Máximo
—Buenas noches, tengo que retirarme, gracias por la cena.—dejo un beso en la frente de mi madre y ella al mismo tiempo me rodea por la cintura.
—Gracias por venir, cariño.
Amber me observa mientras da un sorbo a su taza de café. Durante la cena ha pedido verme mañana en la oficina. Había decidido finiquitar todos mis negocios con ella, pero por petición de mi madre, lo pospuse.
Amber Clarke, es la hija de la mejor amiga de mi madre, una hermosa mujer, ojos color azul, alta, delgada, pelo negro como la noche y piel morena, pero con un alma enferma. Y aunque aún no supero lo de hace años, intento esconder el secreto que compartimos ambos, un secreto que me hace ser el hombre más ruin de este mundo.
— ¿Puedo hablar contigo un momento contigo, Máximo? —dice mientras se levanta de su asiento y deja la taza de café en la superficie de la mesa. Y le lanza una mirada fugaz a su madre, Clarissa.
—Amber, lo que quieras decir, puede esperar para mañana. —inevitable no soltarlo tajante ante todos. Pero recibo de mi madre un golpe discreto lejos de las miradas. La miro y puedo ver la súplica en sus ojos.
Solo por ella lo acepto.
—Vamos al despacho. —le hago señas para que pase hacia él. Caminamos en silencio, entramos, cierro la puerta detrás de mí y al volverme para enfrentarla, se lanza a mis brazos desesperada y sus labios tocan los míos bruscamente. Atrapo sus muñecas y la separo de mí, empujándola después.
Me limpio la boca con asco.
—No te acerques. —advierto furioso apretando mis dientes al ver que tiene intenciones de hacerlo de nuevo.
—Necesito tocarte, acariciarte… Te lo suplico. —arrugo mi entrecejo a su súplica. No necesito esta m****a, niego e intento salir del despacho, pero me alcanza a rodear antes de siquiera abrir la puerta y me separo como si quemara.
— ¡Maldita sea! ¡No me toques! ¡Odio que me toques! —se asusta a mi reacción, hace señas de que baje la voz, pero la ignoro.
—Déjame entonces solo hablar. Prometo no tocarte Max.
La rabia se incrementa cuando me llama por “Max”. Me recuerdo que estoy en casa de mis padres y que necesito tranquilizarme o todos se darán cuenta.
— ¿Que mierdas es lo que quieres? ¿No te basta con pedir reunión mañana conmigo? ¿Qué no puedes esperar?
Escupo furioso. Ella niega repetidamente.
—Necesito… necesito que me prestes dinero.
—Dime que es una m*****a broma lo que acabas de decir, Amber. Ya te he prestado tres cantidades y no he visto ningún centavo de ello. No más préstamos Amber. ¡No más!
—Necesito cinco millones, nomás…—y rompe a llorar. Pero sé con seguridad que es una m*****a escena.
Solo miro detenidamente como intenta convencerme.
—No.
—Pero Máximo…
Y el llanto aumenta.
—He dicho que no. ¡Y ni se te ocurra involucrar de nuevo a mi madre con tus juegos mentales! ¡Por ella es que vives como vives, esos viajes que haces y el despilfarro! ¡No más dinero de mi familia ni mío!
—Máximo…—cae de rodillas enfrente de mí y sigue llorando. Puedo notar algo nuevo en ella. Oh, realmente está llorando. La esquivo y salgo del despacho. Mi madre viene a unos cuantos metros hacia mí.
— ¿Qué ha pasado? ¡Los gritos se escuchan hasta la sala! —puedo ver su preocupación. Pongo mis manos sobre sus hombros para intentar calmar su ansiedad.
—Tranquila. Amber ha pedido dinero, pero le he dicho que no.
El rostro de mi madre se descompone.
—Pero cariño, ella era tu prometida, es la hija de Clarissa, sabes que Amber es como alguien de la familia…—niego. Bajo mis manos de sus hombros para luego ponerlas en mi cintura.
— ¿Cada vez que venga llorando hay que darle a la señorita dinero? ¡No he visto nada del dinero anterior! Si decides darle un centavo más… Pondré distancia.
—Hijo, ella está pasando por un momento…—interrumpo lo que está diciendo.
— ¡He dicho que no! Está bien que haga dinero, pero no quiere decir que lo voy a estar regalando, si quiere dinero ¡Qué trabaje! Y es mi última palabra. Ya mucho se le ha dado, se le ha ayudado con casi más de veinte millones por su «crisis emocional» desde que terminamos nuestro compromiso y tú deberías de hacer lo mismo y no ceder, no creas todo lo que te dice… investiga.
Dejo un beso en su coronilla y me marcho. Mi padre ha escuchado, intenta detenerme para calmarme, pero niego. Necesito salir de este lugar.
