Capítulo 389
Después de un tiempo, Juan finalmente despertó de su inconsciencia.

Cuando abrió los ojos, vio asombrado dos rostros familiares frente a él.

—¡Juan, al fin has despertado!, dijo Tiberio con alegría evidente.

Juan se incorporó lentamente, mirando a su alrededor con curiosidad: —Tiberio, ¿dónde estoy?

—Estás en la base de La Orden del Dragón Celestial, no te muevas demasiado, tus heridas aún no han sanado por completo—, le advirtió de inmediato Tiberio. Desde un lado, Anabel, con evidente mal humor, comentó: —Tiberio, ¿por qué lo cuidas tanto? Si él quiso matarse, no deberíamos detenerlo.

Cada vez que veía a Juan, se enfurecía. Después de todo, fue ella quien lo había cargado todo el camino de regreso. Y eso sin mencionar que, durante el vuelo en helicóptero, este tipo, mientras dormía, parecía haber aprovechado la situación sin saberlo. Si no fuera por Tiberio, ella lo habría arrojado sin contemplación del helicóptero.

Juan saludó, y fue entonces cuando se dio cuenta de que sus heridas
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