Armand llega como cada día al departamento de su novia, Damiana. Los dos estudian en la Universidad estatal de Los Ángeles, Damiana se está especializando en comunicaciones y Armand en ingeniería, siguiendo con la tradición de su familia.
Mientras espera que las puertas del ascensor se abran, abraza a aquella bolsa que va caliente en donde un pocillo con sopa de pollo reposa, afuera el invierno se está haciendo sentir y eso lo reconforta de alguna manera.
Su novia no se ha sentido bien los últimos días y con aquella sopa pretende hacerla sentir mejor. Pero no es lo único que le lleva, se mete la mano al bolsillo de la chaqueta y aprieta aquel envase, con un cúmulo de sentimientos que lo embargan.
Cuando ingresa al departamento, todo se mantiene en silencio, se va directamente a la habitación de su novia para saber cómo está, allí se la encuentra descansando en la cama, deja a la bolsa en una de las cómodas, se acerca con cuidado a ella, se mete en la cama para abrazarla y darle algo de calor.
Ella abre los ojos con una sonrisa y lo mira a aquellos ojos que tanto les encantan, claros como la miel y con la misma dulzura de ese vital alimento.
—¿Cómo te has sentido hoy mi amor? —le acaricia el cabello con ternura y ella solo se acurruca más en el pecho de su novio.
—Sigo igual, los síntomas no se me han pasado y lo peor de todo es que siento que si vomito una vez más voy a desaparecer.
—Te traje sopa de pollo para que eso no ocurra, Phillipe la preparó especialmente para ti.
—Si Phillipe la hizo, entonces debe estar deliciosa —Armand deja un suave beso en su frente y se pone de pie para alcanzarle la comida, pero antes de entregarle el contenedor, de su bolsillo saca una pequeña bolsita y se la entrega—. También te traje esto.
—¿Qué es? —ella abre la Bolsa, algo emocionada pensando que es un regalo, pero en cuanto ve la prueba casera, abre los ojos y mira a Armand muy asustada—. ¿Insistes en que puedo estar embarazada?
—Llevas casi una semana en estas condiciones y es algo que no podemos descartar. A pesar de que hemos tomado las medidas necesarias para que no ocurra…
—¡No, no la haré! —dice lanzando la prueba en la cama—. Entiende, yo no puedo estar embarazada. Si eso fuera así, ¡imagínate lo que provocaría! Mis padres harían que me regresase a San Francisco de inmediato, no podría terminar mi carrera y sabes cuánto deseo hacerlo.
—Entiendo todo lo que pueda pasar —le dice él acercándose, entregándole la prueba y tomándole las manos para darle seguridad—. Pero no podemos seguir con esta angustia, en verdad me tiene muy preocupado de que ni siquiera los doctores sepan lo que tienes, y como no has querido hacerte exámenes, no podemos asegurar nada, solo hazte la prueba y después de eso veremos qué es lo que podemos hacer.
—Armand, ni tú ni yo estamos preparados para esto —le quita sus manos y lo mira muy molesta—. Desde ya te digo si esta bendita prueba sale positiva, ni sueñes con que yo voy a dar a luz.
Damiana se pone de pie por completo molesta, con la prueba entre sus manos y se mete al baño. Armand se sienta en la orilla de la cama pasando sus manos por el cabello, no deja de pensar en las palabras de Damiana, acerca de no ser madre. Le da terror que quisiera abortar, aunque este no sea el momento, él se ve formando una familia con ella y los hijos son parte de eso.
Prefiere pensar en que debe de estar molesta por alguna otra cosa o, si está embarazada, pueden ser las hormonas las que la tienen así de sensible.
Pasan algunos minutos hasta que escucha el clic de la puerta. Levanta la vista, la ve salir con la prueba en la mano y llorando completamente desconsolada.
—¿Es positiva? —le pregunta nervioso, Damiana solo asiente y él se acerca a ella para abrazarla—. Shhh, tranquila, todo estará bien, sabes que yo estoy contigo. No voy a dejarte sola en todo esto, te prometo que serás una madre fabulosa y yo estaré a tu lado en todo momento.
—Tengo miedo, Armand… Mi padre me lo advirtió, me dijo que si yo me embarazaba iba a retirarme todo el apoyo económico y no quiero terminar como mi madre, como una mujer sola y fracasada.
—No será así, mi amor, yo estaré contigo y haremos esto juntos. Quizás podamos ver la opción de un crédito universitario para que puedas continuar con tus estudios, Para cuando el bebé llegue yo ya estaría terminando mi carrera y después de eso perfectamente podría tornar mente, trabajar y cuidarlo.
—No lo sé, no estoy segura.
—Mira, hagamos algo. Primero tómate esta rica sopa que te traje y después de que estés con el estómago lleno y un poco más relajada, pensaremos que podemos hacer. Solo te pido que no te cierres a la posibilidad de que nuestro hijo pueda nacer.
