Capítulo 88. Así no debían ser las cosasAlessia sentía que el aire se le escapaba de los pulmones, no podía creer lo que estaba sobre su escritorio y no podía llamar a Grace, pues los recién casados estaban en su corta luna de miel. Silvia no sabía qué hacer con su jefa, solo se limitó a acercarle un vaso de agua y a observarla, como si con eso pudiera evitar que le diera un ataque.El teléfono del escritorio de Silvia sonó y tuvo que salir de prisa a contestarlo.Ale levantó la revista, su cabeza no dejaba de repetir en su mente la celebración de la boda, en un intento de entender cómo era que había llegado a ser la imagen de una revista de chismes. No había sido capaz de abrirla y ver completa la noticia, pues con los solos titulares ya se sentía expuesta ante todos.La puerta de la oficina se abrió de nuevo, ella ni se molestó en mirar, pues pensó que sería Silvia, pero una voz masculina la exaltó.—Alessia, ¿qué ha pasado? —preguntó.—¡Así no debían ser las cosas! —gritó ella y d
Charlie todavía estaba incapacitado por su malestar estomacal, así que, ese día no asistió a la escuela y Noah lo llevó con su abuela, que deseaba pasar el día con él, sin necesidad de esperar hasta el fin de semana siguiente. El pequeño saludó a su abuela, aunque en su cabecita no dejaba de darle vueltas a lo que había visto el día anterior.Había observado a su padre llorar mientras veía una cosa, que luego guardó dentro del cajón de la mesa de noche. Lugar al que, durante la noche, se escabulló mientras su papá preparaba la cena y vio que era una revista en la que Alessia salía en la portada. No detalló más, cerró el cajón y corrió de vuelta a la cocina, donde su papá ya lo llamaba para cenar. —Hijo, más tarde vengo por ti. Pórtate bien —le pidió Noah y Charlie asintió—. Charlotte… —dijo con tono serio e hizo un asentimiento en señal de despedida al que la mujer correspondió de la misma forma.Abuela y nieto entraron a la casa, mientras el pequeño se quitaba los zapatos y los deja
Noah volvió de la casa de Charlotte tras dejar a Charlie, pero antes de entrar a su hogar temporal, decidió quedarse en el parque a la vuelta de la esquina, tal vez el frío que hacía a esa hora mantuviera el lugar en calma y solitario. Él solo quería pensar y definir qué hacer con Alessia, porque su cabeza no dejaba de repetir lo que había visto y leído en esa revista.Los minutos avanzaron y el celular permanecía en la mano de Noah, hasta que se decidió. Si no era en ese momento, entonces no sería nunca.Buscó el teléfono de Ale en la lista de las llamadas salientes y se dio cuenta de que hace muchos días no se hablaban, eso le causó una opresión en el pecho. Presionó el botón de llamar y con el corazón en la garganta esperó a que contestara, pero no tuvo respuesta alguna. Ya sabía que algo así pasaría, pero no pensaba dejar de insistir, porque las cosas ya no podían esperar más, necesitaba hablar con ella y aclarar lo que sucedía.Estuvo unos minutos más en el parque, durante los qu
Noah no paraba de dar vueltas en su cama, se sentía desesperado al pensar lo que le pasaba a Alessia en la clínica. Necesitaba saber qué fue lo que pasó para que ella terminara internada, pero sabía que esa no era una hora apropiada para llamar a Georgia y llenarla de preguntas.Se levantó de la cama, no tenía sentido seguir ahí sin conciliar el sueño. Llegó a la cocina para prepararse un poco de café, pero vio la luz de la casa encendida y se preocupó por la señora Gretel. Se apresuró en ir a verla y saber si necesitaba su ayuda; sin embargo, al llegar la mujer estaba igual que él. Como ya era costumbre, el insomnio se había hecho parte de su rutina desde hace muchos años y aprovechaba esas horas sin poder conciliar el sueño, para leer un poco y tomarse una taza de su té de frutas favorito.—Señora Gretel, ¿se encuentra bien? —le preguntó al tocar en la puerta trasera.Ella levantó la mirada y le sonrió, aunque le pareció extraño verlo a esa hora en su puerta. Sabía que de vez en cua
