Era una tarde tranquila cuando el teléfono de Ida vibró sobre su escritorio. Al ver el nombre de Emerzon en la pantalla, sintió un cosquilleo de emoción y anticipación. Contestó con una voz serena, aunque su corazón latía más rápido de lo normal.
—Hola, Emerzon. —Hola, Ida. —respondió él, su voz cálida al otro lado de la línea—. Espero que estés teniendo un buen día. Quería preguntarte si estarías libre esta noche para cenar. Me gustaría hablar contigo sobre algo importante. Ida sonrió, sintiendo una mezcla de curiosidad y alegría. —Me encantaría, Emerzon. ¿A qué hora? —¿Te parece bien a las ocho? Hay un restaurante en el centro que creo que te gustará. —sugirió Emerzon. —Perfecto. Nos vemos allí a las ocho. —respondió Ida, sintiendo que la noche prometía algo especial. Después de colgar, Ida tenía una enorme sonrisa en su rostro, mientras que sus amigas solo la observaban en silencio, pues hacía mucho tiempo que no la veían así. ──────⊹⊱✫⊰⊹────── La noche llegó y el restaurante estaba elegantemente decorado, con luces suaves y una atmósfera íntima. Las mesas estaban adornadas con manteles blancos y centros de mesa florales. Emerzon llegó primero, vestido con un traje oscuro que realzaba su presencia imponente. Se sentó en una mesa junto a una ventana, desde donde se podía ver el bullicio de las calles de Milán. Cuando Ida entró al restaurante, con un vestido azul que acentuaba sus ojos y su cabello suelto en suaves ondas, Emerzon no pudo evitar quedarse admirándola. Se levantó para recibirla, una sonrisa cálida en su rostro. —Ida, estás preciosa. —dijo, tomando su mano y guiándola a la mesa. —Gracias, Emerzon. Este lugar es encantador. —respondió ella, sintiéndose relajada por la atmósfera acogedora. Mientras disfrutaban de los primeros platos, la conversación fluyó con naturalidad. Hablaron de sus días, sus intereses y sueños. Ambos se sentían cada vez más cómodos, la atracción entre ellos creciendo con cada palabra. Finalmente, Emerzon tomó un sorbo de su vino y miró a Ida con una expresión seria pero amable. —Ida, hay algo que me gustaría proponerte. —dijo, tomando aire antes de continuar—. Estoy organizando un proyecto de caridad y creo que tu talento sería invaluable para ello. Se trata de diseñar una línea de ropa cuyos beneficios irán a organizaciones benéficas que apoyan a niños desfavorecidos. Quiero que seas parte de esto. Ida se quedó en silencio por un momento, sorprendida y halagada por la propuesta. Su corazón se llenó de emoción y gratitud. —Emerzon, eso suena increíble. Será un honor trabajar en algo así. —respondió, sus ojos brillando con entusiasmo. —Me alegra escucharlo. —dijo Emerzon, sintiendo una conexión profunda con ella. Emerzon volvió a tomar un sorbo de su vino, a la vez que recordaba algo que Ida había mencionado durante su conversación en el evento benéfico. Una sonrisa suave se formó en sus labios mientras la miraba. —Sabes, Ida —dijo con voz cálida—. Recuerdo que en el evento benéfico mencionaste lo importante que es para ti usar tu talento para ayudar a otros. Hablaste con tanta pasión sobre cómo la moda puede ser un vehículo para el cambio social. Fue en ese momento que supe que serías perfecta para este proyecto de caridad. Ida lo miró, sorprendida por su atención al detalle. —¿De verdad lo recuerdas? Me hace feliz saber que mis palabras tuvieron un impacto. Emerzon asintió, su mirada firme y sincera. —Lo recuerdo claramente. Esa pasión y compromiso que tienes es exactamente lo que necesitamos para que este proyecto tenga éxito. Sé que juntos podemos marcar una diferencia. Ida se sintió conmovida por sus palabras, y una calidez llenó su corazón. —Gracias, Emerzon. Aprecio mucho tu confianza en mí. Prometo dar lo mejor de mí para este proyecto. —No tengo ninguna duda de ello —respondió Emerzon, tomando su mano con delicadeza—. Estoy emocionado por ver lo que podemos lograr juntos. Ida, sintiéndose abrumada por la intensidad del momento, alejó su mano