Jacqueline pasa por Lucie para ir a su día de compras, pero por el entusiasmo de la mujer parece como si fuera ella quien va a comprarse un guardarropas nuevo. —Iremos primero por la ropa, mi pregunta es, ¿quieres verte guapa, profesional, joven…? —¿Se puede todo eso? —pregunta Lucie con timidez y Jacqueline sólo golpea emocionada el volante. —¡Claro que sí! Una vez en el centro comercial se toman un desayuno liviano y luego comienzan a pasar por las tiendas. Primero se van por trajes formales, afortunadamente se encuentran una liquidación de temporada y varios de los trajes están con descuentos sustanciosos. —Este de pantalón y chaqueta se me hace como lo que traigo siempre —le dice Lucie mientras se lo prueba. —Cuando te veas al espejo te darás cuenta que no, cariño, porque la forma del pantalón es muy diferente —Lucie suspira, se coloca la chaqueta y se mira al espejo. —Jac… tenías toda la razón —le dice abriendo la puerta del probador y su amiga le entrega una blusa blanca.
Lucie se mira al espejo de su cuarto y se regala una sonrisa sincera, alegre, radiante. El atuendo que ha elegido la hace ver elegante, seria y con la presencia de la asistente de Armand Bloom, el constructor más importante de San Francisco.—Ahora sí eres asistente de un hombre genial —se gira para ver cómo se le ve el trasero y se ríe—. Sólo tengo tratar de moverme mucho por ahí o me acusarán de provocadora.Se ríe de sí misma, toma su bolso y sale de allí con toda la actitud de una mujer que se ha descubierto tal cual debería ser.Ya no se tiene que esconder.Ya no tiene miedo de que los hombres la vean como un objeto.Lucie Geller ya demostró de lo que es capaz, no necesita ponerse ropa elegante, porque hasta con un saco de papas es capaz de dejar claro que vale por lo que es y no por lo que aparenta.Va hasta la parada del bus, porque por ahora no puede pagar un taxi, aunque la posibilidad de aprender a conducir y comprarse un auto se le hace cada vez más una mejor decisión. Se s
Armand mira a Lucie unos segundos y, por primera vez, Lucie ve a un hombre sonrojarse antes de decirle. —Quiero invitarla un café, fuera de la oficina —ella abre la boca por la sorpresa y él se apresura a decir agitando sus manos—. ¡Pero su me estoy excediendo, sólo tiene que decírmelo! —No es eso… es que se me hace raro, nunca me han invitado a algo como tomar un café… en realidad nunca me han invitado a nada, pero sí. —¿Sí me acepta la invitación? —Sí, aunque no sé por qué lo hace, pero creo que es de las pocas personas que me gustaría conocer fuera de la oficina —ella le sonríe y Armand se relaja un poco. El doctor llega con los resultados de la tomografía y descarta cualquier complicación. Le da las mismas recomendaciones que el chico de la ambulancia, aunque eso del reposo para Lucie es un poco exagerado, considerando que el doctor le recomienda dos días. —No creo que sea necesario… —Lucie, no me discuta —le dice él llevándola en la silla de ruedas para que firme los docum
Cuando al fin logran reponerse un poco de aquella cercanía, Armand mira a Lucie y le acaricia el rostro con dulzura. —Eres tan hermosa… no puedo creer el estar así contigo ahora. —Y yo no puedo creer que me hayas besado… —en ese momento, Armand se separa un poco de ella algo asustado. —¿Por qué? ¿Te molestó que lo hiciera? —Lucie sonríe y la trae de nuevo para acercarlo a ella. —Claro que no, tontito, es sólo que siempre pensé que yo no te gustaba ni que tampoco fuese mujer para ti. —En eso te equivocas, mi bella de Lucie… —le dice acariciando su rostro como si fuera inalcanzable—. Yo no soy hombre para ti. —¿Quién fue la bruja que te hizo tanto daño para que pienses algo así? Eres un hombre asombroso, Armand, nunca debes pensar lo contrario. —Un día te contaré por qué soy un hombre tan torpe en estas cosas —le da un beso rápido y se separa de ella—. Pero ahora mismo quiero que vayas a tu cuarto y que puedas descansar. —¿Y cómo se supone que voy a descansar ahora, después de e
