Lucie se baja feliz del autobús, puesto que no puede usar el taxi todos los días o eso mermaría sus pocos ahorros, Y camina con total y plena seguridad a la entrada del edificio de Bloom Construction. Como a todos en la entrada, el guardia la detiene y le pide su identificación, la cual ella muestra completamente orgullosa y con una enorme sonrisa contagiando al hombre. —Usted es la primera persona que veo en mucho tiempo que entra con una sonrisa tan grande a este edificio —le dice el hombre muy amable. —Eso es porque me encanta trabajar y porque esta es una nueva oportunidad para mí. Ya veremos si puedo mantener la sonrisa —el hombre se ríe de ella y la ve seguir hacia el ascensor que la llevará hasta la oficina de su jefe. Mientras espera a que las puertas se abran mira el reloj y se da cuenta que está llegando con quince minutos de adelanto, algo que le gusta bastante, porque así tendrá la oportunidad de organizar un poco el escritorio a su comodidad y de esperar a su jefe. Es
Solo unos segundos bastan para que Lucie aterrice a lo que está ocurriendo y recupere un poco la compostura. Comienza a sentir cómo la sangre empieza a fluir de manera iracunda por su cuerpo hasta sonrojarla. Lucie pone un pie dentro de la oficina con las manos en la cintura y enfrenta a los hombres, Armand la mira con esa sonrisa que suele tener, la que Lucie no comprende en ese momento es porque acaba de animarla a que diga la verdad. —¡Oiga usted, señor mentiroso! —la cara de George se desencaja, pero ella sigue—. Llegó aquí hace apenas diez minutos y me encontró trabajando tranquilamente en mi escritorio en todos los pendientes que el señor Bloom ha dejado para mí. «Le ofrecí llamar a arquitectura para que le avisaran a su hijo que usted estaba aquí esperándolo, pero de mala manera me mandó a buscarlo yo misma, a pesar de que le dije que tenía pendientes que él mismo me dejó y que debo cumplirlos el día de hoy. «Y usted —dice arremetiendo en contra de Armand que se está aguant
Los días se van pasando para Lucie, quien se siente bastante cómoda con su trabajo y en especial por la afinidad que tiene con su jefe. Es bastante exigente, pero por estar recién empezando, primero le pregunta acerca de lo requiere y si no sabe, él mismo le enseña. Y esos son los momentos del día que más ama, aunque sabe que no es un hombre libre, ella adora estar con él así. Esta mañana, como cada día, llega antes que Armand y deja listo el café para iniciar con el trabajo del día, aunque desayuna en casa, ese café le ayuda bastante a tomar el ritmo matutino. Revisa la agenda y ve que allí está marcada para las cuatro de la tarde una cita con el amor de su vida. —Que ganas de que se divorciara… —susurra con dramatismo y luego se ríe de su propio chiste interno. —Así me gusta, alegre desde la mañana —la voz amable de Armand llama su atención y levanta la mirada. Hace lo posible para no derretirse justo allí, porque el traje de su jefe no deja nada a la imaginación de lo ajustado
La mañana va transcurriendo normal en Bloom Construction, ya ha pasado más de una semana del incidente con su jefe y ahora Lucie se está haciendo cargo de algunas cosas que van surgiendo mientras su jefe está en una importante reunión con el equipo de trabajo del proyecto de un estadio olímpico para una de las escuelas más prestigiosas de la ciudad. Está tan concentrada en lo suyo, que cuando el teléfono del escritorio suena se sobresalta. —Lucie, ¿sería tan amable de ir hasta la cafetería a ver por qué nuestra orden no llega? —De inmediato señor —«por ti iría hasta la Colombia a buscarte el café, papacito», es parte de los pensamientos habituales de Lucie, ya que no se las puede decir a su jefe. Y ya que debe llevar unas correcciones al departamento de diseño, se lleva los documentos, ya que de todas maneras todo le quede de camino. Se va a la cafetería y allí le informan que no tenían uno de los ingredientes, pero que el pedido del jefe ya está listo y ve cuando van saliendo con
Así que Aurore no era su mujer, sino su hija. Ahora algunas cosas tienen sentido, pero eso no despeja la idea de que su jefe está casado, aunque por la pelea del otro día, debe ser un mal matrimonio o están separados. Como sea, eso ahora no importa. Lucie se pone de pie, le ofrece su mano a Aurore y la niña se la da sin ninguna objeción, algo que no pasa desapercibido para nadie porque normalmente la pequeña no le hace caso a nadie más que a su padre. —Vanessa, ¿la madre dijo algo? —Nada, solo la dejó sentada allí y se fue —la boca de Lucie se hace una línea fina, asiente con la expresión seria y camina con la pequeña al ascensor. Va a marcar el piso de la oficina, pero la niña tira suavemente su mano y le dice. —Disculpe, señorita Geller, pero tengo hambre. —¿Hambre de desayuno o de algo más pequeño? —le pregunta con cariño, mientras aprieta el botón de la cafetería. —De desayuno, mi madre no me dio esta mañana porque se quedó dormida y debía maquillarse para ir a sus cosas.
