Máximo
— ¿Es todo lo que puedes dar, Galloway? —levanto la mirada hacia el hijo de puta que tengo como entrenador.
Davis.
Necesito tomar más aire. El sudor se ha adueñado de mi cuerpo en esta última dos horas. Las piernas me temblaban por todo el gran esfuerzo que daba en el nuevo entrenamiento.
«Mierda, la cena de los viernes»
Me reincorporo poco a poco sin dejar de observar la sonrisa que tiene el maldito. Realmente lo está disfrutando. No puedo evitar hacer una copia casi exacta de esa sonrisa.
— ¿En serio es todo? —escupe divertido mientras me acerco por una botella de agua y la toalla para secar mi rostro.
Doy un sorbo sin responder y sin dejar de mirarlo, al terminar, agarro aire de nuevo y lo suelto lentamente, listo para contestar.
—Cena familiar. Te espero mañana a la misma hora…—le aviento en el aire una botella de agua y la atrapa soltando un murmuro.
—Como tú lo digas, tú eres el jefe.
Una hora más tarde.
—Mierda, m****a, m****a.—chasqueo la lengua.
— ¿Pasa algo, señor Galloway? —encuentro mi mirada a través del espejo retrovisor con la de Edison mi chófer.
—Es la amiga de mi madre y debe de estar Amber. Se supone que los viernes es familiar. —sigo maldiciendo unas cien veces más. Acomodo mi americana mientras camino cauteloso hasta la entrada. Pienso en crear una excusa y escabullirme, pero es tener un sermón por parte de mi madre.
No me gustan este tipo de sorpresas, ni que nadie me cambie los planes. Lo odio. Si Amber está con su madre aquí, es por algo. Y yo sabía en probabilidad que es por dinero. Mi madre tendrá que haberme informado que estarían otros invitados aparte de la familia, no me gusta convivir con Amber y su familia los Clarke.
«Ni con nadie, Galloway»
Soy demasiado celoso de mi vida privada. Y lo peor del asunto es que Amber lo sabe.
Presiono el timbre, y sin duda aparecería la rubia tonta que siempre me desviste con la mirada. Siempre incomodando cuando llego a visitar a mis padres.
«Y ahí estaba…»
—Buenas noches, señor Galloway—ni muestro un gesto en mi rostro en señal de responder su saludo, mi humor ya no era el mismo.
Entro a la gran sala familiar y ahí están todos. Hablan de algo entretenido, que ni se dan cuenta de mi llegada. Excepto Melani, mi pequeña y tormentosa hermana.
— ¡Yeiii! ¡Que ha llegado mi hermano favorito! —Edward, mi hermano mayor, escupe su bebida.
— ¡Eso has dicho cuando he llegado! —se queja divertido Edward, y me doy cuenta de la presencia de una rubia a su lado.
Ah, la rubia. La de hace semanas… «¿Ara? ¿Kitty? ¿Katy? Ah, Stacey.» Tuerzo mis labios al sentir el abrazo efusivo de mi hermana, acompañado de un murmuro.
—Salvaste mi noche, la bruja de la mejor amiga de nuestra madre y su hija, ósea tu ex prometida, están aquí, y va a cenar con nosotros. ¿No lo crees imprudente? ¿Por qué no cenan, pero en su casa? Nunca me han caído bien esas mujeres.
Se queja Melani mientras se separa del abrazo, deja un beso rápido en mi mejilla y sale de la sala.
Todos me saludan y regreso el saludo educadamente. Pasamos al comedor, y Amber se sienta a mi lado.
—Siempre tan atractivo, Máximo—susurra Amber, levanto discretamente mi mirada para ver si alguien más ha observado esta pequeña escena.
No la miro, tenso la quijada, odio cuando hace eso. Odio cuando lo hace en este momento delante de mi familia.
—Guarda tus comentarios, no me interesa saber.
La fulmino con la mirada, pero ella solo muestra una sonrisa, se acaricia un mechón de su cabello negro mientras sonríe.
—He regresado de París, y… ¿Así me recibes? —y pone una mano en mi pierna por debajo de la mesa.
Levanto la mirada de mi plato, pero nadie se percata del incómodo momento. La sangre empieza a hervir. Quiero retirar su mano con toda la brusquedad y si pudiera sacarla arrastras del lugar… Lo haría.
No la quiero cerca de mí ni a su familia.
—No me interesa de donde vengas, siempre tendrás este trato, Amber.
Muevo mi pierna para que retire la mano y con la poca dignidad que le queda la quita. Escucho el carraspeo de mi hermana.
— ¿Y ya regresó Benson de su viaje de Hong Kong? —pregunta Melani para desviar la atención de Amber.
Y lo logra.
