Mauricio Hernández salió del club privado con una sonrisa en el rostro, satisfecho con la inquietud que había sembrado en Emerzon. Sabía que cada palabra suya había sido una daga en la mente de su rival, y eso le daba una sensación de poder.
Se montó en su auto deportivo, un elegante Aston Martin negro, y aceleró por las calles de Milán, disfrutando del rugido del motor y de la sensación de control que le proporcionaba. Llegó a su lujosa mansión, ubicada en una de las zonas más exclusivas de la ciudad. Las puertas de hierro forjado se abrieron automáticamente, y el coche se deslizó suavemente por el camino de entrada bordeado de árboles. Entró en su oficina personal, un espacio decorado con buen gusto, repleto de arte contemporáneo y muebles de diseño. Se sentó detrás de su escritorio de caoba y encendió su ordenador. Había recibido un correo de uno de sus contactos en la empresa de Emerzon, Mauricio se recostó en su silla, complacido por la información que recibía. Su mente viajó al evento benéfico de la noche anterior. Él también había asistido, disfrutando de la oportunidad para hacer contactos y observar a su competencia. Mientras recorría el lugar con su sonrisa encantadora y sus comentarios ingeniosos, había notado a una mujer que destacaba entre la multitud: Ida Moreno. Su belleza y elegancia no pasaron desapercibidas, pero fue su pasión y creatividad lo que realmente capturó su atención. Recordaba claramente cómo la había observado desde la distancia, cautivado por su presencia. Había considerado acercarse, pero había decidido esperar. Ahora, sabía que Emerzon también estaba interesado en ella, y eso solo aumentaba su deseo de conocerla. Mauricio levantó su copa de vino, brindando en solitario. —La competencia se vuelve más interesante, Emerzon Bennett. —murmuró para sí mismo, con una sonrisa astuta en los labios. —Veremos quién gana esta vez. Encendió su computadora y comenzó a investigar más sobre Ida. Quería conocer cada detalle sobre ella, cada debilidad que pudiera explotar. Mauricio no solo veía a Emerzon como un rival en los negocios, sino también en el corazón. Estaba dispuesto a usar todas las tácticas necesarias para asegurarse de que Emerzon Bennett no solo perdiera en el mercado, sino también en el juego del amor una vez más. Mientras avanzaba en su investigación, Mauricio sentía que el juego estaba a su favor. Con su carisma y habilidades manipulativas, estaba convencido de que podía hacer que Ida se fijara en él y, al mismo tiempo, poner en jaque a Emerzon. La batalla apenas comenzaba, y Mauricio estaba más que preparado para jugar todas sus cartas. ━◦○◦━◦○◦━◦○◦━◦○◦━◦○◦━◦○◦━ El sol de la tarde iluminaba suavemente el taller de Ida, llenando el espacio con una luz dorada que acariciaba cada rincón. Las telas de colores brillantes colgaban de las paredes, y el suave sonido de una música instrumental flotaba en el aire, creando una atmósfera de paz y creatividad. Ida, vestida con una blusa de lino blanco y unos cómodos pantalones vaqueros, trabajaba en su última creación. Sus manos se movían con destreza, cortando y cosiendo con precisión. La moda era su refugio, un lugar donde podía perderse en su imaginación y dejar atrás las preocupaciones del mundo exterior. A su lado, Marta estaba sentada en una mesa pequeña, revisando unos bocetos y tomando notas. La amistad y complicidad entre ellas llenaba el taller de una energía positiva y reconfortante. —Ida, este diseño es increíble. —dijo Marta, levantando la vista de los bocetos—. Tienes un don para captar la esencia de cada prenda. Ida sonrió, sintiendo un calor en su corazón ante el cumplido de su amiga. —Gracias, Marta. Trabajar en estos diseños me da una paz que no encuentro en ningún otro lugar. Marta asintió, comprendiendo perfectamente lo que su amiga quería decir. —Lo sé. Este taller es tu santuario. Y debo decir que la música ayuda a mantener esta atmósfera tan relajante. Ida rio suavemente. —Sí, la música siempre ha sido mi compañera mientras trabajo. Ayuda a calmar mi mente y a concentrarme en lo que realmente importa. Las dos amigas compartieron una