┆ Diecisiete años atrás.
El aire en la habitación del hospital estaba impregnado de un estéril olor a desinfectante, mientras las luces fluorescentes proyectaban una luz fría y pálida sobre las paredes blancas. Emerzon, con apenas 15 años, se encontraba junto a la cama de su madre, su corazón latiendo con fuerza. Llevaba una chaqueta de cuero negra y jeans desgastados, una combinación que contrastaba con la fragilidad de su madre, postrada en la cama. Su madre, con la piel pálida y los ojos cerrados, respiraba con dificultad, cada aliento era un recordatorio del tiempo que se agotaba. Thomas Bennett, su padre, estaba de pie al otro lado de la cama, su figura imponente pero sombría. Su traje gris oscuro y su corbata negra reflejaban su naturaleza severa y controlada, pero sus ojos revelaban un dolor profundo que rara vez mostraba. La distancia entre ellos era más que física; era emocional, una brecha que solo se había ensanchado con el tiempo. Emerzon miraba a su madre con desesperación, sus manos temblorosas apretando las de ella. —Mamá, por favor, quédate con nosotros. —su voz era un susurro, apenas audible en la quietud de la habitación. Thomas permanecía en silencio, su mandíbula apretada, luchando por mantener la compostura. Emerzon sabía que su padre estaba devastado, pero la incapacidad de mostrar emociones solo había hecho que la relación entre ellos se volviera más tensa. La última exhalación de su madre fue suave, pero cargada de despedida. Emerzon sintió un vacío abrumador, como si una parte de él hubiera sido arrancada. Sus ojos se llenaron de lágrimas que no podía contener, y en ese momento, todo cambió. Los días siguientes fueron un torbellino de emociones. Emerzon y Thomas apenas se dirigían la palabra, cada uno lidiando con su dolor a su manera. La casa familiar, normalmente llena de vida y risas, se había convertido en un espacio frío y vacío, donde las sombras parecían alargarse interminablemente. Un día, en el estudio de su padre, Emerzon finalmente explotó. —¿Por qué no puedes mostrar ninguna emoción, papá? —gritó, su voz rompiendo el silencio—. Nos hemos quedado solos y ni siquiera puedes llorar. Thomas, de pie junto a la ventana, con su traje impecable, se volvió lentamente hacia su hijo. Su rostro estaba marcado por la tristeza, pero sus ojos eran duros. —No tengo el lujo de derrumbarme, Emerzon. Tengo que mantener a esta familia en pie. —respondió con una voz fría y controlada. —¿A este costo? —Emerzon replicó, su voz llena de amargura—. Nos estás alejando. Mamá no quería esto. Querría que fuéramos una familia, no extraños bajo el mismo techo. La mirada de Thomas se suavizó por un breve instante, pero la dureza volvió rápidamente. —Haz lo que tengas que hacer, Emerzon. Pero yo no puedo cambiar quien soy. Emerzon se dio la vuelta, saliendo del estudio y prometiendo que nunca permitiría que sus emociones se reprimieran de esa manera. El dolor de perder a su madre y la distancia con su padre fueron los cimientos sobre los que construyó su implacable ambición y determinación. ᨏᨐᨓ Fin del flashback ᨓᨐᨏ Emerzon parpadeó, sacudiendo la niebla de recuerdos dolorosos que habían invadido su mente. De pie junto a la ventana de su oficina, miró el horizonte de Milán, las luces de la ciudad parpadeando como estrellas artificiales. Se ajustó la chaqueta de su traje, sintiendo el peso del pasado y la promesa de un futuro incierto. El eco de la muerte de su madre y las tensiones con su padre habían forjado su carácter, su implacable ambición y su desconfianza hacia las conexiones emocionales profundas. Pero ahora, con Ida en su vida, esas paredes comenzaban a mostrar grietas. Decidido a mantener el contacto, tomó su teléfono y marcó el número de Ida. Su corazón latía con fuerza mientras esperaba el