Así que Aurore no era su mujer, sino su hija. Ahora algunas cosas tienen sentido, pero eso no despeja la idea de que su jefe está casado, aunque por la pelea del otro día, debe ser un mal matrimonio o están separados. Como sea, eso ahora no importa. Lucie se pone de pie, le ofrece su mano a Aurore y la niña se la da sin ninguna objeción, algo que no pasa desapercibido para nadie porque normalmente la pequeña no le hace caso a nadie más que a su padre. —Vanessa, ¿la madre dijo algo? —Nada, solo la dejó sentada allí y se fue —la boca de Lucie se hace una línea fina, asiente con la expresión seria y camina con la pequeña al ascensor. Va a marcar el piso de la oficina, pero la niña tira suavemente su mano y le dice. —Disculpe, señorita Geller, pero tengo hambre. —¿Hambre de desayuno o de algo más pequeño? —le pregunta con cariño, mientras aprieta el botón de la cafetería. —De desayuno, mi madre no me dio esta mañana porque se quedó dormida y debía maquillarse para ir a sus cosas.
Es viernes y el cuerpo de Lucie lo sabe, porque siempre ese día puede irse más temprano, aunque este lo duda porque hay varios pendientes y como Armand no está, entonces le tocará a ella hacerse cargo. Ve que los permisos de uno de los proyectos llegan al correo, los imprime y los mete en una de las carpetas. Deja todo guardado en el computador, toma su cartera porque quiere ir por algo de comer a una tienda que está en frente del edificio y camina directo al ascensor para ir con el encargado del proyecto, puesto que ya tiene luz verde para iniciar con las obras lo antes posible. En el siguiente piso se suben dos mujeres con las cuales no tiene ninguna afinidad, saludo o siquiera mirada, por lo que se hace a un costado de las puertas y baja la mirada. —¿Te has dado cuenta, Rebeca, que hay gente tan insignificante? ¡Y lo peor de todo es que les dan cargos tan importantes! —Lucie sabe que es por ella, así que levanta mirada con una sonrisa de suficiencia y se para todo lo que su tama
El grito de alegría de su amiga la obliga a apartar el teléfono para no quedarse sorda y se ríe por ese estallido de alegría. —¡Ah, que emoción! ¿A qué se debe el querer hacer ese cambio? —Hay dos serpientes a las que cerrarles la boca… y como mi jefe no es un viejo verde, mano larga y pervertido, bien vale hacerlo. —Perfecto… pero te advierto, no me voy a medir. —De hecho, sí. No tengo tanto dinero, así que todo con mesura. —¡Mesura mis polainas! Si no me llamabas tú, iba a hacerlo yo… ¡Salió tu cheque! —¡¿En serio?! Que bueno, ya necesitaba mi sueldo, aunque no esté completo. —En eso te equivocas, sí está completo y además salió tu indemnización —Lucie se deja caer en el asiento con la boca abierta—. No tengo idea qué es lo que pasó, pero te aseguro que es lo justo. —Me estás mintiendo… ese viejo no iba a pagarme un peso. —Pues o se va a morir o le llegó una revelación de bondad, porque lo hará. En el almuerzo me enteraré del chisme completo. —Me lo cuentas mañana, porque
Luego de que su madre lo llame a tierra, Armand retoma el camino hacia el restaurante en silencio, pero Aurore no quiere quedarse tranquila. —Lucie me encanta, es muy divertida y no me mira feo como las otras asistentes que ha tenido papá. —Eso es porque ella te ve como lo que eres —le dice su abuela—. Un terrón de azúcar hermoso. —Lucie es muy especial, es joven, pero muy talentosa, estudiosa, responsable, comedida y con un carácter bastante especial —dice Armand con una sonrisa que su madre no puede pasar por alto—. Puede pasar de una mujer amable a una fiera en cuestión de segundos. —Veo que ella te gusta —Armand comienza a toser nervioso y Aurore se ríe. —¡No, ¿cómo crees?! Ella me parece una buena asistente, pero no me gusta. —No me mientas, es obvio que sí. En más de tres años que llevas a cargo de la empresa, nunca fuiste a dejar a tus asistentes porque se quedaran hasta tarde. —Madre… —Ella a mí me gusta… es una mujer interesante, ella es diferente a todas. —¿Verdad qu
Jacqueline pasa por Lucie para ir a su día de compras, pero por el entusiasmo de la mujer parece como si fuera ella quien va a comprarse un guardarropas nuevo. —Iremos primero por la ropa, mi pregunta es, ¿quieres verte guapa, profesional, joven…? —¿Se puede todo eso? —pregunta Lucie con timidez y Jacqueline sólo golpea emocionada el volante. —¡Claro que sí! Una vez en el centro comercial se toman un desayuno liviano y luego comienzan a pasar por las tiendas. Primero se van por trajes formales, afortunadamente se encuentran una liquidación de temporada y varios de los trajes están con descuentos sustanciosos. —Este de pantalón y chaqueta se me hace como lo que traigo siempre —le dice Lucie mientras se lo prueba. —Cuando te veas al espejo te darás cuenta que no, cariño, porque la forma del pantalón es muy diferente —Lucie suspira, se coloca la chaqueta y se mira al espejo. —Jac… tenías toda la razón —le dice abriendo la puerta del probador y su amiga le entrega una blusa blanca.
