Él se levantó temprano como de costumbre y se miró en el espejo satisfecho de su vestimenta. Esta vez, a diferencia de todas las mañanas, vestía informal. Llevaba unos pantalones negros ajustados con una camiseta blanca y una chaqueta del mismo color del pantalón y unos tenis sencillos negros. Había peinado su cabello hacia atrás como de costumbre. Trataba de no dejárselo crecer como quisiera por causa de su trabajo, puesto que su madre vivía al acecho de su apariencia. El largo del cabello le cubría el cuello, y pese a que siempre se los peinaba, terminaba con varios flecos sueltos, gracias a que tenía una cabellera abundante. Tomó su bulto cinturón y lo puso sobre su cuerpo. Allí llevaba todo lo que necesitaba para su salida, incluyendo sus lápices de carboncillo, borra, cuchilla y libreta de dibujo, en caso de que la inspiración lo atacase de repente, como solía sucederle en esos días.
No viajó en su auto. Decidió ir a aquella ciudad en tren, también tomaría el autobús una vez allá. Esa visita le daba sentimientos de libertad y satisfacción. Por fin viviría por su cuenta y sin el hostigamiento de su madre.
Después de unas horas, llegó a la ciudad e hizo varios recorridos en autobús y a pies. Quería conocer sobre el lugar donde viviría en unos meses. Era medio día y estaba buscando un restaurante donde almorzar, iba a cruzar la calle, pero el semáforo se puso verde. Esperaba entretenido viendo los carros pasar. Sus pensamientos se fueron lejos y no se percató del cambio de luces, volvió en sí y vio a una multitud cruzando la calle. Se quedó petrificado al ver a una mujer vestida con una falda gris gruesa y una camisa blanca, su cabello color caramelo ondulado le llegaba por encima de la cintura; ella estaba del otro lado de la calle y al parecer llevaba prisa. Quería seguirla, pero sus músculos no respondían. ¿Estaría viendo una visión? La mujer iba a doblar por una esquina que la desaparecería de su vista. Decidió cruzar para seguirla cuando el semáforo cambio de nuevo, deteniéndose en seco, tuvo que conformarse con verla desaparecer de lejos.
***
—¡Tierra llamando a Edward! —Se le acercó un joven delgado de cabello castaño, vestido con traje de ejecutivo, al igual que él—. ¿Qué sucedió en tu viaje de ayer que te dejó tan pensativo? —Edward lo miró aturdido, como si se estuviera volviendo loco.
—¿Qué pasaría si vieses en vida real el rostro de una mujer que pintaste en un cuadro como fruto de tu imaginación? —Su amigo lo miró con confusión, como si no entendiera ni una palabra de lo que decía.
—¿De qué hablas?
—¿Recuerdas el cuadro de la pelirroja hermosa?
—¡Ah sí! Tu obra favorita —contestó—. Es un gran cuadro, esa mujer se ve muy real, como si realmente existiera —dijo maravillado al recordar la pintura.
—La vi ayer —respondió con temor en sus ojos.
—¿Qué dices? —Agrandó sus ojos—. No inventes. Dijiste que no usaste modelo para la pintura ni foto.
—Así es. —Asintió—. Salió de mi imaginación.
—Eso no es posible... Tal vez creíste verla.
—Estoy seguro de lo que vi —afirmó.
—¿Hablaste con ella?
—No, estaba muy lejos. Iba a seguirla, pero desapareció de mi vista; al parecer, llevaba prisa.
—Bueno, no es que sea algo grave. Vemos imágenes y personas pasar. Quizás, pintaste un recuerdo que estuvo guardado en tu cerebro o talvez, es simple casualidad, puede que, si la vieras de cerca te dieras cuenta que no se parece tanto como creíste.
—Tienes razón. —Sonrió por lo tonto que fue dejarse engañar por su mente.
—Cambiando el tema, Edward; tu madre te espera en su oficina.
—¡Cierto! —Se incorporó—. Hoy será la junta que anuncia mi traslado.