tono. —Hola, señor Bennett —respondió Ida, su voz tranquila y cálida al otro lado de la línea. —Hola, señorita Moreno. Solo quería saber cómo estabas. Me ha pasado por la mente nuestra conversación y… quería asegurarme de que todo va bien. —dijo Emerzon, tratando de mantener su voz firme. —Estoy bien, gracias por preguntar. Yo también he estado pensando mucho en nuestra conversación. —respondió Ida con sinceridad. —Me alegra escuchar eso. Hablemos pronto, ¿te parece? —sugirió Emerzon, sintiendo una mezcla de alivio y anticipación. —Claro, me encantaría. Cuí…—dijo Ida, pero fue interrumpida por Emerzon. —Ida… —Sí, dígame señor Bennett —la dulce voz de Ida resonó en los oídos de Emerzon. —Dígame Emerzon, dejemos las formalidades. Hubo un pequeño silencio antes que la voz de Ida se escuchara de nuevo. —Está bien, Emerzon, cuídese —dijo Ida antes de colgar. Emerzon sonrió al colgar, sintiendo una calidez en su pecho. Decidió salir a despejarse la mente, y qué mejor lugar para eso que el elegante club privado donde solía relajarse después de un largo día. ━◦○◦━◦○◦━◦○◦━◦○◦━◦○◦━◦○◦━ El club privado era un refugio de lujo y exclusividad en el corazón de Milán. Las paredes de madera oscura y las luces tenues creaban una atmósfera sofisticada. Emerzon entró, ajustándose la corbata y saludando con una leve inclinación de cabeza a los miembros habituales. Se dirigió al bar, donde pidió su trago acostumbrado. Mientras esperaba, una figura familiar se deslizó junto a él. Mauricio Hernández, con su porte carismático y su sonrisa calculada, se apoyó en la barra. Llevaba un traje impecable, con un pañuelo de seda rojo que añadía un toque de extravagancia. —Emerzon Bennett. —dijo Mauricio, su voz llena de una falsa cordialidad—. Qué sorpresa verte aquí. Siempre tan ocupado conquistando el mundo, supongo. Emerzon no pudo evitar tensarse al verlo. Sabía que Mauricio no estaba allí por casualidad. —Mauricio, siempre es un… placer. ¿Qué te trae por aquí? Mauricio levantó su copa, su sonrisa ensanchándose. —Ya sabes, negocios, placer, todo un poco. Pero dime, ¿cómo va tu imperio tecnológico? —Va bien, gracias. Estamos en medio de algunos desarrollos emocionantes. —respondió Emerzon, sin perder la compostura. Mauricio se inclinó ligeramente, sus ojos brillando con malicia. —Escuché rumores sobre tu nuevo proyecto de inteligencia artificial. ¡Impresionante! Pero ya veremos cuánto dura ese brillo. Sabes cómo es el mercado, una jungla. Y solo los más fuertes sobreviven. Emerzon mantuvo su mirada fija en Mauricio, sintiendo la tensión creciente. —Lo sé, Mauricio. Y créeme, estoy más que preparado para cualquier desafío. Mauricio rio suavemente, levantando su copa en un brindis irónico. —Eso espero, Emerzon. Siempre es interesante ver cómo se desenvuelven las cosas. Pero recuerda, en la jungla, hay depredadores que no temen usar cualquier táctica para conseguir lo que quieren. Emerzon asintió, sabiendo que cada palabra de Mauricio era una advertencia velada. —Lo tendré en cuenta. —Nos vemos colega —Mauricio, sonrió, pero era una sonrisa que no llegan a sus ojos. —Hasta la próxima, Mauricio. Mientras Mauricio se alejaba, Emerzon sintió una oleada de determinación. Sabía que el camino no sería fácil, pero estaba dispuesto a enfrentar cualquier obstáculo, tanto en los negocios como en su vida personal. Y con Ida en su mente, su resolución se fortaleció aún más.Mauricio Hernández salió del club privado con una sonrisa en el rostro, satisfecho con la inquietud que había sembrado en Emerzon. Sabía que cada palabra suya había sido una daga en la mente de su rival, y eso le daba una sensación de poder.Se montó en su auto deportivo, un elegante Aston Martin negro, y aceleró por las calles de Milán, disfrutando del rugido del motor y de la sensación de