El misterio hiela la sangre como las noches de invierno en las calles de Asunción. Las avenidas, parques, escuelas y cementerios guardan un sinfín de historias, las cuales deja pasmado a cualquiera. Luego de que uno es afectado por tal acontecimiento ya no logra conciliar el sueño, depende de los demás para sentirse seguros y poder llevar una vida. Los misterios y miedos que genera lo paranormal son algo único, un camino sin retorno, una vez en el baile no queda más que bailar, y buscar alguna solución para salir de aquel impío mal que nos aqueja, ya que si no acaban contigo tarde o temprano tus seres queridos pagarán el precio.
En Paraguay lo sobrenatural es tomado como algo real, pocos son los que se atreven a enfrentar lo oculto y menos son los victoriosos. El tabú afecta a todos, desde los lactantes que los padres buscan la bendición de Dios con el bautismo para ellos, hasta los difuntos que reciben visitas a altas horas en la noche.
La noche sembró sus semillas, las cuales germinaron y fueron cultivados por el mismo demonio. Los engendros se han vuelto cada vez más respetados. Los niños tienen una regla estricta en las casas como: no salir en las siestas, no silbar, no jugar, ni mencionarlos en las noches. Esta, entre otras cosas son legados de los guaranís, quienes fueron los primeros habitantes. aprendieron y trasmitieron a sus descendientes la obligación de respetar a los seres espirituales que ocupaban el mismo suelo.
El Cerro Kõi es una elevación ubicada en el nordeste del departamento central de la República del Paraguay en la ciudad de Areguá. Esta cumbre se encuentra a 200 metros sobre el nivel del mar y pertenece al grupo de cerros de la Cordillera de Ybytypanemá. Fue declarado como patrimonio natural en 1993 debido a la forma de sus piedras octogonales que solamente existen tres en el mundo. La reserva cuenta con dos elevaciones, a eso se debe su nombre, mokoi, que es dos en guaraní. Los cerros están rodeados por un bosque, que mide aproximadamente 15 kilómetros cuadrados. Un lugar de en sueños y de pesadillas para aquellos que ingresan en su interior.
Asunción, 22 de Junio del 2000.—Sin perder el tiempo agradezco por la máquina Canon Typestar 110, un presente de parte de un viejo amigo, por lo que pude observar es del 89. Trabaja a electricidad, es bastante parecida a la que tenía en mi dependencia, pedí permiso para usarlo en mis tiempos libres en la pequeña biblioteca de la institución en donde permanezco recluido. Aunque no está permitido hicieron una excepción ya que era un ex colega.Agradezco todo lo que están haciendo, aunque con la tinta y el papel solo hago que resuciten muchos miedos y sentimientos de añoranza, de culpa e impotencia. Si estuviese en mis manos volvería el tiempo atrás para abortar esa horrorosa misión.Ciertamente los barrotes son fríos y solitarios, como se relata en las películas de crimen. La vida aquí es insípida, la felicidad se ve a través de la ventana, pero no llega a impregnarnos con ella. Mi tiempo frente a la máquina son sagrados, luego del aseo, a las 05:00 p.m. me dan
Me dirigí a Rodríguez de Francia y O’Leary, dirección en donde estaba ubicada la oficina de mi colega, dicho lugar quedaba aproximadamente a 12 minutos en vehículos o veintidós cuadras a pie, fue a la primera persona a quien contacté. Siempre me culparé por lo sucedido, yo la conduje a su muerte. Aún recuerdo la gélida ventisca que viajaba en zigzag en el estacionamiento, al caminar bajo la lluvia sentía como reventaban las gotas sobre mi cabeza, rápidamente me cubrí con mi maletín y corrí por el estacionamiento por un largo y estrecho sendero. La lluvia era constante y muy extensa. Los tacones de mis suelas sonaban de manera particular al estrellarse contra el piso de concreto, era algo como toc, toc, toc. Sentía los calcetines húmedos. ⸻que mal, y pensar que tengo que estar así todo el día dije en voz alta⸻ Fruncí las cejas mientras trotaba sobre piedra triturada, en breves lapsos de tiempo solo se escuchaban las gotas de lluvia
Me dirigí a mi hogar con muchas ganas de dormir ya que estaba exhausto, aunque no me encontraba lejos, apresuré el paso para llegar. Una vez frente a mi sencilla residencia, luego de apagar el auto y bajar algunos documentos miré la fachada de mi morada, frente a ella el desalineado pasto que ya se volvía una plaga, también recuerdo el deterioro de mi patio, el cual en mis tiempos libres lo podaba con mis herramientas, mis muñecos de jardín partidos en dos, tal vez por culpa de los perros del vecino, suelen soltarse de sus correas y destruyen todo a su alrededor y la maleza creciendo entre la pared, supuse que fue por la abundante lluvia caída en los últimos días, pensaba en limpiar la entrada y el exterior de mi casa cuando terminemos el rastrillaje. Mientras observaba caminaba a la entrada, abrí la puerta para así entrar en el único lugar donde encuentro paz, en mi hogar, tal vez paso todo el día en el trabajo, pero el momento más significativo era volver en mi hogar. <