Alessia no dejaba de mover sus piernas de forma errática e intermitente, mientras sus ojos no paraban de escrutar al médico frente a ella, solo que, las facciones estoicas del hombre no le daban ninguna luz sobre el resultado en sus manos. —¿Y, bueno? —se atrevió a preguntar. El médico levantó la mirada y le regaló una sonrisa incómoda, pero que intentó hacer pasar por una tranquila y relajada. —¿Estoy embarazada? Se instaló un silencio entre los dos, que la puso más nerviosa de lo que estaba. Se negaba a dejar avanzar sus pensamientos, solo quería que el médico le contestara. Cuando el hombre negó, ella dejó escapar el aire que estaba reteniendo en sus pulmones. —Lo lamento, señorita Rogers, el tratamiento no ha funcionado —confesó el médico. Alessia se limitó a asentir, pero no dijo ninguna palabra, pues las lágrimas amenazaron con abandonar sus ojos y no deseaba que nadie la viera triste y derrotada. Ella había sido una mujer exitosa a lo largo de su vida, desde hace doce añ
Noah caminó con pasos lentos hacia la oficina a la que había sido llamado, como si fuera directo al pabellón de fusilamiento. El tono del hombre al que odiaba llamar jefe, que más bien, era un esclavizador, no le había dejado un sentimiento agradable. —Jefe, ¿me mandó a llamar? —preguntó Noah al abrir la puerta de la pequeña y desordenada oficina. —¡Entra! —demandó el hombre y así lo hizo Noah—. No te sientes, que lo que necesito decirte no tomará mucho tiempo. Noah tragó saliva, rogó en su fuero interno, para que no fuera grave lo que tuvieran que decirle, sin embargo, se quedó en blanco al ver cómo el hombre sacaba un sobre del cajón. —Esta es tu liquidación, tómala y vete ya mismo, que tengo que seguir trabajando y no puedo perder el tiempo contigo —pronunció el hombre y se giró en su silla, centrando su mirada en un televisor detrás de él, en el que uno de los tantos realities se reproducía. La ira fluyó por su cuerpo, pero se contuvo, de nada serviría pelear o confrontar al
Los siguientes tres días de la semana se pasaron como un borrón, entre reuniones, trabajo en la oficina y uno que otro recorrido por el Hotel-casino Orion, lo que mantuvo a Alessia con su mente ocupada en sus deberes, dejando así, de lado la tristeza que le acarreaba el no quedar embarazada.—Señorita Alessia, ¿va a salir? —preguntó Silvia, la recepcionista a la entrada del hotel.—Sí. Silvia, por favor, si alguien me llama, guarda la razón, que no quiero saber nada más de trabajo de acá al lunes. Mañana vienen mis sobrinos, por favor avísale al cambio de turno, para que estén pendientes de ellos y los dejen entrar. Ya sabes —le pidió con un leve tono de advertencia en su voz, pues no deseaba que volviera a suceder lo de la vez anterior, pues los habían anunciado como si fueran desconocidos y no parte de la familia dueña del lugar.—No se preocupe, que Bruce aprendió y no se volverá a equivocar —contestó la joven y mantuvo una sonrisa incómoda en su rostro.—Nos vemos, ten buena noche
—Eres una mujer interesante, Alessia —dijo él, mirándola con admiración.—Y tú eres un hombre misterioso, Noah. Quizás por eso hacemos buen equipo —respondió ella, sintiendo que el alcohol empezaba a afectarla un poco.La música, el ambiente y las risas les hicieron perder la noción del tiempo. Alessia notó que se estaban acercando cada vez más, sus risas resonando en la barra y sus miradas entrelazadas.—¿Te gustaría bailar? —preguntó Noah de repente, inclinándose hacia ella.Alessia asintió, dejando su copa vacía en la barra. Noah la tomó de la mano y la guió hacia la pista de baile. La música era vibrante y envolvente, y pronto se encontraron moviéndose al ritmo, sus cuerpos cada vez más cercanos.Las risas y los movimientos se volvieron más íntimos, sus manos se entrelazaron y sus miradas se volvieron más profundas. En un momento de valentía, Alessia se acercó aún más y sus labios se encontraron en un beso apasionado.El mundo a su alrededor se desvaneció mientras se perdían el un