control que le proporcionaba. Llegó a su lujosa mansión, ubicada en una de las zonas más exclusivas de la ciudad. Las puertas de hierro forjado se abrieron automáticamente, y el coche se deslizó suavemente por el camino de entrada bordeado de árboles.Entró en su oficina personal, un espacio decorado con buen gusto, repleto de arte contemporáneo y muebles de diseño. Se sentó detrás de su escritorio de caoba y encendió su ordenador. Había recibido un correo de uno de sus contactos en la empresa de Emerzon, Mauricio se recostó en su silla, complacido por la información que recibía. Su mente viajó al
Era una tarde tranquila cuando el teléfono de Ida vibró sobre su escritorio. Al ver el nombre de Emerzon en la pantalla, sintió un cosquilleo de emoción y anticipación. Contestó con una voz serena, aunque su corazón latía más rápido de lo normal.—Hola, Emerzon.—Hola, Ida. —respondió él, su voz cálida al otro lado de la línea—. Espero que estés teniendo un buen día. Quería preguntarte si estarías libre esta noche para cenar. Me gustaría hablar contigo sobre algo importante.Ida sonrió, sintiendo una mezcla de curiosidad y alegría. —Me encantaría, Emerzon. ¿A qué hora?—¿Te parece bien a las ocho? Hay un restaurante en el centro que creo que te gustará. —sugirió Emerzon.—Perfecto. Nos vemos allí a las ocho. —respondió Ida, sintiendo que la noche prometía algo especial.Después de colgar, Ida tenía una enorme sonrisa en su rostro, mientras que sus amigas solo la observaban en silencio, pues hacía mucho tiempo que no la veían así. ──────⊹⊱✫⊰⊹──────La noche llegó y el restaurante est
Mientras Emerzon conducía de regreso a su casa, las luces parpadeantes de Milán pasaban como destellos en la noche. Su mente estaba ocupada con pensamientos de Ida. La conexión que sentía con ella era algo que no había experimentado antes, y estaba decidido a explorarla a fondo. Sin embargo, sabía que no todos estarían contentos con su relación, y tenía que estar preparado para enfrentar cualquier obstáculo.Lo que Emerzon no sabía era la profundidad del dolor que Ida había experimentado en el pasado, marcado por una relación tumultuosa con un hombre que la había humillado y menospreciado.La confianza de Ida había sido quebrantada, dejándola con cicatrices emocionales profundas que la hacían desconfiar de hombres ricos y poderosos. Emerzon estaba ajeno a estos fantasmas que aún la atormentaban.Al llegar a su casa, Emerzon revisó su correo y notó un sobre sin remitente. Lo abrió con cautela y encontró una carta anónima que decía: “Cuida bien de tus asuntos, Bennett. Sobre todo a ell
El sol de la mañana iluminaba suavemente la elegante cafetería donde Emerzon e Ida habían acordado reunirse. El aroma del café recién hecho llenaba el aire, creando una atmósfera acogedora. Emerzon llegó primero, sentado en una mesa junto a la ventana, como es su costumbre. Revisaba unos documentos del proyecto mientras esperaba.Ida entró al café poco después, con una sonrisa cálida que iluminó la habitación. Llevaba un vestido casual pero elegante, que reflejaba su estilo único y su creatividad. Al ver a Emerzon, su corazón dio un ligero salto, pero mantuvo la compostura.—¡Hola, Emerzon! —saludó, acercándose a la mesa—. Espero no haber llegado tarde.Emerzon se levantó para recibirla, devolviéndole la sonrisa.—No, para nada, Ida. Justo a tiempo. Me alegra verte. ¿Te gustaría un café antes de empezar?—Sí, un café suena perfecto. —respondió ella, sentándose frente a él.Emerzon hizo la señal al camarero y pidió dos cafés. Mientras esperaban, Emerzon no podía dejar de admirar la pas
