Algo le pasaba, aunque no lo diga, sus silencios hablan mucho y las pocas veces que da para hablar dejo que lo haga hasta donde él se lo permite. —¿Por qué, Cielo? —comentó.—Porque antes me era más fácil, ahora me cuesta ser más… —Se quedó callado. ¡Qué frustrante era! ¿Por qué le costaba tanto abrirse a mí?— Hermosa, llego mañana y espero tener días normales. Y gracias por la palabra que en los últimos días me dices. —sonreí.—¿No volverás a llamar?—No, te espero en mi casa.—Ahí estaré. Te tengo una sorpresa.—¿Le doy rienda suelta a mi imaginación?Mordí mis labios, quería llevarlo hasta el último día y que se desesperara por acostarse conmigo, pero había pasado unos días muy feos, además ha respetado el trato. Por eso decidí acostarme con él.—Tal vez… Por ahora me refiero a otro tipo de sorpresa, recuerda que lo otro te lo debes ganar. La sorpresa es algo mucho más bello.—No hay nada más bello, ni lo habrá, más que tu deliciosa vagi… entrepierna. —Solté una carcajada—. Piéns
¿Se habrá molestado por estar aquí? Rayos, irá a poner el grito en el cielo al ver su casa. Así se enoje, él lo necesita.—¿Te molesta? —sentí una punzada en el pecho.—Para nada, no pienses cosas erradas, tu auto sigue en mi casa desde el mediodía, por un momento me imaginé que me lo ibas a devolver.Me imagino que estaba más vigilada que la primera dama, aunque Cebolla se portó muy colaborador y por como mi amigo ha actuado puedo jurar que Raúl le coqueteó, aunque Cebolla no tenía pinta de gustarle los hombres, lo he visto con mujeres, en Santa Marta disfrutó.—¿Puedo quedarme? —escuché su risa.—Prométeme que dormirás en mi cama.Sentí cosquillas en ese lugar íntimo. Recordé una vez más mi reunión de grado, confieso que no logro apartar ese pensamiento.—Concedido. Se me pasó el tiempo hablando con Inés.La nombrada me miraba y mis amigos ya subían las escaleras.—Llego sobre las seis de la tarde o un poco más tarde, Verónica. No te vayas de la casa, ¿lo prometes?Hablaba muy bajo,
Me puse muy nerviosa al escuchar su voz, mis amigos dejaron de abrazarme al ver a Roland apoyado sobre la puerta de mi auto.—Creo que tendré tiempo para hacer algo diferente, ¿me ayudas, Raúl?—Chicos. —Mi novio los llamó—. Rata quiere hablar con ustedes.Se miraron y salieron al andén, atravesaron la calle y llegaron hasta donde él esperaba en el carro. Las manos comenzaron a sudarme cuando se acercó.» Lamento haberte dicho lo que te dije. —Se cruzó de brazos, esperó a que tomara la iniciativa, pero no dije nada ni me moví de lugar, él suspiró—. Perdóname, no me hagas repetirlo, por favor.No encontré las palabras. Quería decirle tantas cosas, hasta cachetearlo por lo grosero y no pude, me quedé inmóvil.» Verónica, por favor. —susurró—. Yo odio la Navidad porque… —peleaba consigo mismo, iba a decírmelo, no digas nada, déjalo hablar—. Cuando niño me gustaba mucho, mi madre y mi… Todos los primeros de diciembre arreglábamos la casa. El conflicto es que ella me dejó con… —Le costaba
Me desperté al escuchar voces en la sala del apartamento. Roland nos había dejado a eso de la media noche y quedamos en almorzar juntos, la idea era recuperar los días separados. La puerta de la habitación se abrió y ahí entraba él. Ese hombre era perfecto, se veía tan bello, tan sensual, debía decir la verdad, se veía muy varonil, demasiado sexy, muy comestible. Lo mejor de todo era mío, lo tenía para mí. Tal vez peco por presumir, pero sé que él estaba conmigo.—Buenos días. —sonrió con esa típica malicia, Dios ese hombre humedecía mi entrepierna—. Deja de verme de ese modo, «señorita Verónica» —trató de contener la risa.—No todos los días un atractivo hombre me despierta.—Falta poco para que sea obligatorio. —sonreí al comprender que se re