sutilmente, intentando no incomodar a Emerzon. Una leve sonrisa se dibujó en su rostro para aliviar cualquier posible malentendido. —Gracias, Emerzon. Esto significa mucho para mí, que me tomen en cuenta para un proyecto así, me da felicidad —dijo, tratando de mantener la conversación en un tono ligero. Emerzon, notando su gesto, le devolvió la sonrisa con comprensión. —No hay de qué, Ida. Solo quiero que sepas lo importante que eres para este proyecto. La cena continuó con una conversación animada sobre sus ideas y planes futuros sobre el proyecto. A medida que la noche avanzaba, ambos se sintieron más conectados, pero cuando el reloj marcó las once, Emerzon miró su reloj. —Es tarde, y no me sentiría bien si te fueras sola a esta hora. —dijo, preocupado por su seguridad—. Déjame llevarte a casa. Ida dudó, no queriendo imponer, pero la sinceridad en los ojos de Emerzon la hizo reconsiderar. —No quiero molestarte. Puedo tomar un taxi, de verdad. —No es ninguna molestia, Ida. Insisto. —respondió Emerzon con firmeza, pero de manera gentil. Finalmente, Ida asintió, aceptando su ofrecimiento. —Está bien, gracias, Emerzon. Eso sería muy amable de tu parte. Mientras conducían por las calles iluminadas de Milán, una música suave llenaba el coche, creando una atmósfera relajante. Emerzon manejaba con tranquilidad, echando de vez en cuando miradas a Ida, quien se sentaba a su lado. —Espero que hayas disfrutado de la cena. —dijo Emerzon, rompiendo el silencio. —Sí, fue maravillosa. Gracias por todo, Emerzon. —respondió Ida, sintiéndose más cómoda. —Me alegra escuchar eso. Y gracias a ti por aceptar mi propuesta para el proyecto de caridad. Estoy seguro de que haremos un gran equipo. —dijo Emerzon con una sonrisa. Ida asintió, sintiendo esa calidez en su corazón. —Estoy emocionada por lo que viene. Sé que será una experiencia increíble. Llegaron a la casa de Ida, y Emerzon se detuvo suavemente frente a la puerta. Ida se volvió hacia él, con una expresión agradecida. —Gracias de nuevo, Emerzon. Por la cena, por llevarme a casa, y por confiar en mí para el proyecto. —dijo con sinceridad. Emerzon la miró, sus ojos reflejando una mezcla de admiración y afecto. —Es un placer, Ida. Cuídate y hablamos pronto. Ida salió del coche y, antes de entrar a su casa, le dedicó una última sonrisa. Emerzon observó cómo la mujer se alejaba del coche y caminaba hacia la entrada de su casa. La luz de la luna iluminaba suavemente su figura, haciendo que cada paso pareciera parte de una coreografía etérea. Emerzon sentía su corazón latir con fuerza mientras la veía alejarse. Sus pensamientos se volvían cada vez más claros y dominantes. «Ida, eres diferente a cualquiera que haya conocido. Tu pasión, tu fuerza, tu creatividad… Todo en ti me atrae de una manera que no puedo ignorar» pensó con una mezcla de admiración y deseo. Mientras Ida insertaba la llave en la cerradura, Emerzon sintió una ola de emoción recorrer su cuerpo. «No voy a permitir que nada ni nadie se interponga entre nosotros. Eres especial, y haré todo lo necesario para tenerte a mi lado.» Ida se volvió una última vez, dedicándole una sonrisa antes de entrar a su casa. Emerzon sintió que ese momento sellaba una promesa silenciosa entre ellos. «Serás mía, Ida. Por siempre.» Encendió el motor del coche y comenzó a alejarse, pero sus pensamientos seguían anclados en ella. Sentía que el futuro que deseaba estaba finalmente al alcance de su mano, y no dejaría que nada lo destruyera. «Vamos a lograr grandes cosas juntos. Este proyecto de caridad es solo el comienzo. Con cada paso, cada desafío superado, nos acercaremos más. Y algún día, todos sabrán que Ida Moreno y Emerzon Bennett son inseparables.» Con esa determinación, Emerzon se dirigió a su casa, sintiendo que la noche había sido el inicio de algo extraordinario. Estaba dispuesto a luchar por lo que quería, y en ese momento, sabía que lo que más deseaba era a Ida.Mientras Emerzon conducía de regreso a su