—Estoy bien por ahora.Tiberio se sentó rápidamente, revisando su estado físico, y urgió: —Rápido, ve tras esa vieja bruja. La alcanzaste con una bala, por lo tanto, no debe haber llegado muy lejos.Anabel apretó con fuerza los dientes y se lanzó en la dirección en que Madre Serpiente había huido.Diez minutos después, Anabel siguió el rastro de sangre hasta la orilla del río subterráneo.Se detuvo y observó con sigilo a su alrededor, pero no vio ningún rastro de la Madre Serpiente.—¡Maldita vieja bruja! —murmuró Anabel, frustrada.Entonces, notó que al otro lado del río yacía alguien en el suelo.De un salto, Anabel cruzó con agilidad al otro lado y, al acercarse, se sorprendió: —¡Es él!A pesar de haber recorrido el área varias veces, no pudo encontrar ni a la Madre Serpiente ni a Marta. Sin más opción, decidió cargar a Juan y regresar.Tiberio estaba sentado con las piernas cruzadas, tratando de suprimir poco a poco el veneno de la serpiente que corría por su cuerpo.Cuando vio a A
Después de un tiempo, Juan finalmente despertó de su inconsciencia.Cuando abrió los ojos, vio asombrado dos rostros familiares frente a él.—¡Juan, al fin has despertado!, dijo Tiberio con alegría evidente.Juan se incorporó lentamente, mirando a su alrededor con curiosidad: —Tiberio, ¿dónde estoy?—Estás en la base de La Orden del Dragón Celestial, no te muevas demasiado, tus heridas aún no han sanado por completo—, le advirtió de inmediato Tiberio. Desde un lado, Anabel, con evidente mal humor, comentó: —Tiberio, ¿por qué lo cuidas tanto? Si él quiso matarse, no deberíamos detenerlo.Cada vez que veía a Juan, se enfurecía. Después de todo, fue ella quien lo había cargado todo el camino de regreso. Y eso sin mencionar que, durante el vuelo en helicóptero, este tipo, mientras dormía, parecía haber aprovechado la situación sin saberlo. Si no fuera por Tiberio, ella lo habría arrojado sin contemplación del helicóptero.Juan saludó, y fue entonces cuando se dio cuenta de que sus heridas
—Señor González, su experiencia es realmente impresionante. Pudo reconocer el veneno del Basilisco—, dijo Homero, visiblemente sorprendido, mientras hacia una reverencia con la cabeza. —Por suerte, Tiberio es un maestro de las artes marciales y pudo proteger su cuerpo con energía vital, lo que le permitió sobrevivir hasta que le extrajera el veneno.Tiberio mostró una expresión de temor al recordar de nuevo esa terrible escena. Juan preocupado preguntó: —Doctor Homero, ¿es posible que conozca al dueño de este veneno de Basilisco?—Así es—, confirmó Homero con un leve movimiento de cabeza. —Según mi amplio conocimiento, quien cría a estos Basiliscos es una anciana conocida como la Madre Serpiente. Es una mujer extremadamente cruel y, además de ser una maestra en artes marciales, ha envenenado a innumerables personas a lo largo de los años. Su reputación es tan temida que nadie se atreve a enfrentarla.—¿Sabe usted dónde se encuentra la Madre Serpiente?, preguntó Juan en un tono sombrío
Después de entrar apresurado en la habitación, Juan pidió que le trajeran algunos utensilios de cocina como ollas y sartenes.Durante su viaje a Ciudad del Alba, había logrado encontrar el Ginseng de Sangre Centenaria y la Flor Celestial. Lo siguiente era preparar la Píldora de la Creación Vital.Solo esta píldora podría eliminar por completo los efectos secundarios que el cuerpo extremadamente frío de su hermana causaba. Dado que no tenía un horno de alquimia, tendría que arreglárselas como fuera, con ollas y sartenes. Aunque la eficiencia no sería la mejor, sería suficiente para completar el proceso.Sacó apresurado el Ginseng de Sangre Centenaria y la Flor Celestial, conectó una olla a una estufa eléctrica y comenzó el procedimiento. La estufa no tenía el poder suficiente de un verdadero horno de alquimia, solo servía para calentar, mientras que el verdadero poder venía de la energía vital de Juan.Sin más demora, comenzó a añadir de inmediato los ingredientes siguiendo el orden esp
