—Colócate el cinturón —volteé a verla y apunté hacia la cinta que estaba junto a su cuerpo.Me miró con cierta indiferencia y no hizo ademán de moverse. Parecía no tener la más mínima intención de aprovecharlo. Decidí acercarme a ella, sintiendo el palpitar acelerado en mi pecho, y tomé el cinturón entre mis manos.Sin previo aviso, en ese preciso momento, ella me jaló de la camisa con fuerza y me besó. Al principio, la sorpresa me invadió, pero rápidamente la pasión se apoderó de mí. Pasé mi mano por detrás de su cabeza, entrelazando mis dedos en su suave cabello, y la atraje aún más hacia mí. Sus labios tenían un sabor delicioso que me embriagaba.En medio del beso apasionado, ella mordió mi labio con tal fuerza que brotó un hilillo de sangre. Sin pensarlo, hice lo mismo y compartimos el sabor metálico mientras nos devorábamos con lujuria, sin piedad.Los cristales polarizados de mi auto nos resguardaban de las miradas indiscretas, permitiéndonos entregarnos por completo.Tiré de su
No sé por qué, pero presiento que Matute está actuando de manera extraña. Sin embargo, todos tenemos un poco de rareza, lo cual hace que las personas sean especiales de cierta manera.—Ya he terminado, Matute. ¿Quieres que haga algo más? —pregunté mientras dejaba los vegetales sobre la barra.Él se quedó viéndome fijamente antes de responder.Matute, ha despertado mi curiosidad. Su cabello azabache caía sobre su rostro misterioso. No parecía dejarse afectar por las inquietudes y parecía ocultar secretos detrás de su sonrisa enigmática.—La salsa —pidió. Asentí y comencé a freír chiles, tomates, ajo y cebolla para crear una sabrosa salsa roja.No estaba segura si le gustaba tan picante como a mí, yo disfrutaba de las emociones intensas, tanto en la comida como en la vida.Mientras me enfocaba en la preparación, me di cuenta de que se me estaban quemando los ingredientes de mi salsa.Apurada, vacié todo en la licuadora, pero al no encontrar la tapadera, improvisé y le puse un plato pla
★ NathanHan pasado algunos días desde que vi a Strella. Creo que me está evitando. Deambulo por mi casa con la esperanza de que ella aparezca. Se supone que no somos nada, así que no debería importarme si ella está bien, pero no puedo sacarla de mi cabeza.Es importante para mí, o mejor dicho, para mi caso. No para mí en lo personal. Únicamente fue sexo y nada más.Después de deambular por mi cocina hasta mi cuarto durante un largo, pero muy largo rato, decidí llamar a Ana.—¿Sí, jefe? —respondió ella del otro lado de la línea.—Te veo en el campo de tiro en media hora. No llegues tarde porque no me encontrarás —colgué la llamada y tomé mi chaqueta.Salí de casa.Mientras conducía por el vecindario de Strella, vi el auto estacionado de Gabriel y su esposa. Al parecer, no han salido de casa en días. Esto me pareció muy sospechoso. Decidí pasar por allí y saludar a Gabriel, aprovechando la oportunidad para ver si Strella estaba bien.—¿Hola, Gabriel? ¿Cómo estás? —pregunté mientras m
—Ya voy —dije mientras dejaba los informes cuidadosamente sobre la mesa. Caminé hasta la puerta y la abrí, esperando encontrarme con alguien afuera. Sin embargo, para mi sorpresa, no había nadie allí. Parecía como si se hubieran arrepentido de tocarla. Pero mi deber era claro, tenía que llevar la trágica noticia de que el amigo de Gabriel había fallecido. Mis pasos eran lentos mientras meditaba en lo que había leído en los informes. Me preguntaba si Strella realmente no estaba tan completa como aparentaba. ¿Qué secretos ocultaba tras su enigmática sonrisa? A medida que me acercaba a su casa, mis pasos se volvieron pesados, como si estuviera cargando con el peso del destino. Sin embargo, no podía apartar la vista del tercer piso, donde se encontraba Strella, una figura solitaria en el balcón. No hubo necesidad de palabras. Nuestros ojos se encontraron en un instante, compartiendo un misterioso vínculo. Sin decir nada, ella ingresó a su casa y yo me quedé allí, con una extraña s
