Capítulo 48

Allí estaba el rizado, sentado frente a la entrada de su casa disfrutando de la fresca e intensa noche que se mostraba más oscura de lo regular. Bueno, tal vez no disfrutaba, simplemente estaba allí, sin siquiera notarla. Sin percatarse del intenso brillo de la luna y del mar de estrellas que adornaban el cielo. Sentado en una mecedora, ido en sus pensamientos, sus ojos verdes emanaban tristeza y frustración.

 —¿Todo bien? —Mary se acercó a él, hablando casi a su oído. Ella tomó una silla y se sentó a su lado.

 —No lo sé —dijo de forma sincera, pues no sabía si todo estaba bien o si estaba cometiendo un error.

 —¿Sabes qué pienso? —Ella lo miró con pesar—. Creo que te estás autocastigando. No sé qué sucedió en tu vida antes de llegar a este lugar, pero debes dejarlo ir. Te es

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