A la mañana siguiente, Ida se alistó con esmero. Eligió un conjunto profesional, pero elegante: una blusa blanca de seda, una falda lápiz negra y unos zapatos de tacón bajo que le daban un aire sofisticado y seguro. Se miró en el espejo, respiró hondo y salió hacia la empresa en la que trabajaba.Eleganze es una de las empresas de moda más renombradas, no solo en Milán, sino a nivel internacional. Conocida por sus exquisitos y exclusivos diseños de vestidos de boda, Eleganze se ha ganado una reputación estelar en la industria de la moda. Cada creación refleja una combinación perfecta de elegancia, innovación y artesanía impecable, haciendo que las novias de todo el mundo sueñen con caminar hacia el altar en uno de sus deslumbrantes vestidos. La dedicación a la perfección y la pasión por el diseño han convertido a Eleganze en un verdadero icono del estilo y la sofisticación.Ida al llegar se detuvo un momento frente al imponente edificio. Sus ojos recorrieron la fachada elegante y mod
Ida estaba concentrada en su trabajo en el taller, rodeada de telas y bocetos, cuando escuchó un suave golpe en la puerta. Se giró para ver a Mauricio entrando, con una amplia sonrisa en el rostro y un ramo de flores en la mano.—¡Mauricio! —exclamó Ida, claramente sorprendida por su visita.Mauricio avanzó hacia ella con una sonrisa encantadora, extendiendo el ramo de flores. —Hola, Ida. Pensé en sorprenderte con estas. Espero que te gusten.Ida miró el ramo de flores y su expresión cambió de sorpresa a disgusto. Suspiró antes de responder. —Mauricio, lo siento, pero no me gustan las flores. Mauricio quedó momentáneamente desconcertado.—¿De verdad? —dijo, intentando disimular su sorpresa con una sonrisa—. Pensé que a todas las mujeres les encantaban las flores.Ida trató de suavizar su respuesta con una sonrisa. —Sé que es un gesto amable, pero nunca me han gustado mucho. Mauricio, sin perder la compostura, sonrió y buscó una solución rápida. —Bueno, entonces, supongo que podr
Las luces de la ciudad de Milán brillaban intensamente mientras Emerzon Bennett observaba desde la ventana de su Penthouse en Porta Nuova.Podía ver la vibrante vida nocturna de la ciudad, un recordatorio constante del éxito que había alcanzado. Sin embargo, dentro de esas cuatro paredes, su vida se sentía vacía y solitaria, como un eco de su propio éxito.Es conocido por su ambición desmedida y su habilidad innata para conquistar el mundo empresarial. Como CEO de una de las empresas tecnológicas más exitosas del mundo, su nombre se asociaba con poder y éxito. El interior de su hogar reflejaba lujo y sofisticación, pero carecía de calidez. Los muebles minimalistas y el diseño impecable parecían acentuar el vacío en su vida personal. A pesar de las conquistas profesionales, Emerzon no podía evitar sentir un hueco en su corazón.El teléfono sonó, sacándolo de sus pensamientos.—Bennett —respondió con su tono habitual de seguridad. Era su asistente, recordándole el evento benéfico de es
La mañana siguiente al evento benéfico llegó, el sol brillaba a través de las ventanas del taller de Ida, llenando el espacio con una luz cálida y acogedora. Ida estaba concentrada en su trabajo, pero su mente no podía dejar de recordar la noche anterior.Emerzon, su mirada intensa, y el sentimiento de conexión que había sentido. Sin embargo, sabía que tenía que mantenerse enfocada.Marta entró al taller con una taza de café en cada mano y una sonrisa traviesa en el rostro.—¡Buenos días, dormilona! —dijo, entregando una de las tazas a Ida—. Entonces, cuéntame. ¿Qué pasó anoche? Vi al señor Bennett muy entusiasta contigo.Ida sonrió y tomó un sorbo de su café, tratando de mantener una expresión neutral. —Nada pasó, Marta. Solo hablamos un poco y vimos la subasta juntos. Nada más.Marta levantó una ceja, claramente no convencida.—¿Nada más? Vamos, Ida. Sé leer entre líneas. Había una conexión evidente entre ustedes. ¿Realmente no pasó nada más?Ida suspiró y dejó la taza sobre la mes