«¿Abby Benson?» Ruedo los ojos cuando pregunta precisamente por ella. Muevo mis hombros despreocupado y muy desinteresado por ella.
—Arthur me ha notificado que hoy ha llegado—levanto mi mirada hacia ella—Ni se te ocurra dejarte influenciar por ella de nuevo. Te lo prohíbo. —le advierto con el tenedor en su dirección. Sí, le he advertido, más bien fue una amenaza sutil.
Ella solo me saca la lengua como una cría.
—Ya te he dicho que ella no fue la que tomó la decisión de ir de copas, YO la convencí. Además, es una de las personas, que me caen mucho mejor que «OTRAS»—remarca la palabra en dirección a Amber, esta solo se lleva un pedazo de carne a la boca casi fulminándola con la mirada.
—Como sea, pero es empleada. Entre menos tengas que interactuar con ella, mejor—escupo irritado.
Abby Benson, directora de finanzas de Empresas Galloway. Una mujer que las veces que he cruzado con ella, simplemente chocamos. Podría despedirla o terminar su contrato, pero es demasiado buena en su trabajo, se ha ganado el puesto a pulso. Pero me irrita. No puede mantenerse sus opiniones, siempre tiene que defender su punto de vista, y por más que pido que se calle, ella simplemente se aferra. No se puede mantener una relación laboral entre los dos, obligué a Arthur a mantener todo lo de finanzas con ella, entre menos tenga que hablar con ella mejor. Lejos de mí, y de su actitud rebelde. Quiere implementar sus ideas, pero el jefe, soy yo.
No ella.
—A ver, ¿Yo escojo con quien interactúas? ¿Verdad que no? Bueno si es que lo haces, —la fulmino con la mirada. Eso ha sido actitud «Benson». Tengo que hacer algo para que no se mezcle con mi pequeña hermana. No necesito dos mujeres así en mi vida. No lo voy a tolerar.
—Estás advertida, Melani Galloway—advierto solo para Melani, mientras los demás están en sus pláticas. Melani intenta fulminarme con su hermosa mirada, pero solo tarda unos segundos antes de soltar una risa. Y después toda la atención se centra en ella.
Máximo —Buenas noches, tengo que retirarme, gracias por la cena.—dejo un beso en la frente de mi madre y ella al mismo tiempo me rodea por la cintura. —Gracias por venir, cariño. Amber me observa mientras da un sorbo a su taza de café. Durante la cena ha pedido verme mañana en la oficina. Había decidido finiquitar todos mis negocios con ella, pero por petición de mi madre, lo pospuse. Amber Clarke, es la hija de la mejor amiga de mi madre, una hermosa mujer, ojos color azul, alta, delgada, pelo negro como la noche y piel morena, pero con un alma enferma. Y aunque aún no supero lo de hace años, intento esconder el secreto que compartimos ambos, un secreto que me hace ser el hombre más ruin de este mundo. — ¿Puedo hablar contigo un momento contigo, Máximo? —dice mientras se levanta de su asiento y deja la taza de café en la superficie de la mesa. Y le lanza una mirada fugaz a su madre, Clarissa. —Amber, lo que quieras decir, puede esperar para mañana
Máximo Estoy concentrado en las propuestas de los nuevos proyectos de la empresa. La voz de Arthur me hace alejar la mirada de la pantalla. —Quiero pedir permiso para ausentarme dos semanas, ¿Motivos? Son muy, pero muy personales. Me quedo en total silencio. ¿Permiso? Desde que laboraba a mi lado durante años, es la primera vez que pide ausentarse. — ¿Está todo bien? ¿Ha pasado algo con Gwen? —niega con su rostro serio, toma asiento y cruza su pierna. —Es la primera vez que pido un permiso, pero realmente lo necesito…—sus palabras me dicen que realmente es algo serio el asunto. —Está bien, toma las dos semanas. Llama a recursos para informar mi autorización. —regreso mi atención a la pantalla y sigo leyendo. El silencio se suma entre los dos. De reojo miro que se pone de pie y camina a la salida. Abre la puerta, pero antes de salir se vuelve hacia mí. —Gracias, jefe. Mi sustituto será Abby, que tengas buena noche. —y cierra la puerta. Mis
Abby Doy un pequeño sorbo a mi taza de café. Al sentir el líquido, cierro los ojos y lo saboreo. Extrañaba tanto mi café favorito. Es sábado por la noche y yo en casa. Mi compañero es un buen libro y estoy recostada en mi cama y la música de fondo, Chopin #9. Y así terminamos un día pesado. —Define pesado, Abby. —Suelto un suspiro—Cabrón…—a pesar de que este sábado solo por ocasión especial del jefe Galloway a última hora pidió varias carpetas con los reportes de finanzas de los últimos seis meses. Sé que está furioso porque seré la sustituta de Arthur, pero como me dijo el mismo, hay que respirar y contar hasta diez. Así que lo hice. Después de que me regresará con Sofía las carpetas y diciendo que no las necesitaba de última hora. Respiré antes de que mi cabeza estallara de la frustración. Sofía solo negó divertida. Había puesto una condición a Arthur: Trabajar desde mi oficina. Eso era lo mejor. Estábamos a cinco pisos de distancia. Es rarísima la