Lucie se mira al espejo de su cuarto y se regala una sonrisa sincera, alegre, radiante. El atuendo que ha elegido la hace ver elegante, seria y con la presencia de la asistente de Armand Bloom, el constructor más importante de San Francisco.—Ahora sí eres asistente de un hombre genial —se gira para ver cómo se le ve el trasero y se ríe—. Sólo tengo tratar de moverme mucho por ahí o me acusarán de provocadora.Se ríe de sí misma, toma su bolso y sale de allí con toda la actitud de una mujer que se ha descubierto tal cual debería ser.Ya no se tiene que esconder.Ya no tiene miedo de que los hombres la vean como un objeto.Lucie Geller ya demostró de lo que es capaz, no necesita ponerse ropa elegante, porque hasta con un saco de papas es capaz de dejar claro que vale por lo que es y no por lo que aparenta.Va hasta la parada del bus, porque por ahora no puede pagar un taxi, aunque la posibilidad de aprender a conducir y comprarse un auto se le hace cada vez más una mejor decisión. Se s
Armand mira a Lucie unos segundos y, por primera vez, Lucie ve a un hombre sonrojarse antes de decirle. —Quiero invitarla un café, fuera de la oficina —ella abre la boca por la sorpresa y él se apresura a decir agitando sus manos—. ¡Pero su me estoy excediendo, sólo tiene que decírmelo! —No es eso… es que se me hace raro, nunca me han invitado a algo como tomar un café… en realidad nunca me han invitado a nada, pero sí. —¿Sí me acepta la invitación? —Sí, aunque no sé por qué lo hace, pero creo que es de las pocas personas que me gustaría conocer fuera de la oficina —ella le sonríe y Armand se relaja un poco. El doctor llega con los resultados de la tomografía y descarta cualquier complicación. Le da las mismas recomendaciones que el chico de la ambulancia, aunque eso del reposo para Lucie es un poco exagerado, considerando que el doctor le recomienda dos días. —No creo que sea necesario… —Lucie, no me discuta —le dice él llevándola en la silla de ruedas para que firme los docum
Cuando al fin logran reponerse un poco de aquella cercanía, Armand mira a Lucie y le acaricia el rostro con dulzura. —Eres tan hermosa… no puedo creer el estar así contigo ahora. —Y yo no puedo creer que me hayas besado… —en ese momento, Armand se separa un poco de ella algo asustado. —¿Por qué? ¿Te molestó que lo hiciera? —Lucie sonríe y la trae de nuevo para acercarlo a ella. —Claro que no, tontito, es sólo que siempre pensé que yo no te gustaba ni que tampoco fuese mujer para ti. —En eso te equivocas, mi bella de Lucie… —le dice acariciando su rostro como si fuera inalcanzable—. Yo no soy hombre para ti. —¿Quién fue la bruja que te hizo tanto daño para que pienses algo así? Eres un hombre asombroso, Armand, nunca debes pensar lo contrario. —Un día te contaré por qué soy un hombre tan torpe en estas cosas —le da un beso rápido y se separa de ella—. Pero ahora mismo quiero que vayas a tu cuarto y que puedas descansar. —¿Y cómo se supone que voy a descansar ahora, después de e