Millonaria en apuros
Millonaria en apuros
Por: Julycladel
1. Prefacio

Alessia no dejaba de mover sus piernas de forma errática e intermitente, mientras sus ojos no paraban de escrutar al médico frente a ella, solo que, las facciones estoicas del hombre no le daban ninguna luz sobre el resultado en sus manos.

—¿Y, bueno? —se atrevió a preguntar.

El médico levantó la mirada y le regaló una sonrisa incómoda, pero que intentó hacer pasar por una tranquila y relajada.

—¿Estoy embarazada?

Se instaló un silencio entre los dos, que la puso más nerviosa de lo que estaba. Se negaba a dejar avanzar sus pensamientos, solo quería que el médico le contestara. Cuando el hombre negó, ella dejó escapar el aire que estaba reteniendo en sus pulmones.

—Lo lamento, señorita Rogers, el tratamiento no ha funcionado —confesó el médico.

Alessia se limitó a asentir, pero no dijo ninguna palabra, pues las lágrimas amenazaron con abandonar sus ojos y no deseaba que nadie la viera triste y derrotada.

Ella había sido una mujer exitosa a lo largo de su vida, desde hace doce años estaba al frente del Hotel-casino Orion, reemplazando así a su madre, la gran Alessandra Wallace. Su esfuerzo la había llevado a ser reconocida por sus logros y no por la sombra de su mamá, pero esa misma dedicación a uno de los negocios de la familia y el que más riquezas les daba, la había llevado a ser una mujer solitaria, con muchos deseos románticos frustrados. Mientras que, su hermana Georgia, se había casado y tenido hijos muy joven, ella con treinta y siete años, no había logrado encontrar a un hombre que compartiera sus ideales, que trabajara a su lado y que la llenara del amor que veía en sus padres y hermanos con sus parejas, pero lo que más le dolía, era el no haberse convertido en madre.

El sueño secreto de Alessia era el ser madre, tal vez era egoísta al no pensar en la adopción como una opción, pero el hecho de que un ser creciera en su interior, experimentar los cambios de su cuerpo, los antojos, hasta las náuseas y malestares, le parecía una experiencia sublime y anhelaba vivirla, para después tener en sus brazos a una pequeña personita que fuera parte suya, a la que amaría sin reparos.

Tras pensarlo mucho, decidió someterse a un tratamiento de inseminación artificial, había llegado al punto en el que no le importaba quién fuera el dueño de la otra mitad de genes que heredaría su hijo o hija, solo le importaba convertirse en madre. Lastimosamente, el resultado acababa de echar por el suelo su sueño, por tercera vez.

¡Tres malditas veces! Tres resultados negativos, que ya se estaban volviendo algo insostenible emocionalmente, en especial, porque nadie de su familia o allegados, sabían eso que había estado haciendo.

—Podemos intentarlo una vez más —propuso el médico, pero Alessia negó.

—Creo que ha sido suficiente. Gracias por todo —contestó con amabilidad, pero se levantó con prisa de la silla y tras un asentimiento, salió del consultorio como alma que llevaba el diablo.

Alessia caminó hasta la puerta de la clínica, iba tan ensimismada, que no se percató de los flashes de las cámaras, hasta que ya fue muy tarde. Los reporteros hablaban y le preguntaban cosas con insistencia, pero ella solo quería salir de ahí con prisa.

—¡Señorita Rogers, ¿está haciéndose algún tratamiento de fertilidad?! —preguntó una de las mujeres reporteras—. ¿Tiene pensado ser madre? —interrogó la mujer.

Alessia tragó saliva con fuerza, antes de mirar a la mujer y detener su huida.

—No, simplemente he venido a uno de mis controles anuales, como cualquier mujer, los médicos de esta clínica son excelentes y uno de ellos me ha tratado desde hace años —explicó. En parte, no era mentira lo del médico, pero todo lo demás sí, bien que lo sabía y le dolía—. Como no hay ningún chisme que ver acá, por favor déjenme pasar, que soy una mujer muy ocupada —pidió con seriedad, mostrándose un poco fría.

Apretó el paso hasta llegar a su auto, un lujoso BMW del año, plateado y con vidrios oscuros, puso su huella en la puerta y apenas esta se abrió, ella se metió con prisa. Necesitaba que la oscuridad de los vidrios le diera la privacidad que estaba anhelando desde que escuchó la respuesta del médico.

Finalmente, las lágrimas cayeron de sus ojos, así estuvo por pocos minutos en los que las dejó correr libremente, pero al ver las miradas interesadas de los reporteros, encendió el auto y arrancó.

Tan solo habían pasado unos minutos, cuando su teléfono empezó a sonar de forma insistente, miró la pantalla y vio el nombre de su hermana.

—Hola, Gio, ¿todo está bien? —la saludó, intentando disimular lo que estaba pasando.

—¿Por qué estás como noticia de las páginas de chismes? —preguntó Georgia y sus ojos se abrieron.

—¿De qué demonios hablas? —inquirió, aunque ya estaba entrando en las páginas principales.

Su cara saliendo de la clínica de fertilidad estaba ocupando toda la imagen y las preguntas parecían retumbar en su cerebro. Debió imaginar que no le creerían lo que les dijo, solo que no imaginó que hicieran post tan amarillistas.

—¿Es verdad que estabas en la clínica de fertilidad? ¿Qué está pasando, Ale? —insistió Gia.

—Solo fui a mi chequeo anual, no fui a nada de lo que están diciendo en ese artículo —dijo, tranquilizando a su melliza.

—Me preocupé, Ale. Sabes que puedes contar conmigo para todo, ¿verdad?

—Lo sé, tranquila. Más bien, dales un beso a mis sobrinos y recuérdales la cita que tenemos el fin de semana —comentó con falsa alegría, quitándole peso al dolor que llevaba dentro.

—Lo tienen presente, están ansiosos por verse con su tía favorita —bromeó Gia, pues Ale era la única tía que sus hijos tenían.

—Te amo, hablamos luego.

—También te amo, adiós.

Alessia miró otro portal de chismes y su cara nuevamente salía, recordándole que su tristeza, solo alimentaba el morbo de los demás. No más, ya no volvería a pasar por algo así, no entendía las razones por las que las inseminaciones no habían funcionado, pues el médico le había asegurado, que ella era una mujer fértil y sana. Su problema era estar soltera y sin pareja.

Un pensamiento se atravesó en su mente y no se quiso ir de ahí, por más que intentó esquivarlo.

«Solo necesito a un hombre que esté dispuesto a acostarse conmigo en total confidencialidad, sin una relación romántica de por medio…»

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