar un paso atrás. La noche anterior cuando le había dicho que tenía novia, no pensó mucho en sus palabras, solo vio una oportunidad de escapar y la tomó.
Por esa razón había decidido ir a busca a Mónica. No se sentía del todo bien usando el favor que le había hecho para que accediera a su petición. Pero no la miraba a ella ayudándole por voluntad propia. No se permitió analizarlo más tiempo y tomó la decidió. Había algo que lo atraía hacia ella. Y no quería luchar contra eso. Tal vez su intención no era tan solo obtener su ayuda y luego olvidarse de ella.
—¿Mónica? —Su compañera tocó su hombro al no recibir una respuesta de su parte cuando la había llamado la primera vez.—¿Sí? —dijo sobresaltándose por lo inesperado que había sido eso. Se había quedado absorta en sus pensamientos desde hace varios minutos. La noche anterior apenas había podido dormir pensando en todo lo que le había ocurrido en los últimos dos días.William había llegado a poner su mundo de cabeza y ni siquiera se había involucrado con él de manera sentimental.—Creo que la mesa ya está más que limpia. —Dijo la chica con una sonrisa divertida en su rostro.Ella observó la mesa.—Tienes razón.—¿Sucede algo? —preguntó Alina. Aún mantenía la sonrisa en su rostro, pero su tono fue un poco más serio.—¿Qué? no, todo está bien —Su compañera no insistió. No eran tan cercanas como para compartir con ella lo que realmente pasaba por su mente.—Si quieres ve por tus cosas. Yo terminaré de cerrar.—De acuerdo, gracias.Entró a la habitación que tenían disponible para ellas y se
Mónica se observó en el espejó, por tercera ocasión o, quizás cuarta. No estaba segura del atuendo que había elegido ponerse para ese día, pese a que William le había dicho que podía ir de manera casual. Aunque era una reunión de negocios, estarían en una casa de campo.Se había puesto unos pantalones largos, una blusa blanca un poco holgada que dejaba al descubierto uno de sus hombros y unas botas cortas de color marrón. Se estaba debatiendo en si usar una blusa de otro color o no cuando su teléfono le notificó que tenía una llamada.Miró la pantalla y se sorprendió al ver que el identificador mostraba la palabra «cariño», por supuesto que no recordaba haber tenido un contacto con ese apelativo. Solo pudo haber sido…—William —musitó antes de contestar.—Estoy abajo —dijo él.Tenía tantas ganas de dejarlo esperando y esconderse en su departamento por el resto del fin de semana, en lugar de hacer lo que estaba pensando, dijo:—Voy en un minuto.Sin más tiempo para decidirse por otra p
El señor Hazlett se colocó de pie. William y Mónica no se movieron de sus lugares.—Oh, cariño —dijo Lukas.—Buenos días, papá —Ella lo abrazó y le dio un beso en la mejilla.—No esperaba verte tan temprano. —Lukas habría preferido que su hija continuara en su habitación. Aunque, quizás era mejor que ella enfrentara la realidad de una vez.—Tenemos visita —musitó posando su mirada en William y luego en Mónica.A ella no le pasó desapercibido su análisis mientras la recorría con la mirada. ¿Y si la reconocía del restaurante? Por supuesto que ya tenían una excusa por si eso sucedía, pero prefería no tener que recurrir a eso. Ya estaba fingiendo ser la novia de William y esperaba que esa mentira no llevara a otras.—Sí, le debía una reunión al señor Green y decidí invitarlo a desayunar.—Señorita Hazlett —Dijo William, esta vez se colocó de pie y Mónica nuevamente lo imitó, en especial porque aún él la sostenía de su mano.Livvie observó sus manos unidas y su ceño se frunció.—Entonces e
