2. Pero es mi hijo

Noah caminó con pasos lentos hacia la oficina a la que había sido llamado, como si fuera directo al pabellón de fusilamiento. El tono del hombre al que odiaba llamar jefe, que más bien, era un esclavizador, no le había dejado un sentimiento agradable.

—Jefe, ¿me mandó a llamar? —preguntó Noah al abrir la puerta de la pequeña y desordenada oficina.

—¡Entra! —demandó el hombre y así lo hizo Noah—. No te sientes, que lo que necesito decirte no tomará mucho tiempo.

Noah tragó saliva, rogó en su fuero interno, para que no fuera grave lo que tuvieran que decirle, sin embargo, se quedó en blanco al ver cómo el hombre sacaba un sobre del cajón.

—Esta es tu liquidación, tómala y vete ya mismo, que tengo que seguir trabajando y no puedo perder el tiempo contigo —pronunció el hombre y se giró en su silla, centrando su mirada en un televisor detrás de él, en el que uno de los tantos realities se reproducía.

La ira fluyó por su cuerpo, pero se contuvo, de nada serviría pelear o confrontar al tipo, más bien, debía asegurar ese dinero, era lo último que le quedaba y ya no sabía qué hacer con Charlie, su pequeño hijo, que no tenía por qué pagar las consecuencias de su inestabilidad económica.

Abandonó la oficina, a la mitad del corredor se encontró con uno de sus compañeros, que estaba seguro de que tenía la misma cara de él hace un momento. Los dos cruzaron miradas y Noah supuso que a ese pobre hombre también lo despedirían.

Sin alguna razón o motivo, volvía a quedarse sin trabajo, era consciente de no ser el mejor albañil, pues en el pasado no había necesitado hacer labores de ese tipo, su vida había sido acomodada, no llena de lujos, pero sí había sido mejor que la que llevaba ahora.

Noah abrió la puerta de su vieja camioneta, una Bronco inicio de los 90’s, que había sido perfecta para cargar materiales de construcción de las distintas obras en las que había estado, pero, realmente, era un auto demasiado grande y engorroso. Se puso en marcha para ir por su hijo, miró la hora en su reloj y notó que ya era la hora de salida del pequeño y no quería que tuviera que esperarlo mucho tiempo.

El ceño de Noah se frunció al ver a su pequeño al lado de una mujer que conocía muy bien y que, desde hace dos años se había convertido en su mayor pesadilla, culpándolo por la muerte de su hija, Andrea; su esposa y madre de su hijo; como si él fuera el culpable del cáncer que la consumió sin importar la cantidad de tratamientos hechos, que al final, solo prolongaron su sufrimiento y lo dejó a él nadando en deudas, por las que lo perdió todo.

—Charlotte, no esperaba verla acá —dijo Noah con seriedad.

—Noah…

—¡Papi! —gritó Charlie con alegría y corrió hacia los brazos de su padre, quien lo recibió con gusto y lo abrazó con fuerza.

Noah se levantó cuando se separó de su pequeño, pero antes de confrontar a su exsuegra, le sacudió los cabellos rubios oscuros, haciéndolo reír.

—Ve un momento con tu profesora, que hablaré con tu abuela —le pidió de forma amable y le guiñó un ojo, quitándole importancia a lo que pasaba. Charlie asintió y corrió hacia donde su profesora se encontraba conversando con dos compañeritos, que esperaban ser recogidos.

—Le pedí que cuando quisiera ver a Charlie, me avisara y organizábamos un momento para hacerlo, sabe bien que no me gusta que se aparezca de esta forma —dijo Noah y miró fijamente a la mujer frente a él.

—Es mi nieto —soltó Charlotte a la defensiva.

—Eso lo sé muy bien, pero es mi hijo y no puede pasar por encima de mis decisiones. No puede pretender que la reciba con los brazos abiertos y una sonrisa en la cara, cuando usted y su esposo han dejado muy en claro, que tienen la intención de quitarme a Charlie —espetó, haciendo acopio de todas sus fuerzas, pues no quería que su hijo los viera peleando, ni que se enterara de los problemas que había entre ellos.

Charlotte levantó la barbilla, con la mirada desafiante, pero no dijo nada al principio. Noah vio cómo la mujer luchaba por controlar su temperamento, y un breve momento de silencio se instaló entre ellos.

— Noah, no estoy aquí para pelear. Solo quería ver a mi nieto. Andrea... ella no querría que estuviéramos en guerra constante. Sabes que te ayudamos como podemos, pero estamos preocupados por Charlie —finalmente, Charlotte habló con un tono más moderado.

Noah resopló, incrédulo.

—¿Preocupados? ¿Es por eso por lo que intentaron quitarme la custodia? ¿Para “ayudarme”? —Charlotte apretó los labios.

