3- No es una carga.

—Es triste,pero no puedo dejar que tu vida se consuma al lado de una mujer en estado vegetativo,ya oíste a los médicos,las esperanzas son remotas.-Masculló el padre de Augusto.

-No la pienso abandonar, hice mis votos matrimoniales de corazón,hasta que la muerte nos separe.-El rostro del joven denotaba dolor profundo.

Don Augusto Martínez miraba a su hijo, Augusto Junior, con una expresión de preocupación y templanza en su rostro. 

El joven, por su parte, parecía sumido en un profundo dolor tras las duras palabras de su padre. Ambos observaban desde la distancia a los padres de Valentina, cuyas miradas angustiadas y rostros marcados por la tristeza reflejaban el abismo de su desolación.

-¡Eres joven!,podemos anular ese matrimonio y te busco una esposa millonaria,¡piénsalo!,

ahora no lo  ves así, luego ella será un peso muerto sobre tus espaldas.

La ambición del millonario se dejaba ver en sus palabras, era obvio que había comprometido a su hijo con Valentina por interés.

—Padre, no puedo simplemente dejar atrás a Valentina y reemplazarla tan fácilmente–murmuró Augusto Junior con la voz entrecortada por el sufrimiento . Sus ojos brillaban con lágrimas contenidas, recordando a su amada esposa y la felicidad que soñaron.

Don Augusto, con su mirada fija en su hijo, mostraba una mezcla de comprensión y determinación en su semblante.

 —Hijo, entiendo tu dolor, pero debes aceptar la realidad. Valentina está más muerta que viva,en caso de que sobreviva no hay garantía de que quede bien,yo quiero que perpetues mi apellido,eres mi único hijo,dime si no eres capaz y te saco de mi testamento de una 

vez–. expresó con firmeza.

¡Por Dios!,no me tortures más con tus palabras,ten un mínimo de compasión por mí,no estoy en mi mejor momento para pensar en reproducirme.

Las lágrimas brotaban de los ojos de Augusto Junior al observar a los padres de Valentina, cuya agonía era palpable en cada gesto, en cada palabra no pronunciada. 

La escena era conmovedora, un recordatorio doloroso de la fragilidad de la vida y el sufrimiento que esta puede acarrear,la vida de Valentina pendía de un hilo,sólo el respirador artificial la mantenía en este mundo.

—Es por tu bien,debes seguir adelante con tu vida apenas tienes veinte años.

–¿Cómo puedo olvidarla, padre? Valentina era mi mundo, mi razón de ser–susurró Augusto, con la voz cargada de tristeza y melancolía.

El hombre se acercó a su hijo, posando una mano con cariño en su hombro —. Hijo, la vida continúa, a pesar del dolor que llevamos en el corazón.A mi edad,¿crees que alguna vez me detuve a sufrir?,no tuviéramos el imperio comercial del que somos dueños.No puedes pedir a la vida que se detenga porque vas a sufrir—. Le aconsejó con suavidad, tratando de infundir ánimo en medio de la desolación.

Ambos hombres permanecieron en silencio por un instante,luego Augusto esbozó —. Padre, me siento perdido sin ella. 

¿Cómo puedo continuar sin Valentina a mi lado? preguntó Augusto Junior, buscando desesperadamente respuestas en medio del caos emocional que lo abrumaba.

Don Augusto chasqueó los dientes, su mirada reflejaba hastío.

—Hijo, el tiempo curará nuestras heridas, pero debemos permitirnos sanar. Valentina siempre estará en nuestro corazón, pero no puedes  permitir que su ausencia te consuma–expresó con fastidio.

Había una tensión palpable en la habitación del hospital, donde Valentina yacía inmóvil, conectada a una serie de máquinas que luchaban por mantenerla con vida. Los meses habían pasado sin tregua, sumiendo a los familiares en un desgaste emocional insoportable.

Los doctores, con rostros sombríos y voces cargadas de pesar, se acercaron a los padres de Valentina. Les plantearon la difícil decisión que debían tomar: la posibilidad de desconectar a la joven, de poner fin a su sufrimiento.

-Quiero que mi hija descanse en paz,me duele,más debemos dejarla ir.-Expresó Don Rodrigo con la mirada perdida.  

Ambos  padres de Valentina, con los ojos llenos de lágrimas y el corazón desgarrado, se miraron con determinación. Doña Carolina, madre de la joven, se aferraba a la esperanza de que su hija pudiera despertar y recuperarse. Rodrigo, el padre, con voz entrecortada por la tristeza, articuló las palabras que nadie quería escuchar—Mi hija era mi única heredera y ya no está,tú eres el esposo y te voy a heredar las empresas que tengo en este país,la mansión y un yate que le compré a mi Valentina,mi esposa y yo nos iremos a vivir a Bangladesh.--Dijo mirando al yerno con un dejó de compasión.

Para mi lo material no importa,daría mi alma de ser necesario por ver a Valentina levantarse de esa cama.

Los médicos estaban reunidos valorando el caso.Augusto, el esposo de Valentina, permanecía junto a ella en silencio, con la mirada perdida en el rostro pálido de su amada. Cuando los doctores entraron a la habitación y mencionaron la posibilidad de desconectarla, su reacción fue inmediata y firme. Se negó en rotunda a permitir que le quitaran la oportunidad a su esposa de vivir.

Los padres de Valentina se miraron con gesto de desconcierto. Doña Carolina sollozaba en silencio, sintiendo el dolor de una madre que veía a su hija moribunda. Rodrigo, con la voz temblorosa, intentaba expresar su preocupación y su desesperación.

Las horas pasaban lentas, el tic tac del reloj en la habitación del hospital marcaba el pulso de una decisión imposible. Las miradas se cruzaban entre los presentes, cargadas de emotividad y de angustia.

Finalmente, en un momento de silencio abrumador, Augusto rompió el ambiente con palabras llenas de amor y determinación: 

—Ella es mi esposa, y no me pesa atenderla. Si mil años va a dormir mi esposa, mil años velaré su sueño.

Las lágrimas brotaron en los ojos de doña Carolina, quien comprendió la profundidad del amor que unía a su hija con su yerno. Rodrigo se acercó a Augusto y en un gesto de reconocimiento y gratitud, le tendió la mano.

La decisión estaba tomada. Valentina seguiría conectada a las máquinas,el señor Sánchez no dio marcha a la palabra que había dado a su yerno.

—Mi hija queda en tus manos,aunque no se cuanto tiempo su organismo se mantenga con vida,admiro tu aplomo muchacho y me gustaría tener tu fé,desde mañana colocó mis bienes a tu nombre.-Le dedicó una mirada de agradecimiento a su yerno.

–No voy a escatimar en gastos para el bienestar de mi esposa.

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