sonrisa, disfrutando del momento de tranquilidad. Mientras tanto, fuera del taller, el bullicio de Milán seguía su curso, pero dentro de esas paredes, el tiempo parecía detenerse. Ida se levantó y se acercó a una estantería llena de telas. Sus dedos rozaron las distintas texturas, sintiendo la suavidad y la riqueza de cada material. —Cada tela tiene una historia que contar. —murmuró para sí misma, disfrutando del tacto y los colores. Marta la observó, sintiéndose agradecida por tener a Ida en su vida. —Ida, debemos recordar estos momentos de paz, incluso cuando las cosas se vuelvan complicadas. Este es tu talento, tu pasión. No dejes que nada te lo quite. Ida asintió, inspirada por las palabras de su amiga. —Tienes razón, Marta. Este es mi mundo, y no dejaré que nada lo destruya. En ese momento, el taller se llenó de una calma reconfortante, Ida sintió que, a pesar de las dificultades que pudiera enfrentar, siempre tendría su refugio en la moda y la amistad de Marta. Era un recordatorio de que, incluso en medio del caos, siempre hay espacio para la tranquilidad y la belleza. Mientras el sol continuaba llenando de luz el taller, la puerta se abrió y una figura familiar apareció. Natalie Reynolds, la otra mejor amiga de Ida, entró con una energía vibrante. Llevaba un traje azul marino impecable que resaltaba su figura atlética, y su cabello rubio corto estaba perfectamente arreglado. Su presencia irradiaba confianza y valentía. —¡Chicas! —exclamó Natalie, con una sonrisa radiante—. Perdón por llegar tarde, fue un día de locos en el bufete. Ya saben cómo es la vida de la abogada. Ida y Marta se giraron hacia ella, sus rostros iluminándose al verla. —¡Natalie! —exclamó Ida, acercándose para darle un abrazo—. Siempre es un placer verte, te extrañaba. —Gracias, Ida. —dijo Natalie, correspondiendo el abrazo y luego volviéndose hacia Marta—. ¿Qué tal, Marta? ¿Qué cuentas? —Bien, luchando para mantener a Ida fuera de su burbuja de trabajo. —respondió Marta con una sonrisa divertida. Natalie rio, sacudiendo la cabeza. —¡Eso suena como nuestro trabajo a tiempo completo! Pero al menos sabemos que cuando se mete en su taller, crea magia. Ida sonrió, sintiéndose afortunada de tener amigas tan comprensivas y alentadoras. —Gracias, chicas. No sé qué haría sin ustedes, son únicas y las amo. —Nosotras también te amamos —dijeron al unísono Marta y Natalie. —Hablando de eventos, lamento no haber podido estar en el benéfico. —dijo Natalie, haciendo una mueca—. Me surgió un caso de último minuto y no pude deshacerme de él. Me encantaría saber cómo fue todo. —Oh, fue… interesante. —dijo Ida, recordando la conversación con Emerzon y la sensación de conexión que había sentido. —Interesante, ¿eh? —Natalie levantó una ceja, curiosa. —Danos más detalles, amiga. Sabes que nos morimos por saber, mejor dicho, quiero los detalles, porque estoy segura de que esta señorita ya sabe el cuento y como siempre, el burro de último. Ida rio suavemente y comenzó a contarles sobre la velada, omitiendo algunos detalles personales, pero compartiendo la esencia de lo que había sucedido. Tanto Marta como Natalie escuchaban atentamente, ofreciendo sus comentarios y apoyo. —Amiga, recuerda que mereces ser feliz. —dijo Marta con firmeza. —No dejes que los miedos te detengan, ya te lo había dicho, Emerzon parece diferente, y si sientes algo por él, sigue tu corazón. —Ida, tengo que ser sincera y saben que no guardo silencio. —dijo Natalie, con un tono serio y mirando a ambas mujeres—. Opino diferente, porque he oído rumores sobre Emerzon Bennett. Dicen que es un mujeriego y que solo se preocupa por su éxito, que es un machista. Quiero que tengas cuidado. No quiero verte herida, ¡por favor! Marta intervino, tratando de equilibrar la conversación. —Entiendo tus preocupaciones, Natalie, pero a veces los rumores no son toda la verdad. Emerzon puede ser diferente, y si Ida siente algo por él, deberíamos apoyarla, ¿no lo crees? Ida asintió, apreciando la sinceridad de ambas amigas. —Gracias, chicas. Entiendo tus preocupaciones, Natalie, y las valoro, siempre lo haré. Pero quisiera darme una oportunidad y ver dónde me lleva esto. Prometo ser cuidadosa. Natalie suspiró, asintiendo lentamente. —Está bien, Ida. Confío en tu juicio. Solo recuerda que estamos aquí para ti, pase lo que pase. —Sí, estamos aquí para ti. —añadió Marta con una sonrisa cálida.Era una tarde tranquila cuando el teléfono de Ida vibró sobre su escritorio. Al ver el nombre de Emerzon en la pantalla, sintió un cosquilleo de emoción y anticipación. Contestó con una voz serena, aunque su corazón latía más rápido de lo normal.