Capítulo 388
—Estoy bien por ahora.

Tiberio se sentó rápidamente, revisando su estado físico, y urgió: —Rápido, ve tras esa vieja bruja. La alcanzaste con una bala, por lo tanto, no debe haber llegado muy lejos.

Anabel apretó con fuerza los dientes y se lanzó en la dirección en que Madre Serpiente había huido.

Diez minutos después, Anabel siguió el rastro de sangre hasta la orilla del río subterráneo.

Se detuvo y observó con sigilo a su alrededor, pero no vio ningún rastro de la Madre Serpiente.

—¡Maldita vieja bruja! —murmuró Anabel, frustrada.

Entonces, notó que al otro lado del río yacía alguien en el suelo.

De un salto, Anabel cruzó con agilidad al otro lado y, al acercarse, se sorprendió: —¡Es él!

A pesar de haber recorrido el área varias veces, no pudo encontrar ni a la Madre Serpiente ni a Marta. Sin más opción, decidió cargar a Juan y regresar.

Tiberio estaba sentado con las piernas cruzadas, tratando de suprimir poco a poco el veneno de la serpiente que corría por su cuerpo.

Cuando vio a A
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