Es viernes y el cuerpo de Lucie lo sabe, porque siempre ese día puede irse más temprano, aunque este lo duda porque hay varios pendientes y como Armand no está, entonces le tocará a ella hacerse cargo. Ve que los permisos de uno de los proyectos llegan al correo, los imprime y los mete en una de las carpetas. Deja todo guardado en el computador, toma su cartera porque quiere ir por algo de comer a una tienda que está en frente del edificio y camina directo al ascensor para ir con el encargado del proyecto, puesto que ya tiene luz verde para iniciar con las obras lo antes posible. En el siguiente piso se suben dos mujeres con las cuales no tiene ninguna afinidad, saludo o siquiera mirada, por lo que se hace a un costado de las puertas y baja la mirada. —¿Te has dado cuenta, Rebeca, que hay gente tan insignificante? ¡Y lo peor de todo es que les dan cargos tan importantes! —Lucie sabe que es por ella, así que levanta mirada con una sonrisa de suficiencia y se para todo lo que su tama
El grito de alegría de su amiga la obliga a apartar el teléfono para no quedarse sorda y se ríe por ese estallido de alegría. —¡Ah, que emoción! ¿A qué se debe el querer hacer ese cambio? —Hay dos serpientes a las que cerrarles la boca… y como mi jefe no es un viejo verde, mano larga y pervertido, bien vale hacerlo. —Perfecto… pero te advierto, no me voy a medir. —De hecho, sí. No tengo tanto dinero, así que todo con mesura. —¡Mesura mis polainas! Si no me llamabas tú, iba a hacerlo yo… ¡Salió tu cheque! —¡¿En serio?! Que bueno, ya necesitaba mi sueldo, aunque no esté completo. —En eso te equivocas, sí está completo y además salió tu indemnización —Lucie se deja caer en el asiento con la boca abierta—. No tengo idea qué es lo que pasó, pero te aseguro que es lo justo. —Me estás mintiendo… ese viejo no iba a pagarme un peso. —Pues o se va a morir o le llegó una revelación de bondad, porque lo hará. En el almuerzo me enteraré del chisme completo. —Me lo cuentas mañana, porque
Luego de que su madre lo llame a tierra, Armand retoma el camino hacia el restaurante en silencio, pero Aurore no quiere quedarse tranquila. —Lucie me encanta, es muy divertida y no me mira feo como las otras asistentes que ha tenido papá. —Eso es porque ella te ve como lo que eres —le dice su abuela—. Un terrón de azúcar hermoso. —Lucie es muy especial, es joven, pero muy talentosa, estudiosa, responsable, comedida y con un carácter bastante especial —dice Armand con una sonrisa que su madre no puede pasar por alto—. Puede pasar de una mujer amable a una fiera en cuestión de segundos. —Veo que ella te gusta —Armand comienza a toser nervioso y Aurore se ríe. —¡No, ¿cómo crees?! Ella me parece una buena asistente, pero no me gusta. —No me mientas, es obvio que sí. En más de tres años que llevas a cargo de la empresa, nunca fuiste a dejar a tus asistentes porque se quedaran hasta tarde. —Madre… —Ella a mí me gusta… es una mujer interesante, ella es diferente a todas. —¿Verdad qu