Arrugué la frente. ¿No era la primera vez? Eso lo dijo con otra intención, su mirada fue pícara.—Lo de tu hacienda la vez aquella… ¿Fue intencional?—Eso no lo sabrás. Y no te dejo encerrada, Vida. Bloqueé la entrada del personal, tú puedes salir e ingresar cuando quieras. —Me tomó de la mano—. Ven, te mostraré el resto de la finca, ¿quieres comer algo?—No tengo hambre.El corazón lo tenía en la mano, Roland me miró de reojo, sentí el corazón a galope. ¿Por qué estaba tan nerviosa? Lo que iba a pasar era lo deseado desde que lo conozco, ahora no te pongas tonta, Verónica. Recorrimos el lugar y en cada estación nos besábamos y las caricias se ponían más calientes, los roses sutiles de su mano en mis senos, me gustaba eso, en cada rinc&oacut
Sus ojos eran un lamento, y me arrepentí tanto por mi actitud.—Me asusté —susurré—. Pensé que ibas a ser más sutil. —hablé en un susurro.—¡Verónica! —gritó—. Tengo casi dos meses sin tener sexo y cuando voy a hacerlo con la mujer con la que he soñado desde el primer día, ¡¿cómo quieres que este?! Te deseo de una manera enfermiza. Quiero abrirte de piernas y lubricar con mi lengua tu vagina hasta escuchar tus palabras implorando que te penetre, y deseo hacerlo hasta el fondo las veces necesarias para descargar mi leche en ti.Se levantó, mi corazón bombeó más fuerte, habló tan específico, fue pareció obsceno y al mismo tiempo excitante, mi vientre vibró al escucharlo. No me había movido de lugar, él comenzó a caminar por la sala.» &ique
Dejé a Verónica en su apartamento y nos dirigimos a la casa, de mi parte, completamente frustrado. Cebolla nos había recogido en el aeropuerto. Rata me miraba de reojo, no demora en preguntarme, a estos dos hombres que considero mis amigos no era mucho lo que nos hemos ocultado.Si me pregunta, ¿qué le diré? Ahora quedé peor, más engarrotado y con un puto dolor en mis bolas que ya no soporto. La puta abstinencia me volverá loco, era imposible todo el tiempo transcurrido y nada de nada. Cebolla conducía a gran velocidad por la avenida, Rata seguía mirando, quiere saber lo que pasó a noche con Verónica.—El clima se ve agradable. —Lo miré, ¿desde cuándo le importa el clima?, fui ignorado y siguió hablando—. Sí, está agradable para descansar. ¿No te parece Cebolla?—¿Cuál es el puto interés en el clima?Disparé de una, me encontraba irritado, me llevaría al mundo por delante. Pasé calmado por Verónica, pensé que al tenerla lejos lograría calmarme, pero no. No me gustó separarme de ella,
Se sentó en la cama, alzó una de sus cejas y desvió la mirada sonriendo un poco. Me acerqué al nochero, tomé el reloj. Lo hice con la intención de quedar a pocos centímetros de ella e instantáneamente mi verga se levantó aún más. No me moví, ella a duras penas respiraba. Al ver que no movió un solo dedo, respiré profundo, resignado una vez más a irme en blanco, no pasaría nada.Abroché el reloj. Sin embargo, en ese instante surgió lo que yo llamaría un milagro. Verónica besó mi verga y está en el alto grado de necesidad, reaccionó poniéndose más dura. Mi respiración comenzó a alterarse. ¡Qué mierda era esto! ¿Acaso no era normal que me hicieran sexo oral?La miré, sentada frente a mí, como siempre he soñado, dudó o tal vez se enfrentaba a ella misma en sí, seguía o no. Quería tomarla del cabello y pegarla para que succionara, deseaba que se tragara lo que tenía reprimido por su culpa.No me moví, dejé que ella lo hiciera, su rostro se tornó rojo por lo realizado. No obstante, la noche