Celeste, siendo la hermana mayor, lo observaba de cerca por primera vez en doce años, con una mirada detallada.No podía negarlo, este pequeño travieso había crecido muy bien. Era más guapo que muchos de esos actores de televisión, pero lo más importante de todo, era que no había perdido ni un ápice de su virilidad.Celeste murmuró para sí: —Me pregunto con qué chica terminará este travieso en el futuro.De repente, como si recordara algo, su rostro en ese instante se sonrojó rápidamente. Cuando eran pequeños, las siete hermanas siempre decían que, al crecer, se casarían con Juan y le darían muchísimos hijos.Aunque ese compromiso fue algo infantil, un capricho de niños que no entendían bien, ahora, al recordarlo, el corazón de Celeste comenzó a palpitar de manera algo extraña.Mientras miraba el rostro atractivo de Juan, bajó la cabeza lentamente, acercando sus delicados labios a los de él, casi tocándolos.En ese preciso momento, Juan abrió los ojos de repente.Celeste se quedó de in
Cuando todos salieron asustados de la mansión tras escuchar el alboroto, vieron dos jeeps militares estacionados justo en la entrada. Delante de los jeeps, un grupo de hombres corpulentos rodeaba a un joven que gritaba desesperada en voz alta. Al verlo, el rostro de Celeste se tornó pálido y luego adquirió una expresión sombría. —Señor González, ellos insisten en entrar por la fuerza —dijo en ese momento la ama de llaves, Irene, mirando a Juan con ojos de esperanza, como si lo viera como su salvador. —Esto ya no es asunto tuyo —respondió Juan, y luego dirigiéndose al joven—. ¿Quién eres? ¿Acaso no sabes que no se permite hacer este tipo de escándalos frente a una propiedad privada?—¿Y a ti qué te importa quién soy? —se burló el joven, y luego miró a Celeste con desprecio—. Celeste, ¿crees que esconderte me va a detener? ¡Deja de perder el tiempo y ven conmigo para casarnos!Celeste se mantuvo firme, su cuerpo se tornó tenso. Dio un paso al frente y respondió con frialdad:—Francis
—¡Chico, mi padre es Lizardo, por lo tanto, no puedes tocarme! —Francisco seguía lanzando furiosas amenazas, incluso en esa situación desesperada.Juan lo miró desde arriba y respondió con frialdad:—No me importa si tu padre es un general o incluso el mismo rey, nadie puede intimidar a alguien cercano a mí, le grito enfurecido Juan.Al escuchar esto, Celeste no pudo evitar esbozar una sonrisa, sintiendo una cálida protección que no había experimentado en años.Juan continuó:—Ahora te doy una oportunidad. Pídele disculpas en este momento a mi hermana. Si ella te perdona, salvarás el pellejo.—¡Ni lo sueñes! —exclamó furioso Francisco, pero un hombre a su lado rápidamente le tapó la boca.—Joven, la situación no nos favorece. Por favor, pida disculpas —le suplicó el hombre, bastante preocupado.—Exacto, joven, usted tiene un estatus privilegiado. No vale la pena discutir con ellos —agregaron temerosos los demás hombres que lo acompañaban.La arrogancia de Francisco se desmoronó lentame
Al escuchar las palabras de Celeste, los demás también miraron a Juan con gran curiosidad.Juan esbozó una sonrisa algo misteriosa y dijo: —Tengo mis métodos.Poco después de que Francisco se marchara, Celeste recibió una inesperada llamada telefónica.Con una expresión seria en el rostro, miró la pantalla y dijo: —Es el comandante Lizardo de Villa del Solís, parece que Francisco fue a quejarse con él.—Contesta, —dijo Juan sin titubear.Celeste respiró hondo y finalmente respondió la llamada.Después de colgar, su rostro estaba algo pálido y dijo con una voz preocupada: —Lizardo me ordena presentarme en el campamento militar de Villa del Solís en tres días para disculparme con Francisco, o de lo contrario, sufriré las consecuencias.Al escuchar estas palabras, las expresiones de todos cambiaron de manera drástica.Lo inevitable finalmente había llegado.Solo Juan permaneció calmado y dijo con total serenidad: —Hermana, no tengas miedo. En tres días te acompañaré a Villa del Solís. Qui