Un año y ocho meses después…
Ya casi son las nueve de la noche y arman toma a su pequeña en brazos para llevarla a su pequeña cunita, el día ha sido bastante maravilloso para ellos, al menos como padre e hija han disfrutado de una fiesta sencilla pero con toda la gente que los estima y que adoran a la pequeña Aurore.En cambio Damiana se siente bastante frustrada, sus suegros no hicieron sino criticarla todo el tiempo por la manera de tomar a la niña, por darle dulces, por no haberle puesto el vestido que ellos le llevaron de regalo hace unos días para su fiesta y varias cosas más.Es por eso por lo que cuando Armand llega con ella a la sala para terminar de ordenar y limpiar todo el desastre que ha quedado, ella no puede evitar descargar su frustración con él.—Desde ya te digo que el próximo año no haremos cumpleaños, a menos que sea en otro lugar y que pagues para que nos atiendan.—Mi amor, si estás muy cansada, solo ve a darte una ducha y acuéstate, yo puedo terminar.—No quiero hacerlo, porque si no mañana o en un mes tu mamá me lo va a sacar en cara.—¿Y cómo podría suceder eso si yo no le cuento de estas cosas a mi madre?—Se me salen a mí para demostrarle lo lindo que eres conmigo, lo considerado que es su hijo, a pesar de que ellos a mí no me quieren ni un poquito.—Estas mal, mis papás si te quieren, lo que pasa es que son serios y tal vez…—Y tal vez, solo tal vez yo no soy de su agrado porque mis padres me dejaron sola, porque ya no hago nada más que cuidar a Aurore —ella se gira hacia Armand y se cruza de brazos—. Hoy, por ejemplo, no dejaron de criticarme en todo momento por el hecho de que no quería colocarle el vestido que ellos le trajeron para la fiesta.«Deben entender que yo soy la madre, yo soy quien toma decisiones, yo soy quien conoce mejor a mi hija. Aurore no se siente cómoda con los vestidos y solo por una fiesta no iba a ser que se rascase el cuello sin parar o que se quejara. Merecía disfrutar su fiesta y, por lo tanto, iba a hacerlo si estaba vestida con un pantalón y una playera que la hiciera sentirse cómoda, que la dejara corretear por allí a su ritmo.«Si se ensuciaba no iba a tener que pensar en cómo rayos quitar la mancha porque era un vestido nuevo, hermoso y que no merecía ese trato por parte de Aurore. También sabes que nunca la dejo comer dulces, pero hoy era un día especial. ¡Es su cumpleaños por amor de Dios! ¡¿Como una niña no iba a poder comer pastel, los chocolates que se estaban ofreciendo a los demás invitados, solo porque a ellos no les parecía saludable?!«En todo caso, de ser así, lo mejor es que no se hubiese servido nada de eso porque a final de cuentas la fiesta era para ella y no para los demás.—Entiendo cada una de las cosas que me está diciendo, pero debes calmarte. Ya te he dicho muchas veces que no tienes que prestar atención a lo que los demás digan, sino lo que yo pienso de ti y yo creo que eres una gran madre, que lo estás haciendo fabuloso y tienes razón en cada una de las cosas que me estás diciendo.—Sí, pero son tus padres los que me dijeron esto, ¿Vas a decirles algo por su comportamiento?—Por supuesto, en cuanto tenga la oportunidad de hablarle con mi madre.—No… quiero que lo hagas ahora —Damiana le pasa el teléfono y Armand lo toma, sin pensarlo marca el teléfono de su madre.Unos minutos después corta la llamada, bastante molesto y las deja sobre la mesa de centro. Continúa limpiando y ordenando mientras, Damiana termina de lavar los platos y vasos sucios en la cocina. Cerca de las once de la noche los dos terminan realmente cansados, Armand le propone a Damiana ayudarla a bañarse para que puedan terminar más rápido, pero ella le dice que no.Armand se va al cuarto de los invitados y usa la ducha de esa habitación. Se cambia de ropa y se apresura en llegar la habitación con su mujer.Puede sentirla tensa, incluso disgustada. Se acerca para abrazarla, pero de ella le rehúye y como si ya no aguantase más, sale de la cama y lo mira fijamente a los ojos.