Era una tarde soleada en Milán, y las calles estaban llenas de gente disfrutando del buen tiempo. Ida caminaba por una calle adoquinada, disfrutando de un breve descanso de su agitado horario. Llevaba una bolsa con algunos materiales de diseño que había comprado en una tienda cercana, su mente perdida en pensamientos sobre el proyecto de caridad.De repente, un hombre alto y elegante salió de una cafetería, con un vaso de café en la mano. Sin darse cuenta, chocaron en la acera, y el contenido del vaso se derramó, salpicando a ambos.—¡Oh, lo siento mucho! —dijo Mauricio, tratando de secar el café derramado con un pañuelo de bolsillo—. No vi qué venías. Ida se sorprendió y trató de limpiar el café de su ropa. —No, está bien. También fue mi culpa. —respondió, tratando de mantener la compostura.Mauricio, al ver la negativa de Ida, hizo una expresión como si recordara algo. —Espera, ¿eres Ida Moreno, la famosa diseñadora? Te vi en el evento benéfico el otro día. —dijo con una sonrisa,
Esa misma noche, Emerzon había salido a cenar con su mejor amigo, Lorenzo, en un restaurante elegante del centro de Milán. Ambos estaban disfrutando de una conversación animada sobre los últimos avances en la empresa y los planes futuros. Sin embargo, la mente de Emerzon no podía dejar de pensar en Ida, la mujer que lo estaba volviendo loco, sin apenas haber probado ni un delicioso beso de esos labios que eran una tentación. Mientras Lorenzo hablaba, Emerzon miró alrededor del restaurante y su corazón se detuvo al ver a Ida sentada en una mesa cercana. Pero no estaba sola. Frente a ella, con una sonrisa encantadora, estaba Mauricio Hernández. Emerzon sintió una oleada de celos y rabia al ver cómo su enemigo intentaba tocar la mano de Ida.—¿Qué demonios está haciendo él aquí? —murmuró Emerzon, apretando los puños bajo la mesa.Lorenzo, notando el cambio en la expresión de su amigo, siguió su mirada y vio a Mauricio e Ida. —Emerzon, cálmate. No hagas un escándalo aquí. —dijo en voz b
Emerzon, aún temblando de furia, salió del club, con el eco de las risas y la música zumbándole en los oídos. Lorenzo, sin decir nada, lo miraba de reojo, preocupado por la intensidad en los ojos de su amigo. Emerzon respiraba pesadamente, sus pensamientos completamente consumidos por la imagen de Ida, su rostro inocente, y Mauricio, con esa sonrisa provocadora. Su pecho se contraía de odio y desesperación.—No permitiré que ese desgraciado se acerque a ella —musitó, sus palabras apenas audibles por el rugido de la calle.Lorenzo puso una mano en su hombro, intentando calmarlo.—Hermano, no puedes resolver esto con violencia. Tenemos que encontrar otra manera.Pero Emerzon no escuchaba, su mente atrapada en una espiral de rabia y protección.—Voy a hacer lo que sea necesario —dijo, su voz firme y determinada—. Ida es mía. Nadie, especialmente ese estúpido, no se interpondrá entre nosotros.La noche continuaba, fría y silenciosa, ambos caminaron sin pronunciar palabra, cada uno sumido
Mauricio, esa noche después de salir del club, se fue a su lujoso apartamento, de pie frente al espejo del baño, observando las heridas en su rostro.Los golpes de Emerzon habían dejado marcas visibles, pero lo que más le dolía era el golpe a su orgullo. Mientras se aplicaba un poco de ungüento en las magulladuras, sus pensamientos se centraban en Ida y en cómo había sido arrastrado a esta situación.«Ida…» pensó, recordando su sonrisa y la calidez en sus ojos. Había algo en ella, que lo había tocado de una manera que no esperaba. A pesar de su fachada de frialdad y manipulación, Mauricio no podía negar que esa mujer es diferente.«Es una chica linda, buena… Algo en ella me hace querer ser mejor»Pero esos pensamientos se mezclaban con la envidia y el odio que sentía hacia Emerzon. «Ese maldito de Emerzon siempre ha tenido todo lo que quiere. No permitiré que me arrebate esto también.»Mauricio apretó los dientes, su determinación creciendo.Se dirigió a una mesa que estaba cerca de