┆ Diecisiete años atrás. El aire en la habitación del hospital estaba impregnado de un estéril olor a desinfectante, mientras las luces fluorescentes proyectaban una luz fría y pálida sobre las paredes blancas. Emerzon, con apenas 15 años, se encontraba junto a la cama de su madre, su corazón latiendo con fuerza.Llevaba una chaqueta de cuero negra y jeans desgastados, una combinación que contrastaba con la fragilidad de su madre, postrada en la cama. Su madre, con la piel pálida y los ojos cerrados, respiraba con dificultad, cada aliento era un recordatorio del tiempo que se agotaba.Thomas Bennett, su padre, estaba de pie al otro lado de la cama, su figura imponente pero sombría. Su traje gris oscuro y su corbata negra reflejaban su naturaleza severa y controlada, pero sus ojos revelaban un dolor profundo que rara vez mostraba. La distancia entre ellos era más que física; era emocional, una brecha que solo se había ensanchado con el tiempo.Emerzon miraba a su madre con desesperaci
Mauricio Hernández salió del club privado con una sonrisa en el rostro, satisfecho con la inquietud que había sembrado en Emerzon. Sabía que cada palabra suya había sido una daga en la mente de su rival, y eso le daba una sensación de poder.Se montó en su auto deportivo, un elegante Aston Martin negro, y aceleró por las calles de Milán, disfrutando del rugido del motor y de la sensación de control que le proporcionaba. Llegó a su lujosa mansión, ubicada en una de las zonas más exclusivas de la ciudad. Las puertas de hierro forjado se abrieron automáticamente, y el coche se deslizó suavemente por el camino de entrada bordeado de árboles.Entró en su oficina personal, un espacio decorado con buen gusto, repleto de arte contemporáneo y muebles de diseño. Se sentó detrás de su escritorio de caoba y encendió su ordenador. Había recibido un correo de uno de sus contactos en la empresa de Emerzon, Mauricio se recostó en su silla, complacido por la información que recibía. Su mente viajó al
Era una tarde tranquila cuando el teléfono de Ida vibró sobre su escritorio. Al ver el nombre de Emerzon en la pantalla, sintió un cosquilleo de emoción y anticipación. Contestó con una voz serena, aunque su corazón latía más rápido de lo normal.—Hola, Emerzon.—Hola, Ida. —respondió él, su voz cálida al otro lado de la línea—. Espero que estés teniendo un buen día. Quería preguntarte si estarías libre esta noche para cenar. Me gustaría hablar contigo sobre algo importante.Ida sonrió, sintiendo una mezcla de curiosidad y alegría. —Me encantaría, Emerzon. ¿A qué hora?—¿Te parece bien a las ocho? Hay un restaurante en el centro que creo que te gustará. —sugirió Emerzon.—Perfecto. Nos vemos allí a las ocho. —respondió Ida, sintiendo que la noche prometía algo especial.Después de colgar, Ida tenía una enorme sonrisa en su rostro, mientras que sus amigas solo la observaban en silencio, pues hacía mucho tiempo que no la veían así. ──────⊹⊱✫⊰⊹──────La noche llegó y el restaurante est
Mientras Emerzon conducía de regreso a su casa, las luces parpadeantes de Milán pasaban como destellos en la noche. Su mente estaba ocupada con pensamientos de Ida. La conexión que sentía con ella era algo que no había experimentado antes, y estaba decidido a explorarla a fondo. Sin embargo, sabía que no todos estarían contentos con su relación, y tenía que estar preparado para enfrentar cualquier obstáculo.Lo que Emerzon no sabía era la profundidad del dolor que Ida había experimentado en el pasado, marcado por una relación tumultuosa con un hombre que la había humillado y menospreciado.La confianza de Ida había sido quebrantada, dejándola con cicatrices emocionales profundas que la hacían desconfiar de hombres ricos y poderosos. Emerzon estaba ajeno a estos fantasmas que aún la atormentaban.Al llegar a su casa, Emerzon revisó su correo y notó un sobre sin remitente. Lo abrió con cautela y encontró una carta anónima que decía: “Cuida bien de tus asuntos, Bennett. Sobre todo a ell