Chispa.

La mañana siguiente al evento benéfico llegó, el sol brillaba a través de las ventanas del taller de Ida, llenando el espacio con una luz cálida y acogedora. Ida estaba concentrada en su trabajo, pero su mente no podía dejar de recordar la noche anterior.

Emerzon, su mirada intensa, y el sentimiento de conexión que había sentido. Sin embargo, sabía que tenía que mantenerse enfocada.

Marta entró al taller con una taza de café en cada mano y una sonrisa traviesa en el rostro.

—¡Buenos días, dormilona! —dijo, entregando una de las tazas a Ida—. Entonces, cuéntame. ¿Qué pasó anoche? Vi al señor Bennett muy entusiasta contigo.

Ida sonrió y tomó un sorbo de su café, tratando de mantener una expresión neutral.

—Nada pasó, Marta. Solo hablamos un poco y vimos la subasta juntos. Nada más.

Marta levantó una ceja, claramente no convencida.

—¿Nada más? Vamos, Ida. Sé leer entre líneas. Había una conexión evidente entre ustedes. ¿Realmente no pasó nada más?

Ida suspiró y dejó la taza sobre la mesa.

—De verdad, Marta. Fue solo una conversación. Claro, hubo una conexión, pero… no estoy lista para lanzarme a algo así. Además, no quiero hacerme ilusiones, creo que, tome de más anoche.

Marta se dejó caer en la silla frente a Ida, con una expresión comprensiva, pero divertida, consciente de que nada en la vida de Ida había sido fácil. Pero eso no significaba que no podían reírse un poco.

—Mira, lo entiendo, Ida. —empezó Marta, fingiendo una voz sería como si estuviera a punto de dar una charla trascendental—. Pero no puedes dejar que el miedo te impida vivir tu vida. El señor Bennett parece genuino, y si sientes algo por él, deberías darle una oportunidad. Aunque sea solo una micro chispa… porque, bueno, hasta una micro chispa puede encender un bosque entero.

Marta aguantó la risa, señalando dramáticamente como si estuviera a punto de prender fuego a un modelo de bosque en miniatura.

Ida no pudo evitar soltar una carcajada.

—¿Un bosque entero? ¿Estás comparando mi vida amorosa con un desastre forestal ahora?

—¡Exactamente! —respondió Marta, riéndose también. —Tu vida amorosa ha sido una seca pradera durante demasiado tiempo. ¡Necesitamos una buena llama para darle algo de emoción!

Ida asintió, pero su risa no se desvaneció, sabiendo que su amiga tenía razón.

—Tal vez tienes razón. Pero necesito ir despacio, asegurarme de que es lo correcto.

Marta sonrió y le dio un apretón de manos.

—Eso es todo lo que te pido, amiga. Solo no te cierres a la posibilidad de ser feliz.

Ambas amigas compartieron una sonrisa, e Ida sintió una renovada esperanza. Tal vez, solo tal vez, el futuro tenía algo especial reservado para ella y Emerzon.

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Emerzon Bennett se encontraba en su oficina, una imponente torre de cristal que dominaba el horizonte de Milán. A pesar de su habitual compostura y enfoque en el trabajo, su mente seguía reviviendo la conversación con Ida de la noche anterior. Para despejar su mente, había invitado a su mejor amigo y confidente, Lorenzo Rinaldi, a tomar un café y ponerse al día.

Lorenzo, un hombre con una actitud despreocupada y un sentido del humor afilado, se dejó caer en una de las sillas frente al escritorio de Emerzon.

—¿Así que, cómo estuvo el evento benéfico anoche? —preguntó, dando un sorbo a su café. —¿Conociste a alguien interesante?

Emerzon, con una sonrisa que apenas podía contener, se acomodó en su silla.

—De hecho, sí. Conocí a la famosa diseñadora de moda, Ida Moreno. Es increíble, Lorenzo. Hay algo en ella que no puedo explicar.

Lorenzo levantó una ceja, intrigado.

—Oh, ¿de verdad? ¿Y qué es lo que te tiene tan cautivado? ¿Es una supermodelo o algo así?

Emerzon soltó una risa.

—No, nada de eso. Es su pasión por su trabajo, su creatividad. Hay algo genuino en ella. No es como las mujeres que suelo conocer en estos eventos.

Lorenzo se recostó en su silla, con una sonrisa pícara.

—Así que finalmente alguien ha logrado romper esa coraza de CEO impenetrable. ¿Y qué pasó? ¿La invitaste a salir?

—No exactamente. —Emerzon suspiró, mirando por la ventana—. Pasamos un rato, hablando, y vimos la subasta juntos. Fue… refrescante.