—Armand… Yo ya no puedo seguir con todo esto.—¿A qué te refieres?—No quiero seguir así. Hoy no es la primera vez que tu familia me critica. Tampoco es la primera vez que tú te peleas con ellos por mí. Lo peor de todo es que no le dijiste nada a tu madre para reprenderla, para decirle que termine con su comportamiento.«Por otra parte… Hace mucho tiempo que las cosas entre los dos están frías y yo ya no quiero seguir desgastándome en dos relaciones, una con mi hija y la otra contigo.—¿Qué quieres decir? ¿Acaso estás insinuando la posibilidad de…?—No, Armand no la posibilidad, sino que la realidad. Lo mejor será que hoy duerma en la habitación de invitados y mañana mismo me iré a San Francisco con mis padres. Ya lo conversé con ellos y me estarán esperando con una habitación para mí y para Aurore.—Espera… ¿Qué? ¿Me estás diciendo que además de terminar nuestra relación vas a llevarte a nuestra hija a otra ciudad?—¿Y qué quieres? ¿Que me quede aquí como mantenida, sin hacer nada? Al menos allá mi madre podrá cuidarla mientras yo trabajo.—Pero sabes que no lo necesitas. Yo estoy terminando, estoy trabajando por las noches y sabes que después de esto podré trabajar en la empresa de mi padre, para que tú puedas terminar de estudiar.—Armand, deja de ilusionarme con eso, los dos sabemos que esa empresa jamás se va a levantar, tú nunca dejaras de ser el hijo de un hombre fracasado que llevó una empresa a la bancarrota, tú no tienes la inteligencia ni la fuerza para sacarla adelante, ni mucho menos para darnos a mí y a mi hija lo que necesitamos para vivir porque te falta carácter.Aquellas palabras se le clavan en el corazón Armand como filosas dagas. Se queda mirando Damiana sin poder comprender que es precisamente ella, la mujer que tanto ama, quien le está diciendo aquellas palabras tan hirientes.Da dos paso hacia ella, pero Damiana levanta las manos para detenerlo y él no entiende cómo es que llegó a pensar todo eso de él.—¿Me estás diciendo que quieres terminar conmigo porque estás cansada de mí y también porque crees que no voy a ser capaz de salir adelante ?—Mira, cuando te conocí eras un hombre inteligente, que demostraba que tenía muchas ambiciones en la vida, pero en algún punto todo eso se te olvidó. Ahora estoy con un hombre que estudia por los días, trabaja por las noches y que los fines de semana solo hace doble turno para poder mantenernos. Ya no te veo y las veces que estás en casa solo es para compartir con Aurore, a mí me has olvidado por completo.—¡¿Pero cómo puedes decirme eso si compartimos la misma cama?!—Y eso no quiere decir que tengamos una relación… Al menos por mi parte esto se terminó hace mucho tiempo y solo he estado alargando el asunto por cobarde. Pero ahora que mis padres me están apoyando y quieren tenerme más cerca, creo que aceptaré su ayuda y me iré con ellos a San Francisco junto con Aurore.—Espera, no puedes hacerme eso, no puede separarme de mi hija —en este punto Armand no puede controlar sus lágrimas y su desesperación, siente que todo le da vueltas, tiene miedo de perder a las dos mujeres que ama al mismo tiempo sin poder hacer nada.—Se supone que solo será por unos meses ¿o no? Tú terminarás tu carrera y regresarás a la ciudad.—Damiana —le suplica acercándose a ella—. Yo te amo, por favor, no me hagas esto, sé que puedo solucionarlo.—No, no puedes. Si al menos dejaras de trabajar tanto para pasar más tiempo conmigo y con la niña.—Sabes que no puedo hacerlo, con ese dinero es que nos mantenemos.