—Hola, Emerzon.—Hola, Ida. —respondió él, su voz cálida al otro lado de la línea—. Espero que estés teniendo un buen día. Quería preguntarte si estarías libre esta noche para cenar. Me gustaría hablar contigo sobre algo importante.Ida sonrió, sintiendo una mezcla de curiosidad y alegría. —Me encantaría, Emerzon. ¿A qué hora?—¿Te parece bien a las ocho? Hay un restaurante en el centro que creo que te gustará. —sugirió Emerzon.—Perfecto. Nos vemos allí a las ocho. —respondió Ida, sintiendo que la noche prometía algo especial.Después de colgar, Ida tenía una enorme sonrisa en su rostro, mientras que sus amigas solo la observaban en silencio, pues hacía mucho tiempo que no la veían así. ──────⊹⊱✫⊰⊹──────La noche llegó y el restaurante est
Mientras Emerzon conducía de regreso a su casa, las luces parpadeantes de Milán pasaban como destellos en la noche. Su mente estaba ocupada con pensamientos de Ida. La conexión que sentía con ella era algo que no había experimentado antes, y estaba decidido a explorarla a fondo. Sin embargo, sabía que no todos estarían contentos con su relación, y tenía que estar preparado para enfrentar cualquier obstáculo.Lo que Emerzon no sabía era la profundidad del dolor que Ida había experimentado en el pasado, marcado por una relación tumultuosa con un hombre que la había humillado y menospreciado.La confianza de Ida había sido quebrantada, dejándola con cicatrices emocionales profundas que la hacían desconfiar de hombres ricos y poderosos. Emerzon estaba ajeno a estos fantasmas que aún la atormentaban.Al llegar a su casa, Emerzon revisó su correo y notó un sobre sin remitente. Lo abrió con cautela y encontró una carta anónima que decía: “Cuida bien de tus asuntos, Bennett. Sobre todo a ell
El sol de la mañana iluminaba suavemente la elegante cafetería donde Emerzon e Ida habían acordado reunirse. El aroma del café recién hecho llenaba el aire, creando una atmósfera acogedora. Emerzon llegó primero, sentado en una mesa junto a la ventana, como es su costumbre. Revisaba unos documentos del proyecto mientras esperaba.Ida entró al café poco después, con una sonrisa cálida que iluminó la habitación. Llevaba un vestido casual pero elegante, que reflejaba su estilo único y su creatividad. Al ver a Emerzon, su corazón dio un ligero salto, pero mantuvo la compostura.—¡Hola, Emerzon! —saludó, acercándose a la mesa—. Espero no haber llegado tarde.Emerzon se levantó para recibirla, devolviéndole la sonrisa.—No, para nada, Ida. Justo a tiempo. Me alegra verte. ¿Te gustaría un café antes de empezar?—Sí, un café suena perfecto. —respondió ella, sentándose frente a él.Emerzon hizo la señal al camarero y pidió dos cafés. Mientras esperaban, Emerzon no podía dejar de admirar la pas
Era una tarde soleada en Milán, y las calles estaban llenas de gente disfrutando del buen tiempo. Ida caminaba por una calle adoquinada, disfrutando de un breve descanso de su agitado horario. Llevaba una bolsa con algunos materiales de diseño que había comprado en una tienda cercana, su mente perdida en pensamientos sobre el proyecto de caridad.De repente, un hombre alto y elegante salió de una cafetería, con un vaso de café en la mano. Sin darse cuenta, chocaron en la acera, y el contenido del vaso se derramó, salpicando a ambos.—¡Oh, lo siento mucho! —dijo Mauricio, tratando de secar el café derramado con un pañuelo de bolsillo—. No vi qué venías. Ida se sorprendió y trató de limpiar el café de su ropa. —No, está bien. También fue mi culpa. —respondió, tratando de mantener la compostura.Mauricio, al ver la negativa de Ida, hizo una expresión como si recordara algo. —Espera, ¿eres Ida Moreno, la famosa diseñadora? Te vi en el evento benéfico el otro día. —dijo con una sonrisa,