Al día siguiente la alarma marcaba seis en punto. Me levanté de la cama con ojeras por el agotamiento, mis parpados me pesaban, parecían tener vida propia. Me dirigí a la cocina bastante agotado, lo hacía con mucha pereza y preparé café para comenzar el día, no hay nada mejor que una buena dosis de cafeína. Esta jornada sería definitiva para la recolección de pruebas y el cierre definitivo del caso y poder dar descanso al obito. Empecé a movilizarme y hacer llamadas, la primera fue a la Oficial Ramírez, le hablé para que me acompañe a comprar provisiones y elemento de supervivencia, ella no dudó en aceptar y me dijo que mientras llegaba ya estaría lista. Me pidió que la pase a buscar en su domicilio ubicado en Fernando de la Mora barrio Pitiantuta, luego de juntar algunos documentos y guardarlos en mi valijera, prendí el auto y me dirigí por ruta dos, llegué en una hora aproximadamente gracias a que el tráfico era escaso. ⸻Buenas Detective, ¿qué tal estás? ⸻bie
Minutos después llegamos a los alrededores del Cerro. La carretera fue construida estratégicamente para conectarse con las rutas principales en Paraguay, pero es escasa la urbanización por estos lares, la mayor parte era habitada por cocoteros y colosos y añosos árboles que se extendía por todo lo largos y ancho del camino, es un lugar paradisíaco para los aventureros y exploradores que incursionan en estos tipos de bosques. Luego de parar el motor, dejamos los vehículos a un costado de la carretera.⸻¿Cómo se sienten para entrar? ⸻indagué a los presentes.⸻bien mi oficial, ⸻contestó Ramírez⸻ de primera vista impacta el lugar, es demasiado enmarañado por lo que se ve, temo que vamos a tardar un poco ahí.⸻y, ojalá consigamos rápido lo que buscamos. Creo que fue buena idea traer a Remigio, el nos va a guiar, tengo fe en eso ⸻acoté al sub oficial.⸻Sí, señor oficial, creo que vamos a llegar al fondo de todo esto.Mientras conversábamos sobre el
Llegamos a la zona cero, donde fue hallado el cuerpo, quien pagó con su vida el pecado de incurrir solo a esta majestuosa y aterradora obra de Dios. Era momento de encontrar pruebas para esclarecer el caso. Nos dividimos en tres grupos; Contreras y Rodríguez fueron hacia el sureste, Ortega y Ramírez fueron hacia el este y Duarte y yo hacia el noreste. Las piezas estaban listas para dar apertura al análisis o investigación de campo.Caminamos hacia la orientación pertinente, observando los mínimos detalles avanzamos con pasos sigilosos ⸻realmente no descarto la presencia del asesino por estos alrededores, temo a que volviese a borrar evidencia incriminatoria o trajera víctimas potenciales al matadero pensé⸻.Mientras caminábamos por el bosque recordaba que debíamos regresar a la hora acordada, dentro de dos horas aproximadamente, teniendo en frente esta prisión natural pregunté
Llegado las una y media de la madrugada escuché movimientos extraños entre los matorrales a diez metros de nosotros. Me levanté con mucha cautela, deslicé mi mano hasta mi cintura para desenfundar mi linterna y la otra mano para apoyar las yemas de mis dedos por mi arma. Caminé hasta el lugar, alumbré e investigué la zona. Empecé a abrirme paso entre la maleza, con cada avance se sentía movimientos muy frenéticos. Toqué con suavidad las ramas más gruesas del matorral, la abrí y de repente salieron volando murciélagos, que estaban errando por ahí, al comprobar de qué solo eran unos animales nocturnos los que despertaron mi curiosidad, me sentí más aliviado y fui de regreso a la tienda y no tardó demasiado en originarse otro estruendo, pero este era más salvaje. Escuché pasos que quebraban las ramas al correr, venía hacia mí. Saqué mi linterna esta vez junto con mi Jericho, alumbré y ordené a que se detuviera. Esperando a que se identifique me planté brioso y me quedé cauteloso. Los a
Se dirigían a la anhelada salida, no veía la hora de poder salir de aquí; pero en ese momento mi deber era volver en el lugar donde se encontraba Duarte, aún faltaba mucho para llegar en la tienda, pero los árboles parecían que cambiaban de posición, sentía que era adrede, estaba por perder la razón. Perturbaba mi tranquilidad las ramas y las espinas que se estrellaban por mi cuerpo y el alrededor comenzaba a oscurecerse, pronto no podré avanzar y temo dejar sólo a ese pobre hombre que lucha por su vida. EL canto de los grillos comenzaban a hacerse más constante, acompañado con los búho, los cuales observaban a lo lejos mi andar. De repente el viento azotó las arboledas e hizo volar algunas ramas hacia mí. Los árboles se inclinaban por las ventiscas, gracias a eso pude observar el cielo, estaba por llover. Apresuraré para estar con Duarte y resguardarme de la lluvia. Con mis últimas energías comencé a trotar para acelerar el paso, con zancadas evadía la maleza y las pied