—¡Vaya! ¿Qué se siente ser el nuevo CEO de la sucursal más grande que tienen las empresas de periodismo de tus padres?
—Siento mucha responsabilidad sobre mis hombros, pero al mismo tiempo, libertad. —Ambos rieron, sabiendo a lo que él se refería.
Entró al amplio salón de juntas y notó que todos ya estaban en sus respectivos lugares. Como siempre, su madre en la silla principal junto a su padre. ¡Los reyes del lugar! Sus presencias provocaban tensión, pero eso mantenía el orden y disciplina entre los empleados. Su madre, una mujer asiática hermosa, delgada y pequeña hacía contraste con su padre, un grandulón blanco de ojos miel. A él debía el color de su mirada y el no ser delgado ni bajito como su madre, pues en lo demás era muy parecido a ella.
Era gracioso ver a sus padres juntos: él, imponente con su apariencia y ella, imponente por su carácter, sí, su madre era la que mandaba. Su hermano, sin embargo, era un grandulón como su padre y con las mismas características faciales, a excepción de sus ojos pequeños y negros. Él era el mayor y el próximo CEO de la empresa principal. En cuanto a Edward, tendría que viajar a ocupar ese puesto en una sucursal en otra ciudad, dado que el actual CEO se iba a retirar. Se terminaron los detalles de su transferencia y hubo un cambio, adelantaron su viaje a dos semanas. Por alguna razón, este viaje le daba una sensación de felicidad inexplicable, como si allá encontraría esas respuestas que necesitaba, como si allá dejaría de tener la sensación de vacío y pérdida que suele tener en este lugar.
Los guerreros no reales estaban reunidos en el campo de entrenamiento, esta vez, serían entrenados por algunos líderes de la realeza junto a sus maestros.—¡Atención! —gritó un hombre de unos cuarenta y tantos, con piel morena y como casi todos los guerreros, cuerpo musculoso y firme—. Hoy nos acompañan al entrenamiento el príncipe y sus guerreros de confianza. Cómo ya saben, el reino del Norte nos ha declarado guerra. El reino del Oeste nos apoya y luchará de nuestro lado, mientras que el reino del Este decidió mantenerse al margen, pero saben que es muy probable que ellos se les unan tarde o temprano, por temor a ser atacados por los traidores. Somos conscientes de que muchos rebeldes y tribus se les han unido en nuestra contra, ya que, si nos conquistan, tendrán acceso a la fuente de energía y a nuestros recursos. ¡Guerreros, demos nuestras vidas en la batalla!
Nora AllenSe levantó alterada y con escalofríos, una angustia extraña la embargó y la sensación de vacío la envolvió. De nuevo, ese sueño con aquel príncipe y ese mundo extraño, pero hermoso. Se sentía tan real que a veces tenía la sensación de que despertaba en un sueño y dejaba atrás su verdadera vida. Probablemente, necesitaría ayuda psicológica porque tampoco tenía muchos recuerdos de su pasado ni una familia a quien preguntar sobre su origen. Es como si su vida se hubiera detenido en el tiempo, como si se hubiera interrumpido.Edward Anderson WangAprovechó su día libre para relajarse en la tranquilidad de su apartamento, el cual, dejaría de ser su hogar en unos días. Otra vez sintió la necesidad de pintar, no es que fuera un artista de oficio ni que este arte le a
—¡Ja, ja, ja, ja, ja, ja! —Lidia estalló de la risa—. ¡¿Tanto te impresionó el bombón?! —Meneó la cabeza con diversión—. Necesitas un hombre y ya. No puedes seguir así, mírate, estás pálida.—No fue eso lo que me impresionó. Tú y tus cosas —se quejó ofendida, pero sus manos aún temblaban.—Amiga... debes actuar como las personas normales. El primer paso es olvidar esos sueños o más bien, no darles importancia —aconsejó—. Mientras más te aferres a ellos, más difícil será desenvolverte en la realidad. Mira como actúas solo con ver a un hombre que está bueno, creo que tus sueños son un grito de desesperación por tu falta de vivir, ya que te la pasas encerrada en el trabajo y en tu apartamento s
