Esa misma noche, Emerzon había salido a cenar con su mejor amigo, Lorenzo, en un restaurante elegante del centro de Milán. Ambos estaban disfrutando de una conversación animada sobre los últimos avances en la empresa y los planes futuros. Sin embargo, la mente de Emerzon no podía dejar de pensar en Ida, la mujer que lo estaba volviendo loco, sin apenas haber probado ni un delicioso beso de esos labios que eran una tentación. Mientras Lorenzo hablaba, Emerzon miró alrededor del restaurante y su corazón se detuvo al ver a Ida sentada en una mesa cercana. Pero no estaba sola. Frente a ella, con una sonrisa encantadora, estaba Mauricio Hernández. Emerzon sintió una oleada de celos y rabia al ver cómo su enemigo intentaba tocar la mano de Ida.—¿Qué demonios está haciendo él aquí? —murmuró Emerzon, apretando los puños bajo la mesa.Lorenzo, notando el cambio en la expresión de su amigo, siguió su mirada y vio a Mauricio e Ida. —Emerzon, cálmate. No hagas un escándalo aquí. —dijo en voz b
Emerzon, aún temblando de furia, salió del club, con el eco de las risas y la música zumbándole en los oídos. Lorenzo, sin decir nada, lo miraba de reojo, preocupado por la intensidad en los ojos de su amigo. Emerzon respiraba pesadamente, sus pensamientos completamente consumidos por la imagen de Ida, su rostro inocente, y Mauricio, con esa sonrisa provocadora. Su pecho se contraía de odio y desesperación.—No permitiré que ese desgraciado se acerque a ella —musitó, sus palabras apenas audibles por el rugido de la calle.Lorenzo puso una mano en su hombro, intentando calmarlo.—Hermano, no puedes resolver esto con violencia. Tenemos que encontrar otra manera.Pero Emerzon no escuchaba, su mente atrapada en una espiral de rabia y protección.—Voy a hacer lo que sea necesario —dijo, su voz firme y determinada—. Ida es mía. Nadie, especialmente ese estúpido, no se interpondrá entre nosotros.La noche continuaba, fría y silenciosa, ambos caminaron sin pronunciar palabra, cada uno sumido
Mauricio, esa noche después de salir del club, se fue a su lujoso apartamento, de pie frente al espejo del baño, observando las heridas en su rostro.Los golpes de Emerzon habían dejado marcas visibles, pero lo que más le dolía era el golpe a su orgullo. Mientras se aplicaba un poco de ungüento en las magulladuras, sus pensamientos se centraban en Ida y en cómo había sido arrastrado a esta situación.«Ida…» pensó, recordando su sonrisa y la calidez en sus ojos. Había algo en ella, que lo había tocado de una manera que no esperaba. A pesar de su fachada de frialdad y manipulación, Mauricio no podía negar que esa mujer es diferente.«Es una chica linda, buena… Algo en ella me hace querer ser mejor»Pero esos pensamientos se mezclaban con la envidia y el odio que sentía hacia Emerzon. «Ese maldito de Emerzon siempre ha tenido todo lo que quiere. No permitiré que me arrebate esto también.»Mauricio apretó los dientes, su determinación creciendo.Se dirigió a una mesa que estaba cerca de
Ida se quedó mirando fijamente el ramo de flores sobre su mesa de trabajo, los colores vibrantes parecían desvanecerse mientras los recuerdos amargos del pasado regresaban para atormentarla.Las rosas rojas, los lirios blancos y los girasoles amarillos comenzaron a perder su belleza a medida que su mente la transportaba a otra época.Recordó a Giancarlo, su ex prometido, que solía inundarla de detalles similares. Al principio, cada ramo de flores era una promesa de amor eterno, una muestra de devoción que la hacía sentir especial y amada. Pero pronto, Ida descubrió que todo aquello no era más que una pantalla, una fachada para ocultar la verdadera naturaleza manipuladora y controladora de ese hombre.Flashbacks de momentos dolorosos inundaron su mente. Recordó cómo Giancarlo le entregaba flores con una sonrisa encantadora, solo para desmoronarse en gritos y humillaciones cuando no estaba a la altura de sus expectativas. Recordó las promesas vacías y las palabras dulces que se convertí
