Cinco años después…
Armand mira por la ventana la vista que le entrega su ciudad Natal. Baja la mirada a los documentos que tiene enfrente, entre ellos el presupuesto para la construcción de una casa que será el albergue para él y para su pequeña Aurore.
Claro, eso sería así si pudiese al menos ver a su hija.
Damiana se había ido de su lado al día siguiente que terminó con él y esos habían sido los ocho meses más largos de toda su vida, sin embargo, cada vez que pudo se escapó a San Francisco para ver a su pequeña, darle amor y tratar de arreglar las cosas con Damiana, pero ya en el cuarto viaje se dio cuenta de que ella ya estaba haciendo su vida con otra persona y que no tenía nada más que hacer.
Lloró, se embriagó y volvió a llorar, todo eso en compañía de sus dos amigos, los mismos que le dijeron que no debía echarse a morir porque a final de cuentas le quedaba su hija. Y en eso ellos tenían mucha razón.
Así fue como se juró que todas sus vidas giraría en torno a ella porque no había nada, absolutamente nada, que pudiese dejar de hacer por su pequeña Aurore.
Una vez que terminó los estudios, regresó a San Francisco para hacerse cargo de la empresa que heredaría de su padre. En tan solo dos meses tomó el control de esta y comenzó a hacer cambios realmente profundos.
Eso le creó la fama de un CEO con determinación, que podía alcanzar las metas que se había propuesto en cada uno de los proyectos y todo eso le rindió frutos bastante buenos.
Ahora es la cabeza de la empresa más importante de construcción en la ciudad de San Francisco, Los mejores y más grandes proyectos primero pasan por sus manos y ahora puede darse el lujo de decidir cuál quiere desarrollar, especialmente porque su ética profesional y la elección de los materiales no se transa en absolutamente por nada, ni siquiera por un billete más.
Ve que al proyecto le faltan algunas cosas, toma el teléfono y le pide a su asistente que vaya de inmediato, hay un par de cosas que no entiende y realmente está molesto.
—Sí, señor —le dice a la mujer al entrar y él frunce el ceño porque nota que está como distraída.
—A esta carpeta le faltan los permisos del ayuntamiento.
—Sí… lo que pasa es que esos documentos aún no han llegado, señor.
—Y si no han llegado entonces, ¿por qué estoy perdiendo tiempo la revisión de esta carpeta? Además, esos ya se enviaron hace bastante tiempo, deberían estar aquí. ¿Por qué no han llegado?
—No… no lo sé, señor. Si quiere, puedo llamar ahora mismo y preguntar…
—Pero por favor, tenga la amabilidad de hacerlo, si es que no es mucha molestia y no le interrumpo algo importante que esté haciendo —le responde con sarcasmo, porque en verdad está enojado—. Digo, porque hacer su trabajo también pueden entorpecer su día, ¿no le parece?
La mujer lo mira nerviosa, baja la mirada y comienza a jugar con sus manos. Armand se desespera y se pone de pie bastante molesto. Camina hacia la puerta, la abre a todo lo que da y la invita a salir con un gesto de la mano.
—Hágame el favor, tome sus cosas y váyase de aquí —la mujer abre sus ojos y comienza a negar.
—Oor favor, no me corra, usted sabe que necesito el trabajo.
—Pues no se nota, porque en lo que va de este mes esta es la quinta o sexta vez que me hace exactamente lo mismo, hacerme perder el tiempo, además de que no está haciendo su trabajo. Usted sabe perfectamente cuáles son sus labores y no las estás haciendo.
—Es que yo pensé…
—No debería pensar mucho en algo que se supone sabe hacer, ahora sólo quiero que se vaya.
La mujer comienza a llorar hipando y haciendo un tremendo escándalo, varias de las personas allí fijan la mirada en la escena, pero Armand se mantiene completamente impasible.
Busca la agenda de contactos y marca al ayuntamiento para preguntar por qué esos permisos no han estado listos todavía. Al cortar se lleva la enorme y agradable sorpresa de que los permisos ya los habían enviado, sólo que su asistente no había revisado el correo.
Comienza a revisar y se da cuenta que en la bandeja hay cientos de correos sin abrir. Comienza a revisar cada uno de ellos, dándose cuenta penosamente que se ha perdido invitaciones a eventos bastante importantes.
Levanta el teléfono nuevamente y marca al jefe de recursos humanos.
—Recursos humanos de Bloom Construction, buenos días.
—Joseph, necesito urgente que me busque un asistente.
—Claro, señor, lo haré de inmediato.
—Asegúrese de juntar a unos cinco candidatos, cuando los tenga, envíeme sus currículums, yo seré quien los revise y quien las entreviste, esta vez necesito asegurarme de que la persona que cumpla ese papel lo haga bien.
—En cuanto los tenga, se los haré llegar, señor.
—Muchas gracias, Joseph.
