Darle la noticia de que se quedaría con su padre y que tendría un hermanito para Aurore fue lo más lindo del mundo. En su corazón de niña pura y buena, el que su madre tuviese que irse un tiempo por trabajo no le fue difícil de entender.Pero definitivamente esa noche no fue lo más interesante que le pasó a Armand.Lucie le contó cómo fue con la abogada antes de irse, le contó todo lo que Damiana le había dicho, además de entregarle la grabación y de decirle que estaba embarazada.Esa noche para Armand fue la más mágica luego de tantos días de angustia lejos de su mujer, no se limitó a bañarla y darle amor por doquier, también le prometió que muchas cosas iban a cambiar y una de esas era que ya no tendría que trabajar tanto.Lucie quiso protestar, pero cuando le ofreció llevarse a su amiga Jacqueline para que se hiciera cargo de una parte del trabajo, por supuesto que no se lo pensó dos veces.Ahora, Lucie se deja abrazar por su madre, quien será la persona encargada de entregarla en
Armand llega como cada día al departamento de su novia, Damiana. Los dos estudian en la Universidad estatal de Los Ángeles, Damiana se está especializando en comunicaciones y Armand en ingeniería, siguiendo con la tradición de su familia.Mientras espera que las puertas del ascensor se abran, abraza a aquella bolsa que va caliente en donde un pocillo con sopa de pollo reposa, afuera el invierno se está haciendo sentir y eso lo reconforta de alguna manera.Su novia no se ha sentido bien los últimos días y con aquella sopa pretende hacerla sentir mejor. Pero no es lo único que le lleva, se mete la mano al bolsillo de la chaqueta y aprieta aquel envase, con un cúmulo de sentimientos que lo embargan.Cuando ingresa al departamento, todo se mantiene en silencio, se va directamente a la habitación de su novia para saber cómo está, allí se la encuentra descansando en la cama, deja a la bolsa en una de las cómodas, se acerca con cuidado a ella, se mete en la cama para abrazarla y darle algo d
Un año y ocho meses después… Ya casi son las nueve de la noche y arman toma a su pequeña en brazos para llevarla a su pequeña cunita, el día ha sido bastante maravilloso para ellos, al menos como padre e hija han disfrutado de una fiesta sencilla pero con toda la gente que los estima y que adoran a la pequeña Aurore. En cambio Damiana se siente bastante frustrada, sus suegros no hicieron sino criticarla todo el tiempo por la manera de tomar a la niña, por darle dulces, por no haberle puesto el vestido que ellos le llevaron de regalo hace unos días para su fiesta y varias cosas más. Es por eso por lo que cuando Armand llega con ella a la sala para terminar de ordenar y limpiar todo el desastre que ha quedado, ella no puede evitar descargar su frustración con él. —Desde ya te digo que el próximo año no haremos cumpleaños, a menos que sea en otro lugar y que pagues para que nos atiendan. —Mi amor, si estás muy cansada, solo ve a darte una ducha y acuéstate, yo puedo terminar. —No q
Cinco años después… Armand mira por la ventana la vista que le entrega su ciudad Natal. Baja la mirada a los documentos que tiene enfrente, entre ellos el presupuesto para la construcción de una casa que será el albergue para él y para su pequeña Aurore. Claro, eso sería así si pudiese al menos ver a su hija. Damiana se había ido de su lado al día siguiente que terminó con él y esos habían sido los ocho meses más largos de toda su vida, sin embargo, cada vez que pudo se escapó a San Francisco para ver a su pequeña, darle amor y tratar de arreglar las cosas con Damiana, pero ya en el cuarto viaje se dio cuenta de que ella ya estaba haciendo su vida con otra persona y que no tenía nada más que hacer. Lloró, se embriagó y volvió a llorar, todo eso en compañía de sus dos amigos, los mismos que le dijeron que no debía echarse a morir porque a final de cuentas le quedaba su hija. Y en eso ellos tenían mucha razón. Así fue como se juró que todas sus vidas giraría en torno a ella porque