Fue un día ajetreado y con muchas emociones, solo quería que terminara al fin; pues para ella fue extraño, bochornoso y horrible.—Esta vez no te puedes negar. —Marcos la sorprendió rodeando sus hombros con su brazo, mientras salían del edificio.—Lo siento, pero en realidad necesito ir a casa. Tuve un día de perros —respondió con un resoplido.—Sí, escuché algo así —dijo en tono divertido.—¡Vaya! Aquí las noticias vuelan. —Sacudió su cabeza maravillada.—Sabes los chismosos que somos —manifestó con picardía—. Trabajas en una empresa de periodismo, ¿lo olvidas? —Ella rio ante la ironía—. Por cierto, ¿es verdad lo del nuevo jefe?—¿Es verdad qué? —preguntó confun
Un día de mucho trabajo y explicaciones del tema que la estaba volviendo loca. Necesitaba escapar de allí cuanto antes; estaba sumida en sus pensamientos de escape cuando el sonido del teléfono de su oficina la espantó.—Señorita Allen. —Esa voz—. Estoy esperando por usted en mi oficina. ¿No me diga que olvidó su deuda conmigo?—¡Oh por Dios! —soltó olvidándose de la persona en la otra línea.—Allen, ¿está bien?—Sí, sí. No se preocupe, estaré ya en su oficina. —Entonces recordó el chisme en que estaba metida y salir a la vista de todos con su jefe no era la mejor de las ideas—. ¡Estoy acabada! —dijo para sí.—Allen... ¿Dijo algo? —Escuchó la voz de su jefe con tono confundido.—No..., e
El príncipe Jing tenía su propia casa cerca del palacio. Era un lugar rodeado de árboles y hermosos jardines, muy exclusivo y privado, donde pocas personas eran invitadas.El maestro Lee le dio un documento a Leela.—Esto es una invitación del príncipe a su casa —informó con esa serenidad que lo caracterizaba y Leela agrandó los ojos del asombro.—E.… el... prin...—tartamudeaba.—Leela, articula bien las palabras o no hables —le reprochó perdiendo la paciencia. Ella respiró profundo para recuperar la compostura.—¿El príncipe me invitó a su casa? —dijo al fin.—¿Por qué te sorprendes? Estás bajo su comando y eres su guerrero favorito. —Ella asintió sonrojada. Salió a toda prisa y se dirigió a la lujosa casa del pr&ia
El príncipe recibió una notificación y sacó su dispositivo. Frunció el cejo al leer el mensaje.—¿Pasa algo? —Bruno lo abordó. Él siempre había sido su mano derecha y su mejor amigo. El chico se destacaba en el manejo de todo tipo de armas incluyendo su creación. Era respetado por todos y amado por las féminas. Se podría describir como un chico alto y fuerte, con cabello rizado oscuro, piel color chocolate y ojos verdes. Todo un espectáculo a la vista que hacía suspirar y llorar a más de una, puesto que el moreno no dejaba pasar un ligue y nunca tomaba a nadie en serio. Reparó en el rostro casi inexpresivo del príncipe y si no lo conociera tan bien, no habría notado que algo le preocupaba.—Búho me mandó toda la información que colectó —respondió con desdén.&nb
—¡Qué dolor de cabeza! —se quejó en voz alta. Alguien entró a su oficina—. ¡A ti te quería ver, Lidia! —gritó eufórica—. ¿Cómo te atreviste a inventar ese rumor?—Te dije que un chisme se acaba con otro chisme. —Sonrió airosa—. Ahora todos hablan sobre ti y Marcos. Deberías agradecerme.—¡Ahhhh! —Se agarró los cabellos del coraje—. ¡¿Debería agradecerte?! Todos hablan de esa dichosa relación, incluso mi je... —Hizo silencio.—¿Incluso...? —Lidia repitió esperando que completara la frase.—¡Olvídalo!—No te enojes. Solo será por un tiempo, luego surgirá algo nuevo que los hará olvidar el asunto.—¡No es solo eso! No