Abby
Doy un pequeño sorbo a mi taza de café. Al sentir el líquido, cierro los ojos y lo saboreo. Extrañaba tanto mi café favorito.
Es sábado por la noche y yo en casa. Mi compañero es un buen libro y estoy recostada en mi cama y la música de fondo, Chopin #9.
Y así terminamos un día pesado.
—Define pesado, Abby. —Suelto un suspiro—Cabrón…—a pesar de que este sábado solo por ocasión especial del jefe Galloway a última hora pidió varias carpetas con los reportes de finanzas de los últimos seis meses. Sé que está furioso porque seré la sustituta de Arthur, pero como me dijo el mismo, hay que respirar y contar hasta diez.
Así que lo hice. Después de que me regresará con Sofía las carpetas y diciendo que no las necesitaba de última hora. Respiré antes de que mi cabeza estallara de la frustración. Sofía solo negó divertida.
Había puesto una condición a Arthur: Trabajar desde mi oficina. Eso era lo mejor. Estábamos a cinco pisos de distancia. Es rarísima la vez y lo digo que desde que entré como directora de finanzas, que Galloway no se para en ese piso. Siempre siguiendo la jerarquía. Ya tenía dos años en la empresa y solo por el momento me quedaba por las excelentes prestaciones y los bonos que daban, hasta Arthur dijo que es lo mejor.
Intento relajarme y paso a la siguiente página de mi libro. Me distraigo por un momento mirando hacia la ventana que tengo a mi lado. Las cortinas blancas ondean a causa del aire que empieza a entrar. Me levanto a cerrarla, pero de último momento decido sentarme a leer en la terraza, busco mi móvil y lo llevo conmigo.
Media hora después, el sonido de mi móvil me hace retirar la mirada de mi emocionante libro.
Es Melani Galloway.
Sonrío al ver su rostro sacando la lengua mientras tomábamos esa selfi. Deslizo mi dedo para contestar la llamada.
— ¡Abby Benson! ¿Por qué no has avisado que regresaste de Hong Kong? —grita efusiva del otro lado de la línea, pero segundos después suelta la típica risa contagiosa.
—Lo siento, tu hermanito me tuvo entretenida hoy en la tarde en la empresa, quedé algo agotada con sus encargos y otros pendientes que había dejado antes de irme, suma el desfase de horario que me cargo.
— ¡Vale, vale, estás perdonada! ¡Pero eso necesita una ronda de chupitos! —sonrío. Pero niego inmediatamente. El correo que había enviado Galloway antes de retirarme de la empresa hoy, unas letras mayúsculas casi me pican los ojos: NO FRATERNIZAR CON MI HERMANA MELANI. Pero luego me acuerdo de que me gritó en el pasillo delante de todos, y se me pasa. ¡Qué le den! Es mi vida privada, ¿Quién se cree para decirme con quien o no salir?
— ¿En una hora? —pregunto mientras recojo mis cosas para entrar a la habitación.
—Estoy en el lobby, así que te doy veinte minutos—dice entre risas.
—Dama diez y te veo—colgamos.
Entro a mi armario a toda prisa, agarro la maleta de mi viaje que aún no ha sido desempacada. Alcanzo los pantalones negros ajustados, una blusa con escote V gris y mis zapatillas de tacón de aguja en color negro, mis favoritas. Agarro mi larga cabellera y me la ato en una coleta alta desbaratada, repaso mi maquillaje, atrapo mi chaqueta de cuero, las llaves junto con el móvil y la cartera miniatura. Entro al elevador minuto después y muy en el fondo escucho la advertencia de Máximo.
—Pienso que Melani Galloway es ya una adulta, solo tenemos dos años de diferencia de edad. Somos adultas, que le den.
Al abrirse las puertas del elevador se abalanza con los brazos abiertos una Melani sonriente y feliz.
— ¡Te he extrañado! ¡No te vuelvas a marchar con los orientales! —le regreso el abrazo y el beso en la mejilla. Salimos con nuestros brazos entrelazados y entre risas.
El guardaespaldas de Melani me saluda discretamente. Y cuando me subo a la parte trasera del Audi, le hago señas con una sonrisa pícara. Está hecho con las manos de todos los dioses griegos.
Y entonces a Melani es imposible callarla.
Desde que estaba en Los Ángeles hace casi tres años, ella y Gwen, la esposa de Arthur, son las únicas amigas que había hecho. No era tan sociable, ni buena haciendo amistades. Melani se había apegado demasiado a mí desde hace dos años en una noche de copas y desde entonces hemos salido y de vez en cuando con Gwen.
«Pero eso no lo sabe su hermanito Máximo»
Melani según dice que tiene amenazado a Esteban con pasar información de nosotras y menos a Edison, el jefe de seguridad de Máximo. Aunque mi estadía en Hong Kong y a pesar de las horas de diferencia Melani tenía el detalle de saludar ya sea en videoconferencias, por Skype, W******p desde el bar donde nos reuníamos, o desde su cama llorando por el tipo odioso que la ignora, ese sería Emanuel.