—Nosotros solo queremos lo mejor para él. Sabemos que estás pasando por momentos difíciles.

—Todos estamos pasando por momentos difíciles, Charlotte. Perdí a mi esposa, Charlie perdió a su madre. Lo último que necesito es que ustedes compliquen más las cosas —dijo Noah, conteniendo su frustración.

Charlotte lo miró con una mezcla de pena y determinación.

—Noah, si alguna vez necesitas ayuda de verdad, estamos aquí. Y recuerda, siempre estaremos pendientes de Charlie.

Antes de que Noah pudiera responder, Charlie regresó corriendo hacia ellos.

—¿Podemos ir a casa ya, papi? —preguntó y se notaba el cansancio de un día de clases en sus ojos.

Noah asintió y, con una última mirada a Charlotte, tomó la mano de su hijo y se dirigió hacia la camioneta. Mientras subían, su mente estaba trabajando a toda velocidad. Sabía que la situación con sus suegros no iba a mejorar, y que, quedarse allí solo significaba más problemas y estrés.

De camino a casa, Noah trató de pensar en sus opciones. Había pasado por varios trabajos en los últimos meses, pero ninguno parecía durar. Su situación financiera era precaria y sus suegros estaban constantemente al acecho, listos para aprovechar cualquier debilidad.

Antes de llegar al pequeño apartamento de alquiler, hicieron una parada en el banco, donde cambió el cheque, apenas eran unos cientos de dólares, que se acabarían en menos tiempo del que se demoró en ganarlos. Suspiró con fuerza, pidiendo tener iluminación para saber qué hacer, pues poco a poco se sentía en un callejón sin salida. Volvieron a la camioneta y siguieron el camino.

Una idea empezó a formarse en su mente. Recordó una conversación con un viejo amigo, Oscar, quien vivía en Las Vegas y al que conoció por casualidad en la primera obra en la que trabajó. Oscar le había ofrecido ayuda, pues se conocieron cuando había enviudado recientemente y el hombre se había compadecido del inexperto, dolido y solitario padre. La idea parecía descabellada, pero quizás era lo que necesitaba, un nuevo comienzo en un lugar donde no estuviera bajo el constante escrutinio de Charlotte y su esposo.

Al llegar a casa, Noah se sentó con Charlie en el sofá.

—Hijo, ¿te gustaría ir a vivir a otro lugar? Un lugar nuevo, con nuevas aventuras.

Charlie, con los ojos brillantes de curiosidad, asintió, aunque la duda era evidente en su mirada

—¿A dónde vamos, papi?

—Podríamos ir a Las Vegas. Un amigo mío tiene un trabajo para mí allí. ¿Qué te parece? —Noah trató de sonar optimista, aunque la incertidumbre lo invadía. Solo esperaba que la ayuda siguiera disponible.

—Suena bien —contestó Charlie y sonrió ampliamente, aunque, realmente, con sus seis años, no entendía muy bien todas las implicaciones de un cambio de ciudad.

Los dos almorzaron y tras un cambio de ropa, Charlie se quedó profundamente dormido en su habitación.

Noah decidió que era hora de actuar. Sacó su teléfono y marcó el número de Oscar. Después de unos tonos, respondió.

—¿Noah?, amigo, ¡qué sorpresa! ¿Cómo estás?

Sí que era una sorpresa, pues no de hablaban hace poco más de año y medio.

—Hola, Oscar. Estoy... sobreviviendo. Escucha, estaba pensando en tu oferta de ir a Las Vegas. ¿Sigue en pie? —preguntó temeroso, en especial, cuando el hombre el otro lado de la línea se quedó callado un rato.

—Por supuesto, Noah. Con gusto te puedo ayudar, solo debes saber, que ya no trabajo en construcción. Hace un año tuve una lesión y no puedo hacer ese tipo de trabajo —aclaró—, pero si te interesa, siempre hay algo que hacer en los casinos de la ciudad, siempre hay vacantes para alguno de los puestos.

—Wow, me tomas por sorpresa con eso, pero… —dudó y lo pensó no por mucho tiempo—, necesito trabajar en lo que sea y alejarme de mis exsuegros, además está Charlie.

—Veo que las cosas no están muy bien… Ven, los recibo en mi casa por el tiempo que sea necesario.

—Gracias, lamento incomodar, pero estoy desesperado.

—No te preocupes, acá los espero. ¿Cuándo vendrían?

—Lo antes posible. Necesito un cambio de aire, y creo que Charlie también lo necesita— dijo Noah con decisión.

—Perfecto, te envío mis datos por mensaje y podrás empezar una nueva vida acá en Las Vegas.

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