—Después de que los brutales golpes finalmente cesaron, me esforcé por levantarme del suelo, sintiendo cada músculo adolorido y cada respiración entrecortada.
»Con pasos tambaleantes, me dirigí hacia mi hogar, donde el aire solía estar cargado de la exigencia constante de mis padres.»¿Puedes imaginar el torbellino de emociones que se desató cuando llegué a casa, con mi ropa desgarrada y mi cuerpo magullado?Él permaneció en silencio, sus ojos inquietos buscaban una salida en medio de la angustia que lo envolvía.—Fui golpeada con brutalidad y me vi forzada a faltar a la escuela durante toda una semana, pero para mi sorpresa, nadie mostró la más mínima preocupación por mi bienestar. Ni siquiera mi mejor amiga, Mónica, se molestó en venir a verme.Las lágrimas inundaron mis mejillas mientras me refugiaba en la intimidad de mi habitación. Siempre anhelé tener amigos, por eso procuré ser amable con todos, esforzándome por encajar y mostrando lo mejor de mí misma. Sin embargo, a pesar de mis esfuerzos incansables, nunca parecía ser suficiente.Y así, los días se deslizaron lentamente hasta que por fin llegó el tan esperado momento para todos: «la grandiosa ceremonia de graduación de todos los estudiantes de tercer año».Finalmente, tendríamos la oportunidad de saborear la libertad, de tomar las riendas de nuestro propio destino, de acceder a la universidad de nuestros sueños y de perseguir nuestras aspiraciones más profundas.Pero para mí, ese día significaría el fin de todas mis esperanzas y sueños, marcando un punto de no retorno que transformaría la alegría de la graduación en la más profunda desolación de mi vida.Gabriel se aproximó hacia mí con paso cauteloso, su mirada estaba cargada de disculpas y sus palabras resonando en el aire con una mezcla de pesar y sinceridad.Explicó con detalle que la chica en cuestión no era su pareja, sino simplemente una conocida, buscando despejar cualquier malentendido. La vergüenza marcaba cada gesto de su rostro, como si compartiera mi incomodidad por la situación.Ingenuamente, cada palabra que salió de su boca encontró eco en mi mente, mientras sus expresiones elocuentes pintaban una imagen convincente ante mis ojos.Tras su disculpa, extendió una invitación a la gran fiesta de esa noche, con una entusiasmo que apenas podía ocultar. Sin embargo, mis padres habían impuesto un castigo que me impedía asistir, una verdad que compartí con Gabriel.Con confianza, él aseguró que vendría a recogerme, apelando a su posición como el heredero Mayers, con la certeza de que nadie podía negarle nada.La noche llegó y, como estaba previsto, Gabriel apareció en mi puerta, encontrándome recostada en la cama, resignada a mi suerte. Mi apariencia descuidada reflejaba mi estado de ánimo, sin embargo, la sorpresa no tardó en llegar.Mi madre irrumpió en mi habitación con una emoción palpable, anunciando la llegada de Gabriel y la oportunidad de asistir a la fiesta.Entre risas y prisas, me levanté de la cama y me dispuse a vestirme, mientras mi madre me ayudaba con gestos cariñosos y ágiles.Con un toque de labial rosa en mis labios, que según mi madre, realzaba mi dulzura, me contemplé en el espejo.El vestido que elegí me envolvía hasta las rodillas, con un aire inocente y elegante, mientras mi cabello caía en suaves ondas alrededor de mi rostro. Mis zapatos, sencillos y cómodos, eran mi elección segura, evitando los tacones altos que tantos tropiezos me habían causado en el pasado, aunque aún recordaba su belleza y brillo.Descendiendo las escaleras, me encontré con una escena que superaba todas mis expectativas. Gabriel aguardaba al pie de la escalera, sosteniendo un exquisito ramo de flores que desprendían una fragancia embriagadora.Me sonrojé al ver su gesto tan cuidadosamente preparado, maravillada por la belleza de las flores y la sensación de admiración que despertaban en mí y en todo el ambiente alrededor.Me embargaba una emoción sin precedentes al recibir flores por primera vez en mi vida. Mis manos temblaban ligeramente al sostener el ramo, mientras cada pétalo parecía irradiar una luz propia.Mi mamá solía decir que las flores significaban luto, su forma de expresar disgusto por la falta de gestos románticos de papá.Recordaba claramente sus palabras, pronunciadas con un dejo de resignación, mientras observaba el rostro de mamá, marcado por la tristeza y la decepción.Papá no era precisamente detallista, pero el rojo intenso de las rosas indicaba un «te amo». Cada pétalo parecía susurrar un mensaje de amor que nunca había