Esa misma noche, Emerzon había salido a cenar con su mejor amigo, Lorenzo, en un restaurante elegante del centro de Milán. Ambos estaban disfrutando de una conversación animada sobre los últimos avances en la empresa y los planes futuros. Sin embargo, la mente de Emerzon no podía dejar de pensar en Ida, la mujer que lo estaba volviendo loco, sin apenas haber probado ni un delicioso beso de esos labios que eran una tentación. Mientras Lorenzo hablaba, Emerzon miró alrededor del restaurante y su corazón se detuvo al ver a Ida sentada en una mesa cercana. Pero no estaba sola. Frente a ella, con una sonrisa encantadora, estaba Mauricio Hernández. Emerzon sintió una oleada de celos y rabia al ver cómo su enemigo intentaba tocar la mano de Ida.—¿Qué demonios está haciendo él aquí? —murmuró Emerzon, apretando los puños bajo la mesa.Lorenzo, notando el cambio en la expresión de su amigo, siguió su mirada y vio a Mauricio e Ida. —Emerzon, cálmate. No hagas un escándalo aquí. —dijo en voz b
Emerzon, aún temblando de furia, salió del club, con el eco de las risas y la música zumbándole en los oídos. Lorenzo, sin decir nada, lo miraba de reojo, preocupado por la intensidad en los ojos de su amigo. Emerzon respiraba pesadamente, sus pensamientos completamente consumidos por la imagen de Ida, su rostro inocente, y Mauricio, con esa sonrisa provocadora. Su pecho se contraía de odio y desesperación.—No permitiré que ese desgraciado se acerque a ella —musitó, sus palabras apenas audibles por el rugido de la calle.Lorenzo puso una mano en su hombro, intentando calmarlo.—Hermano, no puedes resolver esto con violencia. Tenemos que encontrar otra manera.Pero Emerzon no escuchaba, su mente atrapada en una espiral de rabia y protección.—Voy a hacer lo que sea necesario —dijo, su voz firme y determinada—. Ida es mía. Nadie, especialmente ese estúpido, no se interpondrá entre nosotros.La noche continuaba, fría y silenciosa, ambos caminaron sin pronunciar palabra, cada uno sumido
Mauricio, esa noche después de salir del club, se fue a su lujoso apartamento, de pie frente al espejo del baño, observando las heridas en su rostro.Los golpes de Emerzon habían dejado marcas visibles, pero lo que más le dolía era el golpe a su orgullo. Mientras se aplicaba un poco de ungüento en las magulladuras, sus pensamientos se centraban en Ida y en cómo había sido arrastrado a esta situación.«Ida…» pensó, recordando su sonrisa y la calidez en sus ojos. Había algo en ella, que lo había tocado de una manera que no esperaba. A pesar de su fachada de frialdad y manipulación, Mauricio no podía negar que esa mujer es diferente.«Es una chica linda, buena… Algo en ella me hace querer ser mejor»Pero esos pensamientos se mezclaban con la envidia y el odio que sentía hacia Emerzon. «Ese maldito de Emerzon siempre ha tenido todo lo que quiere. No permitiré que me arrebate esto también.»Mauricio apretó los dientes, su determinación creciendo.Se dirigió a una mesa que estaba cerca de
Ida se quedó mirando fijamente el ramo de flores sobre su mesa de trabajo, los colores vibrantes parecían desvanecerse mientras los recuerdos amargos del pasado regresaban para atormentarla.Las rosas rojas, los lirios blancos y los girasoles amarillos comenzaron a perder su belleza a medida que su mente la transportaba a otra época.Recordó a Giancarlo, su ex prometido, que solía inundarla de detalles similares. Al principio, cada ramo de flores era una promesa de amor eterno, una muestra de devoción que la hacía sentir especial y amada. Pero pronto, Ida descubrió que todo aquello no era más que una pantalla, una fachada para ocultar la verdadera naturaleza manipuladora y controladora de ese hombre.Flashbacks de momentos dolorosos inundaron su mente. Recordó cómo Giancarlo le entregaba flores con una sonrisa encantadora, solo para desmoronarse en gritos y humillaciones cuando no estaba a la altura de sus expectativas. Recordó las promesas vacías y las palabras dulces que se convertí