Los días se van pasando para Lucie, quien se siente bastante cómoda con su trabajo y en especial por la afinidad que tiene con su jefe. Es bastante exigente, pero por estar recién empezando, primero le pregunta acerca de lo requiere y si no sabe, él mismo le enseña. Y esos son los momentos del día que más ama, aunque sabe que no es un hombre libre, ella adora estar con él así. Esta mañana, como cada día, llega antes que Armand y deja listo el café para iniciar con el trabajo del día, aunque desayuna en casa, ese café le ayuda bastante a tomar el ritmo matutino. Revisa la agenda y ve que allí está marcada para las cuatro de la tarde una cita con el amor de su vida. —Que ganas de que se divorciara… —susurra con dramatismo y luego se ríe de su propio chiste interno. —Así me gusta, alegre desde la mañana —la voz amable de Armand llama su atención y levanta la mirada. Hace lo posible para no derretirse justo allí, porque el traje de su jefe no deja nada a la imaginación de lo ajustado
La mañana va transcurriendo normal en Bloom Construction, ya ha pasado más de una semana del incidente con su jefe y ahora Lucie se está haciendo cargo de algunas cosas que van surgiendo mientras su jefe está en una importante reunión con el equipo de trabajo del proyecto de un estadio olímpico para una de las escuelas más prestigiosas de la ciudad. Está tan concentrada en lo suyo, que cuando el teléfono del escritorio suena se sobresalta. —Lucie, ¿sería tan amable de ir hasta la cafetería a ver por qué nuestra orden no llega? —De inmediato señor —«por ti iría hasta la Colombia a buscarte el café, papacito», es parte de los pensamientos habituales de Lucie, ya que no se las puede decir a su jefe. Y ya que debe llevar unas correcciones al departamento de diseño, se lleva los documentos, ya que de todas maneras todo le quede de camino. Se va a la cafetería y allí le informan que no tenían uno de los ingredientes, pero que el pedido del jefe ya está listo y ve cuando van saliendo con
Así que Aurore no era su mujer, sino su hija. Ahora algunas cosas tienen sentido, pero eso no despeja la idea de que su jefe está casado, aunque por la pelea del otro día, debe ser un mal matrimonio o están separados. Como sea, eso ahora no importa. Lucie se pone de pie, le ofrece su mano a Aurore y la niña se la da sin ninguna objeción, algo que no pasa desapercibido para nadie porque normalmente la pequeña no le hace caso a nadie más que a su padre. —Vanessa, ¿la madre dijo algo? —Nada, solo la dejó sentada allí y se fue —la boca de Lucie se hace una línea fina, asiente con la expresión seria y camina con la pequeña al ascensor. Va a marcar el piso de la oficina, pero la niña tira suavemente su mano y le dice. —Disculpe, señorita Geller, pero tengo hambre. —¿Hambre de desayuno o de algo más pequeño? —le pregunta con cariño, mientras aprieta el botón de la cafetería. —De desayuno, mi madre no me dio esta mañana porque se quedó dormida y debía maquillarse para ir a sus cosas.
