Ingresamos al auto, ¡qué delicia!, por el aire acondicionado, fue tan agradable. El calor era abrumador y sofocante. Cebolla y Simón nos llevaron hasta una bahía, ahí nos esperaba una lancha para llevarnos a altamar, miré al horizonte, vi el yate.Roland tomó la maleta, se alejó con Rata, hablaron en privado, mientras esperaba con mis pies metidos en la arena de playa, estaba tibia. Me había distraído tanto recordando cada situación desde que lo conocí, no me di cuenta en qué momento se fueron sus hombres de confianza. Un beso en mi cuello me trajo a la realidad.—¿Qué piensas? —Me tomó de la mano.—En muchas cosas, pero te has ganado, por este día, que no haga la pregunta de la cual rehuelles desde ayer.Soltó una carcajada, era tan bello, se veía tan joven al hacerlo. No podía ocultar que era un adorable diablillo.—¡Quiero que me quites el castigo! —acarició mis labios—. No había besado a una mujer por muy absurdo que te parezca, y ahora solo deseo hacerlo a cada rato. —Nos miramos
La luz del nuevo día se filtró por las pequeñas ventanas de la habitación del yate, desde ayer nos encontrábamos en mar abierto. Me tenía abrazada y yo encajaba en su regazo a la perfección, su largo brazo estaba sobre mi seno.Rebobiné el día de ayer «me acosté con él». ¡No Dios! Recuerdo hasta que me acostó. Me miré la ropa, tenía pijama puesta y ropa interior limpia ¿Dios lo hice? Él se movió, sentí la erección en mi trasero, salí apresurada de la cama, no sentí el cuerpo diferente. Como era su costumbre, él se levantó al menor movimiento, su mirada era de interrogatorio.—¿Pasa algo, Hermosa? —lo miré, me sonrojé.—¿Hicimos algo ayer?No sé cómo describir su mirada, pasó de la preocupación a la ternura en un segundo.—Aparte de limpiarte el vómito, cambiarte de ropa, te acosté y me acosté a tu lado, nada más pasó, Verónica. —suspiré, mientras que él dejó ver una sutil tristeza—. Contigo perdí el estilo.—No has perdido nada y gracias por no…—Te quiero consiente el día en que me i
Quería abrazarlo, sin embargo, logré contenerme, me senté a su lado y la fresca brisa golpeó en mi rostro, le di a entender que siguiera. —¿No te enojarás más?—Depende. —nos miramos por un rato—. Con la verdad no se pelea, Roland —desvió su mirada.—Antes de que tú aparecieras. —Se encogió de hombros—. Hace unos cuatro meses, cuando viajé a Barranquilla para mirar las obras, me quedé en la casa de Andrés, mi socio. —Le costaba darme su confesión o revelarme una parte de su misteriosa y hermética vida—. Me quedé casi una semana y coqueteé de alguna manera con Beatriz, ella siempre me había visto con muchas mujeres, a veces con dos el mismo día no le parecía que fuera un buen partido.» En esa semana nos dimos cuenta o más bien me di cuenta de que era una buena muchacha y tal vez podría comenzar a tener algo serio en mi vida. —Se me tensó todo por dentro por los celos, ella era una verdadera rival—. No pongas esa cara Verónica. —traté de sonreírle—. Antes de irme le dije que pensar
El celular me despertó, era pasada la medianoche, había quedado muerta después de haber pasado el día arreglando el apartamento con adornos navideños. Arreglar las luces y todo lo que teníamos guardado.Quedó muy lindo, parecía la casa de Papá Noel, los tres habíamos quedado exhaustos, caí en la cama después de darme un baño y me tomé un analgésico para el cólico, me llegó la menstruación y al parecer será de esas que el dolor me enviaba a la cama.—Sí. —respondí más dormida que despierta.—Verónica. —Era la voz de Roland susurrando—. Perdona por despertarte, no puedo dormir.—¿Y aplicas, tú y yo en el mismo estado?Escuché su risa, se sintió un eco, quién sabe en donde estará metido.» ¿Dónde estás?—Llegando a tu apartamento. ¿Me das posada? Desde ayer no duermo.Me levanté como un resorte, ingresé corriendo al baño por la gran descarga, no sé si fue por el fuerte movimiento o por la sorpresa.—¿A qué horas llegas? —escuché que hablaba con alguien.Por mucho en diez minutos, Simón d