Abby «Máximo» Estaba de pie en la entrada del bar, sus brazos cruzados sobre su pecho y con una mirada realmente: «Encabronado» —Mierda, nos ha pillado—murmuré entre dientes. Una risa salió de mis labios, me volví para tomar el último trago de mi caballito de tequila. Mordí el limón con sal, y disfruté el sabor que dejaba mientras bajaba por mi garganta. Melani pide la cuenta intentando aparentar seriedad, pero realmente estábamos mega ebrias. El bartender entrega la nota, pero soy más rápida que Melani. —Ve, yo pago—Melani duda por segundos en si irse o no, pero sabe los problemas que se va a acarrear con su hermano. Hasta podría jurar que si decidiera quedarse sentada en estos momentos y mandar a la m****a a Máximo, este no tardaría en cargarla sobre su hombro como un costal de papas, y diría: ¡Te he dicho que te alejes de mi pequeña hermana, Benson! Melani me observa mientras una risa nerviosa sale de sus labios. —Creoooooooo queeeee… Hoy toca el sermón Galloway—reímos. —Espe
Máximo Manejo a toda prisa hasta llegar a mi casa. Mis nudillos están blancos por la causa de la fuerza con la que aprieto el volante. — ¡Mujer exasperante! —grito dentro del auto golpeando al mismo tiempo el centro del volante. Pongo la clave para entrar a mi cochera privada. Y la furia no cesa. Bajo del auto cerrando la puerta con fuerza.Me encamino al elevador privado, y sigue mi mente recreando sus últimas palabras. —Sus palabras.... —en la forma como lo dijo, sus labios húmedos, y el hecho de que pude ver como sus pezones estaban erectos. Niego inmediatamente borrando esa imagen de ella. La forma en la que me desafía, en su postura decidida de una guerrera enfrentándose a su enemigo. Y Dios, sí que éramos enemigos. No encontraba una verdadera razón por el cua
Abby Llego finalmente a mi departamento. Me dejo caer sobre el sofá. Me quito las zapatillas y me doy un leve masaje a mis pies algo adoloridos. Me distraigo recordando de nuevo las palabras de Galloway. «Qué pase al personal a firmar su renuncia» La sonrisa de triunfo por hacer un tercer proyecto con Hong Kong se había esfumado a unos cuantos metros cuando escuché que Galloway le daba órdenes a Sofía. Estos dos años siempre me había preguntado por qué de esta relación: jefe-empleado igual a odio-odio. No nos podíamos soportar ni siquiera cinco minutos sin estarnos contestándonos el uno al otro. Su forma de ser autoritativo me tenía hasta la coronilla. Siempre déspota, grosero y todavía se quejaba que uno le contestara por su
Máximo Estoy de pie del otro lado de la puerta del departamento de Abby. Maldije muchísimas veces en los últimos minutos. Golpeé su puerta hasta cansarme. Pero no me marcharía sin hablar con ella, tenía que esperar hasta que esa puerta se abriera ante mí. Mi apariencia en estos momentos es lo que menos me importa a ojos de la vecina de enseguida del departamento de Abby. Sus ojos me dieron un repaso de pies a cabeza. ¿Qué nunca ha visto un hombre así en su vida? Solo es un rostro, nena. «Nunca me ha importado» La mitad de mi camisa termino de acomodarla dentro de mi pantalón, la americana la tengo en mis manos, y mi cabello revuelto. Y un tipo de sentimiento, acaso... ¿Culpa? «Abby era
Abby Estoy boca abajo en medio de mi gran cama, la sabana ha desaparecido en un dos por tres, siento unas manos acariciando mi trasero. Suelto un pequeño gemido cuando sus labios tocan mi piel. Su lengua es buena cuando se lo propone. Abro un ojo para poder ver la hora. «3:48 am» Solo ha pasado media hora desde que terminamos una ronda intensa. Seguía aún extasiada por ver las posiciones en las que nos ponía para alcanzar más intenso los orgasmos. Aún no estoy lista para decir lo que pienso, no quiero escuchar de nuevo «fue un error» «No volverá a pasar» Pienso en algún rincón dentro de mi cabeza que esto es una gratificación por ser mi primera vez, a la mejor la culpa lo carcome por dentro, e intenta suavizar lo qué ha explotado entre lo