Lucie se para por quinta vez en menos de cinco minutos para revisar por qué la bendita impresora no está haciendo su trabajo.El problema allí es que muchas de las cosas no funcionan y las personas que debieran arreglarlas no lo hacen. Ella sabe cómo solucionar el problema, pero el asunto es que no le pagan lo suficiente por tener que aguantar al tonto de su jefe y hacer el trabajo de los demás.—¿Otra vez, peleando con esa pobre máquina? —Jacqueline, la asistente del gerente comercial se acerca a ella con una sonrisa y le ayuda a arreglar el problema de la impresora.—Te digo que sabía exactamente qué es lo que debía hacer, pero llevo una semana llamando al técnico informático y todavía no es posible que se aparezca para arreglar todo este problema —Lucie le da clic a «imprimir» y al fin la máquina funciona—. Creo que definitivamente hoy no es mi día.—No digas eso, mujer. Recuerda, todos son nuestros días, lo que pasa es que algunos son más difíciles que otros.—Bueno, entonces diga
Para Lucie tener que caminar en medio de todos aquellos invitados tan estirados y arrogantes es un suplicio, pero uno mayor es tener que caminar con esos tacones de trece centímetros para verse un poco más alta y que su jefe no se sintiera avergonzado de ella.La única ventaja que tiene es que al menos no compartirá la mesa con el tonto de su jefe. A ella le corresponde estar en otra mesa, por supuesto al lado de donde estará él por si se le antoja cualquier cosa, pero con personas según Rogers menos importantes.Cuando invitan a todos los asistentes a que vayan a tomar asiento, por inercia, comienza a buscar inmediatamente si es que por allí se encuentra al papacito que confirmó por la tarde. Logra verlo unas mesas más allá y se siente satisfecha de saber que, al menos, no estará cerca de ella para ver cómo come, porque para eso es demasiado torpe.Las entradas comienzan a correr por el lugar y la conversación comienza a hacerse bastante bulliciosa, para algunos amena menos para Luci
Lucie abre los ojos y se remueve en la cama con bastante pereza. Mira la hora en su celular y se da cuenta que a esta hora ya estaría desde hace una hora peleando con las órdenes de su jefe, entre ellas el famoso desayuno que no es capaz de tomar en su propia casa.—Al menos tengo que verle el lado amable a no tener un peso ahora en este instante… Soy libre.Salta de la cama y pone música a todo volumen, esa que la anima cada mañana y se pone a bailar por todo el departamento. Va hasta la cocina, se prepara unos waffles, les pone bastante mantequilla y miel, los acompaña con unos pocos arándanos, unas frutillas cortadas y luego de eso sigue bailando con el plato en la mano hasta irse a sentar en la terraza.Así, disfrutando de la buena música de un desayuno bastante delicioso y de la vista de la ciudad que sólo se remite a muchos rascacielos frente a ella, comienza a pensar qué es lo que será de su vida de ahora en adelante.Lo primero será visitar un abogado para que la oriente si el
La boca se le seca, pero se mantiene digna con la expresión seria, aunque amable.—Buenas tardes, señorita Geller, es un gusto volver a verla —la voz profunda de Armand se hace notar mientras camina hacia ella y le extiende la mano para saludarla. Lucie se aferra a su portafolio con la mano que con la cual lo sostiene y con la otra, saluda a Armand, sintiendo nuevamente esa misma sensación que sintió hace dos días en la cena—. ¿Me recuerda?—Por supuesto que lo recuerdo… —le dice ella tratando de no sonar como loca.—¿Podemos dejar los formalismos de lado? Venga por aquí —Armand le señala un enorme sofá y ella se sienta en un extremo, él se ubica en el otro y ambos quedan mirándose frente a frente—. Me gustaría saber cuáles son sus áreas de experiencia.—Bueno, principalmente las finanzas, pero el último año que trabajé con el señor Rogers también adquirí experiencia en todo lo que involucra las adquisiciones, manejos de agenda y todo lo que conlleva hacer la asistente de un CEO.—Y