Damiana asiente para dejarlo tranquilo, pero en realidad en su mente ve una y otra vez la posibilidad de interrumpir el embarazo.
Pero esa idea no es porque no quiera tenerlo, sino que en realidad es por miedo a lo que sus padres puedan decirle y que pierda la oportunidad de cumplir todos aquellos sueños por los que quiso irse a Los Ángeles en primer lugar.
No puede evitar recordar cuando conoció a Armand hace dos años. Es un chico que sobresale en cualquier lugar, no solo por su físico, sino también por su inteligencia, pero a la vez por su sencillez.
Aunque sus padres esperaban que ella encontrase un hombre que le diera una buena vida, libre de preocupaciones y que asegurase el que no tuviese que sacrificarse tanto, ella se había ido a enamorar de un chico que heredará una empresa en ruinas.
Sin embargo, todo eso ahora le parece por completo sin importancia. Una vez más, Armand le está mostrando lo bueno que es, pudo haber salido corriendo, pudo haberle dicho que sí, que se deshiciera de ese hijo porque él tampoco podía hacerse cargo, sin embargo, ya está buscando la opción para apoyarla y hacerla sentir mejor.
Afortunadamente, después que se termina la sopa Armand no toca más el tema, solo la abraza, la lleva a la cama y se quedan allí hasta quedarse dormido juntos. Ya al día siguiente podrán ver qué opciones son las que tienen para salir de aquel problema que se les vendría.
Un año y ocho meses después… Ya casi son las nueve de la noche y arman toma a su pequeña en brazos para llevarla a su pequeña cunita, el día ha sido bastante maravilloso para ellos, al menos como padre e hija han disfrutado de una fiesta sencilla pero con toda la gente que los estima y que adoran a la pequeña Aurore. En cambio Damiana se siente bastante frustrada, sus suegros no hicieron sino criticarla todo el tiempo por la manera de tomar a la niña, por darle dulces, por no haberle puesto el vestido que ellos le llevaron de regalo hace unos días para su fiesta y varias cosas más. Es por eso por lo que cuando Armand llega con ella a la sala para terminar de ordenar y limpiar todo el desastre que ha quedado, ella no puede evitar descargar su frustración con él. —Desde ya te digo que el próximo año no haremos cumpleaños, a menos que sea en otro lugar y que pagues para que nos atiendan. —Mi amor, si estás muy cansada, solo ve a darte una ducha y acuéstate, yo puedo terminar. —No q
Cinco años después… Armand mira por la ventana la vista que le entrega su ciudad Natal. Baja la mirada a los documentos que tiene enfrente, entre ellos el presupuesto para la construcción de una casa que será el albergue para él y para su pequeña Aurore. Claro, eso sería así si pudiese al menos ver a su hija. Damiana se había ido de su lado al día siguiente que terminó con él y esos habían sido los ocho meses más largos de toda su vida, sin embargo, cada vez que pudo se escapó a San Francisco para ver a su pequeña, darle amor y tratar de arreglar las cosas con Damiana, pero ya en el cuarto viaje se dio cuenta de que ella ya estaba haciendo su vida con otra persona y que no tenía nada más que hacer. Lloró, se embriagó y volvió a llorar, todo eso en compañía de sus dos amigos, los mismos que le dijeron que no debía echarse a morir porque a final de cuentas le quedaba su hija. Y en eso ellos tenían mucha razón. Así fue como se juró que todas sus vidas giraría en torno a ella porque
Lucie se para por quinta vez en menos de cinco minutos para revisar por qué la bendita impresora no está haciendo su trabajo.El problema allí es que muchas de las cosas no funcionan y las personas que debieran arreglarlas no lo hacen. Ella sabe cómo solucionar el problema, pero el asunto es que no le pagan lo suficiente por tener que aguantar al tonto de su jefe y hacer el trabajo de los demás.—¿Otra vez, peleando con esa pobre máquina? —Jacqueline, la asistente del gerente comercial se acerca a ella con una sonrisa y le ayuda a arreglar el problema de la impresora.—Te digo que sabía exactamente qué es lo que debía hacer, pero llevo una semana llamando al técnico informático y todavía no es posible que se aparezca para arreglar todo este problema —Lucie le da clic a «imprimir» y al fin la máquina funciona—. Creo que definitivamente hoy no es mi día.—No digas eso, mujer. Recuerda, todos son nuestros días, lo que pasa es que algunos son más difíciles que otros.—Bueno, entonces diga