Lorenzo chasqueó la lengua, burlándose.

—¿Vamos, Emerzon, eres el CEO más exitoso de Milán y me dices que solo pasaste el rato? ¿Hablando? Tienes que darle algo de fuego a esa chispa. ¿Le pediste su número al menos?

Emerzon asintió lentamente.

—Sí, tengo su número. Pero no quiero apresurarme. Aunque siento esto que no puedo explicar que es, no quiero complicar las cosas para ella.

Lorenzo se inclinó hacia adelante, su tono más serio.

—Mira, sé que te preocupa, pero si sientes algo de verdad, deberías ir por ello. La vida es corta, hermano. Y créeme, alguien así no aparece todos los días.

Emerzon asintió, absorbiendo las palabras de su amigo.

—Tienes razón. Debería tomar un riesgo, algo que no suelo hacer en mi vida personal. Gracias, Lorenzo.

Lorenzo se levantó, dándole una palmada en el hombro.

—Eso es todo lo que necesitas, un pequeño empujón. Ahora ve y conquista, como siempre haces, quizás sea la mujer de tu vida.

Emerzon sonrió, sintiéndose más decidido que nunca. Estaba listo para dar un paso adelante y ver a dónde lo llevaba su conexión con Ida.

Lorenzo se recostó en la silla de la oficina de Emerzon, jugando pensativamente con su taza de café.

—Así que, además de tu vida amorosa, la cual está más sola que una palmera en el desierto, ¿cómo va la empresa? —preguntó Lorenzo, dando un sorbo a su café con una sonrisa.

Emerzon se acomodó en su silla, cambiando su enfoque a los negocios, sin prestarle tanta atención al comentario de su amigo.

—La empresa va bien, Lorenzo. Estamos en el proceso de lanzar una nueva línea de productos que creo que va a revolucionar el mercado.

Lorenzo arqueó una ceja, curioso.

—¿Revolucionar el mercado, eh? Eso suena prometedor. ¿De qué se trata?

Emerzon sonrió, orgulloso de su último proyecto.

—Es una nueva tecnología de inteligencia artificial que hemos estado desarrollando durante los últimos dos años. Se trata de un asistente personal que se integra perfectamente con todos los dispositivos y aplicaciones del usuario.

Lorenzo asintió, impresionado.

—Eso suena increíble, Emerzon. Pero déjame adivinar, has estado trabajando sin parar en esto, ¿verdad?

Emerzon rio, conociendo bien a su amigo.

—Sabes cómo soy. Cuando me enfoco en algo, no puedo parar hasta que esté perfecto. Pero esta vez, estoy tratando de equilibrar mejor mi vida personal y la empresa.

Lorenzo lo miró con una sonrisa ladeada.

—Es bueno escuchar eso. Eres un genio en los negocios, Emerzon, pero también necesitas disfrutar de la vida. Y me parece que la señorita Moreno podría ser una parte importante de eso. Porque, amigo mío, a este ritmo, hasta tus ordenadores te van a botar por ser más fríos y solitarios que ellos.

Emerzon soltó una carcajada, golpeando la mesa suavemente.

—Tienes razón. Pero créeme, estoy intentando cambiar eso. Desde que conocí a Ida, he comenzado a ver las cosas de manera diferente, algo tiene esa mujer.

Lorenzo levantó una ceja, interesado.

—¿Así que realmente hay alguien que logró hacer que el implacable Emerzon Bennett se preocupe por algo más que los números?

Emerzon asintió, sus pensamientos volviendo a Ida.

—Sí, lo es. Y estoy decidido a hacer que funcione si llego a tener una oportunidad con ella. He aprendido que el éxito no lo es todo si no tienes a alguien con quien compartirlo.

Lorenzo levantó su taza en un brindis simbólico.

—Por el éxito y por el amor. Que encuentres el equilibrio perfecto entre ambos, hermano.

Emerzon levantó su taza, sonriendo.

—Por el éxito y por el amor.

Ambos amigos brindaron, sellando, una conversación que no solo fortalecía su amistad, sino que también reafirmó las prioridades de Emerzon: encontrar el equilibrio entre su pasión por los negocios y su deseo de una conexión genuina y significativa con Ida.

Sin embargo, Emerzon no podía quitarse de la cabeza a Ida. Su obsesión comenzaba a crecer, y sabía que el próximo paso no sería tan simple. La idea de verla de nuevo lo consumía, y aunque Lorenzo no lo sabía, su amigo estaba a punto de adentrarse en un territorio desconocido.

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