Algo le pasaba, aunque no lo diga, sus silencios hablan mucho y las pocas veces que da para hablar dejo que lo haga hasta donde él se lo permite. —¿Por qué, Cielo? —comentó.—Porque antes me era más fácil, ahora me cuesta ser más… —Se quedó callado. ¡Qué frustrante era! ¿Por qué le costaba tanto abrirse a mí?— Hermosa, llego mañana y espero tener días normales. Y gracias por la palabra que en los últimos días me dices. —sonreí.—¿No volverás a llamar?—No, te espero en mi casa.—Ahí estaré. Te tengo una sorpresa.—¿Le doy rienda suelta a mi imaginación?Mordí mis labios, quería llevarlo hasta el último día y que se desesperara por acostarse conmigo, pero había pasado unos días muy feos, además ha respetado el trato. Por eso decidí acostarme con él.—Tal vez… Por ahora me refiero a otro tipo de sorpresa, recuerda que lo otro te lo debes ganar. La sorpresa es algo mucho más bello.—No hay nada más bello, ni lo habrá, más que tu deliciosa vagi… entrepierna. —Solté una carcajada—. Piéns
¿Se habrá molestado por estar aquí? Rayos, irá a poner el grito en el cielo al ver su casa. Así se enoje, él lo necesita.—¿Te molesta? —sentí una punzada en el pecho.—Para nada, no pienses cosas erradas, tu auto sigue en mi casa desde el mediodía, por un momento me imaginé que me lo ibas a devolver.Me imagino que estaba más vigilada que la primera dama, aunque Cebolla se portó muy colaborador y por como mi amigo ha actuado puedo jurar que Raúl le coqueteó, aunque Cebolla no tenía pinta de gustarle los hombres, lo he visto con mujeres, en Santa Marta disfrutó.—¿Puedo quedarme? —escuché su risa.—Prométeme que dormirás en mi cama.Sentí cosquillas en ese lugar íntimo. Recordé una vez más mi reunión de grado, confieso que no logro apartar ese pensamiento.—Concedido. Se me pasó el tiempo hablando con Inés.La nombrada me miraba y mis amigos ya subían las escaleras.—Llego sobre las seis de la tarde o un poco más tarde, Verónica. No te vayas de la casa, ¿lo prometes?Hablaba muy bajo,
Me puse muy nerviosa al escuchar su voz, mis amigos dejaron de abrazarme al ver a Roland apoyado sobre la puerta de mi auto.—Creo que tendré tiempo para hacer algo diferente, ¿me ayudas, Raúl?—Chicos. —Mi novio los llamó—. Rata quiere hablar con ustedes.Se miraron y salieron al andén, atravesaron la calle y llegaron hasta donde él esperaba en el carro. Las manos comenzaron a sudarme cuando se acercó.» Lamento haberte dicho lo que te dije. —Se cruzó de brazos, esperó a que tomara la iniciativa, pero no dije nada ni me moví de lugar, él suspiró—. Perdóname, no me hagas repetirlo, por favor.No encontré las palabras. Quería decirle tantas cosas, hasta cachetearlo por lo grosero y no pude, me quedé inmóvil.» Verónica, por favor. —susurró—. Yo odio la Navidad porque… —peleaba consigo mismo, iba a decírmelo, no digas nada, déjalo hablar—. Cuando niño me gustaba mucho, mi madre y mi… Todos los primeros de diciembre arreglábamos la casa. El conflicto es que ella me dejó con… —Le costaba
Me desperté al escuchar voces en la sala del apartamento. Roland nos había dejado a eso de la media noche y quedamos en almorzar juntos, la idea era recuperar los días separados. La puerta de la habitación se abrió y ahí entraba él. Ese hombre era perfecto, se veía tan bello, tan sensual, debía decir la verdad, se veía muy varonil, demasiado sexy, muy comestible. Lo mejor de todo era mío, lo tenía para mí. Tal vez peco por presumir, pero sé que él estaba conmigo.—Buenos días. —sonrió con esa típica malicia, Dios ese hombre humedecía mi entrepierna—. Deja de verme de ese modo, «señorita Verónica» —trató de contener la risa.—No todos los días un atractivo hombre me despierta.—Falta poco para que sea obligatorio. —sonreí al comprender que se re