Armand no deja de observar la actitud de Rebeca, quien parece realmente arrepentida de haber mentido, pero es que no sólo por eso quería correrla. La manera de referirse a su ahora novia en verdad le molestó, aunque quiere ser imparcial y no dejarse llevar por eso, lo cierto es que sólo los comentarios ya lo habían predispuesto a correrla de allí. —¿Y bien, señorita Grant? Si esperando su respuesta, aunque la verdad es que desde el viernes ya tengo su puesto vacante. —¡No, por favor! Yo necesito el trabajo. —Eso no es lo que parece. —¡Es ella! Yo no sé lo que le habrá dicho, pero su asistente no me quiere y seguro me puso una trampa con usted. —¿Me quiere decir que ella fue quien la dejó ir temprano? —Exactamente… —¿A razón de qué? Además, los únicos autorizados para permitir ese tipo de permisos somos la señorita Montero y yo. Ni siquiera Lucie, en su papel de jefa, puede hacerlo. —Es que usted no sabe, ella esos días que usted no estuvo se portó muy mal con todos, puedo lla
Cuando logran separarse al fin, Lucie le sonríe con dulzura, huele la flor y se la lleva a la cocina para buscar un algo que le sirva de florero. Al final, se queda con un jarro que suele usar cuando prepara jugos naturales o batidos.—¡Pero que florero más innovador! —se ríe Armand y Lucie se encoge de hombros.—Nunca me regalaron flores, así que un florero no es algo que me importe tener en casa.—Pues es mejor que vayas buscando uno, porque esto será más seguido —la abraza para fundirse en ella un rato—. ¿Tienes hambre?—Muchísima, me desperté hace poco, me metí a la ducha y ahora tengo la comida en el horno calentándose.—Huele delicioso.—Es lasaña, siempre tengo porciones de comida congelada, para los días que no tengo mucho tiempo para cocinar.—Chica organizada y precavida —Lucie sonríe y comienza a buscar los platos y cubiertos.—Al final, ¿qué pasó con Rebeca?—La despedí —Lucie se voltea para verlo a la cara sin poder ocultar su sorpresa, pero Armand se mantiene relajado, c
Ese reposo al fin se le había terminado a Lucie, la misma que va con un vestido ceñido al cuerpo, que la hace ver como una alta ejecutiva. Su cabello va tomado en una coleta alta, su cabello cae en ondas y lo mejor de todo es que los zapatos son tacones de cinco centímetros, pero la hacen ver igual de elegante. Decide irse en taxi, de cierta manera le tiene miedo ya a los autobuses. Sabe perfectamente que en un taxi puede sufrir un accidente, pero al menos los asientos son más blanditos y no le dejarán una segunda cabeza en la frente. Baja por el ascensor pensando en cómo organizarse con todo lo que debe llegar a hacer. Seguro que tendrá varios pendientes y más los que dejaron las arpías, entonces puede que se vuelva loca un par de horas. —Y seré feliz, porque amo mi trabajo —dice con una sonrisa sincera. Para cuando las puertas se abren, el conserje le da los buenos días y le dice que se ve muy linda ese día. Aunque el anciano siempre le dice lo mismo. Cuando llega a la salida, s
La expresión de altanería de Damiana se transforma en una de incomodidad en un segundo, haciendo que Lucie sonría con suficiencia.—Armand… —se le escapa en un susurro.—En mi empresa tú no das órdenes ni tratas a mi personal como si fueras mejor que todos, ahora dime, ¿qué haces aquí? —sisea la pregunta y Lucie sabe que está cabreado, así que reacciona.—Señora Lorena, ¿podría ir al área de diseño para llevar estos documentos? Ellos ya saben qué hacer y de paso se puede ir a su hora de almuerzo.—Sí, señorita Geller —la mujer no se tarda en recoger sus cosas y salir de allí como si estuviese escapando de una guerra nuclear. Lucie le guiña un ojo a Armand y se va a su oficina.—Entra —dice él dejando la puerta abierta, porque sabe de lo que Damiana es capaz. Ella lo sigue y lo enfrenta, pero Armand la interrumpe antes de que logre emitir sonido alguno—. Te recuerdo que eres la madre de mi hija, pero no mi mujer.—¡Lo siento! Pero esa chiquilla se puso altanera y…—La señorita Geller r