—Entonces, tú mismo te has dado la respuesta, no tienes como salvar esta relación.Damiana, toma su bata y sale de allí con rumbo a la habitación de invitados, dejando a Armand por completo sin entender nada de lo que acaba de ocurrir. ¿De dónde ha salido eso? Se sienta en la cama a pensar cómo arreglar las cosas con su mujer, ¿Pero lo cierto es que no tiene idea cómo y no será ahora cuando comience a pedirle ayuda a su padre o a alguien más?Ya por la mañana, podrá hablar con Damiana y arreglar las cosas. O eso es lo que él cree.Cinco años después… Armand mira por la ventana la vista que le entrega su ciudad Natal. Baja la mirada a los documentos que tiene enfrente, entre ellos el presupuesto para la construcción de una casa que será el albergue para él y para su pequeña Aurore. Claro, eso sería así si pudiese al menos ver a su hija. Damiana se había ido de su lado al día siguiente que terminó con él y esos habían sido los ocho meses más largos de toda su vida, sin embargo, cada vez que pudo se escapó a San Francisco para ver a su pequeña, darle amor y tratar de arreglar las cosas con Damiana, pero ya en el cuarto viaje se dio cuenta de que ella ya estaba haciendo su vida con otra persona y que no tenía nada más que hacer. Lloró, se embriagó y volvió a llorar, todo eso en compañía de sus dos amigos, los mismos que le dijeron que no debía echarse a morir porque a final de cuentas le quedaba su hija. Y en eso ellos tenían mucha razón. Así fue como se juró que todas sus vidas giraría en torno a ella porque
Lucie se para por quinta vez en menos de cinco minutos para revisar por qué la bendita impresora no está haciendo su trabajo.El problema allí es que muchas de las cosas no funcionan y las personas que debieran arreglarlas no lo hacen. Ella sabe cómo solucionar el problema, pero el asunto es que no le pagan lo suficiente por tener que aguantar al tonto de su jefe y hacer el trabajo de los demás.—¿Otra vez, peleando con esa pobre máquina? —Jacqueline, la asistente del gerente comercial se acerca a ella con una sonrisa y le ayuda a arreglar el problema de la impresora.—Te digo que sabía exactamente qué es lo que debía hacer, pero llevo una semana llamando al técnico informático y todavía no es posible que se aparezca para arreglar todo este problema —Lucie le da clic a «imprimir» y al fin la máquina funciona—. Creo que definitivamente hoy no es mi día.—No digas eso, mujer. Recuerda, todos son nuestros días, lo que pasa es que algunos son más difíciles que otros.—Bueno, entonces diga
Para Lucie tener que caminar en medio de todos aquellos invitados tan estirados y arrogantes es un suplicio, pero uno mayor es tener que caminar con esos tacones de trece centímetros para verse un poco más alta y que su jefe no se sintiera avergonzado de ella.La única ventaja que tiene es que al menos no compartirá la mesa con el tonto de su jefe. A ella le corresponde estar en otra mesa, por supuesto al lado de donde estará él por si se le antoja cualquier cosa, pero con personas según Rogers menos importantes.Cuando invitan a todos los asistentes a que vayan a tomar asiento, por inercia, comienza a buscar inmediatamente si es que por allí se encuentra al papacito que confirmó por la tarde. Logra verlo unas mesas más allá y se siente satisfecha de saber que, al menos, no estará cerca de ella para ver cómo come, porque para eso es demasiado torpe.Las entradas comienzan a correr por el lugar y la conversación comienza a hacerse bastante bulliciosa, para algunos amena menos para Luci
Lucie abre los ojos y se remueve en la cama con bastante pereza. Mira la hora en su celular y se da cuenta que a esta hora ya estaría desde hace una hora peleando con las órdenes de su jefe, entre ellas el famoso desayuno que no es capaz de tomar en su propia casa.—Al menos tengo que verle el lado amable a no tener un peso ahora en este instante… Soy libre.Salta de la cama y pone música a todo volumen, esa que la anima cada mañana y se pone a bailar por todo el departamento. Va hasta la cocina, se prepara unos waffles, les pone bastante mantequilla y miel, los acompaña con unos pocos arándanos, unas frutillas cortadas y luego de eso sigue bailando con el plato en la mano hasta irse a sentar en la terraza.Así, disfrutando de la buena música de un desayuno bastante delicioso y de la vista de la ciudad que sólo se remite a muchos rascacielos frente a ella, comienza a pensar qué es lo que será de su vida de ahora en adelante.Lo primero será visitar un abogado para que la oriente si el
