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Capítulo 3 Estaremos a mano

Decir que no estaba sorprendida por lo que acaba de escuchar, era una mentira. Ahora podía entender lo sorprendido que debió de estar él cuando ella lo abordó de la nada y le pidió que fingiera ser su novio.

Un pensamiento se le vino a la mente.

—Está jugando conmigo ¿Cierto?

—Nunca me atrevería. —Ella entrecerró sus ojos. Aún no creía que estuviera hablando en serio.

—¿Entonces, porque me pide algo como eso, sin siquiera conocerme?

—¿Por qué? ¿Qué tiene de malo? —Preguntó con inocencia— Tú lo hiciste —Era un hecho que él estaba tratando de molestarla.

—Mi situación era distinta y usted lo sabe.

—¿Y quién dijo que la mía no lo es?

—Disculpe, pero no entiendo.

—Tomemos algo mientras te cuento de que va. —Ella lo pensó unos segundos. Bien podría rechazar su oferta, darse la vuelta e irse. Pero, aunque quisiera negarlo, le debía un favor. Escucharía lo que tenía que decir y decidiría después que hacer— ¿Vamos? —Cuestionó él luego de que ella no respondió.

—Está bien.

Caminaron por la acera por algunos minutos hasta que encontraron una cafetería abierta.

—Creí que eras de Christchurch —dijo él después de que les llevaran su café.

—Yo también pensé lo mismo de usted. —era por eso que no había imaginado encontrárselo.

—Puedes tutearme, estoy seguro de que no te llevo tantos años.

—¿No? —dijo como si lo estuviera dudando.

Él sonrió.

—Tengo veintisiete ¿Y tú?

—Veintitrés.

—Oh, creí que eras aún más joven.

—¿Entonces estás decepcionado?

—Para nada, eres perfecta. Y si tu edad fuera de treinta y cinco años, también. «me habrías gustado» —Eso último no lo dijo en voz alta.

—¿Estás coqueteando conmigo? —cuestionó ella. intentó mantenerse calmada, pero por dentro estaba nerviosa por lo que sea que él iba decirle.

William no respondió, en su lugar sonrió y se llevó el vaso a la boca y tomó de su americano frío.

—¿Me dirás que es lo que pretendes? —preguntó impaciente.

Él se inclinó hacia adelante apoyando sus brazos sobre la mesa. Y respondió:

—Necesito que finjas ser mi novia por un día. —Ella abrió su boca para decir algo, negarse, seguramente. William alzó una mano para detenerla, entonces continuó hablando— Ayer en el restaurante, esperaba reunirme con otra persona, pero en su lugar llegó la chica con la que terminé cenando —William le contó sobre Livvie y su constante persecución. Por respeto a su privacidad se guardó algunos detalles, pero le dejó claro que su plan era que la chica se diera por vencida con él.

Mónica lo escuchó con atención. En otras instancias lo habría mandado a la m*da a él y a su descabellado plan, y luego se habría marchado de ahí. Pero no podía olvidar que ella lo había utilizado también de la misma manera para deshacerse de su ex novio. Tenía que reconocer que estaba en deuda con William, aunque había pensado que jamás tendría que pagarle.

—Piensa que con esto estaremos a mano. ¿Entonces, que dices? —preguntó él luego de darle un tiempo para que lo pensara.

—¿Y no has pensado que sería más fácil darle una oportunidad? —Se atrevió a preguntar. La sola idea le provocó amargura en el estómago, sin embargó ignoró esa sensación y continuó— Podrías salir con ella y quien sabe, tal vez…

—Esa no era la respuesta que quería escuchar. —La interrumpió. Ella se encogió de hombros restándole importancia.

—Solo estaba recordándote que tienes opciones. Como sea, no puedo responderte ahora. Necesito pensarlo. —algo le decía que esto no podría terminar bien.

—De acuerdo —aceptó demasiado fácil— Vamos, te llevaré a tu casa —dijo colocándose de pie.

—No te moleste, puedo tomar un autobús.

—Es muy tarde para que andes en…

—Ya estoy acostumbrada, además no queda tan lejos. —Se negaba a subirse a su auto, eso significaba que estaría con él en un lugar más reducido.

—Por favor, acepta. No es ninguna molestia. —Ella lo pensó un momento mientras lo miraba a los ojos.

—Está bien.

Caminaron en silencio hasta que llegaron al lugar en donde había dejado su auto.

—Ayer al principio fingiste no reconocerme. —dijo ella mientras se colocaba el cinturón de seguridad. No quería que el ambiente fuera tenso, así qué decidió iniciar una conversación.

—Solo quería comprobar que tú me recordabas. Pero tú también fingiste no saber de lo que hablaba cuando te dije que eras mi novia.

—Es porque no lo soy.

—Y yo que esperé mucho por volver a verte —Se aseguró de sonar decepcionado. Ella quería preguntar si lo que dijo era verdad o solo se trataba de una broma, pero guardó silencio.

—¿Dirección? —Ella le dio la dirección de su casa. Y William programó el waze en su celular.

—¿No conoces la ciudad? —preguntó ella con curiosidad.

—Sinceramente, no mucho. Llevo solo unos meses viviendo aquí.

—Entiendo.

—Pero descuida, prometo que te llevaré sana y salva —Ella sonrió— ¿Eres de Wellington? —preguntó él luego de poner su auto en marcha.