Para Lucie tener que caminar en medio de todos aquellos invitados tan estirados y arrogantes es un suplicio, pero uno mayor es tener que caminar con esos tacones de trece centímetros para verse un poco más alta y que su jefe no se sintiera avergonzado de ella.La única ventaja que tiene es que al menos no compartirá la mesa con el tonto de su jefe. A ella le corresponde estar en otra mesa, por supuesto al lado de donde estará él por si se le antoja cualquier cosa, pero con personas según Rogers menos importantes.Cuando invitan a todos los asistentes a que vayan a tomar asiento, por inercia, comienza a buscar inmediatamente si es que por allí se encuentra al papacito que confirmó por la tarde. Logra verlo unas mesas más allá y se siente satisfecha de saber que, al menos, no estará cerca de ella para ver cómo come, porque para eso es demasiado torpe.Las entradas comienzan a correr por el lugar y la conversación comienza a hacerse bastante bulliciosa, para algunos amena menos para Luci
Lucie abre los ojos y se remueve en la cama con bastante pereza. Mira la hora en su celular y se da cuenta que a esta hora ya estaría desde hace una hora peleando con las órdenes de su jefe, entre ellas el famoso desayuno que no es capaz de tomar en su propia casa.—Al menos tengo que verle el lado amable a no tener un peso ahora en este instante… Soy libre.Salta de la cama y pone música a todo volumen, esa que la anima cada mañana y se pone a bailar por todo el departamento. Va hasta la cocina, se prepara unos waffles, les pone bastante mantequilla y miel, los acompaña con unos pocos arándanos, unas frutillas cortadas y luego de eso sigue bailando con el plato en la mano hasta irse a sentar en la terraza.Así, disfrutando de la buena música de un desayuno bastante delicioso y de la vista de la ciudad que sólo se remite a muchos rascacielos frente a ella, comienza a pensar qué es lo que será de su vida de ahora en adelante.Lo primero será visitar un abogado para que la oriente si el
La boca se le seca, pero se mantiene digna con la expresión seria, aunque amable.—Buenas tardes, señorita Geller, es un gusto volver a verla —la voz profunda de Armand se hace notar mientras camina hacia ella y le extiende la mano para saludarla. Lucie se aferra a su portafolio con la mano que con la cual lo sostiene y con la otra, saluda a Armand, sintiendo nuevamente esa misma sensación que sintió hace dos días en la cena—. ¿Me recuerda?—Por supuesto que lo recuerdo… —le dice ella tratando de no sonar como loca.—¿Podemos dejar los formalismos de lado? Venga por aquí —Armand le señala un enorme sofá y ella se sienta en un extremo, él se ubica en el otro y ambos quedan mirándose frente a frente—. Me gustaría saber cuáles son sus áreas de experiencia.—Bueno, principalmente las finanzas, pero el último año que trabajé con el señor Rogers también adquirí experiencia en todo lo que involucra las adquisiciones, manejos de agenda y todo lo que conlleva hacer la asistente de un CEO.—Y
Lucie se baja feliz del autobús, puesto que no puede usar el taxi todos los días o eso mermaría sus pocos ahorros, Y camina con total y plena seguridad a la entrada del edificio de Bloom Construction. Como a todos en la entrada, el guardia la detiene y le pide su identificación, la cual ella muestra completamente orgullosa y con una enorme sonrisa contagiando al hombre. —Usted es la primera persona que veo en mucho tiempo que entra con una sonrisa tan grande a este edificio —le dice el hombre muy amable. —Eso es porque me encanta trabajar y porque esta es una nueva oportunidad para mí. Ya veremos si puedo mantener la sonrisa —el hombre se ríe de ella y la ve seguir hacia el ascensor que la llevará hasta la oficina de su jefe. Mientras espera a que las puertas se abran mira el reloj y se da cuenta que está llegando con quince minutos de adelanto, algo que le gusta bastante, porque así tendrá la oportunidad de organizar un poco el escritorio a su comodidad y de esperar a su jefe. Es
Solo unos segundos bastan para que Lucie aterrice a lo que está ocurriendo y recupere un poco la compostura. Comienza a sentir cómo la sangre empieza a fluir de manera iracunda por su cuerpo hasta sonrojarla. Lucie pone un pie dentro de la oficina con las manos en la cintura y enfrenta a los hombres, Armand la mira con esa sonrisa que suele tener, la que Lucie no comprende en ese momento es porque acaba de animarla a que diga la verdad. —¡Oiga usted, señor mentiroso! —la cara de George se desencaja, pero ella sigue—. Llegó aquí hace apenas diez minutos y me encontró trabajando tranquilamente en mi escritorio en todos los pendientes que el señor Bloom ha dejado para mí. «Le ofrecí llamar a arquitectura para que le avisaran a su hijo que usted estaba aquí esperándolo, pero de mala manera me mandó a buscarlo yo misma, a pesar de que le dije que tenía pendientes que él mismo me dejó y que debo cumplirlos el día de hoy. «Y usted —dice arremetiendo en contra de Armand que se está aguant