La boca se le seca, pero se mantiene digna con la expresión seria, aunque amable.—Buenas tardes, señorita Geller, es un gusto volver a verla —la voz profunda de Armand se hace notar mientras camina hacia ella y le extiende la mano para saludarla. Lucie se aferra a su portafolio con la mano que con la cual lo sostiene y con la otra, saluda a Armand, sintiendo nuevamente esa misma sensación que sintió hace dos días en la cena—. ¿Me recuerda?—Por supuesto que lo recuerdo… —le dice ella tratando de no sonar como loca.—¿Podemos dejar los formalismos de lado? Venga por aquí —Armand le señala un enorme sofá y ella se sienta en un extremo, él se ubica en el otro y ambos quedan mirándose frente a frente—. Me gustaría saber cuáles son sus áreas de experiencia.—Bueno, principalmente las finanzas, pero el último año que trabajé con el señor Rogers también adquirí experiencia en todo lo que involucra las adquisiciones, manejos de agenda y todo lo que conlleva hacer la asistente de un CEO.—Y
Lucie se baja feliz del autobús, puesto que no puede usar el taxi todos los días o eso mermaría sus pocos ahorros, Y camina con total y plena seguridad a la entrada del edificio de Bloom Construction. Como a todos en la entrada, el guardia la detiene y le pide su identificación, la cual ella muestra completamente orgullosa y con una enorme sonrisa contagiando al hombre. —Usted es la primera persona que veo en mucho tiempo que entra con una sonrisa tan grande a este edificio —le dice el hombre muy amable. —Eso es porque me encanta trabajar y porque esta es una nueva oportunidad para mí. Ya veremos si puedo mantener la sonrisa —el hombre se ríe de ella y la ve seguir hacia el ascensor que la llevará hasta la oficina de su jefe. Mientras espera a que las puertas se abran mira el reloj y se da cuenta que está llegando con quince minutos de adelanto, algo que le gusta bastante, porque así tendrá la oportunidad de organizar un poco el escritorio a su comodidad y de esperar a su jefe. Es
Solo unos segundos bastan para que Lucie aterrice a lo que está ocurriendo y recupere un poco la compostura. Comienza a sentir cómo la sangre empieza a fluir de manera iracunda por su cuerpo hasta sonrojarla. Lucie pone un pie dentro de la oficina con las manos en la cintura y enfrenta a los hombres, Armand la mira con esa sonrisa que suele tener, la que Lucie no comprende en ese momento es porque acaba de animarla a que diga la verdad. —¡Oiga usted, señor mentiroso! —la cara de George se desencaja, pero ella sigue—. Llegó aquí hace apenas diez minutos y me encontró trabajando tranquilamente en mi escritorio en todos los pendientes que el señor Bloom ha dejado para mí. «Le ofrecí llamar a arquitectura para que le avisaran a su hijo que usted estaba aquí esperándolo, pero de mala manera me mandó a buscarlo yo misma, a pesar de que le dije que tenía pendientes que él mismo me dejó y que debo cumplirlos el día de hoy. «Y usted —dice arremetiendo en contra de Armand que se está aguant
Los días se van pasando para Lucie, quien se siente bastante cómoda con su trabajo y en especial por la afinidad que tiene con su jefe. Es bastante exigente, pero por estar recién empezando, primero le pregunta acerca de lo requiere y si no sabe, él mismo le enseña. Y esos son los momentos del día que más ama, aunque sabe que no es un hombre libre, ella adora estar con él así. Esta mañana, como cada día, llega antes que Armand y deja listo el café para iniciar con el trabajo del día, aunque desayuna en casa, ese café le ayuda bastante a tomar el ritmo matutino. Revisa la agenda y ve que allí está marcada para las cuatro de la tarde una cita con el amor de su vida. —Que ganas de que se divorciara… —susurra con dramatismo y luego se ríe de su propio chiste interno. —Así me gusta, alegre desde la mañana —la voz amable de Armand llama su atención y levanta la mirada. Hace lo posible para no derretirse justo allí, porque el traje de su jefe no deja nada a la imaginación de lo ajustado