escuchado antes en palabras. Sentí que Gabriel me declaraba su amor al entregármelas.Las tomé con ilusión, aspirando su suave fragancia y admirando su belleza efímera. Sin embargo, mi emoción se vio interrumpida cuando mamá arrebató las flores de mis manos con brusquedad, para luego colocarlas en un jarrón con gesto decidido, como si intentara borrar cualquier atisbo de romanticismo de aquel gesto.Con gran entusiasmo, asistí con él a la fiesta de graduación. El vestido que había elegido para la ocasión se mecía con gracia al compás de mis pasos, mientras la emoción burbujeaba en mi interior, haciendo que mi corazón latiera con fuerza.La luz tenue de la sala de baile inundaba el ambiente, creando una atmósfera mágica y cargada de promesas.Al llegar, la emoción se transformó en tristeza al verlo bailar con otra chica, dejándome sola y excluida de su felicidad.Sus risas resonaban en mis oídos como un eco lejano, mientras observaba desde la distancia cómo disfrutaban de la compañía del otro. Un nudo se formó en mi garganta, ahogando cualquier intento de alegría que intentara emerger.Su amigo se acercó y me invitó a bailar, a pesar de la resistencia inicial debido al incidente pasado acepte su invitación. La música envolvía nuestros cuerpos en un abrazo intangible, mientras nos movíamos al compás de la melodía. Aunque al principio mis pasos eran torpes y vacilantes, pronto me dejé llevar por el ritmo, permitiendo que la música me transportara a un lugar donde el dolor y la tristeza quedaban suspendidos en el aire.Aunque la noche parecía tranquila, algo inquietante estaba por suceder. Un escalofrío recorrió mi espalda cuando su amigo me ofreció una bebida, con una sonrisa que no alcanzaba a llegar a sus ojos.La presión de Gabriel se hizo sentir cuando insistió en que aceptara la bebida, sus ojos oscuros centelleando con una intensidad que me hizo retroceder ligeramente.Al llegar, Gabriel afirmó que yo estaba con él y me ofreció una bebida ya abierta. Observé con cautela el líquido dorado que se balanceaba en el vaso, sintiendo un nudo en el estómago ante la idea de beber algo desconocido. Sin embargo, la presión del momento me empujó a aceptar el vaso con manos temblorosas, llevándolo a mis labios con una mezcla de curiosidad y aprensión.Nunca antes había probado alcohol, traté de rechazarlo, pero acabé bebiendo bajo presión. El sabor amargo del licor se extendió por mi boca, dejando un regusto desagradable en mi paladar. Tragué con dificultad, sintiendo cómo el líquido caliente descendía por mi garganta, dejando una sensación de ardor a su paso.Pronto, mareos y malestar me invadieron, y fuí perdiendo el conocimiento brevemente. El mundo a mi alrededor se desdibujaba en una serie de colores difusos, mientras luchaba por mantenerme en pie. Mis piernas parecían de algodón, incapaces de sostener mi peso, mientras mi mente se sumergía en una oscuridad creciente.Al despertar, me encontré en un lugar desconocido, siendo abusada y grabada sin poder defenderme.La habitación estaba envuelta en una penumbra opresiva, apenas iluminada por la luz débil que se filtraba por las cortinas entreabiertas.El peso de un cuerpo desconocido se cernía sobre el mío, aplastándome con una fuerza implacable, mientras el sonido de mi propia voz se ahogaba en un mar de lágrimas y sollozos.Mis lágrimas fluían mientras rogaba por detenerlo, sintiendo gratitud al perder el conocimiento una vez más.El dolor se desvanecía en un torbellino de oscuridad, arrastrándome hacia un abismo sin fondo, donde el tiempo y el espacio perdían todo significado. Mis gritos se desvanecían en el vacío, ahogados por el peso del horror que me envolvía, cada vez que despertaba.Desperté nuevamente, siendo atacada por el amigo de Gabriel, sintiendo el dolor y el horror de nuevo. Su rostro se contorsionaba en una mueca de placer perverso, mientras sus manos ásperas exploraban cada rincón de mi cuerpo con una familiaridad aterradora. El sonido de mis propios gemidos resonaba en mis oídos, como un eco lejano de la realidad que se desvanecía ante mis ojos.Le supliqué a Gabriel que me dejara ir, pero solo vi su rostro alegre, sintiendo repulsión y suciedad en mi interior. Sus ojos brillaban con una luz maligna, mientras contemplaba mi sufrimiento con una indiferencia gélida. La sensación de impotencia y desesperación se apoderaba de mí, ahogándome en un mar de angustia y desesperación.Rogué mental y verbalmente que se detuviera, pero no lo hizo. Sentí mi corazón latir con fuerza mientras mis palabras