Es viernes y el cuerpo de Lucie lo sabe, porque siempre ese día puede irse más temprano, aunque este lo duda porque hay varios pendientes y como Armand no está, entonces le tocará a ella hacerse cargo. Ve que los permisos de uno de los proyectos llegan al correo, los imprime y los mete en una de las carpetas. Deja todo guardado en el computador, toma su cartera porque quiere ir por algo de comer a una tienda que está en frente del edificio y camina directo al ascensor para ir con el encargado del proyecto, puesto que ya tiene luz verde para iniciar con las obras lo antes posible. En el siguiente piso se suben dos mujeres con las cuales no tiene ninguna afinidad, saludo o siquiera mirada, por lo que se hace a un costado de las puertas y baja la mirada. —¿Te has dado cuenta, Rebeca, que hay gente tan insignificante? ¡Y lo peor de todo es que les dan cargos tan importantes! —Lucie sabe que es por ella, así que levanta mirada con una sonrisa de suficiencia y se para todo lo que su tama
El grito de alegría de su amiga la obliga a apartar el teléfono para no quedarse sorda y se ríe por ese estallido de alegría. —¡Ah, que emoción! ¿A qué se debe el querer hacer ese cambio? —Hay dos serpientes a las que cerrarles la boca… y como mi jefe no es un viejo verde, mano larga y pervertido, bien vale hacerlo. —Perfecto… pero te advierto, no me voy a medir. —De hecho, sí. No tengo tanto dinero, así que todo con mesura. —¡Mesura mis polainas! Si no me llamabas tú, iba a hacerlo yo… ¡Salió tu cheque! —¡¿En serio?! Que bueno, ya necesitaba mi sueldo, aunque no esté completo. —En eso te equivocas, sí está completo y además salió tu indemnización —Lucie se deja caer en el asiento con la boca abierta—. No tengo idea qué es lo que pasó, pero te aseguro que es lo justo. —Me estás mintiendo… ese viejo no iba a pagarme un peso. —Pues o se va a morir o le llegó una revelación de bondad, porque lo hará. En el almuerzo me enteraré del chisme completo. —Me lo cuentas mañana, porque
Luego de que su madre lo llame a tierra, Armand retoma el camino hacia el restaurante en silencio, pero Aurore no quiere quedarse tranquila. —Lucie me encanta, es muy divertida y no me mira feo como las otras asistentes que ha tenido papá. —Eso es porque ella te ve como lo que eres —le dice su abuela—. Un terrón de azúcar hermoso. —Lucie es muy especial, es joven, pero muy talentosa, estudiosa, responsable, comedida y con un carácter bastante especial —dice Armand con una sonrisa que su madre no puede pasar por alto—. Puede pasar de una mujer amable a una fiera en cuestión de segundos. —Veo que ella te gusta —Armand comienza a toser nervioso y Aurore se ríe. —¡No, ¿cómo crees?! Ella me parece una buena asistente, pero no me gusta. —No me mientas, es obvio que sí. En más de tres años que llevas a cargo de la empresa, nunca fuiste a dejar a tus asistentes porque se quedaran hasta tarde. —Madre… —Ella a mí me gusta… es una mujer interesante, ella es diferente a todas. —¿Verdad qu
Jacqueline pasa por Lucie para ir a su día de compras, pero por el entusiasmo de la mujer parece como si fuera ella quien va a comprarse un guardarropas nuevo. —Iremos primero por la ropa, mi pregunta es, ¿quieres verte guapa, profesional, joven…? —¿Se puede todo eso? —pregunta Lucie con timidez y Jacqueline sólo golpea emocionada el volante. —¡Claro que sí! Una vez en el centro comercial se toman un desayuno liviano y luego comienzan a pasar por las tiendas. Primero se van por trajes formales, afortunadamente se encuentran una liquidación de temporada y varios de los trajes están con descuentos sustanciosos. —Este de pantalón y chaqueta se me hace como lo que traigo siempre —le dice Lucie mientras se lo prueba. —Cuando te veas al espejo te darás cuenta que no, cariño, porque la forma del pantalón es muy diferente —Lucie suspira, se coloca la chaqueta y se mira al espejo. —Jac… tenías toda la razón —le dice abriendo la puerta del probador y su amiga le entrega una blusa blanca.
Lucie se mira al espejo de su cuarto y se regala una sonrisa sincera, alegre, radiante. El atuendo que ha elegido la hace ver elegante, seria y con la presencia de la asistente de Armand Bloom, el constructor más importante de San Francisco.—Ahora sí eres asistente de un hombre genial —se gira para ver cómo se le ve el trasero y se ríe—. Sólo tengo tratar de moverme mucho por ahí o me acusarán de provocadora.Se ríe de sí misma, toma su bolso y sale de allí con toda la actitud de una mujer que se ha descubierto tal cual debería ser.Ya no se tiene que esconder.Ya no tiene miedo de que los hombres la vean como un objeto.Lucie Geller ya demostró de lo que es capaz, no necesita ponerse ropa elegante, porque hasta con un saco de papas es capaz de dejar claro que vale por lo que es y no por lo que aparenta.Va hasta la parada del bus, porque por ahora no puede pagar un taxi, aunque la posibilidad de aprender a conducir y comprarse un auto se le hace cada vez más una mejor decisión. Se s