La noche era tranquila y cálida, perfecta para una cena al aire libre, por lo que no dudó en invitarla a cenar. Emerzon había elegido un restaurante con terraza, iluminado por luces suaves que creaban una atmósfera íntima y acogedora. Mientras esperaban la comida, el murmullo de las conversaciones y el sonido de una música suave llenaban el aire. Emerzon observaba a Ida desde el otro lado de la mesa, y aunque trataba de mantener una sonrisa, un torbellino de emociones lo consumía por dentro. Cada vez que ella reía o hablaba apasionadamente sobre el proyecto, sentía cómo una cálida ola de satisfacción lo envolvía, disipando la soledad que lo había acompañado por tanto tiempo. Recordaba como en el pasado había construido su vida alrededor de su éxito profesional, llenando sus días con reuniones una, detrás de otra. Pero por las noches, cuando el silencio lo rodeaba, esa soledad implacable se hacía aún más evidente. Pero conocer a Ida ha sido ese rayo de luz en esa oscuridad, un reco
La terraza del café estaba tranquila, con solo unos pocos clientes disfrutando de la tarde. Emerzon y Lorenzo se sentaron en una mesa con vista a la plaza, el aire fresco de Milán llenando el espacio entre ellos.Emerzon, con el ceño fruncido y una expresión de inquietud, revolvía su café sin realmente beberlo.—Lorenzo, no puedo dejar de pensar en ella. —dijo Emerzon, su voz cargada de preocupación—. Ida es todo lo que he estado buscando, pero tengo miedo de que no confíe en mí lo suficiente.Lorenzo, siempre el amigo paciente y sabio, asintió, dejando que Emerzon hablara. —Lo entiendo, Emerzon. Sé cuánto te importa. Pero tienes que ser paciente. No puedes apresurar sus sentimientos.Emerzon suspiró, su mirada perdida en la espuma de su café. —Lo sé, pero la espera es difícil. Cada momento con ella es una mezcla de alegría y temor. Quiero protegerla, hacerla feliz, pero no sé si eso será suficiente para que ella me elija.Lorenzo sonrió con comprensión, apoyando una mano en el homb
La oficina de Thomas Bennett estaba impregnada de autoridad y prestigio, con paredes revestidas de madera oscura y estanterías llenas de libros legales.Emerzon, vestido con su traje habitual, se encontraba de pie frente al escritorio de su padre, sintiendo una mezcla de respeto y resentimiento.Thomas, con su cabello canoso y su expresión severa, levantó la vista de unos documentos y fijó su mirada en su hijo.—Emerzon, me alegra que hayas venido —comenzó Thomas con tono formal—. Quería hablar contigo sobre algunas decisiones que estás tomando en la empresa. No estoy seguro de que estés priorizando lo correcto.Emerzon respiró hondo, tratando de mantener la calma. —Padre, siempre has sido crítico con mis decisiones, pero la empresa está prosperando bajo mi liderazgo. He llevado esta compañía a niveles que ni siquiera tú alcanzaste.Thomas se inclinó hacia adelante, sus ojos llenos de una mezcla de orgullo y desaprobación. —No estoy cuestionando tu éxito, Emerzon. Pero últimamente p
Დ .•*””*• Años atrás •*””*•.დLa casa de Ida, cuando era solo una niña, estaba lejos de ser un hogar acogedor. Las paredes desconchadas y la falta de decoración reflejaban la dura realidad en la que vivía. Los muebles eran viejos y desgastados, y el aire siempre tenía un olor a humedad y desesperanza. Ida, con apenas nueve años, se sentaba en su pequeña habitación, tratando de encontrar consuelo en su cuaderno de dibujos, la única cosa que le ofrecía un escape.Su madre, Ismenia, entró en la habitación tambaleándose, con una botella vacía de licor en la mano. Su cabello desordenado y su ropa arrugada mostraban el peso de las adicciones que la atormentaban. Ida levantó la vista, sus ojos grandes y llenos de miedo.—¡Ida! —gritó Ismenia, con la voz arrastrada por el alcohol—. ¿Dónde está tu padre?Ida sabía que esa pregunta no tenía una respuesta sencilla. Su padre, un hombre que aparecía y desaparecía de sus vidas como un fantasma, no estaba allí para protegerla. —No lo sé, mamá. —res