—… Y estaba la mejor amiga de mi madre, la odiosa Amber Clarke. Hecha un mar de llanto, demasiado melodramática para mi gusto, Máximo salió hecho una total furia, no entiendo por qué le siguen prestando dinero a esa mujer, ¿Qué no le basta ser socia de Máximo?
—Puede que esté pasando por una crisis existencial…—comenté distraída. Unos minutos después llegamos a nuestro bar, y la plática cambia de rumbo.
♦CUATROHORASDESPUES♦
Creo que esta noche se nos ha salido de las manos, hemos bebido cuatro charolas completas de caballos de tequilas. La música fue la culpable. Nos hizo sentir tan relajadas, que nos daba tanta sed, y Melani no paraba de gritar: «¡Ponme otra charola con todos los caballitos que quepan en ella!» Y después de ello ha propuesto que veamos el amanecer, y he aceptado. Melani apenas puede sostenerse, no hemos parado de reír, me ha dolido tanto mi estómago que hace que casi caiga de mi silla. Melani es la onda. Nunca me canso de escucharla, y de ver sus gestos al contar alguna anécdota. Y se ha unido una a su repertorio: Se ha dado de bruces en el baño a causa de sus zapatillas de aguja de casi un kilómetro de altura, y lo primero que hizo fue reír por minutos cuando me veía intentando ayudarla a levantarla del suelo, luego otros minutos comenzó a llorar por Emanuel.
Seguíamos en la barra, y Alfred, el bartender solo negaba divertido al vernos reír.
—D-Deberías de hablarle…—le suelto con mi lengua un podo trabada por el alcohol mientras me tomo a pecho otro caballito de tequila, y luego mordía el limón con sal. Ella niega repetidamente, toma otro caballito hasta el tope de tequila y se lo toma lanzando su melena rubia hacia atrás.
—No, no, y no… Tengo que… Hacerme la dificiiiiiiiiiiilllllllll—remarcó mucho las últimas palabras que me causó risa—… Tuve que-que investigarlo, ya sabes, soy Melani Galloway…—pongo la palma de mi mano sobre su boca bruscamente.
— ¿I-I-Investigarlo? ¿Eres el FBI? ¿CIA? ¡Melaniaaaa! Sé espontánea, disfruta lo que venga…—Melani intenta morder mi palma, pero la quito antes.
Sus ojos se abren como platos.
— ¡Oh Dios mío! ¡Ya parezco a mi hermano M-M-Máximo!—se cubre su rostro con ambas manos y comienza a reír.
Y cuando se descubre nos da un ataque de risa.
El guardaespaldas de Melani se acerca a nosotros. Tomo su corbata y la acaricio.
—E-E-Esteban, bonita corbata—le guiño el ojo divertida, él apenas puede hacer un gesto casi divertido con sus labios. Él se inclina un poco en medio de las dos para hablar.
—Creo que deberíamos marcharnos en este momento, señorita Galloway, y me refiero: AHORA—lanza una mirada con los ojos un poco más abiertos de lo normal como si quisiera que nos diéramos cuenta de algo. Melani se gira hacia nuestras espaldas, y puedo ver como palidece. Sus ojos casi se salen de su lugar y su mano se va a mi mano bruscamente apretando.
— ¿Qué pasa?—arrugo mi entrecejo.
—M-M-M-Máximo—dice con su lengua casi dormida—me vuelvo hacia donde está mirado, y efectivamente:
Es Máximo Galloway.