se perdían en el aire enrarecido por el miedo.Intenté girar la cabeza en todas direcciones, desesperada por escapar... Mis músculos se tensaron, mis ojos buscaban una salida en medio del caos que me envolvía, pero todo parecía una maraña sin solución.Vi al amigo más cercano de Gabriel, aquel cuya complicidad solía traer consuelo, con una sonrisa en el rostro mientras sostenía la cámara. Supliqué «por favor» extendiendo mi mano, pero él solo se rió, su risa resonando como una afrenta adicional en medio de mi angustia.Tanto Mónica como la otra chica que estaba con Gabriel también se rieron, sus risas llenas de malicia, mientras me insultaban y llamaban prostituta. Sus palabras eran como cuchillas cortando mi piel ya vulnerada.No podía emitir ningún sonido; el dolor invadía cada parte de mi ser y pronto caí en un sueño profundo, con lágrimas en mis mejillas y una fuerte sensación de fractura en mi cuerpo.Mi conciencia se desvaneció en la oscuridad, dejándome a merced de mis tormentos internos y externos.—¿Conoces al amigo más cercano de Gabriel? —pregunté al psicólogo Suárez.Sus ojos, inquietos y llenos de angustia, se movían frenéticamente, reflejando un profundo temor que me impulsó a levantarme.—El hombre del que hablo está justo frente a mí, el compañero más cercano de Gabriel —informé, colocándome delante de él. Luego, con gesto suave, acaricié su cabeza como se acariciaría a un pequeño perro, buscando calmar su agitación.Él continuaba temblando con intensidad, mostrando un miedo palpable que se reflejaba en cada fibra de su ser. Podía percibir claramente ese temor, especialmente porque en los últimos días varios amigos de Gabriel habían perdido la vida en circunstancias misteriosas.Si alguien albergaba alguna duda sobre quién podría estar detrás de todo esto, siempre había sido yo. Siempre fui yo quien puso fin a todo.—Vamos, date prisa. Quiero volver a casa lo antes posible —insté, empujándolo hacia su asiento con tal fuerza que casi lo hice caer al suelo. —Agárrate fuerte.Dirigiéndome a mi mochila, saqué una cámara. —Voy a grabar todo tal
Salí del consultorio llevando mi mochila en una mano y el celular del doctor en la otra. El mensaje que escribí decía: «Rebeca, tómate dos semanas de descanso, ya te transferiré tu sueldo. Me voy de vacaciones con mi amante, así que no te preocupes por mí. Cuando regrese, también te haré feliz». Cada vez aprendo más sobre enviar mensajes; el doctor Suárez era conocido por tener muchas mujeres.«Gracias, jefe» respondió la secretaria con un tono de resignación y desilusión apenas perceptible en su texto.Estaba a punto de dejar caer el teléfono al suelo, pero necesitaba responder algunos mensajes para evitar que buscarán al doctor.Guardé el teléfono en la mochila y lo dejé en un casillero. No soy tan ingenua como para llevarlo a casa. Al menos no estoy herida, pensé aliviada.Después de unos minutos, llegué a casa, una lujosa mansión.—¿Dónde estabas? —me gritó la mujer de mi padre, una mujer alta y delgada con el ceño fruncido y los brazos cruzados sobre el pecho.—Salí —respondí
Caminé hacia mi habitación con paso lento, aferrando el diario de mi madre con delicadeza entre mis manos.Una vez dentro, me dejé caer sobre la cama con mi yogur en una mano y una pajita en la otra, sintiendo el suave tejido de las sábanas bajo mi cuerpo. La bolsa de plástico crujía bajo mi peso mientras levantaba el diario en alto, la luz del atardecer filtrándose por la ventana iluminaba las páginas amarillentas.Mis ojos se perdieron en las palabras impresas, absorbida por la historia de mi madre. Visualicé su angustia al despertar en un lugar desconocido, desnuda y con su cuerpo dolorido.Un nudo se formó en mi garganta al imaginar su desesperación. Pude sentir su soledad mientras se envolvía en las sábanas, tratando en vano de contener sus lágrimas y sus gemidos de dolor.El crujido de la puerta al abrirse me sacó de mi ensimismamiento. Giré la cabeza para encontrarme con la figura de Gabriel, su presencia trayendo consigo un aire de nostalgia y tristeza.Mis labios se curvaron