***
Llegando a mi casa a las afueras de la ciudad de Los Ángeles, suena mi móvil. Miro la pantalla y me muestra que es mi mano derecha, Arthur Clowns.
Arrugo mi entrecejo, miro el reloj y marca más de la medianoche.
—Galloway—contesto mientras subo las escaleras hasta mi habitación.
—Vaya, vaya, hasta que contesta señor Galloway. Abby ha intentado comunicarse contigo para confirmar lo del correo de Hong Kong.
—Tenía el móvil en vibrador, recuerda: Cena familiar.
Corto secamente. Reviso las llamadas perdidas mientras tengo a Arthur en altavoz.
—Ya lo estoy comprobando, dile que…—me interrumpe bruscamente.
— ¡A no Galloway! ¡Ya para tu carro de las nieves! «Dile que…» «Comenta que…» Puedes decirle tú mismo si solo le regresaras las llamadas. Deja de evadir a la mujer. Sí, te doy la razón en que tiene un carácter fuerte, pero eso es bueno para la empresa. Cuida tu dinero, aparte estoy algo cansado en ser el mensajero entre ustedes dos. No voy a seguir haciendo esto.
—Arthur…—mi tono es de advertencia.
—Galloway, no te atrevas a usar ese tono de intimidación o de advertencia, sé cómo eres y esas tácticas se han oxidado conmigo. Así que te aplicas o te aplicas. Porque para ser mensajero, no me pagas a menos que pongas otros honorarios a la nómina de la empresa. No entiendo que tienes en contra de la mujer, tan simpática que es cuando…
—No me interesa saber si es simpática o no. Solo que haga su trabajo. Y ya te dije que no contesté…
—No me importa saber por qué no has contestado, ella está haciendo su trabajo, así que deja de poner trabas. Son dos años que estás así. ¡Dos malditos años, Galloway! Y el mandarla a Hong Kong y que me reportara todo a mí, fue un plan demasiado malévolo de tu parte, aunque otra persona debió haber ido y yo no me hubiese encargado de su puesto al mismo tiempo que el mío. ¿Qué tienes en contra de ella? Dime Galloway, ¿Acaso te gusta?
Cuelgo.
No estoy para gilipolleces. ¿Cómo me va a gustar una mujer como ella? No se calla cuando debe de hacerlo, no me interesa ese tipo de mujer.
Me doy una ducha, y me acuesto. La escena en casa de mis padres me hace perder el sueño.
Definitivamente, Amber, trae algo entre manos.
Máximo Estoy concentrado en las propuestas de los nuevos proyectos de la empresa. La voz de Arthur me hace alejar la mirada de la pantalla. —Quiero pedir permiso para ausentarme dos semanas, ¿Motivos? Son muy, pero muy personales. Me quedo en total silencio. ¿Permiso? Desde que laboraba a mi lado durante años, es la primera vez que pide ausentarse. — ¿Está todo bien? ¿Ha pasado algo con Gwen? —niega con su rostro serio, toma asiento y cruza su pierna. —Es la primera vez que pido un permiso, pero realmente lo necesito…—sus palabras me dicen que realmente es algo serio el asunto. —Está bien, toma las dos semanas. Llama a recursos para informar mi autorización. —regreso mi atención a la pantalla y sigo leyendo. El silencio se suma entre los dos. De reojo miro que se pone de pie y camina a la salida. Abre la puerta, pero antes de salir se vuelve hacia mí. —Gracias, jefe. Mi sustituto será Abby, que tengas buena noche. —y cierra la puerta. Mis
Abby Doy un pequeño sorbo a mi taza de café. Al sentir el líquido, cierro los ojos y lo saboreo. Extrañaba tanto mi café favorito. Es sábado por la noche y yo en casa. Mi compañero es un buen libro y estoy recostada en mi cama y la música de fondo, Chopin #9. Y así terminamos un día pesado. —Define pesado, Abby. —Suelto un suspiro—Cabrón…—a pesar de que este sábado solo por ocasión especial del jefe Galloway a última hora pidió varias carpetas con los reportes de finanzas de los últimos seis meses. Sé que está furioso porque seré la sustituta de Arthur, pero como me dijo el mismo, hay que respirar y contar hasta diez. Así que lo hice. Después de que me regresará con Sofía las carpetas y diciendo que no las necesitaba de última hora. Respiré antes de que mi cabeza estallara de la frustración. Sofía solo negó divertida. Había puesto una condición a Arthur: Trabajar desde mi oficina. Eso era lo mejor. Estábamos a cinco pisos de distancia. Es rarísima la