Armand solía enojarse y molestarse cuando las cosas no se hacían a su ritmo, pero eso no lo hace un patán, todo lo contrario, sigue siendo ese mismo muchacho amable.
Lo único que había cambiado en él este tiempo es que se había vuelto un hombre más serio. Las salidas nocturnas, las fiestas y todo eso que involucraba divertirse había quedado en el pasado. Ahora su única entretención es el trabajo y de vez en cuando, las oportunidades en que Damiana se sentía benevolente y le permitía ver a Aurore, los paseos con su hija también eran una buena manera de distraerse, de pasar su tiempo libre y de ser feliz un rato.
Se mete de nuevo a su oficina para revisar todos los correos que su asistente no vio. Allí se encuentra una invitación para una fiesta que está programada para ese mismo día en la noche. Llama por teléfono a la persona encargada de las confirmaciones y le pregunta si aún está a tiempo para hacerlo, la chica amablemente le dice que sí y decide que esa noche irá a esa cena.
Una vez que termina llama por teléfono a Damiana, tal como hace cada día para saber de su hija. Y tal como suele suceder, al menos seis veces por semana, Damiana no le responde.
Suspira con frustración, se pone de pie y ordena todo en su escritorio. Se lleva la carpeta para revisarla después del evento de la noche y así ver cuándo puede comenzar con la construcción de su nuevo hogar.
Al salir de la oficina lo hace con ese rostro serio, el de un hombre al que muchos respetan y otros pocos le temen. Es mejor esa máscara de hombre serio y frío para que no vuelvan a hacerle daño y para que no piensen que pueden hacer con él lo que quieran.
Ya le sucedió en el pasado y ahora se arrepiente de haber caído en eso, porque eso le estaba restando a tiempo con su hija, su único y mayor tesoro en la vida.
Lucie se para por quinta vez en menos de cinco minutos para revisar por qué la bendita impresora no está haciendo su trabajo.El problema allí es que muchas de las cosas no funcionan y las personas que debieran arreglarlas no lo hacen. Ella sabe cómo solucionar el problema, pero el asunto es que no le pagan lo suficiente por tener que aguantar al tonto de su jefe y hacer el trabajo de los demás.—¿Otra vez, peleando con esa pobre máquina? —Jacqueline, la asistente del gerente comercial se acerca a ella con una sonrisa y le ayuda a arreglar el problema de la impresora.—Te digo que sabía exactamente qué es lo que debía hacer, pero llevo una semana llamando al técnico informático y todavía no es posible que se aparezca para arreglar todo este problema —Lucie le da clic a «imprimir» y al fin la máquina funciona—. Creo que definitivamente hoy no es mi día.—No digas eso, mujer. Recuerda, todos son nuestros días, lo que pasa es que algunos son más difíciles que otros.—Bueno, entonces diga
Para Lucie tener que caminar en medio de todos aquellos invitados tan estirados y arrogantes es un suplicio, pero uno mayor es tener que caminar con esos tacones de trece centímetros para verse un poco más alta y que su jefe no se sintiera avergonzado de ella.La única ventaja que tiene es que al menos no compartirá la mesa con el tonto de su jefe. A ella le corresponde estar en otra mesa, por supuesto al lado de donde estará él por si se le antoja cualquier cosa, pero con personas según Rogers menos importantes.Cuando invitan a todos los asistentes a que vayan a tomar asiento, por inercia, comienza a buscar inmediatamente si es que por allí se encuentra al papacito que confirmó por la tarde. Logra verlo unas mesas más allá y se siente satisfecha de saber que, al menos, no estará cerca de ella para ver cómo come, porque para eso es demasiado torpe.Las entradas comienzan a correr por el lugar y la conversación comienza a hacerse bastante bulliciosa, para algunos amena menos para Luci
Lucie abre los ojos y se remueve en la cama con bastante pereza. Mira la hora en su celular y se da cuenta que a esta hora ya estaría desde hace una hora peleando con las órdenes de su jefe, entre ellas el famoso desayuno que no es capaz de tomar en su propia casa.—Al menos tengo que verle el lado amable a no tener un peso ahora en este instante… Soy libre.Salta de la cama y pone música a todo volumen, esa que la anima cada mañana y se pone a bailar por todo el departamento. Va hasta la cocina, se prepara unos waffles, les pone bastante mantequilla y miel, los acompaña con unos pocos arándanos, unas frutillas cortadas y luego de eso sigue bailando con el plato en la mano hasta irse a sentar en la terraza.Así, disfrutando de la buena música de un desayuno bastante delicioso y de la vista de la ciudad que sólo se remite a muchos rascacielos frente a ella, comienza a pensar qué es lo que será de su vida de ahora en adelante.Lo primero será visitar un abogado para que la oriente si el