—No, soy de Bay of Plenty.

—¿Bay of Plenty? —preguntó sorprendido, y la vio por un segundo.

—Eso dije ¿Por qué te sorprendes?

—Porque yo también soy de ahí. De Payes Pa, para ser precisos.

—¿Hablas en serio?

—Sí, por supuesto ¿Y tú de dónde eres?

—De Waioeka. Es una comunidad rural.

—Oh, ¿eso es en…

—En el distrito de Opotiki.

—Sí, creo que ya lo ubiqué. Me alegra que tengamos algo en común. Si no te molesta puedo saber: ¿Como es que terminaste aquí? En Bay oh Plenty hay muchas oportunidades de trabajo.

—Lo sé. Pero me encanta esta ciudad. Vivo aquí desde que tenía 18. Una amiga había dado a luz y necesitaba de una niñera.

—Entiendo. Así que eres buena con los niños.

—Eso creo.

El resto del viaje conversaron sobre su experiencia como niñera. Había cuidado a una linda niña por cinco años. Una conversación llevó a otra y de esa manera hablaron como si se conocieran de toda la vida.

—¿Es aquí? —preguntó él al llegar a la dirección que ella le había dado. Era un edificio algo viejo, pero parecía estar bien conservado. La zona no era la más exclusiva de la ciudad, pero al menos parecía segura.

—Sí.

William quitó su cinturón y se bajó antes que ella. Abrió la puerta y le ayudó a bajar. Al volver a cerrar la puerta del auto apoyó sus manos en el dejándola a ella acorralada. Mónica se tensó, pero no mostró su nerviosismo de sentirlo tan cerca. Si él quería que ella aceptara su propuesta, estaba yendo por el camino equivocado.

—Te veré mañana. —dijo.

—¿Mañana? —A ella le pareció demasiado pronto como para verlo otra vez.

—Debo ir a una reunión el sábado y me gustaría que me acompañarás. Y creo que es necesario que ambos nos conozcamos un poco más antes de eso, ya sabes por aquello.

—Suenas muy seguro de que aceptaré ir contigo y que fingiremos estar juntos.

William sonrió con arrogancia.

—Estoy seguro de que no te sentirás bien si no me ayudas, por esta vez.

—Todavía puedo decir que no. —dijo con firmeza.

—Lo sé. Es por eso que te dejaré pensarlo hasta mañana. A menos que no puedas aceptar porque ya estés saliendo con alguien más. —Al terminar de decir esas palabras se dio cuenta de que la idea no le agradó.

Por un segundo pensó en confirmar sus palabras, pero mentirle no era una opción. Además, él podría investigarla y descubrir que le había mentido.

—¿Lo estás? —preguntó él. Su voz era calmada, pero su ceño estaba fruncido.

—No estaría aquí contigo de ser así. —Respondió.

Él sonrió. La instó a caminar hasta la entrada del edificio.

—Dame tú celular —dijo deteniéndose. Él extendió su mano—. Te daré mi número.

—Tú a veces no preguntas ¿cierto? —Aunque parecía una queja, ella de todas formas sacó su celular y se lo entregó.

Ya había cedido a él en más cosas de las que le habría gustado.

—Mi madre diría que lo heredé de padre.

—Debes parecerte mucho a él.

—Supongo que sí.

Luego de guardar en los contactos su número, marcó para que también le quedara grabado el de ella.

—¿El tipo de ese día, no volvió a acosarte? —preguntó de pronto.

—No. No lo he visto desde entonces. —respondió ella.

—¿Era tu novio? —Ella lo miró sin darle una respuesta— Hago muchas preguntas. —Musitó el, adivinando sus pensamientos—. No tienes que responder.

—Sí, lo fue. —respondió, no tenía por qué ocultarlo. Hace mucho que eso dejó de afectarle.

—Yo… debo entrar.

—Sí. Intenta no desaparecer esta vez, por favor. —Ella sonrió.

—Haré mi mejor esfuerzo. —dijo antes de entrar al edificio. Sus palabras le sacaron una sonrisa.

William se subió a su auto. Mientras conducía se sumergió en sus pensamientos.

Esa mañana había recibido una llamada de Lucas Hazlett. Él lo había invitado a reunirse en su casa el sábado para poder realizar la reunión que tenían pendiente. Habría encontrado alguna excusa para no asistir, después de todo era capaz de conseguir otro cliente. Pero huir de Livvie un tiempo no cambiaría nada, ella encontraría otra manera para acercarse a él. La situación ya se estaba volviendo fastidiosa y debía ponerle fin antes de que hiciera algo indebido, no quería ofender a nadie, menos a los Hazlett. William prefería mantenerse alejado de los escándalos.

Esperaba que cuando Livvie lo viera con Mónica decidiera dar un paso atrás. La noche anterior cuando le había dicho que tenía novia, no pensó mucho en sus palabras, solo vio una oportunidad de escapar y la tomó.

Por esa razón había decidido ir a busca a Mónica. No se sentía del todo bien usando el favor que le había hecho para que accediera a su petición. Pero no la miraba a ella ayudándole por voluntad propia. No se permitió analizarlo más tiempo y tomó la decidió. Había algo que lo atraía hacia ella. Y no quería luchar contra eso. Tal vez su intención no era tan solo obtener su ayuda y luego olvidarse de ella.

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