casa, las luces parpadeantes de Milán pasaban como destellos en la noche. Su mente estaba ocupada con pensamientos de Ida. La conexión que sentía con ella era algo que no había experimentado antes, y estaba decidido a explorarla a fondo. Sin embargo, sabía que no todos estarían contentos con su relación, y tenía que estar preparado para enfrentar cualquier obstáculo.Lo que Emerzon no sabía era la profundidad del dolor que Ida había experimentado en el pasado, marcado por una relación tumultuosa con un hombre que la había humillado y menospreciado.La confianza de Ida había sido quebrantada, dejándola con cicatrices emocionales profundas que la hacían desconfiar de hombres ricos y poderosos. Emerzon estaba ajeno a estos fantasmas que aún la atormentaban.Al llegar a su casa, Emerzon revisó su correo y notó un sobre sin remitente. Lo abrió con cautela y encontró una carta anónima que decía: “Cuida bien de tus asuntos, Bennett. Sobre todo a ell
El sol de la mañana iluminaba suavemente la elegante cafetería donde Emerzon e Ida habían acordado reunirse. El aroma del café recién hecho llenaba el aire, creando una atmósfera acogedora. Emerzon llegó primero, sentado en una mesa junto a la ventana, como es su costumbre. Revisaba unos documentos del proyecto mientras esperaba.Ida entró al café poco después, con una sonrisa cálida que iluminó la habitación. Llevaba un vestido casual pero elegante, que reflejaba su estilo único y su creatividad. Al ver a Emerzon, su corazón dio un ligero salto, pero mantuvo la compostura.—¡Hola, Emerzon! —saludó, acercándose a la mesa—. Espero no haber llegado tarde.Emerzon se levantó para recibirla, devolviéndole la sonrisa.—No, para nada, Ida. Justo a tiempo. Me alegra verte. ¿Te gustaría un café antes de empezar?—Sí, un café suena perfecto. —respondió ella, sentándose frente a él.Emerzon hizo la señal al camarero y pidió dos cafés. Mientras esperaban, Emerzon no podía dejar de admirar la pas
Era una tarde soleada en Milán, y las calles estaban llenas de gente disfrutando del buen tiempo. Ida caminaba por una calle adoquinada, disfrutando de un breve descanso de su agitado horario. Llevaba una bolsa con algunos materiales de diseño que había comprado en una tienda cercana, su mente perdida en pensamientos sobre el proyecto de caridad.De repente, un hombre alto y elegante salió de una cafetería, con un vaso de café en la mano. Sin darse cuenta, chocaron en la acera, y el contenido del vaso se derramó, salpicando a ambos.—¡Oh, lo siento mucho! —dijo Mauricio, tratando de secar el café derramado con un pañuelo de bolsillo—. No vi qué venías. Ida se sorprendió y trató de limpiar el café de su ropa. —No, está bien. También fue mi culpa. —respondió, tratando de mantener la compostura.Mauricio, al ver la negativa de Ida, hizo una expresión como si recordara algo. —Espera, ¿eres Ida Moreno, la famosa diseñadora? Te vi en el evento benéfico el otro día. —dijo con una sonrisa,
Esa misma noche, Emerzon había salido a cenar con su mejor amigo, Lorenzo, en un restaurante elegante del centro de Milán. Ambos estaban disfrutando de una conversación animada sobre los últimos avances en la empresa y los planes futuros. Sin embargo, la mente de Emerzon no podía dejar de pensar en Ida, la mujer que lo estaba volviendo loco, sin apenas haber probado ni un delicioso beso de esos labios que eran una tentación. Mientras Lorenzo hablaba, Emerzon miró alrededor del restaurante y su corazón se detuvo al ver a Ida sentada en una mesa cercana. Pero no estaba sola. Frente a ella, con una sonrisa encantadora, estaba Mauricio Hernández. Emerzon sintió una oleada de celos y rabia al ver cómo su enemigo intentaba tocar la mano de Ida.—¿Qué demonios está haciendo él aquí? —murmuró Emerzon, apretando los puños bajo la mesa.Lorenzo, notando el cambio en la expresión de su amigo, siguió su mirada y vio a Mauricio e Ida. —Emerzon, cálmate. No hagas un escándalo aquí. —dijo en voz b