La boca se le seca, pero se mantiene digna con la expresión seria, aunque amable.—Buenas tardes, señorita Geller, es un gusto volver a verla —la voz profunda de Armand se hace notar mientras camina hacia ella y le extiende la mano para saludarla. Lucie se aferra a su portafolio con la mano que con la cual lo sostiene y con la otra, saluda a Armand, sintiendo nuevamente esa misma sensación que sintió hace dos días en la cena—. ¿Me recuerda?—Por supuesto que lo recuerdo… —le dice ella tratando de no sonar como loca.—¿Podemos dejar los formalismos de lado? Venga por aquí —Armand le señala un enorme sofá y ella se sienta en un extremo, él se ubica en el otro y ambos quedan mirándose frente a frente—. Me gustaría saber cuáles son sus áreas de experiencia.—Bueno, principalmente las finanzas, pero el último año que trabajé con el señor Rogers también adquirí experiencia en todo lo que involucra las adquisiciones, manejos de agenda y todo lo que conlleva hacer la asistente de un CEO.—Y
Lucie se baja feliz del autobús, puesto que no puede usar el taxi todos los días o eso mermaría sus pocos ahorros, Y camina con total y plena seguridad a la entrada del edificio de Bloom Construction. Como a todos en la entrada, el guardia la detiene y le pide su identificación, la cual ella muestra completamente orgullosa y con una enorme sonrisa contagiando al hombre. —Usted es la primera persona que veo en mucho tiempo que entra con una sonrisa tan grande a este edificio —le dice el hombre muy amable. —Eso es porque me encanta trabajar y porque esta es una nueva oportunidad para mí. Ya veremos si puedo mantener la sonrisa —el hombre se ríe de ella y la ve seguir hacia el ascensor que la llevará hasta la oficina de su jefe. Mientras espera a que las puertas se abran mira el reloj y se da cuenta que está llegando con quince minutos de adelanto, algo que le gusta bastante, porque así tendrá la oportunidad de organizar un poco el escritorio a su comodidad y de esperar a su jefe. Es
Solo unos segundos bastan para que Lucie aterrice a lo que está ocurriendo y recupere un poco la compostura. Comienza a sentir cómo la sangre empieza a fluir de manera iracunda por su cuerpo hasta sonrojarla. Lucie pone un pie dentro de la oficina con las manos en la cintura y enfrenta a los hombres, Armand la mira con esa sonrisa que suele tener, la que Lucie no comprende en ese momento es porque acaba de animarla a que diga la verdad. —¡Oiga usted, señor mentiroso! —la cara de George se desencaja, pero ella sigue—. Llegó aquí hace apenas diez minutos y me encontró trabajando tranquilamente en mi escritorio en todos los pendientes que el señor Bloom ha dejado para mí. «Le ofrecí llamar a arquitectura para que le avisaran a su hijo que usted estaba aquí esperándolo, pero de mala manera me mandó a buscarlo yo misma, a pesar de que le dije que tenía pendientes que él mismo me dejó y que debo cumplirlos el día de hoy. «Y usted —dice arremetiendo en contra de Armand que se está aguant
Los días se van pasando para Lucie, quien se siente bastante cómoda con su trabajo y en especial por la afinidad que tiene con su jefe. Es bastante exigente, pero por estar recién empezando, primero le pregunta acerca de lo requiere y si no sabe, él mismo le enseña. Y esos son los momentos del día que más ama, aunque sabe que no es un hombre libre, ella adora estar con él así. Esta mañana, como cada día, llega antes que Armand y deja listo el café para iniciar con el trabajo del día, aunque desayuna en casa, ese café le ayuda bastante a tomar el ritmo matutino. Revisa la agenda y ve que allí está marcada para las cuatro de la tarde una cita con el amor de su vida. —Que ganas de que se divorciara… —susurra con dramatismo y luego se ríe de su propio chiste interno. —Así me gusta, alegre desde la mañana —la voz amable de Armand llama su atención y levanta la mirada. Hace lo posible para no derretirse justo allí, porque el traje de su jefe no deja nada a la imaginación de lo ajustado
La mañana va transcurriendo normal en Bloom Construction, ya ha pasado más de una semana del incidente con su jefe y ahora Lucie se está haciendo cargo de algunas cosas que van surgiendo mientras su jefe está en una importante reunión con el equipo de trabajo del proyecto de un estadio olímpico para una de las escuelas más prestigiosas de la ciudad. Está tan concentrada en lo suyo, que cuando el teléfono del escritorio suena se sobresalta. —Lucie, ¿sería tan amable de ir hasta la cafetería a ver por qué nuestra orden no llega? —De inmediato señor —«por ti iría hasta la Colombia a buscarte el café, papacito», es parte de los pensamientos habituales de Lucie, ya que no se las puede decir a su jefe. Y ya que debe llevar unas correcciones al departamento de diseño, se lleva los documentos, ya que de todas maneras todo le quede de camino. Se va a la cafetería y allí le informan que no tenían uno de los ingredientes, pero que el pedido del jefe ya está listo y ve cuando van saliendo con