Abby «Máximo» Estaba de pie en la entrada del bar, sus brazos cruzados sobre su pecho y con una mirada realmente: «Encabronado» —Mierda, nos ha pillado—murmuré entre dientes. Una risa salió de mis labios, me volví para tomar el último trago de mi caballito de tequila. Mordí el limón con sal, y disfruté el sabor que dejaba mientras bajaba por mi garganta. Melani pide la cuenta intentando aparentar seriedad, pero realmente estábamos mega ebrias. El bartender entrega la nota, pero soy más rápida que Melani. —Ve, yo pago—Melani duda por segundos en si irse o no, pero sabe los problemas que se va a acarrear con su hermano. Hasta podría jurar que si decidiera quedarse sentada en estos momentos y mandar a la m****a a Máximo, este no tardaría en cargarla sobre su hombro como un costal de papas, y diría: ¡Te he dicho que te alejes de mi pequeña hermana, Benson! Melani me observa mientras una risa nerviosa sale de sus labios. —Creoooooooo queeeee… Hoy toca el sermón Galloway—reímos. —Espe
Máximo Manejo a toda prisa hasta llegar a mi casa. Mis nudillos están blancos por la causa de la fuerza con la que aprieto el volante. — ¡Mujer exasperante! —grito dentro del auto golpeando al mismo tiempo el centro del volante. Pongo la clave para entrar a mi cochera privada. Y la furia no cesa. Bajo del auto cerrando la puerta con fuerza.Me encamino al elevador privado, y sigue mi mente recreando sus últimas palabras. —Sus palabras.... —en la forma como lo dijo, sus labios húmedos, y el hecho de que pude ver como sus pezones estaban erectos. Niego inmediatamente borrando esa imagen de ella. La forma en la que me desafía, en su postura decidida de una guerrera enfrentándose a su enemigo. Y Dios, sí que éramos enemigos. No encontraba una verdadera razón por el cua
Abby Llego finalmente a mi departamento. Me dejo caer sobre el sofá. Me quito las zapatillas y me doy un leve masaje a mis pies algo adoloridos. Me distraigo recordando de nuevo las palabras de Galloway. «Qué pase al personal a firmar su renuncia» La sonrisa de triunfo por hacer un tercer proyecto con Hong Kong se había esfumado a unos cuantos metros cuando escuché que Galloway le daba órdenes a Sofía. Estos dos años siempre me había preguntado por qué de esta relación: jefe-empleado igual a odio-odio. No nos podíamos soportar ni siquiera cinco minutos sin estarnos contestándonos el uno al otro. Su forma de ser autoritativo me tenía hasta la coronilla. Siempre déspota, grosero y todavía se quejaba que uno le contestara por su
Máximo Estoy de pie del otro lado de la puerta del departamento de Abby. Maldije muchísimas veces en los últimos minutos. Golpeé su puerta hasta cansarme. Pero no me marcharía sin hablar con ella, tenía que esperar hasta que esa puerta se abriera ante mí. Mi apariencia en estos momentos es lo que menos me importa a ojos de la vecina de enseguida del departamento de Abby. Sus ojos me dieron un repaso de pies a cabeza. ¿Qué nunca ha visto un hombre así en su vida? Solo es un rostro, nena. «Nunca me ha importado» La mitad de mi camisa termino de acomodarla dentro de mi pantalón, la americana la tengo en mis manos, y mi cabello revuelto. Y un tipo de sentimiento, acaso... ¿Culpa? «Abby era
Abby Estoy boca abajo en medio de mi gran cama, la sabana ha desaparecido en un dos por tres, siento unas manos acariciando mi trasero. Suelto un pequeño gemido cuando sus labios tocan mi piel. Su lengua es buena cuando se lo propone. Abro un ojo para poder ver la hora. «3:48 am» Solo ha pasado media hora desde que terminamos una ronda intensa. Seguía aún extasiada por ver las posiciones en las que nos ponía para alcanzar más intenso los orgasmos. Aún no estoy lista para decir lo que pienso, no quiero escuchar de nuevo «fue un error» «No volverá a pasar» Pienso en algún rincón dentro de mi cabeza que esto es una gratificación por ser mi primera vez, a la mejor la culpa lo carcome por dentro, e intenta suavizar lo qué ha explotado entre lo
Abby El edificio de ladrillos rustico y contemporáneo está frente a nosotros. —Vamos. Máximo baja de su asiento y sale del auto, le murmura algo a Edison y Máximo abre mi puerta. Extiende su mano para tomar la mía. Es algo extraño su gesto. Bajo con cuidado, y cuando intento soltarme para caminar, sus dedos se entrelazan con los míos. Y empezamos andar de la mano, puedo sentir el calor que ejerce su agarre, intento soltarme sutilmente, pero el aprieta más. Me lanza una mirada de irritación. —Van a pensar que...—me interrumpe. —Me importa poco lo que los demás piensen. —Pero no somos...—vuelve a interrumpir.
Máximo Estoy contemplando el paisaje de Los Ángeles desde mi oficina. Una sonrisa aparece en mis labios al recordar el día anterior. Es la primera vez que empiezo a desear algo. Y ese algo es pasar tiempo con ella. ¿Desde cuándo mi vida se había vuelto de color gris? ¿Sin motivación? ¿Sin esperanzas? Solo un pedazo de vacío que ni el sexo con otras mujeres me habían llenado o saciado como lo hace con ella. Es un sentimiento de furia, ira, frustración cuando la tengo cerca de mí, pero aún no entendía ¿Por qué? Solo me dejé llevar por mis impulsos por primera vez en mi vida, había llegado a las primeras capas de ella. Tendría que experimentar por primera vez...ser un hombre sencillo. ¿Tú, Galloway? ¿Cómo?
Abby Estoy encerrada en mi oficina terminando los pendientes del día, mientras estoy finalizando, tocan la puerta. —Adelante. Mi mirada está concentrada en terminar los últimos toques de la nueva propuesta. Levanto la mirada y está Sofía y contra su pecho unas carpetas. —Disculpa que la moleste señorita Benson, el señor Galloway me ha pedido que le entregue lo relacionado con el área de Artur, él se ausentara el resto de la tarde y el día de mañana. Me sorprende escuchar eso. ¿Qué le está pasando? Me repongo de mis pensamientos cuando Sofía extiende las carpetas hacia mí. —Gracias, Sofía. Me hubieses llamado y habr&iacut