★ AlondraLa cabeza me dolía horriblemente, y todavía no puedo creer que todo lo que haya dicho Matute sea real. Me sentía abrumada por la confusión y el dolor punzante mientras caminaba sin rumbo fijo. Decidí refugiarme en un parque cercano, buscando un respiro de la pesada carga de mis pensamientos.Al llegar al parque, mis pasos me llevaron automáticamente hacia una solitaria banca. Mientras me sentaba, un vendedor ambulante se aproximó, ofreciendo algodones de azúcar de vivos colores. El dulce aroma se mezclaba con la frescura del atardecer, tentándome con su llamativo aspecto.A pesar de mi agitación interna, sucumbí a la tentación y compré uno de color rosa. Sin embargo, la ansiedad me impedía abrirlo. Mis sentidos estaban dispersos por la confusión, mientras observaba a los niños jugar despreocupadamente a mi alrededor, riendo y corriendo con alegría contagiosa.Me sentía atrapada en una neblina de pensamientos y recuerdos, tratando desesperadamente de encontrar claridad en
—Descansa, aún pareces agobiada —me dijo ella, mientras se daba media vuelta y salía de mi habitación.Sus palabras resonaron en mi cabeza mientras observaba cómo se alejaba. Esta vez sus palabras y lo que acabada de suceder no fue suficiente para calmar mi inquietud.Después de verla desaparecer por la puerta, intenté levantarme, pero mis piernas se sentían débiles y temblorosas. No podía mantener el equilibrio. Una sensación de mareo me invadió, como si estuviera flotando en un mar, luchando contra las olas de un tormentoso océano.Sentía una pulsación extraña dentro de mí, como si mi corazón estuviera luchando por escapar de mi pecho. Era una sensación incómoda y desconcertante, como si algo dentro de mí estuviera clamando por ser liberado, pero no sabía qué era ni cómo hacerlo.Inmediatamente, corrí al baño y me metí en la ducha, buscando desesperadamente algo que calmara mi mente y mi cuerpo. Encendí el agua caliente y dejé que cayera sobre mi cuerpo tembloroso, como si pudiera l
La ginecóloga me informó que mi cuerpo mostraba signos de haber tenido relaciones sexuales recientemente, pero como me había bañado, no quedaban restos de fluidos.La noticia me dejó helada, confirmando mis peores temores sobre lo que pudo haber sucedido mientras estuve inconsciente. Necesitaba saber si el imbécil de Gabriel había abusado de mí durante ese tiempo.Nathan me esperaba afuera del consultorio, y al salir, caminé lentamente hacia él. Nuestros ojos se encontraron y él comprendió enseguida mi angustia. No fue necesario decir nada, simplemente me abrazó con fuerza, transmitiéndome su apoyo incondicional en ese momento tan difícil.—Vamos, te llevaré a casa —dijo Nathan mientras me tomaba de la mano y salíamos del consultorio de la ginecóloga. Durante todo el trayecto, no dejé de mirar por la ventana, tratando de encontrar algo de paz en el paisaje. A pesar de que ese idiota me había tocado, no lloré. Era como si aún estuviera en shock, intentando procesar todo lo que me es
Volteé hacia Lorena, cuyo rostro mostraba una expresión de profundo dolor.Me acerqué a ella y le susurré.—Mamá, ¿por qué papá no quiere que estemos juntos? ¿Realmente apoyas nuestra relación?Lorena suspiró antes de responder con calma.—Hablaré con tu padre, Strella. Intentaré mediar entre ustedes y encontrar una solución.Con estas palabras, se retiró hacia la casa, dejándome sola con mis pensamientos.Aunque abrazarlo me resultaba incómodo, no tenía alternativa. Necesitaba asegurarme de que Gabriel no sospechara nada.Corrí hacia donde se dirigía Lorena y la agarré del brazo, deteniéndola.Le dije en voz baja.—Lorena, está bien. Hablaré con papá. No puedo permitir que controle mi vida.Decidida, me dirigí al despacho de «mi padre», donde sabía que lo encontraría. Golpeé suavemente la puerta y pregunté con temor. —¿Puedo pasar, papá?Él estaba ocupado revisando unos documentos en su escritorio, pero al verme, inmediatamente dejó los papeles a un lado y me miró. Tomé eso como una