Emerzon, aún temblando de furia, salió del club, con el eco de las risas y la música zumbándole en los oídos. Lorenzo, sin decir nada, lo miraba de reojo, preocupado por la intensidad en los ojos de su amigo. Emerzon respiraba pesadamente, sus pensamientos completamente consumidos por la imagen de Ida, su rostro inocente, y Mauricio, con esa sonrisa provocadora. Su pecho se contraía de odio y desesperación.—No permitiré que ese desgraciado se acerque a ella —musitó, sus palabras apenas audibles por el rugido de la calle.Lorenzo puso una mano en su hombro, intentando calmarlo.—Hermano, no puedes resolver esto con violencia. Tenemos que encontrar otra manera.Pero Emerzon no escuchaba, su mente atrapada en una espiral de rabia y protección.—Voy a hacer lo que sea necesario —dijo, su voz firme y determinada—. Ida es mía. Nadie, especialmente ese estúpido, no se interpondrá entre nosotros.La noche continuaba, fría y silenciosa, ambos caminaron sin pronunciar palabra, cada uno sumido
Las luces de la ciudad de Milán brillaban intensamente mientras Emerzon Bennett observaba desde la ventana de su Penthouse en Porta Nuova.Podía ver la vibrante vida nocturna de la ciudad, un recordatorio constante del éxito que había alcanzado. Sin embargo, dentro de esas cuatro paredes, su vida se sentía vacía y solitaria, como un eco de su propio éxito.Es conocido por su ambición desmedida y su habilidad innata para conquistar el mundo empresarial. Como CEO de una de las empresas tecnológicas más exitosas del mundo, su nombre se asociaba con poder y éxito. El interior de su hogar reflejaba lujo y sofisticación, pero carecía de calidez. Los muebles minimalistas y el diseño impecable parecían acentuar el vacío en su vida personal. A pesar de las conquistas profesionales, Emerzon no podía evitar sentir un hueco en su corazón.El teléfono sonó, sacándolo de sus pensamientos.—Bennett —respondió con su tono habitual de seguridad. Era su asistente, recordándole el evento benéfico de es
La mañana siguiente al evento benéfico llegó, el sol brillaba a través de las ventanas del taller de Ida, llenando el espacio con una luz cálida y acogedora. Ida estaba concentrada en su trabajo, pero su mente no podía dejar de recordar la noche anterior.Emerzon, su mirada intensa, y el sentimiento de conexión que había sentido. Sin embargo, sabía que tenía que mantenerse enfocada.Marta entró al taller con una taza de café en cada mano y una sonrisa traviesa en el rostro.—¡Buenos días, dormilona! —dijo, entregando una de las tazas a Ida—. Entonces, cuéntame. ¿Qué pasó anoche? Vi al señor Bennett muy entusiasta contigo.Ida sonrió y tomó un sorbo de su café, tratando de mantener una expresión neutral. —Nada pasó, Marta. Solo hablamos un poco y vimos la subasta juntos. Nada más.Marta levantó una ceja, claramente no convencida.—¿Nada más? Vamos, Ida. Sé leer entre líneas. Había una conexión evidente entre ustedes. ¿Realmente no pasó nada más?Ida suspiró y dejó la taza sobre la mes
┆ Diecisiete años atrás. El aire en la habitación del hospital estaba impregnado de un estéril olor a desinfectante, mientras las luces fluorescentes proyectaban una luz fría y pálida sobre las paredes blancas. Emerzon, con apenas 15 años, se encontraba junto a la cama de su madre, su corazón latiendo con fuerza.Llevaba una chaqueta de cuero negra y jeans desgastados, una combinación que contrastaba con la fragilidad de su madre, postrada en la cama. Su madre, con la piel pálida y los ojos cerrados, respiraba con dificultad, cada aliento era un recordatorio del tiempo que se agotaba.Thomas Bennett, su padre, estaba de pie al otro lado de la cama, su figura imponente pero sombría. Su traje gris oscuro y su corbata negra reflejaban su naturaleza severa y controlada, pero sus ojos revelaban un dolor profundo que rara vez mostraba. La distancia entre ellos era más que física; era emocional, una brecha que solo se había ensanchado con el tiempo.Emerzon miraba a su madre con desesperaci