William estacionó su auto cerca del restaurante. Ese día Mónica debía trabajar a partir de la una de la tarde. Él la había llevado a almorzar luego de que ambos salieran de casa de los Hazlett. Desde entonces ella había estado un poco extraña. Intentó mantener conversaciones casuales con ella, pero lo único que recibió fueron escuetas respuesta y una que otra media sonrisa. Necesitaba saber que había ocurrido para que su brillo se apagara de un momento a otro. Quería arreglar cualquier cosa que la estuviera molestando. William salió del auto y abrió la puerta para ella. —Gracias por traerme —dijo ella luego de haber salido del auto y se giró para alejarse. —Mónica —dijo él y ella se detuvo, pensó en preguntarle que había cambiado. Pero no la miraba a ella compartiéndole el motivo de su cambio de humor— Gracias por tu ayuda —dijo en lugar de preguntar lo que quería saber. Ella asintió y siguió su camino. William no la perdió de vista hasta que ella entró al restaurante por una de
William dio algunas vueltas más por las calles de Wellington antes de llevar a Mónica a su casa. Quería pasar más tiempo con ella, además ella parecía disfrutar del viaje en motocicleta.Cuando por fin la dejó en la puerta de su departamento besó su mejilla y le deseó buenas noches. Mónica se apoyó en la puerta luego de cerrarla. Cerró sus ojos y le ordenó a su corazón bajar el ritmo. Aquel no era el momento de sentir lo que estaba sintiendo. A penas y lo conocía. Le asusta la forma en como su corazón latía y lo bien que se sentía con él. No era buena idea dejarse llevar, ya había vivido las consecuencias antes y, se prometió no volver hacerlo.Cuando apenas tenía diecisiete años se había entregado a su primer novio sin pensarlo demasiado. Luego le había tocado vivir un infierno con él. Cua
Mónica observó el lugar, parecía una zona exclusiva y muy segura. Él la invitó a entrar en cuando abrió la puerta. Ella dudó si hacerlo, aún no sabía el motivo por el cual estaba ahí. Y no era que desconfiaba de William, sin embargo, no creía que fuera una buena idea entrar en su casa.—Debes cambiarte de ropa o podrías enfermar —Dijo él como si leyera sus pensamientos— Mi casa estaba más cerca que la tuya. —explicó.—¿Y vives solo? —preguntó.—Por supuesto. Sé que es muy grande para una sola persona, pero me siento más cómodo aquí que en un lugar reducido. Además, está lejos del ruido de la ciudad.—Entiendo.—Ven te mostraré donde puedes cambiarte. Te prestaré algo de ropa mientras pongo a secar la tuya.William la
Mónica despertó, pero no sabía con exactitud qué hora era. La habitación estaba a oscuras, aun así, sabía que ya había amanecido. Un débil rayo de sol se colaba a través de la ventada evadiendo las cortinas y permitiéndole ver a William a su lado.No pudo evitar sonreír al recordar el extraordinario día y noche que él le había regalado.Intentó recordar cual había sido la última vez en la que se había sentido así, o al menos cerca. Pero era imposible recordar un solo momento. Porque nunca nadie la había tratado con tanta devoción, ni se habían esmerado en complacerla a cada instante. Incluso en algún momento se sintió como si él la amara, pero Mónica estaba consciente de que eso estaba lejos de suceder. Solo eran dos personas que se habían rendido a sus deseos.Se levan
Mónica no obtuvo una pronta respuesta. Él solo la observaba desde el marco de la puerta. Su paciencia estaba llegando a su límite cuando al fin él habló.—¿Puedo pasar?«¡Oh no eso no sucederá!», Se dijo a sí misma. No es que temiera a que su determinación flaquera, pero prefería mantener las distancias.—Solo quiero hacer una pregunta. —dijo él cuando la vio con la intención de negarse.—¿Qué parte de lo que hablamos hoy no entendiste? —Quizás debió hablar con él en persona y no por medio de una llamada, pero no estaba segura de poder enfrentarlo con la misma tranquilidad que lo hizo a través de una línea. De seguro habría terminado diciéndole el verdadero motivo del porque estaba terminando lo que sea que tenían.—Entendí todo perfectamente. Créeme.—¿Entonces...William le mostró la pantalla de su celular.—Esta mañana leíste este mensaje ¿cierto?Mónica no pudo evitar sentirse avergonzada y él pudo notarlo. William aprovechó que ella bajó la guardia, terminó por entrar al departam