Abby «Máximo» Estaba de pie en la entrada del bar, sus brazos cruzados sobre su pecho y con una mirada realmente: «Encabronado» —Mierda, nos ha pillado—murmuré entre dientes. Una risa salió de mis labios, me volví para tomar el último trago de mi caballito de tequila. Mordí el limón con sal, y disfruté el sabor que dejaba mientras bajaba por mi garganta. Melani pide la cuenta intentando aparentar seriedad, pero realmente estábamos mega ebrias. El bartender entrega la nota, pero soy más rápida que Melani. —Ve, yo pago—Melani duda por segundos en si irse o no, pero sabe los problemas que se va a acarrear con su hermano. Hasta podría jurar que si decidiera quedarse sentada en estos momentos y mandar a la m****a a Máximo, este no tardaría en cargarla sobre su hombro como un costal de papas, y diría: ¡Te he dicho que te alejes de mi pequeña hermana, Benson! Melani me observa mientras una risa nerviosa sale de sus labios. —Creoooooooo queeeee… Hoy toca el sermón Galloway—reímos. —Espe
Máximo Manejo a toda prisa hasta llegar a mi casa. Mis nudillos están blancos por la causa de la fuerza con la que aprieto el volante. — ¡Mujer exasperante! —grito dentro del auto golpeando al mismo tiempo el centro del volante. Pongo la clave para entrar a mi cochera privada. Y la furia no cesa. Bajo del auto cerrando la puerta con fuerza.Me encamino al elevador privado, y sigue mi mente recreando sus últimas palabras. —Sus palabras.... —en la forma como lo dijo, sus labios húmedos, y el hecho de que pude ver como sus pezones estaban erectos. Niego inmediatamente borrando esa imagen de ella. La forma en la que me desafía, en su postura decidida de una guerrera enfrentándose a su enemigo. Y Dios, sí que éramos enemigos. No encontraba una verdadera razón por el cua
Abby Llego finalmente a mi departamento. Me dejo caer sobre el sofá. Me quito las zapatillas y me doy un leve masaje a mis pies algo adoloridos. Me distraigo recordando de nuevo las palabras de Galloway. «Qué pase al personal a firmar su renuncia» La sonrisa de triunfo por hacer un tercer proyecto con Hong Kong se había esfumado a unos cuantos metros cuando escuché que Galloway le daba órdenes a Sofía. Estos dos años siempre me había preguntado por qué de esta relación: jefe-empleado igual a odio-odio. No nos podíamos soportar ni siquiera cinco minutos sin estarnos contestándonos el uno al otro. Su forma de ser autoritativo me tenía hasta la coronilla. Siempre déspota, grosero y todavía se quejaba que uno le contestara por su
Máximo Estoy de pie del otro lado de la puerta del departamento de Abby. Maldije muchísimas veces en los últimos minutos. Golpeé su puerta hasta cansarme. Pero no me marcharía sin hablar con ella, tenía que esperar hasta que esa puerta se abriera ante mí. Mi apariencia en estos momentos es lo que menos me importa a ojos de la vecina de enseguida del departamento de Abby. Sus ojos me dieron un repaso de pies a cabeza. ¿Qué nunca ha visto un hombre así en su vida? Solo es un rostro, nena. «Nunca me ha importado» La mitad de mi camisa termino de acomodarla dentro de mi pantalón, la americana la tengo en mis manos, y mi cabello revuelto. Y un tipo de sentimiento, acaso... ¿Culpa? «Abby era
Abby Estoy boca abajo en medio de mi gran cama, la sabana ha desaparecido en un dos por tres, siento unas manos acariciando mi trasero. Suelto un pequeño gemido cuando sus labios tocan mi piel. Su lengua es buena cuando se lo propone. Abro un ojo para poder ver la hora. «3:48 am» Solo ha pasado media hora desde que terminamos una ronda intensa. Seguía aún extasiada por ver las posiciones en las que nos ponía para alcanzar más intenso los orgasmos. Aún no estoy lista para decir lo que pienso, no quiero escuchar de nuevo «fue un error» «No volverá a pasar» Pienso en algún rincón dentro de mi cabeza que esto es una gratificación por ser mi primera vez, a la mejor la culpa lo carcome por dentro, e intenta suavizar lo qué ha explotado entre lo
Abby El edificio de ladrillos rustico y contemporáneo está frente a nosotros. —Vamos. Máximo baja de su asiento y sale del auto, le murmura algo a Edison y Máximo abre mi puerta. Extiende su mano para tomar la mía. Es algo extraño su gesto. Bajo con cuidado, y cuando intento soltarme para caminar, sus dedos se entrelazan con los míos. Y empezamos andar de la mano, puedo sentir el calor que ejerce su agarre, intento soltarme sutilmente, pero el aprieta más. Me lanza una mirada de irritación. —Van a pensar que...—me interrumpe. —Me importa poco lo que los demás piensen. —Pero no somos...—vuelve a interrumpir.