Después de pasar algunas horas en mi habitación, absorta en mis pensamientos, percibí golpes resonando en la puerta principal. Esta vez, no me precipité a bajar como la primera vez; una sensación de aprensión se apoderó de mí, temiendo que fuera el mismo detective de antes, con sus preguntas incisivas y su mirada inquisitiva.Unos minutos después de los golpes, los gritos de la esposa de Gabriel inundaron el silencio. Con un suspiro, me levanté de la cama, cerré mi portátil y me dirigí a la sala, donde sabía que habría visitas.Al llegar a la sala, me encontré con una escena peculiar: una mujer de la misma edad que mi padre y un joven que parecía tener mi misma edad. Los tres estaban reunidos, compartiendo una conversación animada mientras la mujer acariciaba con ternura los hombros de mi padre.—Papá —mi voz resonó en la habitación, y las sonrisas se desvanecieron al instante.Mi padre me miró por un momento, con esa sonrisa que siempre me había incomodado. Detestaba esa maldita so
—¿Qué tipo de juego? —preguntó Nathan, mostrando curiosidad en sus ojos mientras yo me sumergía en mis pensamientos.Distraída en mi propio mundo, lo ignoré y fui directamente a sentarme en una de las sillas de madera, sintiendo su rugosa textura bajo mis manos. La señora Lourdes, una mujer de cabello canoso con rostro siempre adornado con una cálida sonrisa, se acercó a nosotros con paso ligero, sus zapatos chirriando suavemente en el suelo de baldosas.Esa señora casi siempre está sonriendo, y yo, como cliente frecuente del lugar, he entablado una relación cercana con ella. Suelo venir aquí a menudo, y casi siempre lo hago sola. Me gusta observar cómo los jóvenes compiten entre sí, mientras me regalo el placer de beber una o dos latas de cerveza fría, sintiendo el frescor del metal en mis manos. Y, por supuesto, a tener largas pláticas con la señora Lourdes, quien se ha convertido en una confidente y consejera de vida, su voz es suave y reconfortante como un bálsamo para el alma.—
—Matute, tienes unos brazos fuertes. Cárgame —dije con voz entrecortada mientras hacía pucheros, sintiendo cómo la noche se movía a mi alrededor en un torbellino de luces y sonidos difusos. El aire fresco de la noche acariciaba mi rostro, mientras las risas lejanas y el murmullo de la ciudad se fundían en una melodía urbana embriagadora. Creo que he bebido demasiado, mis pensamientos se tambalean junto con mi cuerpo, como si estuvieran atrapados en un laberinto de neblina alcohólica. Los destellos de las farolas se reflejan en mis ojos vidriosos, distorsionando la realidad y sumergiéndome en un estado de ensoñación etílica. Hoy me estoy comportando como una estúpida frente a un completo desconocido, dejando que la imprudencia y la despreocupación se apoderen de mis acciones mientras la sensación de libertad se mezcla con el vértigo de lo desconocido. Cada mirada furtiva y cada sonrisa cómplice, alimenta la efímera ilusión de estar viviendo una aventura prohibida en medio de la osc
★ NathanDespués de la partida de Strella, tomé el camino hacia mi refugio, mi oficina. Aunque modesta en tamaño, irradiaba una calidez reconfortante, con las paredes revestidas en tonos neutros que ofrecían un telón de fondo tranquilo, contrastando con la frenética actividad de la ciudad más allá de la ventana. La luz del día se filtraba a través de las cortinas entreabiertas, bañando el espacio con una suave luminosidad. Mi escritorio, el epicentro de mi labor como detective, estaba meticulosamente organizado, con montañas de documentos y expedientes que testificaban mi dedicación incansable a mi oficio.—Llegas tarde —me recibió Ana, mi compañera de cabello negro como el azabache y ojos vivaces que siempre parecían captar hasta el más mínimo detalle del entorno. Su presencia era tan vibrante como su energía, siempre acompañada por su inseparable barra de chocolate energético.Traté de ignorarla mientras indagaba sobre posibles novedades, pero Ana era implacable en su atención, s
Salí de la sala de interrogaciónes y vi a Ana esperándome con un recipiente lleno de agua lista para mí. Sus ojos expresaban preocupación mientras me observaba. Me lavé las manos en silencio, quitando los restos de sangre que me recordaban los eventos recientes. Luego, caminé por los pasillos de la oficina, dirigiendome hacia la oficina de mi maldito jefe.La oficina estaba impregnada con el aroma a madera antigua y el sonido de las máquinas de escribir llenaba el espacio. Al entrar sin avisar, arrojé con fuerza una hoja sobre el escritorio, dejando claro mi descontento. No pronuncié una sola palabra mientras salía, dejando a mi jefe atónito.Ana, siempre fiel y leal, me instó a almorzar. A pesar de mis preocupaciones, su voz cálida y amable me hizo reconsiderar. —No tengo hambre —respondí abruptamente, sin darme cuenta de lo mucho que ella estaba tratando de ayudar.—Nathan, creo que ahora sí te pasaste de la raya con esos criminales —me dijo Ana, con su mirada preocupada clava